La perimenopausia y la menopausia llegan sin manual. O mejor dicho, con demasiados manuales y ninguno realmente claro. Cuando comenzamos a experimentar los síntomas de la perimenopausia —el insomnio, la ansiedad, los cambios de humor, los sofocos, la pérdida de deseo, la sequedad vaginal, la confusión mental— nos damos cuenta de algo inquietante: no sabemos bien qué nos está pasando. Y lo peor, nadie parece saberlo con certeza.
Y empezamos como unos pulpos a buscar cuanta cosa hay a ver si con algo hacemos click. Nos enfrentamos a un mar de información contradictoria y, muchas veces, superficial. Los ginecólogos tienden a resolver con una receta de hormonas y poco más. Pero nosotras no queremos simplemente callar los síntomas, queremos entenderlos. Queremos saber si este cansancio repentino, este desinterés por todo o este enojo inexplicable tienen una causa hormonal o si hay algo más. Queremos respuestas, contexto, acompañamiento.
Esta etapa me ha hecho comprender que si nosotras, las mujeres, estamos desinformadas sobre lo que nos sucede, los hombres es que no saben ni por dónde agarrar ese pulpo. De ahí que se haya convertido en un insulto decir “vieja menopáusica” cuando una mujer expresa una emoción fuerte. Al igual que decir “está en sus días” cuando algo les resulta incómodo de nuestro estado emocional. Ambas frases encierran una ignorancia estructural, una falta de educación emocional y biológica que arrastramos desde siempre. ¿O es que en el colegio se habló de menopausia? Que yo me acuerde, no. Crecimos con pena de decir que teníamos el período, escondiendo las toallas higiénicas y pasándonoslas por debajo del pupitre como si estuviérmos traficando droga. Ni hablar de cuando por accidente se nos manchaba el pantalón de la sudadera o la falda del colegio. ¡No! ¡Eso era el acabose y una total vergüenza! Siempre ocultando lo natural y convirtiéndolo en un fenómeno anormal y repulsivo.
La menopausia no es un final. Pero en muchos sentidos, sí marca un punto de quiebre: del cuerpo, de la identidad, del modo en que el mundo nos mira —y nos juzga. Y en medio de ese abandono informativo y cultural, nos volvemos recursivas. Porque aunque nadie nos haya preparado, aprendemos a leernos, a investigar, a apoyarnos unas a otras. A compartir síntomas con nuestras amigas que están pasando por lo mismo. Nos reimos, nos quejamos, sufrimos unidas mientras atravesamos esa fase. Y en esa búsqueda solitaria, pero poderosa, empieza también otra forma de resistencia.
Porque a diferencia de unos años atrás, hoy en día las mujeres en los 50s estamos activas, nos sentimos fuertes y con ganas de seguir haciendo cosas, emprendiendo proyectos, descubriendo nuestro estilo y tomando distancia del qué dirán. Y mientras hacemos todo eso batallamos con los cambios hormonales y muchas veces nos frustra el hecho de que no sabemos ni para dónde mirar, cómo mitigar esos síntomas para que no arrasen con la cordura que nos queda y poder continuar con ese entusiasmo que prevalece a pesar de todo.
Necesitamos que se hable a calzón quitado de la menopausia; que se difunda información científica veraz, que los médicos estén actualizados, que en los colegios y en los hogares se les hable a los niños de qué se trata esta fase y qué nos pasa a las mujeres mientras atravesamos por ella; que a las mujeres nos empiecen a preparar desde pequeñas para ello. Visibilizar la menopausia y promover una comprensión más profunda de su impacto en la vida de las mujeres —tanto a nivel personal como social—, así como en el ámbito de la salud pública y el desarrollo socioeconómico de los países, porque así de fuerte es el impacto aunque no lo parezca. En un mundo ideal necesitamos que se garantice que la atención integral de la menopausia —desde el diagnóstico hasta el acompañamiento— sea parte esencial de la cobertura sanitaria. Que toda la sociedad entienda que sí es un tema relevante, que viene respetado, comprendido y estudiado para que nosotras soltemos el pulpo y podamos avanzar sin miedo, sin tapujos, sin pena y sin tabúes por esta etapa que nos debe dejar solo aprendizaje y transformación.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, “la población mundial de mujeres posmenopáusicas va en aumento. En 2021, las mujeres de edad igual o superior a 50 años representaban el 26% de toda la población femenina mundial, mientras que diez años antes esta proporción solo alcanzaba el 22%. Además, actualmente la vida de las mujeres se ha alargado. A nivel mundial, en 2019 una mujer de 60 años podría esperar vivir, de promedio, 21 años más”.
Entonces larga vida a quienes hoy están abriendo espacios para hablar de este argumento para compartir experiencias, para convertir esta fase en algo natural y que su complejidad esté nutrida de información veraz que informe y eduque. Esta lucha, como todas las nuestras, apenas está comenzando, pero también la vamos a vencer. Espero que las nuevas generaciones crezcan respetando a la mujer en todas sus etapas y entiendan con amplitud todo lo que significa serlo.
Les comparto algunos links de podcasts y sitios web en donde se habla abiertamente de la menopausia. Acá vamos, abandonadas por una sociedad que se está transformando, pero siempre recursivas!
Menopáusicas y qué
La Meno
Mujeres 50+ con Margarita Ortega
Hace calor y soy yo
La menopausia bien llevada