Catalina lleva 8 años casada, no tiene hijos. Tiene 37 años y su sueldo como abogada le permite vivir cómodamente con su esposo Daniel, publicista y mayor que ella tres años. Hace aproximadamente un año y medio se reencontró en las redes sociales con un amigo de infancia y retomaron contacto después de no verse ni hablarse desde que tenían como 13 años.
Las conversaciones, likes y reacciones empezaron a ser cada vez más frecuentes y ella de repente se descubrió sonriendo mientras se tomaba un café recordando las frases que le mandaba su ‘viejo nuevo’ amigo. Las inocentes conversaciones rápidamente saltaron de recuerdos de infancia a tonos sexys y muy calientes con los que Catalina se sentía deseada y cortejada como cuando estaba soltera. No se sentía orgullosa pero llegó un punto en el que no quería dejar de hablar con su termito (así lo bautizó por aquello de la calentada) y extrañaba cuando pasaba un día sin alguna manifestación de parte suya.
Ya estaban planeando un encuentro en persona y fantaseaban acerca del lugar, lo que harían cuando estuvieran cerca uno del otro. El decía que se le iba a tirar encima, ella decía que le iba a morder los labios y le iba a mandar la mano directo a su paquete para ver si estaba tan excitado como ella. Llegó el día. Catalina se alistó, se arregló divina, se puso ropa interior super provocativa, se sentó a desayunar con Daniel como todas las mañanas y tuvieron la siguiente conversación:
D: ¡Ah! No te he contado que llegó una recién egresada a la oficina y tiene el ambiente revolucionado.
C: ¿Y por qué?
D: Porque es inteligente, simpática y bonita.
C: ¡Ah! ¿si? ¿Muy bonita? ¿Y qué? ¿Todos babeando incluído tu?
D: Pues…yo no babeo, pero ella me tira los perros duro.
C: Cómo así? ¿Y es que tu le copias o qué?
D: Cero. Le dije que soy casado y que en la agencia hay mucho material disponible.
C: ¿Y entonces? ¿Ella sigue? ¡Pero abusiva la muchachita!
D: Pues a mi no me importa, la verdad. Nunca he entendido por qué hay mujeres que se empeñan en enredarse la vida y no hay nada que me parezca más desagradable que alguien me contemple como un premio. No me interesa perder tiempo ni energía con niñas hormonales que hoy quieren ganarse el galardón para demostrarle a su ego que obtuvieron lo que querían y que mañana irán en busca de otro. Así suene cursi, amarte y compartir mi vida contigo es una decisión que tomo todos los días y hacia allá está mi foco. Oye, ¿qué dices si esta noche vamos a comer al restaurante de Mauricio? Hace rato no vamos. Se me hizo tarde, si te animas, me avisas. Y BTW, estás divina hoy y hueles delicioso. Te amo. Bye.
Catalina quedó perpleja e inmovil con el pocillo del café que Daniel le había preparado. Y solo salió de su boca un: ¡Mierda! ¿Y ahora?