Catalina va a contestar, pero en ese mismo instante la llaman para que pase a la entrevista. Se levanta de ese sofá tan rápidamente que el celular se resbala entre sus manos, cae en la punta de una escultura de mármol que adorna la sala de espera y la pantalla se rompe en mil pedazos. Ella lo recupera y en ese microsegundo entiende que tiene que seguir adelante y que nada puede ser más importante que esa entrevista que está por presentar. El temblor de su cuerpo se desintegra para dar origen a una armadura que la obliga a caminar con decisión mientras empuña orgullosa un escudo imaginario que ella siente que la va a proteger de cualquier amenaza que intente cruzarse en frente de ella.
En la Clínica Mariana recibe a la psicóloga.
Mariana: Buenos días doctora.
Psicóloga: Buenos días, Mariana, ¿Cómo te sientes hoy?
Mariana: Mejor. Pedí esta cita porque no he tenido mucha paz tratando de entender lo que hizo esta mujer y por qué lo hizo. Es que tengo un sentido de culpa horrible. Siento que lo merezco y eso me bajonea mucho porque creo que es algo que nunca va a desaparecer. ¿Qué le pasa a esa mujer, doc?
Psicóloga: Mariana, yo llevo muchos años estudiando un tema que me interesa mucho porque lamentablemente es algo que casa vez más se repite al interno de nuestra sociedad. Se trata de los psicópatas integrados. No conozco esta señora y podría parecer poco ético que yo me lance a dar una especie de diagnóstico. Sin embargo, tú si eres mi paciente y como lo veo, fuiste víctima de una persona que podría tener los rasgos de una psicópata. Son personas que esconden sus frustraciones, rabias, miedos e inseguridades detrás de una máscara. Normalmente son personas muy gentiles, bien comportadas, simpáticas y que jamás provocarían sospechas de su frialdad. Ven a los demás como cosas, como objetos, no sienten ningún tipo de arraigo. No son tan conscientes de estar haciendo daño y disfrutan, gozan cuando ven sufrir a los demás. En el caso de una persona con sentimientos puros, cuando comete un error prueba arrepentimiento, vergüenza, tristeza o culpa; para estos personajes el sufrimiento de los demás exacerba su deseo de causar mal. Son tan cínicos que serían capaces de negar sin ningún problema sus actos y tratar de manipular a sus víctimas para conducirlos por los caminos que ellos quieren. Se victimizan y tienen la capacidad de convertir a sus víctimas en victimarios. No te extrañe que ella te culpe y justifique todo lo que hizo o lo que tú estás sufriendo porque fuiste tú la que actuó mal, la que merecía el mal que llegó a tu vida porque difícilmente va a aceptar que fue ella quien te lo causó. Son capaces de traer terceras personas a sus relaciones para despertar celos o inseguridades en sus parejas y luego hacerlas parecer dominantes y agresivas. Son frías, calculadoras, manipuladoras y son capaces de convencer a sus víctimas de hacer cosas inimaginables. Pero no son personas brillantísimas o tan astutas como creen. Si es cierto que pueden durar años escondidas detrás de sus máscaras, pero es fácil que llegue el momento en que no tengan cómo justificar ese castillo de naipes que han construido. Recurren a lo que sea con tal de cumplir su objetivo, no importa a quién o qué involucren porque, como te dije anteriormente, las personas son objetos que toman o dejan dependiendo de sus necesidades. Mariana, es verdad, tú decidiste hablar con el esposo de esta mujer, sin embargo, emitir juicios morales o o en este contexto no es lo que nos compete como profesionales. Nuestra responsabilidad es analizar los hechos concretos y las consecuencias que esto trajo para ti. Si los psicólogos atendiéramos solamente a quienes siguen al pie de la letra las reglas morales, no tendríamos pacientes porque ser vulnerables hace parte de nuestra naturaleza. Pero eso sí, hay una diferencia muy grande entre quienes aceptan y sufren con sus errores y hay otros que ni siquiera aceptan que hacen el mal y sencillamente creen que lo que hacen es para proteger su entorno y por ello justifican sus hechos por más deplorables que sean. Esta persona te atacó a ti porque te identificó como una amenaza y diseñó una estrategia para quitarte del camino y de paso, darte una lección, pero eso es algo que ella seguramente ya ha hecho y seguirá haciendo hasta que de pronto en alguna ocasión se le vaya la mano. Otra cosa que debes tener en cuenta es que muchos de los criminales no son unos psicópatas; si yo me he dedicado a este estudio en profundidad, es porque estos psicópatas integrados en alguna medida son los que hacen un daño sistemático a una sociedad y pueden pasar inadvertidos por una gran cantidad de personas. Son hábiles para manipular y lavar cerebros de incautos; algunos pueden ser políticos, pastores, líderes, jefes, en fin, miembros activos de una sociedad. Quiero que sepas y que tengas muy claro que has sido valiente, que no te merecías esto y que tú acá eres la víctima. Creo que estás haciendo una terapia que ha traído frutos rápidamente y eso es porque eres muy inteligente, reflexiva y porque estabas lista para emprender este camino. Vas a tener que seguir en terapia acá o en NY, pero es importante que la continúes con el fin de que recibas el apoyo y el soporte necesario para que rehagas tu vida. Estás muy joven y tienes mil cosas por hacer. Ayer estuve hablando con el Dr. López y me dijo que lo más seguro es que te den de alta pasado mañana. ¿Has pensado qué quieres hacer después?
Mariana: Doc, muchas gracias por esta explicación. De verdad me aclara muchas dudas. Si. Creo que me quedo unos días acá en Bogotá y me devuelvo para NY. Independientemente de lo que pase con Javier, mi vida está allá, mi trabajo, todo. Me gusta vivir en NY y quiero regresar.
Psicóloga: Bien Mariana, me alegra. Tener las cosas claras es un paso muy importante. Me siento contenta por ti. Tengo otro paciente, pero me alegra verte mucho mejor. Paso a despedirme antes de que te vayas, ¿ok?
Mariana: Claro, doc. De verdad muchas gracias por todo.
Mariana siente un escalofrío cuando piensa en lo que le hizo Laura, pero después suelta una tímida sonrisa cuando recuerda las palabras de la psicóloga.
Ha pasado una semana, es un día nublado y particularmente frío. Daniel, Mauricio, Juan Carlos y Angela están almorzando en el restaurante después de haber dejado a Mariana en el aeropuerto.
Juan Carlos: No parece cierto todo esto que pasó, mk. Me va a hacer mucha falta mi Marianita.
Mauricio: Pero esta semana que estuvo fuera de la Clínica la vi mucho mejor, menos mal se terminó esa pesadilla.
Daniel: Y uno creyendo que el loco es uno y vean esas joyas. Mk, Mauro, ¿se acuerda que una vez nos íbamos a ver con ellos en un viaje que hicimos a NY?, pero al fin nos cancelaron. ¡Menos mal, mk! No hubiera sido chévere hoy en día saber que me había cruzado con semejantes personajes.
Juan Carlos: Es lo que siento yo. No había querido hablar de esto delante de Mariana, pero Andrés me llamó. Me dijo que había dejado a Laura. Ese man está vuelto mierda. En realidad, él también fue una víctima de esa vieja.
Daniel: ¡Ay, no! Pobrecito, huevón. ¿No me mandó saludes?
Juan Carlos: jajaja No, pero yo si le puse el tema y me dijo: ‘vea, mk, ese puño es lo menos grave de todo lo que está pasando en mi vida.’
Daniel: En estico veremos las fotos de la new couple en las redes.
Angela: No Daniel. Catalina no quiere saber nada de Andrés. Eso está cortado de raíz.
Mauricio: Ese tipo debió quedar con la cabeza rayada. Yo andaría con guardaespaldas o le pondría un investigador privado a ella. ¡Qué susto esa vieja!
Daniel: A mí me importan un culo ese par de dementes.
Juan Carlos: Yo siempre he sido muy amigo de Andrés y lo conozco. No digo que haya actuado bien, pero el man no es un hp. Encima de todo está muy preocupado por el tema de los niños, no se siente tranquilo sabiendo que están con esa vieja. Con lo que va a tener que lidiar Andrés de ahora en adelante no es nada fácil y yo sí espero que pueda recuperarse de toda esa pesadilla. Al fin de cuentas todos merecemos una nueva oportunidad. Hasta usted Daniel. Después de lo que pasó con Carla, la amiga de Mariana, su vida siguió, ¿si o no?
Daniel: Si, huevón. Gracias por recordármelo, pero le recuerdo yo a usted que Carla no se suicidó por mi culpa.
Juan Carlos: No, claro que no, pero Mariana si le advirtió que no se metiera con ella. En fin, mk. Menos mal tiene claro que usted nunca será la persona favorita de Mariana.
Daniel: Normal, mk. No podemos ser las personas favoritas de cada ser sobre la tierra. Y viejo, le aconsejo que usted también supere lo de Carla, huevón. Yo entiendo que esa fue una tragedia espantosa, pero pues ya fue.
Juan Carlos: Si, claro. Es que usted y yo somos muy diferentes, huevón. Carla era una amiga muy cercana de Mariana y la conocíamos bien en nuestra familia. Para Mariana fue un golpe muy duro, ella se sintió culpable por mucho tiempo por no haber advertido que estaba tan mal, además porque la noche en que Carla se suicidó, Mariana no contestó una llamada suya porque estaba en una comida con Javier. Mariana se había convertido en su protectora porque la veía muy vulnerable y el hecho de que a usted le hubiera valido mierda todas las advertencias que le hizo para que no se metiera con ella, además del hecho de estar casado con Catalina, es obvio que lo vea como un ser poco confiable y sobre todo muy egoísta y perdone que se lo diga, pero estoy de acuerdo con ella.
Angela: Bueno, yo creo que estamos muy sensibles todos. No creo que valga la pena en este momento hablar de ciertas cosas. Para nosotros Carla fue una niña muy especial, pero afortunadamente Mariana habló, accedió a venir y se dieron las cosas, por más crueles que hayan sido, para que estuviera en esa Clínica y lo importante es que está bien y se va a recuperar del todo. Yo confío en eso.
Daniel: Exacto. Eso es lo más importante. ¿Y ustedes qué? (Dirigiendo la mirada a Mauricio y Angela) ¿Cuáles son los planes?
Angela: Nos vamos pasado mañana para Barranquilla los tres. Vamos a ver la obra del restaurante y nos llevamos a Juanca para que nos dé su opinión. Por ahí nos están haciendo otra oferta en Cartagena y de pronto vamos hasta allá porque parece interesante, pero toca con calma.
Daniel: Qué bien, me alegra.
Mauricio: ¿Y usted qué Dan? ¿Hasta cuándo se queda en el apartamento donde está? ¿Ya pensó qué hacer?
Daniel: Si. Por ahora estoy ahí y creo que voy a comprar. Estamos vendiendo el de nosotros. Catalina se fue al apartamento de soltera, el que tenía antes de casarnos. Hay un man de la agencia que está vendiendo su casa y es muy chévere. La conozco pero fui hace rato. Voy a ir a verla mañana. Si me gusta y me parece justo el precio, le hago una oferta. De todos modos, decidí que me voy de vacaciones la otra semana. Hace rato que no salgo a ningún lado. Quiero descansar.
Angela: ¡Qué rico! ¿Y para dónde te vas?
Daniel: Para España. Me voy para donde mi hermana unos días. Toda esta historia me tiene agotado mental y físicamente, creo que lo mejor es hacer una pausa. Catalina se está haciendo cargo de lo del divorcio y bueno, toca voltear la página.
Mauricio: Así es. A todos nos pegó una sacudida muy brava esto que pasó, pero pues no queda otra que seguir. La vida continúa.
Andrés tiene una cita con una abogada para estudiar cuáles son las opciones de quedarse con la custodia de sus hijos. Lleva muchos días mortificado tratando de entender en qué momento su vida dio un giro de 180 grados. Insistió y llamó una vez más a Catalina, nunca le contestó y cuando volvió a llamarla, la línea estaba desactivada. No tuvo más opciones que aceptar que no la verá más, que aunque piense en ella constantemente, ya no hay una oportunidad para los dos y que tendrá que arreglárselas para rearmar su vida y seguir adelante. Va caminando por una de las calles de la G, entra en un restaurante, se sienta en una de las mesas junto a la ventana y a los cinco minutos llega una mujer muy elegante, atractiva, con una hermosa sonrisa, perfumada e impecable. Voltea a mirar a Andrés, se acerca y le dice:
Ana María: Buenas tardes, ¿Andrés Santamaría?
Andrés: (Se levanta y la saluda de beso) Si, hola, ¿Cómo estás?
Ana María: ¿Cómo estás? Mucho gusto, soy Ana María Restrepo, la abogada de familia, amiga de Juan Carlos Botero.
En la parte externa del restaurante Laura está asomada detrás de uno de los árboles que enmarcan la fachada del restaurante. Saca su celular y empieza a fotografiar con ira profunda a Andrés con la mujer con la que está, convencida de que es la culpable del fracaso de su matrimonio y se culpa por no haber estado más atenta a los movimientos de su esposo los últimos días. Estaba tan concentrada en impedir que se supiera lo que había sucedido con Mariana, que no había vuelto a revisar el celular de Andrés para poder identificar alguna persona que representara una potencial amenaza para su hogar.
Catalina no solo estaba calificada para el cargo que aplicó en MSC, sino que por su experiencia y conocimiento, le ofrecieron una posición con mayor rango en donde podría poner a prueba su liderazgo, fortaleza y flexibilidad con el fin de cumplir los objetivos en su nueva experiencia laboral. En sus últimas terapias había sacado con lágrimas todos sus errores, se había reconocido como lo que es: una mujer con un camino muy largo por recorrer, con muchos pesos por remover y con una larga lista de cosas por cambiar y sobre todo, por realizar. Desde que estaba viviendo en su apartamento de soltera se sentía más tranquila. Había decidido cerrar los capítulos de lo que había sido su vida hasta ese momento. Dejar la casa donde vivió con Daniel desde que se casaron, fue lo primero. No soportaba abrir los ojos y descubrirse sola en un espacio en donde por años había soñado ver niños correr, juguetes regados por todas partes, visitas de los abuelos, donde hubiera querido hacer almuerzos familiares y tantas otras cosas que había atesorado en su lista de sueños por cumplir como esposa, madre, e hija. Había cumplido un ciclo en esa firma de abogados donde había aprendido mucho, había cumplido metas y también donde experimentó sus primeras equivocaciones como profesional; las mismas que la hicieron aprender y descubrir otras alternativas para ganar sus casos y mantenerse fuerte frente a sus clientes. Y por último, olvidarse de Andrés. Por más de que le hubiera despertado algunos sentimientos que ella todavía no podía terminar de identificar, era consciente del error que había cometido al tratar de resolver sus vacíos acercándose a una persona que también estaba comprometida. Pensaba que algunas veces los seres humanos no medían ni los riesgos, ni las posibles consecuencias de sus actos, y aunque en este caso toda esa historia fue una piedra en la que se apoyó para tomar impulso y hacer finalmente lo que quería hacer con su vida, estaba segura de que hubiera podido llegar a lo mismo sin involucrar terceros, ni causar dolores a otras personas. Ahí estaba la nueva Catalina sentada en el restaurante de la empresa donde ahora trabajaba pensando en el giro que había dado, con un poco de miedo por lo que venía, pero segura de que llegarían cosas mejores para empezar a escribir un nuevo capítulo de su libro.
Catalina estaba en medio de todas sus reflexiones con sus airpods escuchando ‘Walking in my shoes’ de Depeche Mode mientras almorzaba. Se le acerca un hombre bastante atractivo, parecía en sus treintas, alto, de pelo castaño claro un poco desordenado y de ojos color azul profundo como el mediterráneo y con un español regular le dice:
Davide: Hola, sono Davide. ¿Puedo hacerte compañía para almorzar?
Fin