Catalina pasó la tarde entre documentos, malos y buenos pensamientos, dudas, reflexiones y más documentos. En la noche llegó a la casa y Daniel la estaba esperando con su pizza favorita. Se sentaron a comer y tuvieron una conversación tranquila:
Catalina: Dan, hoy almorcé con Angela. Como te dije, ellos están preocupados por Mariana y parece que el trago no le cae bien. Tratemos de estar tranquilos en el paseo y no tomar tanto. Además acuérdate que por el tratamiento el alcohol es el enemigo. Es más, hoy me llegó el periodo.
Daniel: ¡Ah! Mierda! Mi amor, perdóname. Tienes razón. Vamos en plan buñuelo. Hablé con Mauro y me dijo que si quiero nos vamos mañana al medio día con Mariana. Y tu te vas el sábado con Angela. Pero si preferieres nos vamos todos el sábado.
Catalina: No, vete mañana fresco. Yo igual voy a estar toda la tarde encerrada en reunión y voy a llegar a dormir. Estoy cansada. Esta semana ha sido pesada. Lo único que te pido es que te moderes. Ojalá evitaran el alcohol.
Daniel: Tranquila, gorda. No voy a tomar.
Catalina y Daniel terminaron su pizza tranquilos y se fueron a dormir.La mañana se pasó volando para Catalina. Tenía varias cosas pendientes y quería dejar todo listo para estar tranquila el fin de semana. Se llegó la hora, cogió fuerzas, respiró profundo y se fue para su cita con Andrés. Entró bastante agitada al hotel, se detuvo en la recepción para preguntar por el restaurante. La interrumpió un bip de los mensajes:
Mensaje de Daniel: Cataluña, me voy entonces con Mauro y Mariana. Nos vemos mañana. Te amo.
Ella leyó el mensaje, contestó rápidamente con un ‘Ok. Beso.’, recibió las indicaciones y apenas cruzó la puerta estaba Andrés en una mesa del fondo con una sonrisa de oreja a oreja que le dejó ver un brillo como de mentiras en los ojos. Catalina sonrió y apenas llegó a la mesa Andrés se puso de pie, la abrazó y le dio un besote en la mejilla bien pegadito a la boca, rodó sus labios hasta el oído y sujetándola fuerte le dijo:
Andrés: ¡Qué delicia tú y qué delicia verte!
Catalina: Hola, ¿cómo vas?
Andrés: Divinamente porque te tengo al frente y no te voy a dejar ir.
Catalina: No sueñes.Andrés: Me dijiste que no tienes que trabajar esta tarde así que eres mía hasta que yo te deje ir.
Catalina: ¿Y tú no tienes que trabajar esta tarde?
Andrés: Si. Tengo que trabajar en ti o dentro de ti…no sé.
Catalina: ¡Olvídalo! Estoy en mis días. Tan de buenas, ¿no?
Andrés: Yo si y tú también. ¿Tu crees que después de todo lo que hablamos a mi me importa si tienes el periodo o no? Te como entera acá encima de esta mesa si quieres.
Catalina: jajajaja ¿What? ¿En serio lo harías? Estás loco. Yo no.
Andrés: Yo si, y sé que tu también. ¿Me quieres tocar para que veas cómo estoy?
Catalina: jajajajaja
Andrés: No te rias. Ven, tócame.
Catalina recuerda ese momento como si se hubiera apoderado de ella un demonio o una fuerza extraña. Sin pensarlo mucho estiró su mano y sintió el deseo de Andrés y el de ella condensados en una sola cosa. A ver si les puedo explicar lo que experimentó nuestra querida Catalina en ese momento: ella dice que es como si lo que rodeaba esa mesa estuviera fuera de foco. Lo único que ella veía con nitidez eran los ojos de Andrés que se cerraban con fuerza mientras ella lo tenía aprisionado y esos dientes parejos y grandes que mordían sus labios. Ella solo veía esas partes del cuerpo de él con total claridad. El resto no existía. Y de ahí sin poder explicar cómo pasó, se vió tendida en una cama de ese hotel con ese hombre que no quería despegarse de ella y la rodeaba con su cuerpo entero como si sintiera que le perteneciera y se lo dijo mil veces con la voz entre cortada: ‘tú eres mía’ y ella con una seguridad que nunca había sentido le repetía: ‘Si, soy solo tuya.’
Andrés no solo era un papacito, sino que resultó ser un amante de esos que cortan la respiración, que hacen salir lágrimas. De esos que dirigen y comandan, pero que besan tiernamente cuando lo tienen que hacer. Ella estaba enloquecida y él solo la miraba con unos ojos que acariciaban cada centímetro de su cuerpo. Casi que a la fuerza se despegaron, volvieron a la realidad y se despidieron con besos y más besos sin decir muchas cosas. No era necesario hablar.
Catalina solo tenía claro que había pasado la tarde más espectacular de su vida y mientras regresaba a su casa levitando, sonriendo, cantando, con temblores y escalofríos, para ella no importaba nada más. Eran como las 7 de la noche. Abre la puerta de su casa y
Daniel: Hola, Cata. ¿Qué tal tu reunión?