Después de unos días Margarita le mandó los datos a Paula. Debía contactar a una persona, decir que era una persona recomendada del ‘amigo’ de su prima y reservar un espacio para el próximo encuentro. Paula estuvo muy indecisa pero esa semana fue muy pesada, Hugo tuvo mucho trabajo, estuvo llegando tarde a la casa y muy cansado, lo veía medio desmotivado así que cogió fuerzas y llamó al teléfono.
Le contestó una mujer de voz ronca y muy gentil. Después de varias preguntas y respuestas de parte y parte, la mujer le confirmó que el viernes de esa semana iba a haber un encuentro. A Paula le preocupaba el hecho de la interacción, quería entender si era ‘obligación’ participar o si debían estar desnudos, o cómo era el asunto. La mujer le dijo que no. Nadie se tenía que sentir presionado a hacer algo que no quisiera. La violencia estaba absolutamente prohibida. Era un espacio agradable, privado donde la gente podía ir vestida como quisiera. Le dijo que incluso algunas personas llevaban antifaces y que estaba permitido. Era prácticamente una fiesta en donde se paga un cover, hay variedades de licor y si quieren comer algo también se puede ordenar. En la medida en que la noche avanza, y si la gente se siente con el ánimo de iniciar algún tipo de interacción sexual se abre el espacio para que sea espontáneo y participe quien quiera hacerlo. Se firmaban algunos documentos en donde se respeta la privacidad; lógicamente nadie podía ingresar con celulares porque bajo ninguna circunstancia estaba permitido tomar fotos ni registrar videos, ni revelar la identidad de los asistentes. Paula sin titubear después de todas las explicaciones de la mujer le dijo que por favor le hiciera la reservación para ella y su esposo. La mujer le dio las indicaciones para hacer la consignación y le explicó que una vez la hiciera, le mandaría toda la información acerca del sitio y demás condiciones para el ingreso y permanencia en el lugar. Quedaron así.
Apenas colgó el teléfono le temblaba la mano, pero se lanzó, hizo la consignación y a los pocos minutos recibió un mail con toda la información que la mujer le había prometido. No lo pensó dos veces y le reenvió el mensaje a Hugo quien la llamó inmediatamente.
Paula: jajaja Sabía que me ibas a llamar
Hugo: jajaja ¿Pero esto qué es? ¿Cómo así? ¿Es este viernes? Mejor dicho, ¿mañana? ¿De dónde sacaste esa fiesta?
Paula: ¡Ah! Para que veas, tu tienes colegas del trabajo que te dan datos, yo también tengo mis contactos. La verdad, me pareció una cosa un poco más reservada y como de mejor nivel que ese sitio donde fuimos. Además, no quiero correr riesgos, de pronto nos volvemos a encontrar a la señora Elsa, y no, ¡gracias!
Hugo: Pues me encanta la idea. Super aprobado. Lo único es que Santiago y Lina van a salir mañana por la noche. ¿Cómo hacemos con Carolina?
Paula: Si, ya había pensado en eso. Acabo de hablar con la mamá de Sara y le pregunté que si se puede quedar allá y me dijo que claro. Así que todo resuelto.
Hugo: ¡Uy! ¿Pero pasamos de no querer saber nada a esto? Me alegra, mi amor. Vas a ver que la vamos a pasar bien.
Paula: No cantes victoria. Esperemos a ver cómo se desarrollan las cosas, pero me alegra sentirte animado. Ha sido una semana pesada, por lo menos nos reiremos de esta experiencia, o eso espero.
Hugo: Claro que sí. Hablamos más tarde entonces. ¡Bye!
Paula colgó la llamada con su esposo y se sintió contenta. Pensó que a veces tampoco es que se necesite mucho para ponerle un poco de picante a la relación y volver a sentir algunas cosas que se van olvidando. Parecía una adolescente planeando una escapada con el noviecito. Obviamente llamó a Margarita, le contó todo y las dos se rieron cual compañeritas de pupitre especulando e inventando historias en la cabeza imaginando cuanta cosa podría llegar a pasar.
Llegó el viernes. Hugo y Paula se prepararon; se pusieron sus mejores pintas, dejaron a Carolina donde su vecina y se fueron en busca de la famosa fiesta. Llegaron al hotel. Desde ahí las cosas empezaron bien. Se trataba de un hotel de categoría ubicado en una zona exclusiva de la ciudad. Parquearon, se bajaron y desde que llegaron fueron acogidos por una persona que las guió todo el tiempo. Las llevaron hasta la suite. Entraron y la pareja estaba muy satisfecha de ver que la decoración y todo lo que había dentro de esa gran habitación que más bien era un apartamento gigante, tenía mucho estilo y todo se veía muy cool. El ambiente en general era interesante. Música estilizada apropiada como para la ocasión, chill out al volumen perfecto y un grupo de gente variado pero algo muy diferente a lo que vieron en el otro sitio.
Paula no era capaz de mirar a la cara a las personas; le daba algo de vergüenza, además tenía miedo de encontrarse con alguien conocido. Sin embargo, la situación se fue dando de una manera tan natural que al final, se relajó y se dedicó a gozarse el momento. El alcohol hace su trabajo. El primer Dry Martini se lo tomó como si fuera agua y el segundo eliminó el estado de alerta. Sus músculos y su cuerpo en general estaban ya capturados por la música que tenía a Paula haciendo movimientos casi involuntarios tratando de seguir el beat.
La pareja salió un momento a la terraza, hablaron del más y del menos y en general los dos estaban muy animados. Se sentían cómodos y hasta ahora las cosas pintaban bien. Algunas parejas estaban muy emocionadas manifestando su nivel de deseo delante de todos, pero más allá de eso, aún no se prendía el voltaje. Hugo y Paula decidieron entrar y cuando fueron por otro trago se encontraron con la primera escena que los dejó a mitad de camino. Se trataba de un grupo de seis que ya estaba interactuando. Todos casi completamente desnudos compartiendo un solo momento. Había otra pareja que los estaba observando. Paula se quedó inmóvil y no podía dejar de mirar. Era como si estuviera tratando de entender o ‘aprender’ cómo es que funciona el sexo en grupo. Hugo estaba maravillado; trataba de actuar como si estuviera acostumbrado a esta clase de performances, o al menos eso pensaba Paula cuando volteó a mirar a su esposo. Paula le dijo a Hugo que iba a por los tragos y él asintió y le dijo que esperaba ahí. Por respeto, se alejó un poco, sin embargo, desde el ángulo en donde se ubicó podía ver absolutamente cada detalle de lo que estaba ocurriendo en ese espacio.
Cuando Paula regresó con los tragos, la pareja que también estaba observando decidió finalmente unirse. El hombre empezó a besar a la mujer que lo acompañaba y ella solita se fue quitando la ropa. Cuando uno de los del grupo se percató de la situación, tomó la mano de ella y la invitó a sentarse en el sofá y ahí ya no hubo vuelta a atrás. El grupo se amplió y el zafarrancho se estaba armando.
Hugo miró a Paula y le preguntó que cómo se sentía, ella le dijo que rara, pero bien. Se quedó mirándola en silencio y después le dijo que creía que esa era la mejor idea que habían tenido. A Hugo se le notaba la cara de satisfacción. Parecía que entre más pasaba el tiempo, más cómodo se sentía. Se le acercó al oído y le preguntó que si no estaba un poco excitada. Paula no sabía ni qué contestar. A pesar del ambiente, de la gente, del alcohol, del sitio, cuando tenía momentos de lucidez no podía dejar de pensar que estaba en medio de una situación que en realidad no hacía parte de ella, que era demasiado extraño y no terminaba de sentirse cómoda.
Hugo se dio cuenta de esto y le dijo que se relajara, que no pensara en nada. Le dijo que a esa gente no iban a volver a verla jamás y que iba a ser una experiencia más en sus vidas, que se dejara llevar. La empezó a besar, ella obviamente respondió, se empezaron a subir los ánimos y cuando menos pensó alguien que no era Hugo la tomó de su mano.