Sofía se paró como un resorte y se fue corriendo para el baño. Santiago le señaló un pequeño brote que tenía en sus partes íntimas. Eran unas pequeñas ampollas enrojecidas que le empezaban a arder con intensidad. Sofía se sentó en el piso, se agarró la cabeza y le dijo: ‘Vete para donde el médico ya mismo, Santiago’. Los dos se miraron con una expresión de angustia y él entendió la dimensión de la situación en la que se encontraba él, y, en consecuencia, su familia. Sintió ira en ese momento. Una rabia y un dolor intensos se apoderaron de él por haber sido débil, por no haber hablado con Sofía, por no haber sido sincero y haberle dicho cómo se sentía realmente por verse involucrado en ese juego que ahora se daba cuenta de lo peligroso que había sido. Se vistió velozmente y le dijo a Sofía que se iba para la clínica, que llamaría al médico de la familia para pedirle alguna orientación o una cita de urgencia, pero él necesitaba saber lo que le estaba pasando.

Sofía se quedó sola con el niño y no pudo contener las lágrimas. Fue ahí cuando realizó que no estaba en capacidad de asumir lo que estaba pasando sin una ayuda profesional. Temía que su matrimonio se acabara porque si ahora Santiago tenía alguna enfermedad de transmisión sexual iba a ser muy difícil continuar como si nada hubiera pasado. Justo cuando ella había creído que había encontrado el modo de reconectarse en ese aspecto con su esposo, la vida los puso a prueba y de una manera que jamás hubiera contemplado. Se recriminaba con crueldad. Se miraba en el espejo y veía a una mujer que había llevado a su familia a un hueco oscuro y profundo por un capricho aparentemente inocente y inofensivo. Su juego se convirtió en el desafío más grande por el que había atravesado desde que se casó y no sabía si iba a ser posible llegar a la orilla de nuevo, ni siquiera sabía si iban a poder salir a flote.

Entre todas las ideas que le llegaban a su mente, una la asaltó y no lo puso en duda ni dos segundos. Buscó la lista de nombres que había en ese archivo y sin miedo empezó a llamar. No sabía ni qué iba a decir, ni qué iba a preguntar, en realidad, no sabía qué estaba buscando, pero necesitaba profundizar. Algo dentro de ella la impulsaba. No fue fácil; uno de esos hombres le colgó la llamada; otro le dijo que no se acordaba de Hugo y que no la podía ayudar. Otro le dijo que no lo volviera a llamar y le tiró el teléfono. Finalmente, cuando ya se estaba dando por vencida, un hombre con un tono de voz amable aceptó hablar con ella.

‘Hola, _ dijo Sofía – mira, a mí me da mucha pena llamarte, pero encontré tus datos en una lista de contactos que tenía Hugo y estoy desesperada porque yo no sabía que él tenía esta clase de encuentros y ahora parece que mi esposo tiene una enfermedad de transmisión sexual. La verdad, no sé qué es lo que quiero saber. Tal vez si tu lo conocías a fondo y sabes algo más sobre sus antecedentes con la salud, o cómo funcionan estas cosas. No sé, perdóname’.

‘No te preocupes. Te entiendo, y esta no es la primera vez que me pasa una cosa así. Mira, yo si conocí a Hugo muy bien y desde hace mucho tiempo. Es más, estuve en su funeral. El llegó a estos grupos prácticamente por mí. Él y yo nos conocimos hace unos años en un bar gay; a mi me llamó la atención desde que lo vi y bueno, ahí nos enredamos. Me dijo que era casado, pero es que eso es super normal en este ambiente. Ni tú, ni nadie se pueden imaginar la cantidad de hombres con familia e hijos que se pegan sus escapadas con otros hombres. Esto es pan de cada día. El caso es que Hugo y yo hicimos un viaje a Paris y ahí conocimos a un chico por una aplicación y él nos contó del Chemsex y tuvimos nuestra primera experiencia. ¡Eso es una locura! Pero bueno, cuando llegamos a Bogotá de nuevo, empezamos a indagar para saber si acá había algo parecido y encontramos un grupo que hacía encuentros privados. Siempre pasó en casas, porque a veces estas cosas las hacen en bares medio underground. Nosotros frecuentábamos algunas personas que al final se convirtieron en casi amigos porque normalmente eran los mismos. De vez en cuando se agregaba alguien nuevo, pero al final nos conocíamos todos. Lo que no me queda claro es que, si tu esposo está contagiado con una enfermedad de transmisión sexual, ¿quiere decir que él asistió a estas fiestas? ¿cómo se llama?’.

‘No, no, no. El no fue a las fiestas, pero se acostó con la esposa de Hugo. Te podrás imaginar el rollo tan delicioso en el que estamos metidos en esta familia’.

‘¡Ay! ¡No! ¡Mujer! ¿Qué es todo eso? De verdad lo siento mucho. O sea que la esposa de Hugo también está contagiada. El caso es que lo que te quería decir es que normalmente en esos encuentros todos nos protegemos, pero la cagada es el uso de las sustancias porque a veces estás tan loco y llevado que no te das cuenta si tienes o no el preservativo o como son rumbas que duran tanto tiempo, hay un alto riesgo de que se rompan. En fin, soy sincero contigo, el voltaje de estas cosas es muy alto y la transmisión de enfermedades es muy común. De hecho, hay muchas personas, no en nuestro grupo, o que yo sepa, que son VIH positivos y practican activamente el Chemsex. Yo sé, suena muy sórdido y lo es, pero así ocurre y entiendo lo desesperante que puede ser para alguien como tú, que no tiene nada qué ver con este ambiente, descubrir a alguien que está metido en un rollo tan extremo. Ahora, te digo otra cosa: Hugo era un hombre con esos gustos, pero era un buen tipo. A mi me dio muy duro su muerte. Éramos amigos y lo quería. Nunca me contó mucho de su vida privada. Sabía que tenía una esposa y una hija, pero nada más. No sé, lo único que te puedo aconsejar es que tu esposo se haga todas las pruebas, incluida la del VIH, porque a este punto es mejor descartarlo todo. Todas las enfermedades tienen tratamientos y se curan, bueno, a excepción del VIH o del herpes, pero hoy en día hay fármacos y curas muy efectivas. Ahora tengo que dejarte, pero si me quieres volver a llamar, hazlo sin problema. Espero que puedan salir bien de todo esto. Lo siento mucho de verdad’.

Sofía colgó esa llamada y no sabía si había sido peor contactar a ese hombre. Quedó fría. No sabía qué pensar. Se le pasó la vida entera por delante en segundos. Un episodio detrás del otro. Volteó a mirar y vio a su hijito que dormía en la cama y no entendía en qué momento la vida le había puesto un muro encima. Estaba a punto de acostarse al lado del niño cuando le entró una llamada de Santiago para decirle que había hablado con el médico y que le iba a abrir un espacio para examinarlo teniendo en cuenta la urgencia, y que por si las dudas, se iba a poner en contacto con un infectólogo para pedirle una cita, en caso de que fuera necesario. Sofía le contó toda la conversación que tuvo con ‘el amigo’ de Hugo. Santiago quedó mudo. No podía creer. Con un tono de desconsuelo y preocupación le dijo que iba a seguir esperando y que tan pronto saliera del consultorio del médico la llamaba.

Sofía se quedó con el corazón en la mano esperando el dictamen del médico. No tenía cabeza para pensar en nada más, sin embargo, en ese instante le entró una llamada de Martín. Estaba muy contento porque ya había recibido las fotos. Le dijo que le había mandado un mensaje a Santiago, pero que estaba ocupado y que solo quería contarle que las fotos habían quedado muy bonitas. También agregó que Juliana le había contado que Ana María ya estaba en contacto con un arquitecto y con un ingeniero y que iban a empezar en pocos días la obra en la casa. Sofía como pudo, trató de disimular y se mostró realmente entusiasta por todo lo que le estaba contando su hijastro. Le dijo que le tenía que dejar ver las fotos, que seguro habían quedado espectaculares. Martín le dijo que al día siguiente iría a la casa y se las mostraría. Colgaron la llamada. Sofía pensaba en Ana María y le provocaba coger el carro, ir corriendo y tirarse encima de ella para preguntarle por qué se había atrevido a meterse con su esposo. Sentía que la odiaba, aunque no sabía si era un efecto que filtraba lo que sentía por ella misma en ese momento.

A pesar de que lo único que trataba era de buscar paz, parecía imposible. Su celular sonó de nuevo. Era Andrea. Dudó si contestar, pero algo le dijo que debía hacerlo.

‘Hola, ¿todo bien?’ – preguntó Sofía, intentando sonar serena-.

‘No —respondió Andrea, con un tono confuso—. ¿Tú sabes algo de Antonio?’.

‘¿De Antonio? No, ¿por qué?’

‘Es que me llamó hace un rato, me dijo que ya había entregado las fotos a Martín y que tenía un compromiso esta noche, una fiesta. Me dijo que me llamaba mañana, pero… no sé, Sofía, algo me pareció raro’.

Sofía se quedó en silencio.

‘¿Y tú no sabías de esa fiesta?’ – insistió -.

‘No. Solo me dijo que era algo privado. Pero lo sentí frío… distante. Es como si no quisiera que yo fuera. ¿No te parece raro?’.

Sofía apretó el teléfono contra la oreja. Con todo lo que se había enterado de Hugo ese día, algo se removió en su estómago. Esa fiesta no era cualquier cosa.

‘Andre, tal vez era uno de esos compromisos a los que no se puede llevar gente, o es algo de trabajo, trata de no envidearte’ – le dijo Sofía mintiendo porque ella misma ya estaba navegando en otros mares -.

‘Está bien… pero, Sofi, tú crees que…’

‘No Andre, yo no sé nada. Perdóname, pero es que estoy con el niño enfermo y no tengo cabeza en este momento para estos temas’.

‘Ay, perdóname tú. Es que yo estoy paranoica con esas historias de Ana María. Si se metió con Santiago, no veo por qué con Antonio no. No, perdón, perdón. Te dejo tranquila. Espero que Nico se mejore. Por favor si sabes algo, me avisas. Un abrazo’.

Sofía colgó esa llamada y quedó aterrada. Le entró un mensaje de Santiago.

‘Hola, me dieron malas noticias’.

¿Qué noticias le dieron a Santiago?