Alejandra: Les quiero agradecer a todos por su asistencia a esta reunión. Me alegra que la propuesta haya sido aprobada. Cuenten con que haré una actualización basada en sus comentarios y sugerencias y tan pronto tenga la nueva versión, se las enviaré. Me siento muy satisfecha, ustedes saben que esto es el producto de varios meses de trabajo. Mil gracias de verdad.

Alejandra salió de esa sala de reuniones con una sonrisa pintada en su rostro y con los ojos brillantes. Solo ella sabía todo lo que había detrás de esa propuesta que acababa de presentar al Comité Directivo de la empresa donde trabajaba y saber que, a pesar de haber recibido algunas críticas, su trabajo de meses había sido reconocido; eso era lo que a ella le importaba. Inmediatamente llegó a su oficina llamó a uno de sus mejores amigos para contarle el gran suceso.

Diego: ¡Alejandra María de los Angeles! ¡Por favor dime que te aprobaron esa perra propuesta que me estoy muriendo de la angustia!

Alejandra: ¡Diega María, me la rechazaron!

Diego: No, no, no, no puedo con esto. ¿En serio? ¿Pero cómo puede ser posible? ¿Pero qué les pasa a esos cuchos? ¿Están locos o qué? Me voy ya a armar un miercolero a esa empresa.

Alejandra: Mentiraaaaaaa! Jajajaja. ¡Me la aprobaron Diega! ¡Soy Feliz! ¡Soy feliz!

Diego: ¡No sé si ir a pegarte o abrazarte! ¿Pero en serio? ¡Tienes huevo estúpida! ¡Me estaba dando un ataque cardíaco! ¡Ay qué felicidad! Esto significa una sola cosa. CELEBRATION NATION!!! Wohooo! ¡Nos vamos de pachanga pero ya!

Alejandra: Siiiiiiiii! ¡Qué dicha! Después de todo ese sufrimiento, menos mal. Bueno, lo de la celebración no sé. Es que mañana tengo que hacer unas correcciones y enviarla de nuevo con todas las sugerencias que me hicieron entonces quiero estar lúcida y pues ya mañana es viernes, esperemos un día.

Diego: No seas aburrida. ¡Hoy es juernes! ¡Nos vamos a festejar a nuestro roto de siempre!

Alejandra: ¿Será? No. Es que yo sé cómo terminan esas noches. Me da miedo porque estoy muy feliz y se me empina más el codo que de costumbre y mañana llego destruída a la oficina.

Diego: Bueno mija, dejemos el discurso de auto convencimiento y te caigo en tu casa tipo 8 p.m. ¡Nos vamos de fiesta!

Alejandra: ¡Agh! Bueno. ¡Qué hps! Hace rato no vamos al roto. Acuérdate que la última vez nos encontramos con el ‘perro a cuadros’. No me molestaría que estuviera allá y le hago la encerrona para ver si borra ese bendito video por fin.

Diego: ¡Eso! ¡Vamos positivas!

Alejandra: Bueno gordo, nos vemos más tarde. Te quiero.

Diego: Yo a ti, estúpida.

Alejandra cuelga su celular y cinco minutos después recibe una llamada de su jefe quien le pide que vaya a su oficina. Se va corriendo para allá; tan pronto entra, él termina de firmar unos documentos y la felicita, le dice que le alegra que el Comité hubiera aprobado su propuesta, sin embargo, le dice que no está tan convencido. Que hay muchos puntos que aún le parecen débiles y un poco superfluos; que le hizo falta un poco más de investigación y que sobre todo los indicadores no son determinantes. Le dice que es mejor que no cante victoria, que él la apoya, pero que tiene mucho para demostrar durante la ejecución del proyecto y que es ahí donde se va a dejar ver su talante y su capacidad resolutiva. Le recuerda que él es muy exigente, que no se conforma fácilmente, le pide que por favor cuando salga cierre la puerta y que se ven al otro día por la mañana.

Aleja sale medio desconchiflada de esa oficina y piensa: ¿Pero por qué este man tiene que ser así? ¿Por qué no me rechaza esa mierda y dice que no sirve y ya? ¿Qué necesidad de hacerme sentir que me está haciendo un favor aprobando algo de lo que no se siente convencido? Cierra su monólogo con un: ¡Viejo hp! Entra a su oficina recoge sus cosas y se va. Al fin y al cabo, eran ya las 6:30 p.m.

Todo el recorrido de la oficina a su casa va pensando en lo que le dijo su jefe, en los cambios que debe hacerle a la propuesta, en las cosas que podría mejorar, en esos indicadores, en los puntos débiles y cuando llega a los vacíos de la investigación se encuentra abriendo la puerta de su casa. Entra, se quita los zapatos, apoya la cartera en la mesa del comedor, se quita la chaqueta, se sienta en la sala y sigue analizando cada frase motivacional que salió de la boca de su querido jefe y de pronto piensa: ‘¿Ese man cómo hará para que le quede ese copete tan bien peinado? No joda, domina mejor la pinza que yo’. El timbre del citófono interrumpe sus importantes reflexiones. Llegó Diego. Piensa que se adelantó un poco pero no es extraño porque su amigo del alma es un poco intenso. Alejandra abre la puerta y se va para su habitación a elegir el outfit de la rumba. Diego entra a la casa, la saluda y mientras se aproxima a la habitación con el celular en la mano y una voz neutra le dice:

Diego: Ale, tengo que mostrarte algo.

Alejandra: Ah no, si quieres nos ponemos a ver videos de TikTok y no salimos, yo ni me he cambiado.

Diego: No, Ale. Esto es serio y no es tan chévere.

Alejandra: ¿Qué pasó? No me asustes loca pendeja, donde sea una venganza, te mato.

Diego: Mira lo que me acaba de llegar por WhatsApp.

Alejandra coge el celular de Diego, se da cuenta que es un video, pero aún no es claro de qué se trata. Mira a Diego, lo abre y es un video íntimo que había grabado unos meses atrás con ‘el perro a cuadros’. Se trataba de un fragmento de una escena sexual bastante explícita en donde su cara y su cuerpo se veían con toda la claridad. Inmediatamente sus manos empiezan a temblar, siente que le falta el aire, se deja caer sentada encima de su cama. Se lleva las manos a su cabeza, recuerda perfecto el momento en el que accedió a hacer ese maldito video y con la voz entrecortada le dice a Diego:

Alejandra: ¿Quién te lo mandó?