Con los días Paula se fue sintiendo mucho más recuperada a nivel físico y después de haber completado todas sus terapias, controles y exámenes posteriores, parecía que la vida volvía a retomar algo de rutina. La fuerza física había regresado y su ánimo mejoraba pues haberse recuperado satisfactoriamente de ese proceso era un regalo, una bendición, un motivo más para aferrarse a su nuevo proyecto, aunque ni ella misma tuviera claro qué era lo que quería hacer. Con todo lo había vivido, presentía que prefería las cosas simples. Es obvio que lo más deseaba era estar con sus tres hijos en una casa toda para ellos, tenerlos cerca y seguir trabajando para poder darles lo que necesitaran con el fin de abrirles las posibilidades de tener una vida tranquila y feliz.

Era obvio que la visitaban los demonios de siempre; el miedo a lo desconocido la invadía en muchos momentos. Y el miedo más grande era que sus hijos mayores no quisieran volver a vivir con ella o que la rechazaran. Sentía que sería muy difícil continuar si debía aceptar una verdad tan dolorosa. Una tarde después de haber terminado algunos asuntos pendientes de trabajo decidió hacer una pausa para tomarse un café. En ese momento entró Margarita con una sonrisa de oreja a oreja.

Margarita: ¡Paula! ¡Quiubo! ¡Adivine qué! ¡Me ascendieron, mk! ¡Estoy feliz! Por fin después de tanto romperme el jopo trabajando como loca, me dieron lo que merecía. ¡Estoy dichosa! Tenemos que celebrar porque sabe ¿qué significa eso? Que nos podemos ir para un sitio más grande donde puedan quedarse Lina y Santiago y podamos estar más cómodos. ¡Qué dice!

Paula: ¡Ay no, Margarita! ¡Qué dicha tan grande! ¡Me alegra tanto esta noticia! Se lo merece de verdad. No sólo porque usted es una excelente trabajadora, si no porque ha sido tan buena conmigo; es que si no hubiera sido por su ayuda yo no sé qué hubiera sido de mi. Estoy tan agradecida, pero tanto que no sé cuándo ni cómo podré devolverle algo de todo lo que ha hecho por mi y por Caro en estos meses. ¡No sabe cuánto significa para mí! De verdad, gracias, Margarita. Vea, con respecto a lo que dice, le agradezco en el alma, pero seamos sinceras. Yo no puedo vivir con usted toda la vida. Tengo que ser capaz de proporcionarle a mis hijos un lugar donde puedan vivir y yo vine a meterme en su intimidad y usted debe recuperarla. Además, no es cierto que Lina y Santiago quieran vivir conmigo. Ellos estuvieron pendientes cuando estuve enferma, pero ahora que estoy mejor los noto distanciados como antes. Ellos creen que por mi culpa la familia entró en un degrado total porque nunca debí contarle a nadie lo que pasaba entre Hugo y mi mamá. Sufro mucho por eso, me duele el alma que mis propios hijos estén en esa posición, pero tampoco puedo hacer tanto en este momento. Por un lado, debo estabilizarme, y por otro no puedo devolver el tiempo y deshacer nada de lo que pasó. Tampoco quiero sentarme con ellos a hablar de ese tema tan horrible; es que me produce asco, fastidio, incomodidad y creo que no estamos listos ni ellos ni yo para abordar algo tan complejo. De hecho, antes de que usted entrara estaba pensando en que iba a llamar a Lina para preguntarle justamente si habían reconsiderado la posibilidad de vivir conmigo. Hugo ha estado medio calmado, pero yo no me confío. Me parece que él debe estar haciendo sus movidas para joderme con la empresa, por eso yo creo que debo desvincularme de eso y crear mi propia empresa. Al final quien ha trabajado duro soy yo, tengo los contactos, sé cómo moverme y creo que ese es el camino que debo seguir. De Hugo no espero nada bueno.

Margarita: Bueno, pues la entiendo. Me da lástima que piense que se tiene que ir a vivir con Carolina, pero comprendo muy bien a lo que se refiere. De todos modos, usted sabe que puede contar conmigo Paula. Empiece a moverse rápido con sus planes de la empresa. Estoy de acuerdo; de Hugo no se puede esperar nada bueno y es mejor adelantarse. Yo siento que usted tiene un proyecto muy interesante con esa empresa por estar ligado a la sostenibilidad y le veo un buen porvenir. Hágale, Paula, nadie dice que es fácil pero lo más importante es que no es imposible. Ya dio el paso más importante que fue largarse de esa casa y sobrepasar esa enfermedad. Ese par de cosas le tienen que demostrar de lo que es capaz, de lo que está hecha. Hágale sin miedo.

Las sospechas de Paula se hicieron reales. Bastaron unas semanas para que Paula recibiera una notificación de un abogado que le decía que la empresa que había constituido con su esposo había sido embargada por el mismo Hugo. Era obvio que los dolores de cabeza no iban a terminar porque lo que él buscaba era arrinconarla para hacerla regresar a la casa. Ya le había quitado la casa, los hijos mayores, ahora iba por la empresa así le cortaría la única fuente de ingresos a Paula. Como ella ya intuía que esto era lo que le esperaba, se había asociado con una persona del sector donde trabaja y ya estaba trabajando con ella. Por el momento, los ingresos no eran altos, pero había buenas posibilidades de que las cosas mejoraran.

Era duro, claro. Cada golpe, cada intento de Hugo por seguir acabando con sus planes era un golpe bajo y tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para reponerse y seguir luchando. No terminaba de entender por qué le estaba pasando todo eso. Si era que había sido tan mala como para recibir un porrazo detrás del otro, pero no tenía otra alternativa que seguir. Ya había limitado la comunicación con su familia en general. Hablaba con su papá frecuentemente, pero había dejado de ir a la casa a visitarlo porque no quería estar cerca de su mamá. Con Elsa no había vuelto a hablar. Con sus hijos las conversaciones eran frías y cortas y con su hermana la comunicación era casi nula.

En esos días en que nada parecía avanzar, Rossana, su hermana la llamó y le dijo que si podía pasar a hablar con ella. A Paula le pareció muy extraño que la llamara, pero no tuvo otra alternativa que decirle que sí. Se pusieron de acuerdo y llegó el día. Rossana llegó a visitarla.