Paula guardó silencio mientras terminaban de almorzar y como siempre Hugo les preguntaba a sus hijos por sus actividades, amistades, novedades y demás. Todos se fueron levantando de la mesa, cada uno lavó su plato y como era la costumbre, Paula se quedó hasta el final para terminar de arreglar bien la cocina. Cuando Hugo se iba a retirar de la cocina, Paula le dijo que se quedara un momento. Hugo le dijo que bueno y se acomodó en la silla de nuevo.
Paula: ¿Hugo por qué me estás mintiendo? Tu no estabas con ningún amigo del trabajo en ningún campo de futbol; estabas con mi mamá. ¿Qué es lo que está pasando?
Hugo abrió los ojos, la miró, guardó silencio por unos segundos y botó un suspiro.
Hugo: ¿Y es que ahora me estás espiando o qué te pasa?
Paula: Acá el que me tiene que responder eres tú.
Hugo: Bueno, igual no vas a quedar satisfecha, pero esto fue lo que pasó. Tu mamá necesitaba comprar unas cosas para los arreglos que está haciendo en la cocina. Sabes que ella no tiene quien la lleve a hacer esas vueltas y me pidió el favor, le dije que claro. Si a ti te dije que me iba a jugar futbol es que porque en realidad ese era el plan, sin embargo, antes de salir de la casa, hubo varias cancelaciones y decidimos abortar el plan, así que le dije a tu mamá que tenía tiempo de ir en ese momento. Como tu andas con esa cabeza medio rara y con tus hormonas alborotadas pensé que lo mejor era no decirte y ella estuvo de acuerdo para que no complicar más las cosas.
Paula: ¿Que qué? ¿Como que mi mamá estuvo de acuerdo? ¿Pero a ustedes qué es lo que les pasa? ¿De acuerdo con qué? ¿Es que le dijiste a ella lo de tu propuesta y a ella le pareció que exageré con mi reacción?
Hugo: No, no. ¡Cómo se te ocurre! Le dije que últimamente has estado más sensible de lo normal y sin decirle nada, me dijo que debía ser un tema hormonal. De hecho, me dijo que Rossana también le había dicho en estos días que te había visto un poco estresada, como con ganas de pelear. Lo que queremos es tener algo de consideración contigo Paula. No hace falta hacer una tormenta de todo esto.
Paula: No es normal nada de lo que me dices. Y no necesito que tengan consideración porque yo no estoy enferma, ni tengo nada malo. Nada de lo que me has dicho hasta este momento justifica el hecho de que me mientas y mucho menos para irte con mi mamá a hacer vueltas. Ese comportamiento me hace desconfiar, Hugo. Si es una cosa a la que no hay que ponerle malicia, ¿por qué no decir la verdad y ya?
Hugo: Bueno, bueno, cálmate. ¿Es que si ves? ¡Mira cómo te pones porque fui a hacerle un favor a tu mamá! De verdad tu estás mal, debes hacerte revisar. Estas viendo videos en todas partes, no te estás comportando como una persona normal, Paula. Y bueno, ¿cómo te enteraste de que estaba con tu mamá? ¿Andas de detective persiguiéndome por toda la ciudad…jajaja?
Paula: No, Hugo. De casualidad hablé con mi papá y él me contó que tu habías ido a recogerla.
Hugo: !Ah! Don Fernando el informante…jajajaja. De verdad hay que ponerle una actividad a tu papá a ver si se nos entretiene con algo más que andar llevando chismes para un lado y para el otro. Bueno, si no es más, me voy. No tengo tiempo ni ganas de escuchar estos reclamos tan pendejos. ¡No faltaba más! Soy casi el único que me preocupo por cada miembro de esta familia y salgo reganado. No, mujer, ¡basta con eso!
Hugo salió de la cocina y Paula quedó desolada. No sabía que creer ni qué pensar. Una vez más las palabras de Hugo la hacían entrar en confusión. Sentía que tal vez estaba exagerando. Era cierto; Hugo siempre había estado muy pendiente de todos, sabía en qué andaban, si alguien necesitaba algo, él estaba disponible, sobre todo con su mamá. Sintió que estaba siendo desagradecida. Otra mujer en su lugar estaría orgullosa de un esposo tan presente. Paula reconocía que él tenía unos defectos que la hacían salir de quicio, pero quién no los tiene. De nuevo estaba ahí cuestionándose, sintiéndose culpable y queriendo deshacerlo todo.
Carolina, la hija menor de Paula, interrumpió sus pensamientos para recordarle que le había prometido llevarla al centro comercial para comprar unos pantalones. Paula le dijo que claro, que se iba a arreglar y que salían. En medio de todo, le pareció un buen plan. Su hija tenía la facultad de calmarla, eran muy unidas y a la niña le encantaba pasar tiempo con su mamá, así que Paula se fue corriendo para pasar una tarde de shopping con su chiquita consentida.
Cuando iban a salir Hugo estaba dormido así que Paula ni se despidió. Soltó un ‘chao’ general en toda la casa y se fue con Carolina. Estaban dando vueltas en el centro comercial, chismoseando, midiéndose cosas cuando le entra una llamada a Paula, era su mamá. Lo pensó más de dos veces antes de contestar, pero al final lo hizo.
Paula: Quiubo mami.
Elsa: Quiubo Paula, ¿cómo va todo?
Paula: Bien, estoy con Caro en la calle comprándole ropa.
Elsa: ¡Ah! Qué bueno que están haciendo algún plan divertido. Paula, Hugo me contó lo que pasó. Yo le pedí el favor de que me llevara a comprar unas cosas para la cocina y él muy amable me recogió. Es que yo no tengo a nadie para pedirle esos favores. Ustedes ni siquiera se ofrecen, ni me preguntan si necesito algo, si me hace falta ayuda, nada. ¿Entonces yo qué hago? Pues pedirle el favor al único que se preocupa por mí. Pero te voy a decir una cosa: es mejor que busques ayuda porque te vemos como desequilibrada y es que los años no vienen solos. De pronto es hormonal, o de pronto es de psiquiatra. Ahora que me pongo a pensar, una amiga de Stellita está yendo donde un bioenergético y le ha ido lo más de bien. Si quieres le pido el dato, pero Paula, hazte ver de alguien porque ese estado de sensiblería es mejor tratarlo porque eso tiende a aumentar.
Paula no podía creer todo lo que su mamá le estaba diciendo. Se quedó en silencio por unos segundos y le dijo que no podía hablar, que Carolina se quería medir una cosa y que estaba ocupada, se despidió y le colgó. No dejó contaminarse en ese instante por las palabras de Elsa. Después de haber comprado algunas cosas fueron a comerse un helado y parecía que los pensamientos negativos habían abandonado a Paula gracias al momento que estaba compartiendo con su hija y de pronto surgió una inesperada conversación entre mamá e hija.
Carolina: ¿Mami, por qué estabas peleando con mi papá esta manana?
Paula: Mi amor, a veces las peleas entre marido y mujer son inevitables. Las discusiones se presentan, pero eso es normal en las parejas. Mira, ya hasta se me había olvidado.
Carolina: ¿Estabas brava porque mi papá fue a recoger a mi abuelita?
Paula: No, es que hubo un malentendido y yo no tenía claro que había ido a recogerla, pero pues no es nada del otro mundo.
Carolina: Es que ¿sabes una cosa? el domingo cuando fuimos a almorzar donde mi abuelita, ¿te acuerdas que ella le pidió un favor a mi papá y se fueron para el cuarto? Yo entré al baño y cuando salí mi papá tenía abrazada a mi abuelita todo raro. ¿Por qué mi papá es así con ella?