Alejandra se quedó pasmada. No sabía qué decir, no sabía si de verdad quería responderle. Había una parte de ella que le hacía pensar que le encantaría irse para su viaje. Pero en el fondo tenía mucho miedo. De pronto Sandra le interrumpe sus pensamientos.

Sandra: Ale, yo tengo que salir a hacer unas vueltas, pero vuelvo más tarde, ¿sí? Tengo unas cosas pendientes de hacer, pero no creo que me demore mucho. ¿Estás bien con todo este ejército de hombres detrás de ti?

Alejandra: ¡Dios! No sé ni qué pensar. Vete tranquila, ¡qué tal! Haz tus cosas y tómate el tiempo que quieras, yo me voy a quedar acá. No tengo intenciones de salir, y si, estoy bien. Aprovecho como para poner un poco las cosas en orden.

Sandra se prepara y sale de la casa y Alejandra se queda haciendo algo de limpieza y con la mente dando vueltas como un remolino mientras recoge el poco desorden que hay. Decide irse para la habitación de su mamá y se recuesta en su cama, se le salen las lágrimas porque le gustaría que estuviera ahí para aconsejarla, para acompañarla o simplemente para escucharla. Al final decide contestarle a François; cree que lo mejor será contarle quién es esa colombiana que él solo ha visto dos veces en la vida, que ya le está diciendo que se vaya a verlo, pero que no tiene ni idea de quién es y todo lo que le ha sucedido en los últimos meses.

Toma impulso y prácticamente le escribe una carta al periodista contándole con detalles cada suceso; desde el video hasta el ataque con el ácido. Antes de enviarla, la lee una y otra vez, corrige, borra, agrega, cambia, vuelve a leer y después de dar tantas vueltas se decide: ¡SEND! Como le pasó con Carlos cuando le dijo la verdad, creyó que una vez se enterara de esa vida tan revuelta, François iba a desistir y la ayudaría en cierto modo a descartar esa alternativa.  Se quedó online un rato, notó que él leyó el mensaje, pero no le respondía nada. Pasó casi una hora y no llegó ninguna señal. Pensó: ‘Listo, hasta aquí te trajo el río’.

En ese momento les manda un mensaje a sus amigos por WhatsApp porque al fin cree que lo mejor es quedarse quieta por un tiempo, ni siquiera ir donde Carlos ese fin de semana, tener paciencia, ocuparse de esos temas legales que tenía pendientes y más adelante, sin presiones ni tantas preguntas, talvez podría tener un poco más de claridad acerca de los pasos a seguir. Por ahora, quería estar tranquila.

Los amigos escuchan su mensaje, le dicen que la entienden, que están de acuerdo, que debe tomarse el tiempo que considere necesario para comenzar de nuevo y que ellos van a estar ahí pendientes de ella para lo que necesite. Alejandra le envía un mensaje a Carlos diciéndole que no va a ir el fin de semana, que necesita poner su cabeza en orden y que se hablan más adelante. El le dice que la entiende, que lo siente mucho porque se había ilusionado, pero que si cambia de idea que le avise porque la va a estar esperando.

Esos actos, la llevan a pensar que aunque no fueran cosas muy contundentes, le estaban dando un cierre a ese episodio de su vida tan difícil y le daban un respiro. Probablemente ella quería hacer cosas mucho más determinadas, pero entiende que no siempre se trata de eso. Los cambios no siempre se acompañan de giros de 180 grados. Algunas veces lo que se necesita es darle un poco de orden a las ideas y dar pasos para esos cambios ocurran. Se sintió liberada, un poco triste, sentía mucho la nostalgia de su mamá, la extrañaba como a nadie, sin embargo, la sentía cerca y le gustaba esa extraña pero amorosa presencia.

Pasaron varios días. Alejandra estuvo muy ocupada haciendo varias diligencias relacionadas con las denuncias, el proceso con Camilo iba avanzando, pero se sabía que iba a ser más largo de lo que se imaginaba. Su papá la llamó, le dijo que había sabido lo sucedido, que todavía no podía creer lo que había hecho Camilo y le dijo que había ido a hablar con él. Le contó que fue una conversación muy larga y que todavía le costaba entender y hasta aceptar lo que le había relatado. Tal parece que Camilo estaba sufriendo de una depresión muy fuerte desde hace un par de años. Viendo la preocupación de sus padres, finalmente accedió a ir donde un especialista y estuvo bajo un tratamiento durante unos meses. Al principio, parece que logró sentirse un poco mejor y abandonó el tratamiento y las terapias. Aprendió de una manera rara a manejar sus síntomas y se convenció de que estaba bien y que nada pasaba con él, sobre todo, que él era capaz de superar cualquier cosa que le estaba pasando y montó un teatro para él mismo y para los demás.

Sin embargo, cuando estaba solo caía en unas crisis muy fuertes, pero se convirtió en un círculo vicioso. No quería contarle a nadie cómo se sentía porque no quería verse débil frente a los demás, y en el fondo sabía que él mismo podía procurarse su propio bienestar. Esas crisis poco a poco fueron degenerando en unos ataques de pánico y ansiedad que lo hicieron padecer durante muchos días y se comió él solo sus miedos y todas sus emociones. Obviamente esto ocasionó un cuadro severo de ansiedad y depresión. Fuera de todo, empezó a automedicarse y esto lo llevó a pasar por unos episodios muy fuertes de paranoia. Sentía que las personas que lo rodeaban le mentían, lo engañaban, querían usarlo y la única persona en la que confiaba era en Alejandra. Volvía una y otra vez al periodo en el cual estuvieron casados y eso lo hacía sentirse en paz y ahí fue que empezó a pensar cómo podría reconquistarla. Era claro que su estado mental y físico lo llevaron a tomar las peores decisiones y sobre todo, a ver cosas que no existían, que no eran viables y que no eran correctas. Cuando supo lo del video se enloqueció. Cuando vio a Alejandra con otro hombre de una forma tan explícita no pudo soportar el dolor y ahí inició la cadena de acontecimientos que lo iban a reducir a las condiciones en las que se encontraba hoy. Finalmente tuvo que volver donde sus papás, está bajo tratamiento médico, con una expresión ausente y demacrada, sumido en una tristeza infinita.

El papá de Alejandra le dijo que le había impresionado mucho esa conversación, que él fue hasta la casa de sus papás para hablar con él. Que había llorado mucho, que le había pedido perdón y que nunca hubiera querido que las cosas llegaran a ese extremo. El papá le dijo que conversaron en la sala y que no podía dejar de mirar una foto de Camilo que estaba enmarcada en un portarretratos que adornaba alguno de los muebles y se resistía a pensar que fuera el mismo hombre que tenía en frente. Estaba extremamente delgado, con ojeras, muy pálido y bastante alterado. Alejandra le dijo a su papá que lo sentía mucho, pero que cada quien se tiene que hacer cargo de sus propios traumas, demonios y emociones y que eso jamás debe ser una disculpa para agredir, abusar o matar a alguien. El papá estuvo de acuerdo con ella, le dijo que sentía mucho que hubiera tenido que pasar por algo tan horrible y que él estaría pendiente por si necesitaba cualquier cosa.

Alejandra cerró ese tema con su papá en paz. Nunca tuvieron una relación ideal, pero tampoco le interesaba seguir masticando rabias con él y menos ahora que estaba llegando el momento de tomar acciones concretas con respecto a su presente.

En esos días que habían pasado, había seguido hablando con Carlos, aunque sus mensajes eran cada vez más esporádicos y Alejandra no sentía una real motivación para contactarlo. Por otro lado, François le respondió la carta en donde le contaba todas sus tragedias el mismo día, pero un par de horas más tarde. Le dijo que no le había contestado antes porque estaba trabajando; que lo más importante para él era saber que ella se encontraba bien y al seguro. Por su profesión, estaba acostumbrado a conocer historias muy parecidas y a veces no terminaban con un final feliz. Lo segundo era que él entendía que ella pudiera pensar que saldría corriendo porque no lo conocía profundamente, pero que estaba muy lejos de la persona que era él, juzgarla o pensar que esos serían motivos para no querer verla de nuevo. Entendía perfectamente que quisiera tomarse un tiempo para organizar sus ideas y que nunca quiso presionarla; que si insistió fue porque le pareció una historia de esas de los cuentos llenos de romance y que había quedado tan impactado con ella que pensó que podrían vivir algo de manera desprevenida y sin pensar tanto. Pero que era obvio que después de conocer su situación, respetaría sus tiempos y la forma en la que haría sus cosas. Alejandra recibió esa respuesta con mucha alegría y mantuvo el contacto con François todos los días, se mandaban mensajes, se llamaban, se contaban sus cosas, él le contaba acerca de su trabajo, le enviaba fotos de su casa, de lo que desayunaba, de sus amigos, de su vida en Paris y ella hacía lo mismo.

Un día Alejandra se levantó, como todos los días fue al baño, salió y de pronto se quedó pensando que era raro que no le hubiera llegado el periodo. Hizo sus cálculos, efectivamente se dio cuente de que tenía un retraso, sin embargo, ni siquiera se asustó porque tomaba las pastillas y además con François había usado el preservativo. Concluyó entonces que habían sido días muy estresantes y que probablemente era eso lo que le estaba ocasionando el retraso. Siguió su jornada como siempre, había retomado la búsqueda de alguna especialización o master fuera del país, y en días anteriores una ex compañera de trabajo le había enviado una vacante muy interesante que había en una empresa grande. Revisó los requisitos, los ponderó y mandó la aplicación sin ninguna clase de expectativa. El hecho de tomar algunas acciones la hacía pensar que algo se tendría que abrir y que al final, la vida misma le mostraría el camino.

Sandra estaba fuera de Bogotá y Diego estaba super encamellado. Lo habían llamado para un proyecto muy grande y el trabajo apenas le daba pequeñas pausas para mandarle mensajes a sus amigas. Además, después de mucho tiempo, un hombre maravilloso conquistó su corazón y su agenda se repartía entre sus responsabilidades y el nuevo amor. Había que decir que Diego caminaba por las nubes como hacia mucho tiempo no pasaba. Alejandra extrañaba a sus amigos, pero al mismo tiempo, estaba muy feliz y agradecida por ellos. De pronto suelta la bomba en el grupo de los tres:

Mensaje de Alejandra:

¡Maricas! ¡Tengo un retraso!

No había terminado de mandar el mensaje cuando ya su celular le indicaba que había una videollamada del grupo. Alejandra contesta, todos gritan, preguntan, hablan, dicen cosas, especulan y ella los calma. En una sola carcajada les dice que quería asustarlos, pero que ni se hicieran ilusiones, era ‘imposible’ que estuviera embarazada, ellos sabían bien su postura con respecto a la maternidad, no le pasaba por la cabeza. Era clarísimo que el papá sería François y les decía en medio de una risa nerviosa: ¿y qué? ¿Lo llamo y le digo que va a ser papá de un bebé que tendría con una mujer que ha visto dos veces en su vida? Sus amigos le decían que no se riera tanto, que a veces las cosas pasan sin que tengan mucha explicación y que de verdad contemple la posibilidad de estar embarazada. Alejandra sin dudar un solo segundo les dice: si eso fuera así, no podría tener ese bebé. Punto. Sandra le dice que lo mejor es que se compre una prueba y salga de la duda cuanto antes para no empelicularse.

Alejandra sale de inmediato a la farmacia y compra la prueba. Llega a su casa, la hace y contra todo pronóstico, esta embarazada. Queda paralizada. No lo puede creer. Sale de nuevo como loca, regresa a la farmacia y compra varias pruebas de marcas diferentes, las hace todas y el resultado se repite. Las dos líneas salen muy bien marcadas y en otras sale la palabra ‘embarazada’ clara y legible. Alejandra empieza a temblar, está en shock, no es capaz ni siquiera de hablar con sus amigos. Sale de nuevo, esta vez para el centro médico más cercano y se realiza una prueba de sangre. Está en la sala de espera mordiéndose los dedos, después de un rato sale la enfermera con un sobre en la mano, se lo entrega, lo abre y es positivo. El mundo se le vino encima. No podía creer que algo así le estuviera pasando y extrañamente, la determinación de no tener ese bebé parece que se esfuma. De pronto empieza a dudar. Mientras se encuentra en semejante situación, recibe un mensaje de François como todos los días. El saluda, le pregunta cómo está, que hace, le dice que la piensa. Leer esas palabras la impulsan a hacerle una pregunta:

Mensaje de Alejandra:

¡Hola! ¿Qué dices si me voy para Paris la próxima semana? ¿Tienes tiempo para recibirme?

François no puede ocultar su felicidad, le dice que si es en serio que se lo está preguntando, que claro, que no ve la hora de que llegue, que la está esperando desde el día 0. Alejandra inmediatamente se va a buscar un tiquete y compra el primero que se ajusta a los tiempos que considera justos. Cuando François le pregunta que cuándo quiere viajar para comprárselo, Alejandra le manda ya el tiquete para que sepa la fecha en la que va a llegar. El está dichoso y le dice que va a preparar todo para su llegada.

Alejandra habla con su amiga Sandra. Le cuenta todo. Le dice que no quiere tomar ninguna decisión todavía, que de repente siente miedo de abortar, que talvez no es lo que quiere, que necesita ver a François una vez más y ver qué pasa por su cuerpo y por su mente cuando lo tenga al frente. Sabe que es una locura, que lo ha visto dos veces, pero en las últimas semanas no han parado de hablar y cada vez le gusta más, se siente cercana, han hecho click, ella se siente en paz. Al menos quiere verlo. Sandra le dice que es la cosa más bonita y sensata que le ha escuchado en los últimos tiempos. Le reafirma la importancia de hablarlo también con él; al menos, después se sentirá más segura independientemente de la decisión que tome.

Alejandra llega a Paris y François la recibe con una sonrisa, con los ojos brillantes y con un croissant. Ella le había dicho que no veía la hora de comerse uno y él quiso sorprenderla con su antojo el día que llegó. Era evidente la felicidad de los dos, estaban eléctricos, llenos de vida, de excitación, de mucha emoción. Esto no quería decir que él frente a la noticia del embarazo reaccionara bien, pero ella quería tomar el riesgo.

Después de haber pasado tres días de romance, de felicidad pura, Alejandra considera que es el momento de contarle la verdad a François. Ese día se van para Montmartre; es un domingo del final de un verano, el cielo está azul, los abraza una brisa cálida y los rodea ese ambiente fantástico de ese sitio lleno de arte, de cultura y de gente que viene y va entre esas calles únicas llenas de tiendas con todo tipo de artículos, desde el souvenir hasta las obras más excéntricas y maravillosas que se puedan reunir en un mismo espacio. Todo allí es único como el miedo que empezó a sentir Alejandra cuando pensaba que le diría a su francés encantador que estaba esperando un bebé. Habían caminado bastante, se sentía cansada y creía que había llegado el momento de darle la noticia.

Alejandra le dijo a François que se sentaran en uno de los cafecitos que hay en la plaza de los pintores, le pidió una crepe y una botella de agua. Ella se quedó sentada en una de las mesitas de afuera y de repente todo le empezó a dar vueltas, sintió que le faltaba el aire, trató de levantarse para pedirle ayuda a François, pero no alcanzó y se desmayó en medio de la gente que trató de auxiliarla. François salió inmediatamente, pidieron una ambulancia, cuando iban camino al hospital Alejandra recuperó el conocimiento, pero estaba muy pálida, con la boca seca y casi no podía hablar.

Finalmente llegaron al hospital, la entraron rápidamente por urgencias, le hicieron algunos exámenes, la revisaron y llamaron a François. El entró, se acercó a ella, la miró con mucha dulzura, le preguntó cómo estaba mientras le acariciaba el pelo. Ella le dijo que estaba mejor, que seguro se descompensó, pero que ya se sentía con más fuerzas. Alejandra mirándolo fijamente le dijo que había algo que tenía que decirle, y que estaba segura de que era eso lo que había ocasionado el desmayado. François sonrió, se le acercó más y le dijo: ‘si ese bebé es mío y tu lo quieres tener, yo también. Vamos a hacerlo’.

Alejandra no pudo contener sus lágrimas, le dijo que él no podía imaginar el miedo tan profundo que había sentido cuando supo que estaba embarazada, que ella nunca había querido tener hijos, que no sabía él cómo iba a reaccionar, pero que hubo todo el tiempo algo dentro de ella que le decía que estuviera feliz y tranquila por ese bebé y que independientemente de lo que pasara, siguiera adelante con ese embarazo, aunque todo pareciera una completa locura. François la besó, se quedó en silencio unos segundos y después susurrando le dijo:

François: La vida no es como la trazamos o como la dibujamos en la mente. Ese viaje que hice a Colombia fue desde el inicio una estupenda casualidad y siempre supe que por algo debería ir. Algunos pueden decir que nos acabamos de conocer y que esto es una locura, pero también conozco gente que dura diez años de novios, se casan y se separan meses después. Nadie ni nada puede garantizar que vayamos a ser felices por toda la vida, pero yo te puedo garantizar que hoy soy el hombre más feliz del mundo y que quiero intentarlo, quiero ser el papá de ese bebé y quiero caminar junto a ti.

Alejandra en medio de las lágrimas no podía hacer otra cosa que agradecer, sentía una paz y una alegría indescriptibles y todo el tiempo mientras estuvo ahí con François sintió la mano de su mamá que la apretaba y le decía que no tuviera miedo, que ella jamás la iba a desamparar y que fuera feliz con su nieto y con ese francés que se moría por ella, que lo merecía y que eso era lo que la vida seguramente le tenía reservado, como lo tiene reservado para todos. No importa la cantidad de situaciones difíciles, los días nublados, las tempestades, todo, absolutamente pasa, y para cada ser que se reconcilie consigo mismo, encuentre su paz y sea leal con lo que lleva en el alma, siempre habrá una y otra oportunidad para renacer.

Fin.