Paula: A veces, como me lo ha sugerido la psicóloga que frecuento, me dan ganas de preguntarte cómo te sientes cuando me dices las cosas que saltan de tu boca normalmente, pero es que no me dan ganas. No tengo tiempo para ocuparme de ti ni de tu comportamiento errático; si algo necesito en estos momentos es tranquilidad. Tengo urgencia de permanecer en un ambiente que me proporcione paz y buena energía; lo último que quiero recibir son reproches, críticas o cuestionamientos. No tengo la fuerza mental ni física para dedicar un solo segundo a cosas inútiles. Agradezco que se preocupen por mí, sin embargo, voy a empezar un proceso en el que es imperante la concentración, la buena alimentación, los cuidados, pero, sobre todo, la serenidad y eso es algo que no voy a obtener mientras siga a tu lado, Hugo.

Te agradezco que no me respondas, que no te devuelvas con una arenga de esas que sabes echar porque ya entendí que no tengo por qué soportar tus maltratos. No voy a regresar a la casa; voy a quedarme en la casa de Margarita. Como les dije, si quieren ir a visitarme, serán bienvenidos siempre y cuando sea para darme ánimo, para ayudarme, para darme los remedios, para apoyarme; de otra forma, pueden llamar a Margarita y preguntarle cómo van las cosas. Lo que yo espero en estos momentos es sentirme rodeada y reposada. El médico me dijo que eso es lo más importante para el postoperatorio y el resto del tratamiento. Gracias por recibirme y que tengas una buena noche.

Hugo: Chao Paula. Entiendo que estás sensible y por eso dices cosas que a lo mejor no…

Paula: No, Hugo. Te dije que no me respondieras. Y no. No estoy sensible. Estoy pasando por un momento muy difícil. Acá se habla de salud física y de riesgos muy graves, así que no trates de minimizar lo que me sucede diciendo que es que estoy sensible porque cualquier persona que pase por algo como esto sabe lo desafiante que es. El miedo no es aparente, no es un invento, es real y no se lo deseo a nadie. Ni siquiera a ti. Que estés bien.

Paula se subió en su carro, cerró la puerta y Hugo se quedó en silencio mientras ella se alejó de la que fue su casa por tantos años. Mientras manejaba de regreso a la casa de su prima se sentía orgullosa de la forma en la que le había contestado a Hugo. Aunque todavía tenía mucho por sanar, ya estaba dando algunos pasos que eran importantes para terminar de convencerse de que sí era capaz. Sabía que no iba a ser fácil, de hecho, esto que apenas estaba empezando le demostraba que los retos que se iban a presentar no eran cualquier cosa, pero que podía vencerlos y salir adelante. Eran muchos los temas que tenía todavía que trabajar. La relación con su madre seguramente era un argumento que debía entender y aunque tuviera que ir a excavar en las más profundas cuevas de dolor y desamor, era algo necesario para reparar el daño que le había causado. No es cierto que hay que cargar con los traumas para siempre. No es cierto que hay que repetir patrones, no es cierto que hay que elegir el tormento y cargarlo para siempre sobre los hombros porque eso fue lo que la vida tenía preparado. No. Paula entendió que debía despojarse de ese peso y caminar liviana por la vida.

Fueron semanas muy difíciles. Llegó el día de la cirugía. Hugo, sus hijos, su padre y Margarita estuvieron acompañándola. Todos esperando al médico para saber cómo había salido todo. El ambiente era tenso y cada uno estaba concentrado en los resultados. Parecía que no existía espacio para pensar en algo diferente. Elsa no fue a la clínica por petición directa de Paula y la hermana estuvo en comunicación permanente con Hugo. Los resultados de la operación y de la patología fueron positivos. Se alcanzó a remover la masa conservando el seno y el patólogo no encontró células de cáncer invasivo en los bordes del tejido que se extirpó, indicando que los márgenes eran negativos. Aunque fueron noticias alentadoras, el médico de Paula, le prescribió unas sesiones de radioterapia para minimizar el riesgo de la reaparición de las células cancerígenas.

Después de estar dos semanas en recuperación, inició la radioterapia. Fue un período exigente de sesiones diarias durante cinco semanas, gracias a que su caso no alcanzó a afectar los ganglios linfáticos. El proceso completo para Paula fue muy significativo. El hecho de tener que permanecer en una ‘pausa’, la ayudó a reflexionar acerca de los episodios más impactantes de su vida y seguramente la terapia y el acompañamiento de su psicóloga le dieron las herramientas para asimilar las cosas con lucidez. Sin duda, lo que más le costó fue la aceptación. No terminaba de culparse por todo lo que le había sucedido en los últimos meses.

Un día tratando de entretenerse mirando videos de unos y de otros, se encontró con una mujer que hablaba de su proceso con el cáncer. Decía que había una cosa que para ella había sido horrible y muy impactante y es la tendencia que tiene la gente de decir que, si se enfermó, prácticamente es porque se lo buscó. Explicaba que nadie podía imaginar lo que cruzaba por la mente y por el cuerpo de un paciente con cáncer y el hecho de cargar con esta culpa era insoportable porque el cuestionamiento llega. Será que no me alimenté bien, es que no dormí lo necesario, es que dejé que el estrés me consumiera, es que no hice nada por mi salud, es que no me controlé, en fin. Es injusto que una persona deba cargar con estos cuestionamientos porque nadie en el mundo debería atravesar por una experiencia semejante. Son muchos los factores por los cuales llegan las enfermedades, y sí, seguro hay una dosis de responsabilidad, pero lo que es cierto es que nadie lo hace con ese propósito. Nadie quiere pasar por algo así. Simplemente estas situaciones a veces emergen, hay que aceptarlas, afrontarlas y con la ayuda de la ciencia, de un soporte espiritual y la familia, tratar de sobrepasarlas.

En medio de lo dura de la situación, Hugo, sus hijos, su papá y especialmente Margarita, estuvieron muy pendientes de ella. Aprovechó para retomar algo que había dejado de lado por todas sus ocupaciones: la pintura. Paula tenía un talento muy especial y se dedicó a dibujar porque encontró en el arte una forma de exteriorizar sus emociones y un modo para contar ese pasaje extraño en el que la vida la puso en algún momento. Pasaron los días, Paula concluyó su terapia con unos resultados que le reafirmaron que era mucho más fuerte de lo que ella misma creía. Contra todo pronóstico, no porque el cáncer estuviera avanzado, si no por su estado emocional y mental, Paula se levantó con otro aire lista para luchar y crear una nueva vida que sería algo muy distinto a lo que conocía, lejano a lo que tal vez hubiera querido, o hubiera soñado; si, era otra vida, pero era la suya y estaba lista para dar la batalla.