Enloquecida le dije a la señora: Pero ¿qué pasó? ¿Apareció el empleado? ¿Aparecieron mis anillos? Me dijo: “El apareció, pero por favor venga para que hablemos”. Dios mío, esta vieja me quería matar de un infarto. Le dije que ya iba para allá y me fui a la velocidad de la luz. Llegué al perro hotel ese y entré como un huracán directico para la oficina. Apenas me ve me agradece y me dice: “¡Ay! Señora Diana, menos mal que pudo venir. Mire, el muchacho apareció. Lamentablemente lo atracaron, le echaron burundanga y lo dejaron por allá tirado en el sur, por eso es que no respondía, ni aparecía, ni nada. El está ahora en el hospital porque lo dejaron muy mal, hasta le pegaron esos ladrones, pero ya hablamos con él, nos dijo que él si había guardado el sobre porque ‘el señor Chile’ se lo había encargado mucho, pero como sintió que era una cosa muy importante y que además le había pedido discreción, lo guardó en su locker personal. Ya nos autorizó para abrir el candado; están en esas y no demoran en venir para traerle su sobre.”
¡Dios Santo, Jesús crucificado! Pero esa señora me quería acabar con los pocos nervios que me quedaban ¿o qué? ¡Maldita sea! ¿Aparecieron esos putos anillos de mierda? Es que ya los odiaba. Nadie me está preguntando, pero si Manuel estaba sufriendo más que yo es porque le costaron más de 100 millones de pesos. ¡Ah! Porque para él ese tipo de cosas eran super importantes. No había ser sobre la faz de la tierra que no me elogiara los tales anillos, y el conocedor, sabía que habían costado una fortuna. Mientras yo esperaba en esa oficina me temblaba todo. La señora me vio tan nerviosa que me ofreció algo de tomar y yo le fui pidiendo un gin tonic. Había desayunado muy regular, no había almorzado, pero ¡qué hps! Deme alcohol para ver si se me pasaba esa angustia tan doble hija de la chingada madre. Va entrando un empleado del hotel con un sobre de esos con adhesivos por un lado, por el otro, me lo entrega y a mí me temblaba la mano. Casi que no puedo abrir esa mierda, finalmente veo mis anillos ahí.
Obviamente no los saqué. Tenía los ojos de tres empleados del hotel encima mío esperando mi confirmación. Miré a esta vieja y le dije que sí, que estaba lo que me había dejado el señor Chile. Me paré de ahí, les di las gracias y que esperaba que ese muchacho se recuperara pronto. Me terminé ese trago en tres segundos, la señora me dijo que sentía mucho el inconveniente, que por favor los disculpara, etc. Yo no quería saber nada más. Salí de esa oficina, me temblaba todo. Me sentí pésimo de pensar en Norita; era una total injusticia lo que había pasado con ella; solo quería llamarla y pedirle perdón de nuevo y convencerla de que volviera a nuestra casa. Por mi mente pasaba una nube que me decía: esas son las consecuencias de las decisiones que había tomado últimamente, y si esto era apenas el inicio, cómo sería más adelante. Todo esto era producto de mi deseo exagerado de verme como una empresaria exitosa, de una necesidad imperante de lograr el éxito en poco tiempo y demostrarle a los demás, sobre todo a los que siempre me habían dado durísimo, que sí era capaz de salir adelante yo sola. Qué estupidez. Lo cierto, es que esto se convirtió en una cadena de malas no, de pésimas decisiones que me trajeron hasta donde estoy hoy.
Decidí irme para el baño a ponerme a escondidas los anillos. Fui, me encerré, saqué mis anillos y tan pronto me los puse sentí algo de tranquilidad. Salí, me lavé las manos, llevaba el sobre en la mano y cuando ya me estaba dirigiendo a la puerta principal me encuentro con Manuel. Apenas me ve, me mira con sorpresa y obviamente me pregunta qué estaba haciendo ahí. Le dije que tenía una cita con una empleada que organiza los eventos en el hotel porque iba a tener una reunión con un cliente nuevo y estaba cotizando salas de reuniones. Me mira las manos y me dice: “¿Aparecieron los anillos? ¿En dónde estaban? ¿Por qué no me avisaste? Me miré los dedos y le dije: “Si, se habían caído en un rincón del walking closet. Te dije que no era necesario hacer semejante show con Norita, que, entre otras, renunció”. Me dijo con una frialdad: “Pues muy exagerada; estas cosas a veces hay que hacerlas, pero ya que los encontraste llámala y dile que deje el show. ¿Y ese sobre qué es?”. Me dio tanta ira la respuesta que me dio papaya para responderle que no era nada importante, que tenía afán y que si, que iba a tratar de convencer a Nora de volver. Lo miré como un rabo y me largué. No puedo decir que no me puse nerviosa. Era obvio que no contaba con ese encuentro y no estaba preparada para esas respuestas. En fin, otra que pude capotear.
Llegué a mi casa con un dolor de cabeza horrible, claro, no había comido nada. Me preparé algo rápido y le mandé un mensaje al señor Chile para contarle que ya habían aparecido los anillos y para agradecerle la aceptación de la propuesta. Le pregunté cuál era el paso a seguir para formalizar el contrato y empezar a trabajar. Le di send y me puse a revisar mi presentación para el brasilero con base en las características de su empresa y productos. Estaba super concentrada cuando recibí una llamada de mi mamá. Me daba una pereza horrible contestar, pero habían pasado varios días sin hablar con ella y pensé que era mejor salir de eso. Esta fue la conversación:
- Hola mami, ¿cómo vas?
- ¿Bien y tú? Diana, ¿Cómo así que botaste los anillos de compromiso?
- ¡Dios mío! ¡Pero cómo vuelan los chismes en esta familia! ¿Ya lo publicaron en el club? Ya aparecieron mamá. Se me habían caído en un rincón del walking closet y casi que no los encuentro.
- ¡Ay! Menos mal porque tú sabes el valor que tienen esos anillos. Estuve de acuerdo con Manuel cuando me dijo que había que hacerle la prueba del polígrafo a Nora.
- Pues era innecesario, se lo dije desde el principio y Nora renunció.
- ¿Cómo así que renunció? ¿Y por qué?
- ¡Como que por qué, mamá! Pues porque se sintió como un culo con eso. Porque le dijimos en la cara que desconfiamos de ella y cualquiera se ofende. Mucho más ella que ha sido tan buena y leal.
- ¡Jah! ¡Los pájaros tirándole a las escopetas! ¡No faltaba más! Esas muchachas después se creen las señoras de la casa. Pues que se vaya. Bueno, ¿y tú cómo vas con la empresa?
- Bien. Hoy un empresario chileno me confirmó una propuesta muy grande. Estoy contenta.
- Pues ojalá que dure eso Diana. Ayer me contó Manuel que el amigo de él, Roberto Fajardo, el que se había independizado hace poco, le tocó volver a buscar trabajo porque no le fue bien; es que las cosas están difíciles, yo no sé para qué te fuiste de esa empresa si ahí por lo menos estabas bien y tenías un sueldo estable.
- ¡Pero si me está yendo bien, por Dios! ¡Por qué se empeñan tanto en mandarme esa energía tan negativa! ¡Qué pereza!
- Nadie te está mandando ninguna energía negativa, deja de hablar como una hippie. Hay que ser realistas, eso es todo. Tú eres una mujer ya hecha y derecha para andar por ahí inventando y dando de qué hablar.
- Mira, tengo muchas cosas qué hacer. No tengo tiempo para estas conversaciones inútiles.
- Diana, tienes que hacerte revisar. De pronto estás teniendo problemas hormonales porque andas de un genio que no se te puede decir nada. Ponle cuidado a eso porque a los hombres no les gustan las mujeres histéricas y hasta Manuel, que es tan bueno, se te puede aburrir.
- Adiós, mamá.
Le tiré el teléfono. Y así son la mayoría de las conversaciones no solo con ella sino con mi familia, en general. Estaba harta de tanta criticadera. Desde que tengo uso de razón no sé qué es el reconocimiento positivo. No tengo ni idea qué es que me digan: “Qué bien, hija, te felicito”, o “Claro que sí, sigue adelante con tus proyectos, te apoyamos”, o “Eres una excelente profesional, o una buena madre, o una buena hija”, ¡Jueputa! ¡Algo bueno! ¡Jamás! De esas bocas solo salían críticas e invitaciones permanentes a la aparentadera.
Estaba que me ponía a llorar cuando me llega un mensaje del señor Chile diciéndome lo siguiente: “Hola Diana, gracias por escribirme. Me alegra que se haya solucionado todo. La formalización del contrato la podemos hacer la otra semana los dos. Viajo a Bogotá. Hasta pronto”. Me pasó un corrientazo por todo el cuerpo y me dio por preguntarme: ¿Será que entonces va a haber bis? ¿Y por cada encuentro hay otros 10.000? ¡Ay, mamá! Me brillaron los ojos y me dio risa nerviosa. Como que es difícil de creer. Daniela interrumpió mis cuentas alegres con un mensaje en donde me decía que después del entrenamiento se iba para la casa de su amiga Carla, que si la podía recoger más tarde. Le dije que claro. Primero, era muy raro que quisiera irse para donde su amiga y me parecía bien que compartiera con ella y segundo, iba a tener un día más para poder explicarle lo de Norita.
Como que me relajé un poco después de saber de Dani, me estaba acomodando en mi cama cuando recibo una llamada de Manuel. Me dice que si hablé con Nora, le dije que no, pero sí le pregunté por qué andaba contándole a mi mamá todo lo que pasaba en nuestra casa. Me dijo que había sido ella la que lo había llamado y que terminaron hablando de todo un poco. Le dije: “¿De todo un poco? ¿De tu amigo Roberto Fajardo que le tocó buscar trabajo porque no le funcionó su empresa? ¿Esos son los temas de conversación que tienes para compartir con mi mamá? ¿De verdad Manuel?” Con su tono condescendiente de mierda me dice: “No te pongas así, es tu mamá y se preocupa por ti, es normal. Todas las mamás son así. Bueno, mira, te llamé para decirte que me demoro, hoy hay un coctel por el evento ese y me toca quedarme”. Le dije que bueno y le colgué.
Estaba energúmena. No sé por qué, pero me dio ira, me provocaba irme para ese hotel y dañarle sus planes. Me acordé que tenía que ir a recoger a Daniela más tarde y me pareció perfecto porque iba a tener que salir de todos modos. No tenía claro qué iba a hacer o qué quería hacer. Creo que tenía ganas de verlo con su cara de marica con la novia al frente mío. Él que se hace pasar por el mejor esposo, el mejor papá, el mejor director financiero, el mejor todo, ¡bah! Me empecé a alistar, llamé a la mamá de Carla, me dijo que por favor no fuera a recoger muy temprano a Daniela, que les había pedido pizza y que estaban viendo una película. Le dije que no había problema, que igual yo tenía que hacer una vueltica antes de recogerla. Me largué para ese hotel. Llegué, me fui caminando directo para el salón donde tenían el evento y me quedé helada con lo que vi.