Alejandra se queda en silencio, lo mira y le dice con sorpresa:
Alejandra: ¿A mí? No, querido. Lo siento, pero no puedo ocuparme de tus cosas en este período de mi vida. Tengo mi mente super ocupada con muchos temas.
Carlos: Ok. No hay problema. Todo bien.
Terminan de pasar el rato juntos, hablando del más y del menos. A un cierto punto Alejandra se levanta de la cama, recoge sus cosas, se va para el baño, le dice que va a pedir un taxi y él le dice que está bien. Se despiden como siempre y ella cruza la puerta.
Al día siguiente recibe un mensaje. Es una foto de la pañoleta que tenía puesta Alejandra y que se le había quedado en la sala de Carlos.
Alejandra: ¡Ay mi pashmina! No me la vayas a mezclar con la otra ropa de mujer que tienes. Guárdamela bien que es una de mis preferidas.
Carlos: Quién sabe por cuánto tiempo te la puedo guardar. Si te demoras mucho en recogerla me toca meterla en el closet. No me gustan las cosas por ahí volando.
Alejandra: No me amenaces. Cuando pueda voy.
Era lógico que aunque Carlos y Alejandra no hablaran todos los días, ni se hicieran reclamos o se exigieran explicaciones, la relación se estaba transformando. Solo que en el caso de ella, parecía que se hubiera programado para aceptar y vivir eso que tenía con Carlos de esa manera. Ella lo seguía viendo como el tipo que no quería compromisos, el que iba y venía según sus ocupaciones, y se había mentalizado así. Mientras tanto la vida pasaba.
Una mañana estaba en su oficina cuando recibe una llamada.
Alejandra: Hola Cami, ¿cómo vas?
Camilo: ¿Bien y tú? ¿Cómo sigue tu mami?
Alejandra: Super bien, está mejor que yo. Hoy madrugó a clase de yoga.
Camilo: Qué bien. No sabes cuánto me alegra. Ayer me vi con tu papá.
Alejandra: ¿Y eso?
Camilo: Me llamó porque necesita unas consultorías para su empresa y nos reunimos un rato para explicarme bien el rollo.
Alejandra: Veo. Qué bien.
Camilo: Me dijo que estaba como preocupado por tí.
Alejandra: Ya sabía yo. ¿Y ahora qué pasó? ¿Será porque no tengo novio? ¿Porque no quiero ser mamá? ¿Porque salgo de fiesta? ¿Porque hago lo que me dá la gana? ¿Porque su familia no hace sinó mortificarlo con sus opiniones acerca de su hija la libertina? ¿O por todas las anteriores?
Camilo: No seas exagerada. Es tu papá. El te quiere y se preocupa. Solo quiere verte bien. Tu sabes que la esposa es la hermana de…
Alejandra: Ay si, Camilo. De la abogada de esta empresa y no tengo ni idea qué es lo que le contará de mi. ¿Qué putas les importa? Si nunca me han preguntado cómo me siento, cuáles son mis miedos, cómo ha sido mi vida, qué me hace llorar o qué me produce paz, que se ahorren sus juicios, que escondan sus miradas suspicaces y que no se atrevan a hablar de mí como si me conocieran. Y al que le caiga el guante, que se lo chante. Incluídos tú y mi papá.
Camilo: Esa es otra cosa que me tiene aterrado de ti. Estás super agresiva. No se te puede decir nada.
Alejandra: No. Es que cuando una mujer responde, cuando da su opinión, cuando es determinada, entonces es agresiva. Camilo en serio deja de comportarte como un anciano. Que te vaya bien con las consultorías de mi papá, que la pasen rico, que rajen mucho y hablen de mí como si sus vidas fueran perfectas. Ahora te dejo porque tengo cosas importantes por hacer. Bye.
A pesar de haber compartido tantas cosas con Camilo, en varias ocasiones Alejandra se preguntaba cómo había hecho para estar casada con él si eran tan diferentes. Encontraba en él una marea de cualidades. Era un hombre responsable, trabajador, pilo, educado, incondicional, pero tenía otras características que lo alejaban mucho de lo que ella quería o esperaba de un hombre. Era ultra conservador y eso lo llevaba al prejuicio fácilmente. Para ella eso era suficiente para ver con claridad el abismo que los separaba. Intuía que un término medio entre Carlos y Camilo sería perfecto.
Llegó un sábado. Alejandra se levantó de buen ánimo, el día estaba soleado. Su mamá se había ido de paseo con sus amigas y ella empezó a maquinar en esa cabeza qué plan podía armar. Se le fue pasando el día porque decidió arreglar su casa, hacer limpieza profunda. Eran las 3 p.m. más o menos y de pronto suena su celular.
Alejandra: Señora Sandra, ¿en qué lugar del mundo se encuentra?
Sandra: En un lugar muy conocido por ti, mamacita. Me pidieron que te llamara para decirte que te vinieras para acá en el acto. Estoy en la casa del señor director.
Alejandra: ¿Carlos?
Sandra: Si señora. El hombre está con delantal y que tales, que te vengas para acá que está cocinando. Ese man esta todo embalado haciendo una cantidad de cosas, véngase para acá que Diego ya llega.
Alejandra: ¿Pero y esto? ¿De cuándo a acá ustedes tan cercanos a este man?
Sandra: Venga pues y acá charlamos.
Alejandra quedó sorprendida. No entendía esa encerrona, pero se arregló y se fue para donde su amante bandido a ver de qué se trataba ese show. Se moría de la curiosidad porque nunca había visto a Carlos en ese plan. Es más, hasta ese momento no habían salido juntos a ninguna parte a comer, o a un bar, o a teatro. Todo era muy raro para ella.
Cuando llegó encontró al director con un delantal puesto, con ollas botando vapor, parrillas encendidas, unas copas de vino servidas y la música. Esta vez se trataba de ‘I won’t complain’ de Benjamin Clementine. Alejandra miraba la escena y le parecía que de repente estaba con gente que no conocía. Diego la miraba sonriente con su copa en la mano, fumando cigarrillo y Sandra bailaba en medio de esa sala mientras Carlos cocinaba, la miraba, le picaba el ojo y le sonreía. Ella sentía que estaba en medio de una escena de una peli. No eran sus amigos recocheros y no era su amante indiferente, se trataba de un grupo de amigos en un ambiente algo sofisticado, muy íntimo, demasiado para lo que ella estaba acostumbrada. Entre más pasaba el tiempo, menos entendía.
Carlos sacaba platos servidos con ingredientes de todos los colores y diversas preparaciones. Comían, hablaban, fumaban, bebían, bailaban, reían. Fue un día distinto. Alejandra estaba feliz. Todos estaban contentos. Ya entrada la noche Diego y Sandra abandonaron la casa y dejaron a la pareja en su nido.
Carlos se le acercó a Alejandra, la abrazó, la besó, la tomó de la mano y la llevó a la habitación. Apenas entraron le dice:
Carlos: Mira mi nuevo juguete. ¡Qué tal la belleza!
Alejandra se da cuenta que es una cámara. Ella no entiende nada, pero se imagina que es tremendo aparato. Lo felicita y sonríe. Carlos le dice que llevaba mucho tiempo buscándola y que era un mega equipo, la mira sonriente, se le acerca, le acaricia el pelo, le da un beso en la mejilla y le susurra en el oído:
Carlos: ¿La estrenamos o qué?