Había pagado una membresía en una agencia de relaciones públicas y negocios con la que podía acceder a una base de datos de empresas importantes, pero lo máximo que conseguía era hacer lo mismo que me resultaba con mis dizque ‘amigos y conocidos’, o sea, mandarles mi portafolio por correo electrónico. Me sentía cual call center de telefonía móvil llamando a esta gente; nunca recibía una respuesta concreta, todos decían la misma pendejada: mándenos su propuesta vía mail. Yo sé lo que pasa con esas propuestas: o van a parar al junk o ni siquiera las abren y terminan en el cesto de la basura. Me podría de la ira de ver que no me reventaba nada y mientras tanto yo elegantísima en cuanto evento diciéndole a todos que ya estaba en varias negociaciones, que estaba aterrada de las respuestas, en fin, haciendo lo de siempre: hablando mierda, pura mierda para hacerles creer a todos que iba volando con mi agencia.

Me mamé. Le pedí una reunión a la dueña de la tal agencia de PR con la que tenía esa membresía que no era que me hubiera costado dos pesos. Me senté con ella y le dije que necesitaba resultados porque hasta ahora no veía nada concreto. Ella me dijo que tenían un programa plus que consistía en que la agencia se encargaba de realizar reuniones B2B con las empresas que yo escogiera, así iba a tener la oportunidad de presentarme, de conocer personalmente a estos personajes y que los resultados eran inmediatos. La otra ventaja grande era que había muchas empresas extranjeras, que precisamente por el interés de ampliar su mercado en nuestro país, les interesaba desarrollar proyectos de mercadeo con empresas locales. Me costaba un ojo de la cara el tal servicio plus, pero le dije que sí. Pensé: me doy la pela con esto, pero al menos voy más a la fija. Y así llegó la fecha del primer encuentro.

Me fui como la dama de hierro. Con un outfit de locos, super arreglada, sin exagerar, claro, pero si con mucho estilo, perfumada y con un look muy profesional. La agencia fijó la reunión en un restaurante, cosa que a mí no me mató porque yo quería hacer una presentación, pero la pendeja esa de la agencia me dijo que normalmente eran ellos quienes escogían los sitios dependiendo de sus agendas y que la mayoría de veces, tenían espacio durante las comidas, por tal motivo, me tocó ir a almorzar con el par de tipos. Estos eran dos señores, dueños de una empresa peruana que buscaban expansión. La reunión fue un éxito. Los tipos quedaron super impresionados, eso sí, pagué la primiparada: muy elegante yo fui pidiendo dizque una entrada y un primer plato; apenas probé discretamente lo que ordené porque en mi afán de presentarse y de hablar acerca de mis servicios, no podía ponerme a tragar. Ellos encantadores, me escucharon con mucha atención, me dijeron que estaban muy interesados y que por favor les pasara una propuesta con los productos específicos que requerían. Me dijeron que regresaban a Perú al día siguiente, pero que quedaban muy atentos a mi propuesta.

Bueno, yo salí satisfecha, preparé mi propuesta. Prácticamente no dormí trabajando y se las mandé al otro día super temprano. Cuál sería mi sorpresa cuando el mismo día por la tarde recibí la respuesta diciéndome que si podíamos hacer una reunión virtual porque tenían algunas preguntas y querían profundizar acerca de algunos puntos. Inmediatamente acepté y programamos la reunión para el día siguiente. Yo estaba feliz. Dije: bueno, ahora si se prendió esto. Algo así era lo que estaba esperando. Una oportunidad para que me conocieran, contar mi experiencia y poder ofrecer unos servicios concretos.

Manuel llegó ese día a la casa, me dijo que viajaba al otro día y que regresaba en tres días. Le dije que estaba perfecto. Le conté de mis clientes peruanos, hizo cara de sorprendido, pero con su cordialidad de siempre me dijo que se alegraba, que seguro iba a salir algo interesante de ahí. Yo estaba tan feliz que le dije que si pedíamos algo de comer, me miró y sin mucha emoción me dijo que bueno. Les pregunté a Daniela y a Mateo qué querían pedir y me dijeron que querían sushi. Pues pedí la comida y nos sentamos todos como hace rato no sucedía. Manuel haciendo su papel de papá interesado le preguntó a Mateo cómo iba todo en el colegio, y como buen adolescente le respondía con monosílabos. Solo se explayó en prosa cuando nos dijo que el fin de semana sus amigos estaban planeando irse para la finca de Reyes y que él quería ir. Manuel le preguntó que quiénes irían, que si había algún papá, él contestó que claro, que los papás de Reyes iban a estar, que todo bien. Manuel fue tomando la decisión sin ni siquiera mirarme, le dijo que bueno, pero que estuviera reportándose conmigo. Él le daba el permiso, pero era a mí a la que le tenía que llamar a joder.

Bueno, para mi estaba bien. Reyes es uno de sus amigos de siempre, conozco a los papás y un fin de semana sin la cara de culo del hijo adolescente no me iba a matar. Por su lado, Daniela no decía muchas cosas. Le pregunté si todo estaba bien, me dijo que si, le dije que ya que se iba Mateo, por qué no invitaba a alguna de sus amigas para pasar el fin de semana en la casa y me dijo que lo iba a pensar. Se comió un par de rollitos y se fue para su cuarto. Yo solo pensaba en que no veía la hora de que pasara esa etapa ‘adolescencial’. Nada les gusta, no dicen nada, no hablan, tienen cara de jopo, les da oso estar con uno. ¡No! ¡Qué delicia! Pero bueno, ahí cumplían con sus deberes al menos en el colegio, porque en la casa no movían un solo dedo.

Recogí la mesa y me fui para el cuarto de Daniela. Tenía la puerta cerrada como siempre, así que toqué y me dijo que siguiera. Apenas entré cerró el computador, lo cual me pareció normal y no le presté mucha atención. Me senté en la cama y ella me miró como diciendo: ¿Qué quieres? Daniela es una niña tranquila, dulce y hace todo lo posible por no hacer sentir mal a los demás, cosa que Mateo no tiene configurado en su sistema. La miré a los ojos y le pregunté que cómo estaba, cómo iba el colegio. Me dijo que todo estaba bien y me recordó que al día siguiente se quedaba en el colegio porque tenía entrenamiento. A ella le encantaba hacer deporte, aunque debo decir que apenas cumplió los 12 años aumentó la intensidad. Jugaba tenis en el club pero amaba correr, cosa que yo detesto con toda mi alma, pero ella en lo único que piensa es en pistas, parques, campos para correr como una avestruz. Es super disciplinada, tiene una agenda donde escribe todos sus compromisos, sus actividades extracurriculares y muchas otras cosas más, que en su momento desconocía, porque jamás le toqué sus cosas. Hoy creo que lo debí hacer, pero yo en mi afán de ser una mamá chévere, respetuosa de su privacidad y, sobre todo, con tal de no repetir la cantidad de cosas hartas que mi mamá hizo conmigo y con mi hermana toda la vida, no se me pasaba por la cabeza irrumpir en su espacio. Cómo me arrepiento de no haberlo hecho a tiempo. Yo confiaba en lo que veía en la superficie y justificaba cualquier novedad en los cambios de etapas. En fin, le dije que si quería, esta vez podía ir a recogerla al colegio y me dijo que no, que la mamá de su amiga Carla las recogía y luego la traía a la casa como siempre. Le insistí en invitarla el fin de semana para que se quedara a dormir y vieran pelis o lo que quisieran. Me dijo que lo iba a pensar y que me avisaba. Le di un beso, le dije que la amaba y la dejé tranquila en su mundo.

Al otro día Manuel salió como de costumbre con su maleta, se despidió y yo me quedé haciendo pereza un rato. Llegó la hora de la reunión; yo estaba nerviosa pero determinada. Pues todo salió super bien. Efectivamente me aceptaron la propuesta; hicieron varias modificaciones, eliminaron varios productos, lo que hizo que el precio se redujera significativamente, pero para mí estaba bien. Me daba por bien servida porque lo importante era empezar. Lo que me imaginaba era que esos clientes iban a traer muchos más, al final, el voz a voz funciona mucho mejor que una mega campaña publicitaria de millones.

Debo decir que efectivamente empecé a obtener resultados. Esas reuniones me daban la oportunidad de convencer y estaba concretando negocios con varias empresas de varios países, pero, todos reducían los productos y terminaba desarrollando pequeños proyectos con bajos presupuestos. Pensaba que de pronto era porque estaba empezando, que una vez que ellos se dieran cuenta del nivel de trabajo y de los resultados, seguro iban a aumentar el budget y se iban a animar a ejecutar la propuesta inicial. Pues esto no pasaba. Ya llevaba varios meses en la misma pendejadita. Mientras tanto, en las reuniones contaba que tenía clientes argentinos, chilenos, peruanos, ecuatorianos, etc., pero no contaba que me estaban pagando chichiguas. Mis posts en las redes solo sugerían lo bien que me estaba yendo, hablaba de éxito, de gratitud, escribía cosas tipo: ‘Vamos creciendo’ y estupideces así. Mis amigas comentando: ‘Eres una dura’, ‘Lo sabía’ y cuanta maricada se les ocurría para recordarme lo ‘buena profesional’ que era y mientras tanto yo haciendo cuentas y trabajando en mini proyectos de tres pesos. Qué cosa tan patética. El desespero se apoderaba de mí, me entró una ansiedad y una desesperanza que sentía que me estaban consumiendo, hasta que pasó lo que nunca me hubiera imaginado en una de esas reuniones. Ahí la vida me cambió radicalmente.