Desde afuera podía ver todo lo que estaba pasando adentro porque las puertas eran de vidrio. Me paré detrás de una columna para analizar la situación. Efectivamente estaba el equipo de trabajo de Manuel, incluida Claudia, de hecho, estaba el presidente de la empresa y no veía a Manuel por ninguna parte. Me pareció muy extraño; pensé que a lo mejor estaba en el baño de manera que decidí esperar, pero nada. Mientras estaba ahí escondida como una loca paranoica que persigue a su marido, vi pasar a la señora del lío con los anillos y la llamé. Me saludó queridísima y le dije que me moría de la pena pero que tenía que pedirle un favor un poco inusual. Me dijo que claro, lo que necesitara. Le dije que necesitaba saber si mi esposo estaba en ese coctel de esa empresa, me dijo que le diera el nombre completo, que ya iba a preguntar. Le dije que le preguntara a Claudia, obviamente se la describí.

Me quedé ahí parada, la vi que entró, efectivamente le preguntó a Claudia y regresó donde yo estaba. Me dijo que no estaba, que él se había ido temprano y que no regresaba porque tenía un compromiso familiar. Quedé loca. Le dije a esta señora que muchas gracias, que por favor me disculpara por esa solicitud tan particular; ella sonriendo me dijo: “Señora Diana, si supiera todas las solicitudes que yo recibo casi a diario, la suya es la menos inusual. Yo creo que podría escribir un libro de todo lo que he visto en este hotel”. Sonreí tímidamente porque obviamente sentía que yo también tenía un pecado escondido y que con todo lo que ella había visto, y con lo que había sucedido recientemente con la historia de mis anillos, algo debería sospechar. La miré, le agradecí de nuevo y me fui. Me senté en mi carro y no sabía ni qué pensar.

Entonces ¿Manuel no solo me estaba engañando a mí, sino que a Claudia también? ¿Pero en qué andaba ese cretino? No entendía nada, como que un compromiso familiar, ¡de dónde saca esas historias tan maricas! De pronto se me pasó por la cabeza, porque cuando uno tiene un marido infiel se le desarrolla un talento monumental para especular y armar videos. Yo estaba tan rayada que pensé que de pronto se había ido para donde mis papás a rajar de mi. Dije: si llamo a mi mamá obviamente me lo va a negar porque él ya me dijo que estaba en el famoso coctel así que necesitaba ir hasta allá. Era el único lugar donde ese pendejo podría encontrarse. El no es de comidas, ni de encuentros con su familia, así que prendí ese carro y me fui volada. Afortunadamente, la casa de mi mamá era muy cerca de la casa de Carla, no tenía que desviarme mucho.

Llego a la casa de mi mamá y el carro de Manuel no está. Sin embargo, ya en ese momento estaba tan embalada, que pensé que de pronto andaba sin carro, así que, sin dudar, timbré. Me abre la empleada de mi mamá, la saludé y entré como la DEA buscando a un narco. Mi mamá y mi papá estaban en la sala de estar viendo televisión empijamados. Cuando me vieron, me saludaron, obviamente se soprendieron, hasta se asustaron. Mi papá abrió esos ojos y me preguntó que si había pasado algo, y yo como si nada le dije: “No papi, está todo bien. Es que tengo que recoger a Dani acá cerca en la casa de una amiguita y quise pasar a saludarlos cinco minutos”. Si, como no que quería saludarlos, ¡jah! Mi mamá me dijo: “Eso no es tan bueno que andes dejando a la niña por ahí en la casa de las amigas, tantas historias que se oyen; ¿si conoces a los papás de esa niña? Me quedé mirándola como un rabo y mi papá intervino: “Tampoco seas tan exagerada. Si es una amiguita del colegio no será una aparecida. Hija, ¿quieres comer algo?”. Mi mamá de nuevo super querida recordó que como ahora no teníamos empleada, las cosas se complicaban, pero que era mejor así. Me dijo que ya me estaba buscando una. Les dije que solo quería pasar a ver cómo estaban, que ya tenía que recoger a Dani y que nos veíamos el fin de semana.

Salí de esa casa desconcertada. Me quedé pensando dónde estaría Manuel; por qué estaba mintiendo, en qué andaba. Qué cosa tan, pero tan rara. En fin, me fui a recoger a Daniela. Cuando llegué, salió Marcia, la mamá de Carla y me dijo que siguiera mientras las niñas recogían las cosas. Me senté en la sala, nos pusimos a hablar del más y del menos, del colegio, de los profesores, de las mismas maricadas que hablamos entre mamás hasta que se queda mirándome y me dice: “Diana, aprovechando que estás acá quería comentarte algo. He notado que Dani come muy poquito; por ejemplo, ahora les pedí una pizza y se comió solo medio pedazo y me dijo que ya estaba llena, pero es que Carla me dice que en el colegio es igual, que casi no come y quería comentártelo porque las niñas ahora viven bajo unas presiones tan fuertes que es mejor no perderlas de vista, espero que no lo tomes a mal; estos temas son sensibles, de pronto estoy exagerando, pero prefiero decírtelo.” Yo inmediatamente salté como una leona que protege a sus crías; disimulando mi molestia, porque sí, me molesté, le dije que gracias, pero que Dani en la casa comía divinamente. Que lo que pasaba es que como le gustaba tanto el deporte prefiería alimentarse bien. No come casi chucherías, ni dulces, vive super informada con esos temas. En ese momento llegó Dani, y fue perfecto como para cerrar ese tema, levantarme, agradecerle a Marcia y salir de ahí.

Cuando íbamos en el carro le pregunté a Daniela qué habían hecho con Carla, que si había estado contenta, le dije que si habían comido pizza, me dijo que si, que había estado feliz, que habían visto una peli y que si, que la pizza muy rica. Le dije que si había comido bien o que si quería comer otra cosa, me dijo que si, que cuando llegáramos a la casa quería comer algo sano. Me pareció normal y me alegré de pensar que en realidad el tema era de bienestar y salud, no de no comer. Efectivamente cuando llegamos a la casa, nos fuimos para la cocina, ella sacó su granola, sus semillas, un yogur y se preparó un plato que, a mi parecer, era bastante generoso así que yo pasé esa página. Me acordé que otra mamá me había contado alguna vez que Marcia era un poco metida, que le gustaba hablar más de la cuenta. Decidí no pararle bolas a ese tema y me quedé con Dani en la cocina. Mateo bajó a comer algo también. Estábamos los tres cuando llegó Manuel.

Nos saludó, llegó con tufo, muy alebrestadito y sonriente. Yo muy tranquila le pregunté que cómo le había ido en el coctel y me dice: “Super bien, ¿sabes?” El evento fue en éxito, todos estaban muy contentos, estuvo muy bien organizado y a la larga entiendo que quieras hacer tus reuniones ahí porque está bien ubicado y el servicio es excelente”. Yo no podía creer que me estuviera echando todo ese rollo. Continué con mi interrogatorio y le pregunté que si había ido Guillermo, el jefe de él y me dice: “No, no pudo ir, por eso fue que tuve que estar yo porque sino me hubiera venido de una para la casa, pero estaba ocupado y me pidió el favor de estar allá para acompañar la gente. Tu sabes cómo son esas cosas”. Ahí terminé de confirmar que me estaba mintiendo de una manera descarada. Vi con mis propios ojos a Guillermo con un vaso de whiskey en la mano feliz de la pelota y este desgraciado me estaba diciendo mentiras mirándome a los ojos. No sabía qué creer.

El caso es que me sentía cansada de todo y de todos. Como que la carga la tenía entera en mis hombros. Él jugaba a ser el marido y el papá perfecto, venía de vez en cuando, hacía un par de preguntas y ya. Estaba muy ocupado con su trabajo, con su novia y ahora quién sabe con qué o con quién más. Me mataba la curiosidad, pero me daba furia pensar que aparte de todo lo que tenía qué pensar, debía ocuparme de lo otro que estaba ocultando el señor. Cada día le cogía más rabia. Me producía de todo, menos cosas positivas. De repente, me parecía que estaba durmiendo con un tipo que no conocía.

Mi mamá hizo su tarea y me llamó a decirme que había una empleada super recomendada de una de sus amigas, que si quería, podía venir al día siguiente. Le dije que si de una porque no había tenido el valor para llamar a Norita y un día en mi casa sin oficio, se nota. Hasta ese momento, no tenía planes en el día así que podía quedarme con ella, en la noche tenía la comida con Marcela, eso me animaba mucho. Manuel se fue para el cuarto, Daniela y Mateo hicieron lo mismo y yo me quedé en la cocina sola mirando para el techo tratando de entender el rumbo que estaba tomando mi vida. Hoy me da hasta risa. Hasta ese momento no había pasado nada; el huracán que azotó mi existencia llegó después. Ahí apenas se estaba formando y yo dizque mirando para el techo.

Decidí irme a dormir. Me acosté y quedé privada. Al otro día me levanté, la misma rutina de siempre; mis hijos se fueron para el colegio, el imbécil de Manuel se fue para su oficina, le dije que tenía la cita con Marcela por la noche, que si podía llegar temprano para que estuviera pendiente de los niños, me dijo que claro, que como no. ¡Maldito hipócrita de mierda! ¡Tan disponible, tan incondicional! Le dije que bueno y adiós.

Yo me puse a organizar mis cosas, llegó la empleada nueva, le di las instrucciones para que hiciera el aseo, y de pronto me entra un mensaje. Era el señor Chile diciéndome que tenía algunas preguntas con respecto a la propuesta, que si por casualidad tenía tiempo para hacer una pequeña video conferencia, resolver las inquietudes así su asistente le entregaría toda la documentación necesaria que él traería la próxima semana para la firma de nuestro contrato. Le dije que por supuesto, que por favor me diera media hora mientras llegaba a mi casa. Lo que necesitaba era bañarme y arreglarme, estaba en pijama todavía.

Volé al baño, me alisté, me vestí y me fui para el estudio muy ejecutiva. El me había mandado un link para conectarme. Cuando entré a la reunión noté que estaba solo, le dije que pensaba que estaría con su equipo. Me dijo que no, que tenía muy claras las inquietudes. No entendía muy bien en dónde estaba; no parecía una oficina, pero tampoco la casa. En fin, no pregunté cosas superfluas y le dije que disparara. No le dije así, usé una expresión peor. Con una voz de pendeja recién graduada me salió un: “Cuénteme, soy toda suya”. Levantó la mirada y sonrió. Empiezo yo como una tarada a tratar de explicarme: “No, es que nosotros usamos esa expresión para decir que…” Me interrumpió y me dice sin titubeos: “Diana, por favor quítate la camisa”.