Alejandra hace exactamente lo que le pide su jefe y se queda bastante sorprendida por la presencia de la Jefe de Recursos Humanos.

Jefe: Alejandra, siento mucho tener que afrontar este tema con usted, pero hace aproximadamente una hora tuve acceso a un video íntimo suyo y esta es la razón por la cual María Isabel nos acompaña.

María Isabel: Alejandra, usted entenderá que ésta es una situación muy incómoda y que es probable que en estos momentos el Dr. Gutierrez y yo no seamos los únicos que hemos visto esas imágenes. Esta es una empresa en donde trabajamos muy duro por cuidar la reputación y por basar nuestra misión en valores que vayan en línea con la conducta de los empleados. Usted tiene un cargo ligado a la responsabilidad social y entenderá que publicar un video en el que usted está teniendo relaciones sexuales le resta seriedad a sus funciones. Por este motivo, consideramos que talvez sea oportuno y necesario para usted renunciar a su cargo antes de que esto se salga de control.

Alejandra: Un momento. Ustedes están sacando conclusiones sin ni siquiera preguntarme a mi cómo fue que ese video resultó rodando en las redes y María Isabel ¿usted está sugiriendo que yo lo publiqué deliberadamente? En este momento no puedo ni siquiera responder. Ya encontré un abogado que me asesorará pero me deja sin aire el hecho de que me llamen con este tono recriminatorio cuando estamos hablando de mi vida privada.

Jefe: Alejandra, usted no es una niña. Independientemente de que haya sido usted o no la que publicó ese video, desde el momento en el que tomó la decisión de participar en él, ya deja mucho qué desear, por favor. Creo que hasta una adolescente hoy en día entiende el riesgo tan grande que un acto de estos comporta. ¿Qué se imagina que viene para usted en los próximos días? Va a ser el hazmerreír de esta oficina. ¿Con qué ojos creen que la van a mirar sus compañeros o los mismos miembros de la comunidad con los que trabaja? 

Maria Isabel: Alejandra, no nos digamos mentiras; una mujer que se sabe comportar, no hace ese tipo de cosas. Antes de hacer algo así debió pensar en el lugar donde usted trabaja. Usted no es la mesera de un restaurante. Es la coordinadora de un área de responsabilidad social de una multinacional. La conducta y el estilo son elementos que no se pueden separar de los contextos como si fueran cosas divergentes. 

Alejandra: Mire Maria Isabel, ahórrese sus discursos de anciana troglodita en este momento que no estoy para eso. El lunes vendré con mi abogado y hablaremos al respecto porque estoy casi segura que esta encerrona que ustedes me están haciendo es ilegal. Que tengan un buen fin de semana.

Alejandra sale desconsolada de esa oficina, pasa por su escritorio, recoge sus cosas y sale disparada de ese edificio. Cuando va llegando a la casa de su mamá, recibe una llamada. Es Camilo. Decide ignorarla y minutos después le llega un mensaje de voz.

Mensaje de Camilo:

Alejandra, ¿pero en qué estabas pensando cuando hiciste ese video por favor? Me entran llamadas y mensajes todo el tiempo. ¡Qué vergüenza! Te desconozco. ¿En qué te convertiste? ¿Revolcándote con cada tipejo que se pasa por el frente tuyo? ¡No! Es que no puedo creer que estuve casado contigo. 

Todo lo que Alejandra se había imaginado se estaba cristalizando. Todos los miedos que presintió los estaba viviendo a medida que su familia, su entorno de trabajo, amigos y conocidos, se iban enterando del video. La rabia también la alcanzaba, pero era más fuerte su estado de vulnerabilidad y el sentimiento de soledad y de impotencia, lo que realmente se apoderaba de ella en ese momento.

Alejandra llega a su casa, le cuenta todo a su mamá quien ya le tenía lista una cita al día siguiente con una abogada que la iba a asesorar para que no diera pasos en falso. La mamá de Alejandra una vez más comparte con ella palabras que la aseguren y la tranquilicen. Surten algo de efecto y decide irse a descansar. Cuando está en el cuarto tratando de dormir, empieza a recibir otra marea de mensajes; esta vez, de algunos compañeros de trabajo y ahí se da cuenta que efectivamente el panorama se veía cada vez peor y ella no podía dejar de sentir mucha angustia y tanta vergüenza.

Después de unos minutos, Alejandra empezó a sentirse mal y no entendía qué estaba pasando. Se sentía mareada, con taquicardia, náuseas y le faltaba el aire. Se va corriendo donde su mamá, le dice que cree que le va a dar un infarto, que el corazón lo tiene a mil, que no puede respirar. La mamá la coge, la sienta en la cama, le indica algunos ejercicios de respiración y llama a los médicos de su seguro médico privado para que vayan a verla a la casa.

El médico domiciliario le explicó a Alejandra que lo que le había dado era un ataque de pánico. La remitió a una cita con un psicólogo para valorar si era pertinente iniciar una terapia o un tratamiento psiquiátrico. Le dijo que no había que subestimar esos síntomas, y que lo más importante era que tuviera el acompañamiento profesional necesario para superar el momento por el que estaba atravesando. Le dio un medicamento para ayudarla a estabilizarse y le recomendó que descansara, que buscara actividades que le proporcionaran bienestar en esos días y que no estuviera sola.

Alejandra entendió que lo que se venía era grande y no sabía si iba a ser capaz de torear esa situación. A pesar de ser una mujer independiente, trabajadora e inteligente, se revelaba también la versión sensible, frágil, la que no podía controlarlo todo. Un ser humano como cualquier otro con emociones y momentos duros que la tumbaban al piso y que a pesar de saber que era algo pasajero, no encontraba la fuerza ni el impulso para levantarse de nuevo. Pensaba que talvez la cita con la abogada la iba a reconfortar; el hecho de entender que había instrumentos que la podían ayudar, le daban un suspiro. En su mente trataba de aferrarse a todo lo que pudiera para sobrepasar esa tormenta. Aunque sabía que su mamá era un apoyo increíble, se sentía en culpa por causarle preocupaciones y dolor. La miraba en silencio y no entendía de dónde salía tanta potencia de ese cuerpo delgado y un poco golpeado por la enfermedad, pero con los mismos ojos amorosos de siempre y ese tono de voz que la arrullaba. Era su inspiración y lo único que trataba de hacer era anclarse en ese baluarte que la vida le había regalado y que debía aprovechar al máximo.

Estaba ya quedándose dormida y de pronto le entra un mensaje a su celular.

Mensaje de Carlos:

Aleja, necesito hablar contigo urgente. Me he sentido horrible en estos días. Creo que sé quién creó todo esto y aunque digas que eso no es importante, sí lo es. No sé si sabes, pero lo primero que hay que hacer es denunciar esto en la Fiscalía y esa persona se puede ver envuelta en un lío muy grueso. Llámame por favor. No te quedes sola con este mierdero.