Catalina llegó temblando al café. Ella tenía fotos recientes de Andrés pero no lo veía desde que tenían 13 años. Mientras trataba de enfocar las caras que había en ese lugar le llega a sus oídos como un eco distorsionado de alguien que dice: Cata!!! Esta mujer se voltea con los ojos vidriosos y las piernas a punto de quebrarse y ve el cuerpo atlético de Andrés que se está levantando de una de las mesas con una sonrisa de oreja a oreja, una que otra cana en ese pelo alborotado y algunas lineas alrededor de los ojos.

Ella sentía que se iba a desmayar y con una risa nerviosa de los dos Andrés se acerca, la abraza y empiezan a botar palabras con y sin sentido mientras le daban orden a una especie de conversación:

A: ¡Hp! ¡Estás divina! ¡Hoooola!!! ¡Qué delicia verte! Jajajaja

C: ¡Hoooooola! ¡Ay! ¡No! ¡Espera! ¿Cómo estás? ¡No! ¡Qué es esto! ¡Eres tú en serio! ¡Nooooo! Jajajaja

A: Gracias por venir. De verdad sé que no es fácil y nunca he pretendido ponerte en problemas. ¡Wow! ¡En serio estoy nervioso! ¡No puedo creer que estés acá después de tantos años!

C: No, pues yo menos. Estuve a punto de no venir. Esta mañana tuve una conversación super extraña con mi esposo y me dejó en shock. Me sentí la mujer más mala del universo. Pero bueno, ¿por qué me dices tanto que me entiendes, que sabes que es difìcil, que no se qué? ¿Es que has hecho esto muchas veces?

A: Jajajaja no. Si he hablado con otras personas, ahora no me las voy a dar del santo. Pero nunca había llegado a este punto porque también tuve el mismo sentimiento tuyo. Me sentía mal con mi familia.

C: ¿Y entonces qué pasó esta vez? ¿Qué haces acá?

A: ¡Uff! ¡Qué pregunta tan difícil! Ni yo lo sé muy bien. Aparte del hecho de que cuando estábamos en el colegio me encantabas, me pasó algo contigo desde que empezamos a hablar: me siento feliz.

Hubo un silencio extraño mientras se miraban a los ojos y ambos sentían un corrientazo que les atravesaba el cuerpo de pies a cabeza. Catalina estaba absolutamente inmersa en un microcosmos en esa mesa mientras el mundo pasaba al lado de ella. Sintió un impulso espontáneo de levantarse y salir corriendo, pero era como si su cuerpo no respondiera y estuviera adherida a esa mesa.

Andrés respiró profundo y se lanzó:

A: Catalina, no sé si soy yo solo pero estoy sintiendo de todo por dentro. Siempre supe que me iba a encantar verte, pero no pensé que fuera a sentir esto. ¡Qué cosa tan loca! Quiero decirte algo: anoche llegué del gimnasio y en la ducha empecé a pensar en ti y no pude resistirme y…

C: ¡Ay no! ¡No! ¡Silencio! No quiero saber. Perdóname me siento super rara yo también, no me puedo ni mover. Creo que no debí venir.

A: Yo sé. Pero piensa que si estás acá es de pronto por eso que me contaste de tu esposo, eso que pasó entre ustedes hace un tiempo, no sé…

C: No, no, no. No quiero hablar de eso tampoco. Es que no sé en qué pensaba cuando te conté todas esas cosas porque si vamos a ver, yo sé muy poco de tu vida.

A: Puedes preguntar lo que quieras.

C: No, ¿sabes qué? Yo me tengo que ir ya. Voy para una comida con mi esposo y no sé ni siquiera si voy a estar presente. Osea, mi cuerpo si, pero mi cabeza no.

A: Dale. Ve a tu comida, pero dime que nos vamos a ver otra vez. Me lo debes.

C: No sé. No puedo responderte nada ahora.Catalina se despidió de Andrés con otro abrazo, pero esta vez él se empeñó en pegar muy bien su cuerpo contra el de ella, le dio un beso en la mejilla y le hizo una seña que reafirmaba que recibiría seguramente un mensaje de él.

Después de un mini trancón llegó al restaurante y encontró en la mesa de siempre a Mauricio, su esposa Angela, Daniel y una mujer que Catalina no reconoció. Apenas la vieron entrar Daniel se giró rápidamente hacia ellos, se puso la mano en la boca como hacen los jugadores de fútbol para que no les lean los labios y le susurró al grupo:

D: ¡Pilas! ¡Pilas! ¡Llegó Cata! ¡Shhhh!!!