Mariana queda paralizada y por un instante siente el impulso de negarle el ingreso a Andrés, pero al mismo tiempo sintió que talvez había llegado el momento de confrontarlo y de desenredar esa bola de confusión, que entre otras muchas cosas, la había llevado hasta esa clínica. Le dice a la persona de la recepción que lo dejen seguir. Mientras espera trata de recomponerse, se peina con las manos, se pasa los dedos por la cara tratando de estirar las marcas que tenía de la vida y de esos días extraños. Siente los pasos de Andrés por el corredor y su corazón se pone a mil. De pronto esa fuerza que la había acompañado todos esos días se desvanecía, como también lo hacía su cuerpo y pensó que menos mal estaba acostada, sino probablemente se hubiera desmayado del susto. Al fin y al cabo estaba a punto de ver al hombre del que ella creía que se había enamorado sin ni siquiera haber sentido su aliento cerca. Estaba temblando. Entra Andrés en esa habitación y ella estaba suspendida en el aire. Era como si lo observara desde una especie de hamaca de hilos invisibles. Todo en Mariana se mecía en ese instante. Todo. Cada centímetro de su cuerpo.

Andrés: Hola Mariana. Hasta que por fin nos vemos. ¿Cómo estás? Gracias por autorizar mi ingreso.

Mariana: ¿Hola Mariana? ¿Hasta que por fin nos vemos? ¿Gracias por autorizar mi ingreso? ¿De verdad estás para estás formalidades?

Andrés: jajajaja ¿Cómo estás? Es que estoy nervioso. Yo sé que te debe parecer extraña mi visita, pero es que no tuve más alternativa. Catalina no me cree. Ella dice que tú y yo duramos hablando no sé cuánto tiempo y mil cosas más. Vine a que me expliques.

Mariana: ¿Y tú de qué te ries? No, no, no. ¡A ver! Eres tú el que me tiene que explicar Andrés. Pero claro que duramos un montón de tiempo hablando.

Andrés: Mariana, nos cruzamos 4 mensajes por instagram. ¿Eso para ti es un montón de tiempo?Mariana: Y después hablamos durante meses por telegram.

Andrés: ¿Telegram? Yo jamás he usado esa aplicación. No tengo ni idea de qué hablas.

Mariana: Días después de que nos habíamos cruzado esos mensajes por instagram, tú me escribiste por telegram, me dijiste que te habían intentado hackear la cuenta y que habláramos mejor por ahí y que no te volviera a escribir por instagram. Que por ahí era más seguro para ti.

Andrés: ¿Que qué? Te juro que no fui yo. Yo jamás te escribí eso. No, ¡pero qué es esta historia!

Mariana: ¡Pero si nos mandamos fotos, mensajes de voz, nudes, de todo!

Andrés: Mariana, te juro por mis hijos que no sé de qué hablas. Evidentemente alguien se hizo pasar por mi. Puede ser que si me hayan hackeado mi celular o no sé, pero yo no fui. ¿Tienes todavía las fotos o los mensajes?

Mariana: Por favor pásame el computador que está ahí en esa mesa. Y BTW, ¿te cercioraste de que la loca de tu esposa no te haya seguido hasta acá? Porque no quiero más amenazas de ella. Me da miedo esa señora.

Andrés: (Mientras le pasa el computador a Mariana) ¿Mi esposa? ¿Te amenazó? ¿Pero de qué estás…? No, espera. ¿Te llamó?

Mariana: Ojalá me hubiera llamado. Vino hasta acá y se paró ahí en ese mismo sitio donde tu estás ahora.

Andrés: ¿Laura estuvo acá? ¿Pero qué te dijo? ¿Como que vino a amenzarte?

Mariana: ¡Ay si! Me dijo que me alejara de ti y de tu familia para siempre, que ella estaba dispuesta a pelear como una leona por lo suyo. ¡De verdad qué patética!

Andrés: ¿Pero ella cómo putas sabía que tú y yo supuestamente estábamos hablando? Esto está muy raro.

Mariana: No sé, por favor no me hagas preguntas que no sé responder. (Mostrándole la pantalla del computador) Mírate acá en todo tu esplendor. Estas son las fotos que generosamente me mandabas.

Andrés: No puedo creer.

Andrés se coge la cabeza, busca el sofá que está lado de la cama de Mariana y se sienta en silencio mientras ella lo observa algo desconcertada. El se queda ahí sentado sin decir nada como si estuviera recogiendo con su mente algunas piezas para armar esa historia que se había tejido alrededor de su vida y de la que él no tenía el más mínimo conocimiento. Se sentía burlado, casi violado. No entendía cómo una mujer como Mariana, con la que él a duras penas había tenido un contacto incipiente lo hubiera visto desnudo. Si, era un hombre pero también tenía pudor. Sobre todo tenía cierto decoro, y aunque hubiera engañado a su esposa con Catalina, no andaba por la vida compartiéndose con cuanta mujer había en las redes. Sintió verguenza, rabia, dolor, impotencia. Mientras iba y venía con su mente como un vendaval Mariana lo interrumpe:

Mariana: Me siento tan rara. No parece, pero estoy temblando. Verte acá en frente mío, pensar que fue tanto tiempo que esperé este momento y ahora me dices que no tienes ni idea de lo que hablo.

Andrés: (suspira profundamente) Mariana, quiero pedirte perdón. Me siento pésimo porque ahora entiendo lo que pudiste haber sentido. No sé, pensar que creíste que fue conmigo con quien hablaste por tanto tiempo y luego descubrir que no fue así tiene que ser un golpe fuerte. Parecido a lo que yo siento. Saber que mi privacidad fue violada de esa manera me tiene temblando. Tengo que pedirte un favor.

Mariana: (Con lágrimas en los ojos) Dime.

Andrés: Necesito que me digas con mucha exactitud qué cosas te decía la persona con la que hablabas y todos los detalles que puedas darme. Por favor ayúdame con eso porque tengo que saber quién se hizo pasar por mi.

Mariana: Dios mio, si yo hubiera sabido que iba a repetir esto 50 veces, hubiera grabado todo desde la primera vez. Espero que sea la última.

Mariana y Andrés se quedan hablando por un rato mientras ella le cuenta las conversaciones. El la interrumpe varias veces para conocer el más mínimo detalle y va tomando nota mentalmente de todo el relato que ella hace incluyendo fechas, episodios coyunturales, noticias del mundo que sirvieron para motivar algunas conversaciones, canciones que hicieron parte de la banda sonora de su historia de amor. Fue ahí que Andrés como un profesor que examina a su estudiante le dice:

Andrés: Espera un momento. Para. Para. ¿Qué canción acabas de decir?

Mariana: Someone you loved de Lewis Capaldi.

Andrés inmediatamente saca su celular, abre Youtube la busca y apenas empiezan las primeras notas se agarra la cabeza y empieza a llorar.

Mariana no entiende nada y mientras la canción sigue en el fondo, lo mira con desconcierto y le dice:

Mariana: Andrés, ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?

Andrés: (con lágrimas en los ojos se acerca a Mariana y la toma de las manos) ¿Sabes algo Mariana? Créeme cuando te digo que si hubiera algo que yo pudiera hacer para devolver el tiempo hasta ese maldito día en el que le dije a tu hermano que te llevaba ese vestido a NY, lo haría y le diría que no. Hubiera preferido pasar por antipático a tener que sentir esta desilusión tan grande. No es justo ni contigo, ni conmigo. Mírate: tú acá en esta Clínica, divorciada y yo con el dolor tan grande de pensar que estoy casado con alguien que no conozco.

Mariana: Andrés, ¿tú me estás tratando de decir que fue tu esposa la que se hizo pasar por ti?

Andrés: Si. Mientras me contabas cada detalle fui uniendo los puntos y esa canción fue la que terminó de juntar los pedazos. Me acuerdo perfecto cuando Laura empezó a escuchar esa canción de forma insistente. Le dije varias veces que se estaba poniendo intensa. Además era muy extraño porque ella no es de oir mucha música. Yo la verdad nunca me interesé por saber cómo se llamaba la canción, mucho menos quién la cantaba, pero si sé que me parecía muy raro en ella la frecuencia con la que la escuchaba. Y ahora todo encaja perfecto con el momento en el que me dices que tu ‘me la enviaste’ para que la oyera.

Mariana: Claro, fue uno de los momentos en los que yo me sentí peor. Estaba en el hueco total. Absolutamente triste, desesperada porque una vez más ‘te habías desaparecido’. Me acuerdo que en esos días me pegué unas borracheras horribles y en una de esas rumbas me vi con el hermano de una amiga mía que yo adoraba y que se suicidó y me hizo escuchar esa canción. Suena medio cursi, pero apenas oí la letra, parecía que describía perfecto cómo me sentía. Y ‘te la mandé’ porque esperaba que a través de ese texto te llegara mi alma ahí dibujada. ¡Dios mío! ¿Pero ella por qué hizo todo eso? ¿Cuál era la intención? ¡Es que no entiendo nada! ¿Entonces todo este tiempo estuve hablando con una mujer? ¿Con tu mujer? ¿Pero qué mente retorcida puede hacer una cosa semejante? ¿De dónde sacó toda esa energía e invirtió todo ese tiempo para engañarme? ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Porque parece que el daño era para mi. Al fin y al cabo tú estabas inocente de todo esto. ¿Y entonces por qué vino a amenzarme y a decirme que me alejara de ti si era ella la que me estaba hablando? Andrés, perdóname pero creo que la que debería estar en esta cama es tu esposa, no yo. Esto es lo más horrible que me ha pasado en la vida. ¡Le mandé fotos mías desnuda! ¡Y ella me mandó fotos tuyas! ¿Pero qué clase de demonio es esa mujer?

Andrés de nuevo se queda en silencio. Se agarra el pelo, trata de recomponerse, camina por la habitación y de repente entra una doctora a hacerle un control a Mariana y le dice a Andrés que debe salir.

Andrés: Mariana, mejor me voy. No sé qué decirte.

Mariana: Vete, pero por favor avísame cuando sepas algo concreto. Necesito las respuestas a las preguntas que te hice.

Andrés: Si. Claro que te aviso. Gracias por recibirme y lo siento mucho de verdad Mariana. Lo siento mucho; si te sirve de consuelo, yo me siento peor. Cuídate por favor.

Andrés sale de la Clínica muy pensativo, angustiado, sin saber qué hacer. Se sube en su carro, empieza a manejar sin un rumbo determinado, da vueltas mientras organiza las ideas en su cabeza.Catalina está en su oficina tratando de trabajar, pasa el tiempo como pasan los documentos, cartas y carpetas por su escritorio. Recibe una llamada de la recepción.

Recepcionista: Doctora Catalina, el señor Andrés Santamaría la está buscando.