Alejandra alcanza a enfocar unos rizos despelucados que se desprenden de la cabeza de Carlos. Ella sonríe, se detiene y lo saluda. El le pregunta por su mamá, ella le cuenta las novedades, le dice que va para el baño y que se ven en un rato. Carlos la mira fijamente y le dice: ‘Acá te espero’.
Aleja sigue su camino y mientras hace la fila en el baño se dá cuenta que se sintió más tranquila, que ya el sube y baja que la atravesaba entera cuando entraba en contacto con el cineasta se había trasformado en una sensación agradable parecida a lo que produce el encuentro con alguien chévere, pero nada más. Botó un suspiro y una sonrisa al mismo tiempo. Cuando salió del baño esquivó el mismo camino y escogió el más largo para llegar donde estaban sus amigos.
La estaban esperando con los tragos en la mano con el aire y el espíritu de fiesta. Esa noche ‘el roto’ estaba impregnado de una energía muy especial. Había tantas caras como sonrisas, los cuerpos felices bailando esa música que solo el dj de los martes solía poner; abrazos, besos, escenas románticas de muchas parejas que celebraban el amor en una noche chapineruna. Alejandra les estaba contando a sus amigos el encuentro inesperado con Carlos cuando de la nada reapareció y le dijo a Alejandra al oído:
Carlos: Hoy te vas conmigo.
Alejandra: Imposible. Mañana trabajo temprano.
Carlos: Sales de mi casa a tu oficina.
Alejandra: ¿Y me pongo tu ropa?
Carlos: Tengo ropa de mujer también.
Alejandra: ¡Jah! ¡Oigan a éste! ¿Ahora me va a prestar la ropa de sus novias?
Carlos: Primero, no tengo novias. Segundo, trabajo en un medio donde es normal que tenga ropa de mujer en mi casa. Tercero, tú decides.
Carlos le da un beso en la mejilla y sigue su camino con su trago en la mano. Alejandra piensa que no sería mala idea ir. No tenía que quedarse hasta el otro día. Podría estar un rato y luego irse para su casa, sin embargo, estaba tan feliz en ese sitio que no le llamaba la atención abandonar la rumba para escaparse con el personaje que la hacía sonreir constantemente. Estaba en el resolvedero cuando sus acompañantes se encargaron facilito del tema.
Sandra: Alejandra, ahora no nos vas a decir que te largás con ese man y nos dejás acá botados. Comé mierda que vinimos por vos esta noche.
Diego: Mija, la encadeno. Además no sé qué pasa, pero hoy está deli este sitio. Mírenme este especimen que está en la barra. ¡OMG! Me mira y me mira.
Alejandra: Mmmm…pero salir con ustedes es peor que enrumbarse con la ley. Nadie se va a ir, ya. Dejen el escándalo. Locas paranóicas. Y usted (mirando a Diego), vaya pellízquele una nalga a ese bombón!
Los tres amigos sueltan una carcajada y se lanzan a bailar y a cantar sin pensar. Lo único que importaba esa noche era estar juntos y pasarla bien. Estaba sonando una canción que a Alejandra le gustaba pero nunca se había detenido a pensar quién la cantaba. Desde una esquina del sitio Carlos la observa, la ve muy entusiasmada bailando y se levanta de la silla donde estaba sentado y recorre en línea recta todo el camino que lo lleva hasta donde está ella, se le acerca de nuevo y le dice:
Carlos: ¿También te gusta esta canción?
Alejandra: ¡Me encanta!
Carlos: (Mientras le señala la pantalla donde se ve el video de la canción) Te pillaste que también la canta Roisin? La misma de Primitive? Esta sí que es para tí. Es más, esos somos tú y yo. Bueno, tú más bronceadita y yo, bonito; no como ese man tan feo…jajaja
Alejandra sonríe, se le acerca y le dice: ‘¿Será que yo ya te conocía y lo borré de mi mente?
Carlos: Exacto. De eso se trata esta canción. Ven que te muestro una cosa.
Carlos toma de la mano a Alejandra y la lleva por unos recovecos del sitio hasta que llegan a una pequeña sala, la arrincona y la besa ferozmente. Ella lo besa de vuelta y piensa que lo mejor justamente es no pensar en nada, solo sentir.
Así pasa una de las noches más felices de los últimos meses. Se dejó llevar por la rumba, por la energía, se gozó al paisita despelucado, bailó, cantó, saltó abrazada a sus amigos; era como si un estallido de placer hubiera salido de su alma. Había decidido, sin ni siquiera ser consciente de ello, vivir ese momento sin hacerse tantas preguntas, sin cuestionarse, mucho menos sin reflexiones innecesarias.
Al final de la noche Alejandra se despidió de sus amigos y de Carlos y se fue para su casa a descansar. Su sentido de la responsabilidad le recordaba que debía dormir porque al día siguiente tenía que cumplir con su horario de trabajo y concentrarse en su proyecto.
Sin saberlo, ni entenderlo muy bien, Alejandra aceptó sin acuerdos previos, ni tantas palabras un tipo de relación con Carlos que funcionaba muy bien para ella en ese momento. Se veían cuando estaban disponibles los dos. Normalmente era ella la que iba a su casa, tenían sexo delicioso, luego ella se paraba, se vestía y se iba. No había espacio para los reclamos, ni para preguntas, justificaciones, mucho menos para ilusiones. La relación con Carlos era eso: sexo, risas, porros, música, pelis y ya.
A Alejandra le gustaba la excentricidad de Carlos. Le encantaba su gusto musical, sus neurosis, sus discursos sobre las pelis y la literatura. Le atraía su mundo; su obsesión por sus ‘aparatos’ como ella llamaba a sus cámaras y equipos para editar y para hacer todo tipo de experimento con el material audiovisual que tenìa acopiado en un mueble enorme de madera que vestía la sala de su casa.
Los posters de las películas, las fotos con amigos y personalidades del cine que había conocido en todos los años de carrera, los libros, los cds de una variedad musical que iba desde el jazz, pasando por el blues, el funk, algunas piezas electrónicas, hasta la salsa, el son, el ska, el reggae, sin olvidar su afecto por algunos cantantes franceses que le recordaban el par de años que estuvo en Francia estudiando. Alejandra lo encontraba fascinante, pero sabía perfectamente que no era el tipo del que debía enamorarse. Era un ser libre en todo el sentido de la palabra y hacía con su vida y con su tiempo lo que le daba la gana. No era amante del compromiso y el genio con el que se levantaba era el que trazaba las actividades de su día. Ella tenía claro que con un hombre así era mejor ir con cuidado.
A pesar de ‘los acuerdos no pactados’, la relación empezaba a dar unos giros que a Alejandra la dejaban sin saber qué pensar. Un día en uno de sus encuentros de pasión, Carlos le dice que se va por dos meses a dirigir una serie fuera de Bogotá. Que va a estar muy ocupado, que van a ser jornadas largas y que no cree que va a tener tiempo de venir a Bogotá. La mira a los ojos y le dice:
Carlos: Estoy tratando de dejar todo al día, pero hay cosas con las que voy a necesitar una mano como con los recibos que van a llegar y que habrá que pagar, el aguita pa’ mis maticas consentidas y esas vainas. Quería preguntarte si de pronto te puedo encargar estos temas a ti.