Alejandra apenas lee el mensaje de Carlos rompe en llanto y en medio de los sollozos se queda dormida. Al otro día su mamá la despierta, le dice que deben irse a la cita con la abogada, que se levante porque no pueden llegar tarde. Como puede, se incorpora, se baña y se alista para ir a la cita.
Como lo había imaginado, la abogada la tranquilizó y le explicó cada cosa que debería hacer. Cuando Alejandra le dijo a la abogada que Carlos creía que sabía quién había difundido el video le dijo que ese dato era muy valioso y que si quería y estaba de acuerdo, podían llamarlo en ese momento, aunque le confirmó que la denuncia se podía poner inmediatamente con la información de los grupos de Telegram y WhatsApp donde se había difundido y con el número de teléfono que Diego le había enviado, además de las capturas de pantalla. Le dijo que en el caso de que ella lo prefiriera, podrían hasta denunciar a Carlos pues era él quien tenía el video en sus equipos y en teoría, estaba custudiado por él; pero que obviamente esa era su decisión. El segundo paso era informar inmediatamente a las plataformas para que eliminaran el video, y que con esas dos acciones para empezar tenía que ser suficiente para poner como precedente que ya se estaban tomando las medidas legales y que cualquier persona que de ahí en adelante siguiera difundiendo el video estaría cometiendo un delito y podría ir a la cárcel y pagar unas multas. Esto, al menos, podría detener la propagación del video. Con respecto al trabajo, le explicó que bajo ninguna circunstancia podían presionarla a que renunciara, mucho menos echarla. Sin duda, la encerrona que le hicieron su jefe y la señora de recursos humanos fue baja y sobre todo, raya en el límite de un delito. Le dijo que con mucho gusto la podía acompañar el lunes a su oficina y dejarles claro a su jefe y a la responsable de recursos humanos que es mejor que no se atrevan a insinuar que abandone la empresa. Le dijo que nada más con lo que ya habían hecho ella estaría en todo su derecho de demandarlos.
Mientras la abogada le explicaba cada cosa a Alejandra se le mezclaban las emociones. Por un lado, se sentía acompañada, respaldada, protegida en algún sentido, pero al mismo tiempo no sabía si iba a ser capaz de dar esas batallas. Cuando pensaba en fiscalía, demandas, abogados, confrontaciones, declaraciones, se le revolvía el mundo. No estaba segura de querer dar esa pelea. Pensaba ¿para qué? Si, ok. La persona que difundió ese video le hizo un daño muy grande y debería pagar por ello, pero ni con años de cárcel, ni con todo el dinero del mundo ella se iba a sentir mejor o le iba a quitar esa angustia que llevaba encima desde que explotó todo. ¿Y el trabajo? Ok, legalmente no la pueden echar, pero, ¿vale la pena demandar y entrar en procesos judiciales para quedarse en una empresa en donde su jefe y la responsable de recursos humanos la juzgaron, la criticaron y la trataron como un trapo sucio? ¿Seguir trabajando en un ambiente en donde se van a encargar de hacerle la vida imposible porque ‘su conducta no va en línea con los valores de la empresa? Una gente que ya la criticaba por la forma en la que se vestía; ¿si? ¿Vale la pena quedarse ahí aguantándose una manada de imbéciles señalándola y burlándose de ella?
Abogada: Alejandra, sepa y entienda que usted no cometió ningún delito y que la ley está de su parte. Tiene todas las posibilidades de ganar y de salir victoriosa de este proceso. Lo que yo le aconsejo es que salgamos de acá directo a la Fiscalía a poner la denuncia. Si está de acuerdo, me puede dar las claves de sus redes sociales y yo me encargo de mandar las solicitudes a las plataformas para bajar el video. El lunes voy con usted a su empresa y si quiere ir hasta el fondo, le diría que escuche a su novio o a la persona con la que hizo el video para que él le diga de quién sospecha. Solo con el dato de esa persona yo puedo abrir una investigación, así que como se puede dar cuenta, hay muchas cosas que se pueden hacer y todas son para protegerla y ayudarla a salir de esto de la mejor manera. Pero quiero ser muy sincera con usted: por la experiencia que he tenido con otros casos, entiendo perfectamente que el daño más grande es el que sufre la persona a nivel emotivo. En consecuencia, le recomiendo que busque ayuda piscológica urgente con el fin de superar este trance. Es normal que se cuestione, que sienta culpa y que se atormente, pero créame que esto no es el fin del mundo y entiendo que en este momento le pueda parecer irrelevante lo que le voy a decir, pero ésta es una situación que le sucede a muchas personas. Lamentablemente a las mujeres les va peor. Tenemos que llevar del bulto gracias a esta sociedad machista en la que vivimos y la reacción inmediata es señalar y culpar a la víctima; tal cual les pasa a las que son violadas o abusadas. Lo que salta primero es: ‘seguro estaba borracha’, ‘quién la manda a vestirse así’, etc. Haga caso omiso de estos juicios. Trate por todos los medios de no caer en esa trampa y conserve su frente en alto y no se le ocurra bajar la mirada. Usted no hizo nada de malo.
Alejandra tenía una expresión indefinida. No lograba encastrar todas las frases de la abogada y todavía parecía todo muy borroso en su panorama. La mamá de Alejandra le dijo que ella se iba para la casa, que no se sentía muy bien, pero que se fuera con la abogada a poner esa denuncia. Alejandra sugirió irse con su mamá y ésta insistió en que priorizara esa vuelta y saliera de eso cuanto antes; que ella se iba para la casa, ahí iba a estar la enfermera y la esperaba después de hacer esa diligencia. Alejandra asintió, se fue con la abogada, interpuso la denuncia en la Fiscalía, le dio las claves de sus redes sociales y seguía dando vueltas en su cabeza si contactar o no a Carlos. Concluyó que quería descansar después de tanto voltaje y esperaría a llegar a su casa para decidir qué hacer.
Cuando regresó a la casa de la mamá, la encontró recostada con un poco de dolor, pero muy pendiente de saber cómo había salido todo y si habían alcanzado a hacer la vuelta exitosamente. Alejandra le contó todos los detalles, se acostó junto a ella y quedó vencida del casancio. En las horas de la tarde llegan Sandra y Diego a visitarla. Se sienta con ellos en la sala y empieza el desborde de especulaciones, ideas, sospechas, etc. Alejandra no tiene ganas de escuchar más cosas; se siente agotada y con la cabeza a punto de estallar con tanto ruido. Nunca se hubiera imaginado que algo así le pudiera suceder, y sobre todo, jamás hubiera podido pensar lo que se siente estar en medio de una situación semejante.
Sandra: Aleja, tú no puedes dejarte derrumbar por esto y no puedes permitir que te echen de tu trabajo. No te vayas a ir de ahí. Nadie tiene por qué mortificarte por algo así. Es tu vida privada, mk. A tí qué te importa lo que esa gente piense, pero no les des gusto rindiéndote y renunciando. No es justo.
Diego: Yo pienso igual, Ale. Qué injusticia tan grande. Un amigo mío que va a estar en el rodaje de la producción que va a dirigir Carlos, me contó que a él lo que falta es que lo alcen en hombros. Que se mueren de risa pero en buena onda, hasta lo han felicitado por su ‘performance’. Pero que él se pone como una hiena cuando le dicen algo y los manda para la mierda sin problema. Que ha puteado a más de uno. Ustedes ya saben cómo es él. Ale, deberías hablar con él, de pronto sí sabe quién puede ser y al menos nos quitamos la duda.
Sandra: ¡Agh! Yo no sé si eso valga la pena. ¿Saber para qué? Además es una sospecha lo que él tiene, no es un dato concreto. Con tanta gente con la que se ha visto en estos días, eso es como buscar una aguja en un pajar.
Alejandra: ¿Y tú por qué sabes que se ha visto con tanta gente?
Sandra: Pues mamacita, porque está a punto de rodar. Este es el momento en el que uno está más ocupado y se ve con todo el equipo. Es obvio.
Alejandra: No sé. Eso todavía no lo tengo muy claro.
Después de que se van sus amigos de la casa, Alejandra queda con la cabeza más enredada que antes. De repente empieza a dudar de todo el mundo. No se aguanta y llama a Carlos.
Carlos: ¡Por fin! Hola linda. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?
Alejandra: Mal. Cada vez peor. Necesito que me digas ya quién fue el cretino o la cretina que me hizo este mal tan grande.