Esa noche cuando regresó Hugo, Paula ya estaba durmiendo. Había alistado dos maletas con lo esencial y las había guardado en un depósito. Al día siguiente, Hugo madrugó porque tenía una reunión muy temprano en la oficina así que Paula ni siquiera tuvo necesidad de hablar con él. Preparó el desayuno para sus hijos, alistó a Carolina, le dijo que se iba en el bus como siempre, pero que pasaría más tarde al colegio para avisar el cambio de domicilio y coordinar la nueva ruta y paradero para que a partir del día siguiente la recogieran en la casa de Margarita. Carolina estuvo de acuerdo y no hizo muchas preguntas.

Paula se despidió de sus hijos grandes antes de que se fueran para la universidad, les dijo que los amaba, que esperaba que pudiera conseguir una casa para los cuatro lo más pronto posible y que iba a hablar con ellos todos los días. Santiago se mostró un poco indiferente, parecía molesto, sin embargo, le dio un abrazo a su mamá y se despidió. A Lina se le escaparon unas lágrimas y le dijo que iba a estar pendiente para poder irse con ella cuanto antes, y que seguramente la iba a extrañar mucho.

Apenas se quedó sola, Paula se derrumbó. Le costaba pensar que tuviera que ser ella la que debía abandonar su casa; dejarle el camino tan fácil a Hugo después de la forma en la que se había portado con ella. Hay una cosa que se presentaba como una dicotomía para ella. En el fondo, sabía que nada de lo que él le decía era cierto, y mucho menos justo, pero al mismo tiempo siempre había algo que la perseguía en su mente tratando de convencerla de que no iba a ser capaz, que a lo mejor había algo de cierto en lo que él le decía. No podía escapar a la responsabilidad que tenía como esposa y madre, a los señalamientos de la sociedad, a las presiones que sentía por parte de toda su familia. Y, sobre todo, no podía escapar al hecho de haber sido criada por una madre narcisista, que, gracias a sus carencias y traumas por resolver, siempre estuvo en competencia con sus propias hijas, nunca se alegraba de manera legítima por sus logros, jamás celebraba con amor sus victorias y lo que tenía para las dos, en especial para Paula, eran críticas y juicios constantes. Le hizo sentir que estaba en deuda permanente, que nada era suficiente, que por más de que se esforzara, nunca iba a encontrar en ella un reconocimiento o una palabra de aliento. Esa relación fue la que marcó a Paula para siempre, y como los patrones se repiten, desafortunadamente encontró un hombre que continuó con esa conducta y ella se adaptó porque es lo que ella conocía, lo que en apariencia era lo normal, y sobre todo, era lo que ella se merecía. Paula nunca pensó que la vida tuviera reservado para ella algo más. Hasta ese momento no había sentido la necesidad de hacer una terapia porque todo parecía que funcionaba. Claro, el ambiente con su mamá siempre fue hostil, pero ella se dedicó sola a buscar la forma de complacerla, de hacer lo que fuera para que la mirara de otra manera; sin darse cuenta, se convirtió en una obsesión, pero estaba tan ocupada con su propia familia, con sus hijos y sus propias obligaciones que a veces eso la distraía y no contempló la opción de hacer una terapia para sanar esa relación hasta que descubrió la infidelidad con su esposo.

En ese momento todo dio un giro en su vida. Sabía que necesitaba ayuda, que no iba a ser fácil, además porque para actuar se necesitan recursos y ella no contaba con una estabilidad económica que le diera cierta independencia, mucho menos ahora, que debía encontrar la forma de vivir con sus tres hijos. Eran muchas cosas, el panorama era nublado, no había claridad ni norte, pero ella sabía que había llegado el momento de dar el paso y convencerse de que sí era capaz a pesar de todos los obstáculos que se iba a encontrar en el camino.

Tomó las maletas, las metió en su carro y se fue para donde Margarita. Su prima había pedido permiso en su trabajo ese día para esperarla, la recibió con un abrazo, le dijo que podía quedarse el tiempo que quisiera y que contara con ella para lo que fuera. Paula no podía dejar de llorar; se estaba enfrentando al que sería el desafío más grande de su vida, estaba muerta de miedo, pero no quería echarse para atrás. Lo primero que hizo fue mandarle un mensaje a Hugo diciéndole que se había ido con Carolina y que iba a buscar lo más pronto posible un lugar para irse con todos sus hijos. Hugo le respondió con la crueldad que lo caracterizaba: ‘jajaja, Paula, no tienes ni idea de la estupidez que estás haciendo. Ahí nos vamos viendo las caras y de Lina y Santiago olvídate”. Margarita le dijo a Paula que ignorara esas palabras y que siguiera adelante con los planes.

Las dos se fueron al colegio de Carolina para pedir el cambio de ruta y coordinar los nuevos horarios. Hicieron la vuelta y eso al menos quedó listo. Regresaron a la casa de Margarita y Paula empezó a organizar sus cosas. Su prima le había desocupado el closet para que acomodara su ropa y la de la niña y entre las dos dejaron todo en orden. Eran tantos temas los que estaban pendientes que Paula a veces le entraba un temblor por todo el cuerpo y presentía que no iba a ser capaz con tanto. Margarita trataba de animarla, le decía que estaba haciendo lo correcto y que más adelante se iba a dar cuenta de que había valido la pena. Mientras estaban en esas, le entró una llamada a Paula. Era su mamá; aunque dudó en contestar, Elsa tenía un poder sobre ella y no fue capaz de ignorarla. Decidió responderle.

Paula: Quiubo mamá.

Elsa: ¡Paula, usted de verdad está de manicomio! Es que no sé si llamar a una clínica de reposo para que vayan y la recojan donde la otra loquita de su prima. ¿Usted es que perdió la razón por completo? ¿Cómo se le ocurre irse de la casa? Lo único que medio tenía, un remedo de hogar y le da por destruirlo. Es que hace una cosa más rara que la anterior. ¿Se atrevió a llevarse a la niña a pasar incomodidades? ¿De qué va a vivir si usted es una inútil? Usted nunca ha brillado por nada, nunca se ha destacado por nada; ha vivido en la sombra de Hugo. Menos mal ese hombre es bueno y ha sido un buen esposo y padre. No entiendo cómo es que se ha aguantado tanto al lado suyo, pero estoy segura de que si usted recapacita y vuelve a esa casa la recibe porque así de generoso de noble es su esposo, pero si sigue en esa actitud tan estúpida se va a quedar en la calle, viviendo en un parque Paula, porque acá ni se le ocurra venir. Ya bastantes gastos hay en esta casa para que además tenga que mantenerla a usted. Es que me quedo sin palabras. Y le voy a decir otra cosa: gracias a su bocota, y a que usted decidió contarle a su tía Constanza lo que está pasando, eso ya es vox populi en esta familia. Acuérdese que el nieto de su tío Carlos estudia en la misma universidad donde están Lina y Santiago, no le extrañe que esos niños se enteren de todo y ahí sí se le va a armar a usted un problema más grande del que ya tiene. La llamé para decirle lo decepcionada que estoy de usted, pero para ver si recapacita y vuelve a esa casa y más bien se pone las pilas a reconquistar a su marido que bien abandonado lo ha tenido por años. ¡Reaccione Paula! ¡Reaccione!