El presidente te quiere como Gerente para Latinoamérica en la sede de Panamá. Ese es uno de los cambios que queremos hacer y estamos seguros de que eres la persona ideal para ese cargo. Nadie lo puso en duda por un segundo.
Yo quedé loca. Sin embargo, era un disparate. Eso significaba que en teoría, tendríamos que irnos todos para Panamá y Manuel ni loco dejaría su empresa. Mis hijos primero me dicen que los deje en un apartamento acá antes que dejar a sus amigos, que obviamente son la única cosa importante para ellos en estos momentos. Era muy fácil darme cuenta, con todo y lo interesante que pudiera ser esa propuesta, que no era una opción viable para mí. Mi jefe al ver mi expresión y antes de que yo dijera alguna cosa, interrumpió mis pensamientos y agregó:
“Yo sé que no es fácil tomar una decisión como esas, pero hemos pensado en todo. Digamos que la sede principal está allá, sin embargo, si tu familia no quisiera hacer el traslado, podríamos pensar en una modalidad en la que tu estés solo una semana al mes y el resto trabajes desde acá. Creo que así sería más fácil aceptar.”
¡Por Dios! Eso no lo veía venir. Otra vez yo en mi mente pensando en esa alternativa y se me cruzaban mil cosas por delante. Pensaba: no, pues la delicia para Manuel y su novia. Una semanita de luna de miel para que sigan afianzando su relación. Por otro lado, rico para mi tener tiempo para mí, estar lejos de todo este caos, pero es muy peligroso dejar a Manuel. ¿Y otra vez mis sueños dónde quedan? No. Esto no es negociable.
De nuevo mi jefe, que parece que había entablado una conversación con mi cabeza me dice: “Diana, no tienes que darme una respuesta ya. Háblalo con tu familia. Piénsalo con tu almohada y cuando estés lista retomamos, ¿te parece? Pero eso si te voy a decir una cosa: si llegas a tomar la decisión de seguir adelante con tus planes, por más difícil que sea, porque tú y yo sabemos que emprender no es simple, estoy seguro de que te va a ir divino. Tú eres una gran profesional y tienes todo para ser exitosa. Me dolerá el alma, pero te entenderé y sabes que con nosotros tendrás las puertas abiertas siempre.”
Casi me pongo a llorar. Se me aguaron los ojos, le agradecí infinitamente a mi jefe por esas palabras. Me dio tanto ánimo, me elevó tanto la autoestima; esas palabras me llegaron al corazón. Como que en ese momento dije: si, si puedo, tengo cómo y lo voy a lograr.
Manuel nunca supo nada de esa conversación. Una tarde cité a María Clara y Juliana en un café para contarles y a pesar de que no estaban muy convencidas de que dejara mi trabajo mega estable, cuando vieron que mis argumentos eran sólidos y que prácticamente no había vuelta atrás, no tuvieron más alternativa que decirme que era mejor rechazar la oferta de mi jefe y seguir con mi plan de la agencia. Todas coincidíamos en que dejar a Manuel solo una semana al mes no era una opción. Le hice caso a mi instinto, continué con mis planes, pasé mi carta de renuncia y después de un mes me hicieron una despedida hermosa en esa empresa a la que le debo tanto. Lloré mis ojos, pero me fui feliz convencida de cumplir mi sueño.
Llegó un fin de semana, domingo de almuerzo donde mis papás. La ocasión perfecta para darles la buena noticia. Como lo imaginaba, casi les da un infarto. Lo de siempre: que la situación no estaba para aventurarse, que perder todos esos años en una empresa tan prestigiosa, que dónde y cuándo iba a volver a encontrar un trabajo como el que tenía en caso de que mi agencia no funcionara, que toda mi liquidación la iba a perder en dos segundos porque montar empresa costaba, en fin, nunca había recibido tanto apoyo y sobre todo tanta credibilidad de parte de mis papás. Ellos como siempre, super confiados en mi experiencia y en mis capacidades. Yo los escuchaba en silencio mientras almorzábamos, los dejé que dijeran cuanta pendejada se les pasaba por la cabeza. Terminamos el delicioso menú dominguero y mi mamá terminó con uno de sus grandes aportes: “Definitivamente Daniela no come nada. ¿Si te has dado cuenta lo flaca que está? ¡Ah! No, verdad que estás super ocupada creando empresa.”
Manuel le sonrió y con su tono de buen hombre, ‘perro’ pero solidario, le dijo: “Esperanza, no te preocupes que todo va a estar bien. A Diana le va a ir bien con su agencia, yo la voy a apoyar y Daniela entró en la etapa de crecimiento. Es normal que pierda un poco de peso, está haciendo mucho deporte en el colegio, pero todo está bien.”
Manuel tenía esa virtud de calmar a mis papás. Mi mamá sonrió y le dijo que definitivamente yo era muy afortunada por tener un hombre como él. Según ella, muchas mujeres darían lo que fuera por un marido tan dedicado y comprensivo. ¡Jah! Me provocaba gritarle que tenía una novia espectacular. Es que se me hacía agua la boca de pensar en la cara de mi mamá cuando viera la foto de Claudita, la posible madrastra de sus nietos. De repente me vi cual Rocío Jurado parándome al frente de todos y cantando a grito herido: “Es un gran necio, un estúpido engreído, egoísta y caprichoso, un payaso vanidoso, inconsciente y presumido, falso, enano, rencoroso, que no tiene corazón…” Solté una carcajada porque es que créanme, me vi ahí con mi blower tipo Farrah Fawcett apersonada de la letra señalándoles con toda la actitud a Manuelito, el buen esposo.
Yo tengo eso, a veces me pierdo en mis propios videos y me divierto como loca. Mi mamá me miró que me tragaba y me dijo que contara el chiste. Le dije: “No, mami, superemos la primaria, esos son los comentarios de las profes a los chiquis. Acá ya estamos grandes todos”. Mi papá interrumpió la amena conversación para hablar de política y la proyección de sector energético en Colombia y en el mundo. Ya saben, temas sumamente importantes e interesantes.
Por ahora, yo no tenía tiempo para pensar en eso. Lo que debía hacer era concentrarme en mi proyecto, sacarlo adelante y demostrarles a todos que no solo era buena en mi profesión, sino que iba a ser un total éxito. Empecé y me obsesioné con mi empresa. Pensaba día y noche en cada detalle, objetivos, metodología, organigrama, inversión, target, proyección financiera, en todo. Necesitaba que todo fuera perfecto. En mi cabeza y en el papel no había pierde, lo que no contemplaba es que iba a ser más complejo de lo que imaginaba y que iba a terminar retorciendo hasta mis principios con tal de conseguir resultados.
Yo quería resultados contundentes y los quería ya. Empecé a ofrecer mis servicios, invertí en una campaña publicitaria super agresiva para llegarle a mis clientes potenciales, empecé a hacer una labor de relaciones públicas super importante. No me perdía evento social o empresarial con tal de tener la oportunidad de acercarme a los empresarios y ¡vaya sorpresa! Toda esa gente que tantas veces se tomó fotos conmigo, me aceptó invitaciones, me dijo frases como: cuando necesites, me avisas, y todas esas convenciones construidas por ese círculo que me ha rodeado siempre, me evitaban. Nadie quería ni siquiera aceptarme reuniones de trabajo para hacer la presentación de mi portafolio. Muy queridos me decían: “Mira, mándame la presentación vía mail que así agilizamos y te cuento.” Gente de mierda, pensaba yo. La hipocresía dando tumbos de un lugar para otro. Me parecía increíble. Sin embargo, no quería decirle nada a Manuel porque lo último que necesitaba era respuestas como: ¿Si ves? Te lo dije, pero no quisiste escuchar. Así que empecé a planear una forma que fuera más efectiva para concretar a los clientes. Mi foco era el éxito y tenía que alcanzarlo de cualquier forma.