Alejandra sale corriendo de la oficina rumbo a su casa. Cuando llega encuentra a su mamá con un poco de fiebre, con dolores y con el semblante cansado.
Alejandra: Mamita, yo creo que es mejor que vayamos a la clínica.
Mamá: Mi amor, no te asustes. Esto es parte de este proceso. Si, estoy cansada y con algo de dolor. El cuerpo está cediendo y es normal que sea así. No te afanes. ¿Cómo te fue en la oficina? Cuéntame.
Alejandra: Pues bien mami, ¿sabes? Fue la abogada, habló con Gutierrez, obviamente él haciéndose el ético y comprensivo, pero lo que más me impresionó es que una niña que trabaja en recursos humanos fue a buscarme y me dijo que contaba con su apoyo, que me entendía, que si necesitaba algo, que había mucha gente dispuesta a apoyarme, que nadie tenía por qué pisotearme, en fin, cómo será que me hizo llorar. No me esperaba algo así de nadie de esa oficina.
Mamá: Muy importante que te haya pasado eso porque el mundo está conformado de ese modo, mi amor. Hay personas con las que sintonizamos y otras con las que no. Hay gente que, dependiendo también de lo que le ha pasado, de lo que ha vivido, tiene comportamientos que nos resultan antipáticos o con los que no estamos de acuerdo. Pero siempre, Aleja, siempre, y de eso no te puedes olvidar jamás, van a haber seres que nos sorprendan gratamente, que nos confirman que la vida tiene unos elementos que la embellecen aunque estemos pasando por algún túnel y que todo es pasajero. Nunca pienses que es que no puedes confiar en nadie, que es que te han desilusionado, que te han roto el corazón. Mucho cuidado con las expectativas. A veces depositamos en los demás la responsabilidad de nuestra felicidad y ese es el error. Por eso es tan importante comunicar, expresar, decir lo que nos gusta o no, describir cuál es la base donde se apoyan nuestro valores y principios para que el otro no tenga que adivinar y sobre todo, para que no suframos desilusiones esperando respuestas o actitudes que no van a llegar. Yo sé que estás muy alterada, y es normal con todo lo que te ha pasado en los últimos días, y para completar, con lo de Sandra y Diego. Creo que has hecho bien al no confrontarlos todavía. Deja que pasen los días, a lo mejor se abren otras ventanas o llegan más respuestas. No corras, no desesperes, ten paciencia.
Alejandra: Tienes razón mamita. Yo creo que voy a pedir por ahora una licencia en el trabajo. Quiero estar acá contigo y después vemos qué se me va antojando, pero por ahora mi mayor deseo es permanecer a tu lado.
Mamá: Bueno, mi amor. Si es lo que quieres hacer, hazlo. Obviamente para mi es lindo tenerte junto a mi, pero no te impresiones y no te quedes con esta imagen mía. Recuerda que esto no soy, ni he sido yo. Es simplemente la conclusión de un proceso, pero tú más que nadie sabes que yo soy, he sido y fui otra cosa y me enorgullezco de ello. Pasé muy rico. Hice lo que quise, tomé las decisiones que me llevaron por el camino por donde quise caminar y te tuve a ti: la niña y hoy la mujer más maravillosa del universo. Tu no lo ves ahora, pero yo si; y lo que veo es un hermoso futuro para ti. Todas estas cosas vinieron a pegarte un empujoncito, mi amor. Es que a veces la vida es así. Como que nos vamos acomodando mucho en el mismo sofá y si no tomamos las decisiones nosotros mismos, pues es esa otra energía poderosa la que nos levanta y nos lleva a hacer trekking. Vive, aprovecha, disfruta y diviértete. Haz lo que te guste, lo que te haga palpitar ese corazón y date todas las oportunidades que sean necesarias para que seas feliz.
Alejandra: Mami, ¿no tienes ganas o antojitos de algo? Como de un pandeyuca, o de chocolate, o de galleticas o de lo que sea, no sé.
Mamá: mmm… no sé. ¿Sabes que de pronto si? Un pandeyuquita con chocolate, rico.
Alejandra: Deli. Le pido el favor a Patty de comprarlos y hacemos unas onces delis para todas! Ya vengo.
Alejandra sale del cuarto de la mamá con la misión de preparar las onces y regresa al rato y hacen reunión las tres en el cuarto, se comen los pandeyucas, se rien a carcajadas de cuanta historia se les cruza por la cabeza. Alejandra recuerda que le había dicho a Camilo que pasara, le pregunta a su mamá si prefiere que le cancele, ella le dice que no, que lo reciba, que hablen.
Mamá: Habla con él, trata de sanar y siente, Aleja. Confía en tu intuición. Mándale saludos, dile que yo estoy dormida, en realidad no tengo ganas de hacer visita con él.
Entre la enfermera y Alejandra preparan a su mamá para que se tome sus medicinas, llevarla al baño, cambiarle su pijama, refrescarla, tenderle la cama y la deja un poco más recuperada en su habitación. Sale a recibir a Camilo.
Se sientan en el sofá a conversar. Alejandra por primera vez en mucho tiempo, se siente de nuevo en confianza con Camilo. La hace reir, le cuenta algunos cuentos relacionados con su hermano menor a quien ella siempre ha adorado y le saca varias sonrisas en medio de la situación tan difícil por la que está atravesando. Terminan hablando de varios episodios de cuando estuvieron casados y de viajes. La hizo traer el computador, le mostró algunas opciones donde podría hacer el master que quería, le dio algunos consejos para que mirara opciones de becas y de sitios dónde vivir. Alejandra por un momento se sintió ‘en casa’; mientras él estaba concentrado mostrándole los sitios web y buscando toda la información, de ella parecía que salía una mirada distinta que definitivamente no se originaba en sus ojos. Lo observaba con ternura y gratitud. Camilo levantó sus ojos, la miró fijamente y le dijo:
Camilo: ¿Y si nos vamos juntos?