Laura llega a la Clínica y se baja casi que corriendo. Antes de entrar, respira profundo, hace un gesto como para entrar en modo zen, desacelera el paso y entra sonriente y tranquila a la clínica. Se acerca a la recepción, saluda de manera elocuente como si la conocieran y sigue derecho. Una de las empleadas de la recepción la llama gentilmente y le pregunta que hacia dónde se dirige. Ella con toda tranquilidad se voltea y dice:

Laura: ¡Ah! Perdón, pensé que me habían reconocido. Voy a visitar a mi hermana habitación 304, Mariana Botero.

La empleada le dice que la disculpe y que siga tranquila. Laura toma el ascensor y llega al tercer piso y avanza caminando hacia la habitación. Se acerca con cuidado para verificar que no haya nadie, no escucha nada y entra. Mariana queda pálida y muda cuando la ve.

Laura: Hola Mariana. Tanto tiempo. ¿Estás sorprendida? Me imagino. No me voy a demorar. Solo vengo a decirte una cosa que espero que te quede bien clara: Deja en paz a Andrés y nunca, bajo ninguna circunstancia te vuelvas a acercar ni a él, ni a mi familia. Espero que te desaparezcas y no tenga que volver a pronunciar tu nombre. Ojalá te vayas para Nueva York o para Japón o para Marte. Te advierto que yo estoy dispuesta a defender mi familia como sea así que desaparece. Si quieres contar que estuve acá, ojalá lo hagas explicando por qué me tomé el trabajo de venir a buscar a una mujer que ha estado desestabilizando mi hogar por mucho tiempo. Por algo estarás en esta clínica porque tú no estás bien. No sabes el desprecio que siento por tí. Te abrí mi casa, me puse a tu disposición para lo que necesitaras, te escuché tus historias y hasta pensé que eras una mujer muy dulce. ¡Jah! ¡Mire la dulzura de mujer! Terminó coqueteando con mi esposo sin importarle nada. Por si las dudas te lo repito: espero que hayas entendido cuando te dije que no te vuelvas a acercar nunca más a mi familia. Que tengas un bonito día, Mariana. No olvides tomarte tus medicinas.

Laura sale de la habitación y Mariana queda en completo shock. No sabe qué hacer y mientras se encuentra en ese estado recibe una llamada de su mamá para decirle que va a la Clínica a las 4 p.m. Mariana tiene el impulso de pedirle que vaya inmediatamente pero se contiene y piensa que es mejor no hacer un escándalo. Pasa cerca de una hora y recibe una llamada al teléfono fijo de la habitación y le dicen que hay un señor en la recepción que quiere entrar a saludarla. Se trata de Daniel. Mariana autoriza el acceso y así un poco nervioso y con cara de preocupación entra.

Daniel: ¡Hola Mari! ¿Cómo estás? ¿Pero qué pasó? Me siento tan mal. Creo que todo fue culpa mía por haber hecho ese escándalo.

Mariana: ¡Hola Dan! Tampoco te creas tan importante. Digamos que si explotaste la bomba pero no me tomé esas pastillas por tus ataques de histeria desenfrenada. Puedes estar tranquilo. Igual, para andar relajado por la vida tienes mucha experiencia.

Daniel: ¿Tranquilo? ¿Tu crees que puedo estar tranquilo con todo lo que pasó? ¿Sabiendo que Catalina tiene un amante? Como difícil estar tranquilo.

Mariana: Daniel, ¿cómo puedes ser tan cínico? ¿Es que ya se te olvidó que te metiste con mi amiga Carla cuando estuviste en NY con Mauricio? Después de que te pedí, casi que te rogué que por favor no te enredaras con ella, te valió huevo, te enrumbaste, te la comiste y chao. Y tu sabes bien que Carla no se suicidó por tu culpa, pero ella estaba pasando por una depresión muy brava y fue la suma de una cantidad de sucesos desafortunados para ella.

Daniel: ¿Y tú crees que a mi eso no me rayó la existencia? ¿Por qué crees que me friquié tanto cuando supe lo que te había pasado? ¡Hp! He estado tan mal últimamente que creo que soy yo el que debería estar acá.

Mariana: Yo no te juzgo Daniel. Yo como tú he tenido una vida de excesos y creo que hemos vivido al límite. Lo que no soporto es saber que tengas el cinismo de hacerle semejante escándalo a Catalina. ¿Pero qué te pasa por la cabeza? ¿En serio vas a posar del ofendido como si fueras un santo? ¿Cómo te atreves a tratar a Catalina así de mal? ¿Solo porque ella no tiene ni idea de tus andanzas? Tú eres un tipo perro Daniel. Te la pasas buscando viejas. Parece que no te diste cuenta de la mujer que tenías al lado.

Daniel: Yo sé que es muy cínico de mi parte, pero no sé por qué los hombres somos así. Yo me casé con Catalina enamorado porque era la mujer ‘perfecta’. La niña de casa, bien educada, juiciosa, la que siempre te hace quedar bien, la que se sabe comportar. La esposa que todos quieren. Nunca en mi vida pensé que sería capaz de serme infiel, nunca en la vida se me pasó por la cabeza que pudiera siquiera contemplar hablar con alguien más. La veía tan dedicada, tan dispuesta a luchar por su hogar, tan dispuesta a…

Mariana: Tan dispuesta a aguantarse tus cachos, tus coqueteos, tus borracheras, tus trabas, tus ambientes de trabajo llenos de modelos y actrices divinas, tus excesos, ¿en serio Daniel? ¿Pero es que tu crees que las mujeres somos hechas de qué? ¿De lija? ¿Que estamos en este mundo para hacer el papel de las buenas esposas y esconder nuestras emociones por el qué dirán? ¿Que tenemos que tragarnos todo y quedarnos calladas porque así nos han dicho que nos vemos más bonitas? ¡Por favor! Eso talvez le tocó a tu abuelita. Las cosas están cambiando. Yo no estoy justificando la mentira. Pero esos pesos que traemos las mujeres empiezan a ser realmente incómodos y tampoco sabemos ni cómo quitarlos de encima. Nosotras también estamos aprendiendo.

Daniel: ¿Tu crees que Catalina está enamorada de ese huevón? ¿Ella quiere estar con él?

Mariana: ¡Qué va a estar enamorada de ese loco desquiciado! Se dejó enredar como yo. Estaba vulnerable y el idiota ese supo cómo desestabilizarla como a mi. ¿Además qué? ¿Está esperando a que el tipo se separe? Si hoy estuvo la demente de la esposa amenazándome para que le deje en paz al esposo, como si hubiera sido yo la que comenzó esta pesadilla! Es que no quiero saber nada de esa familia!

Daniel: ¿Cómo así Mariana? ¿Tú de qué me estás hablando? El tipo con el que tu te metiste es ese tal Andrés Santa?

Mariana: ¡maría! ¡Andrés Santamaría, Daniel! ¿Cuál Andrés Santa? ¡Ay! De verdad los tipos si son unas huevas, ¡mk!

Daniel: Pues así lo tenía guardado Catalina en el celular. Pero a mi me suena ese nombre. ¿Ese no es el esposo de la vieja que les hizo la remodelación en el restaurante?

Mariana: Si Danielis. Es ese. El mismo. ¿Tú lo conoces? En ese mismo viaje en el que tu te comiste a Carla, si no estoy mal, ustedes iban a verse con ellos una noche y se devolvían para Bogotá al día siguiente. Yo en esa época todavía no me imaginaba ni siquiera lo que me depararía el destino con ese psicópata.

Daniel: Pero espérate un momentico. ¿Entonces el tipo es una rata? A ti también te jodió la vida. ¿Pero por qué nunca se vieron?

Mariana: ¡Nuuu! ¡Mijitico! No tengo la más mínima intención de contar la misma historia tres veces en dos días. Ya se la conté a Angela y a la psicóloga y ¿ahora a ti? ¡No way! Lo único que te puedo decir es que ese tipo es un loco y evidentemente la esposa también. Uno ve a la gente así toda tranquila, con sus fotos en las redes todas bonitas, la familia perfecta y van saliendo severos personajes. ¿Tú nunca te has visto una serie que se llama ‘Mujeres Mortales’ o ‘Hasta que muerte nos separe’? Estos parecen inspiración de lo que uno ve en esas series. ¡Qué miedo! Yo de verdad creo que voy a pasar unos días acá en esta clínica, después paso otros con mis papás y me devuelvo para NY. Acá no me quiero quedar sabiendo que estoy cerca de estos desequilibrados. Yo estoy mal de mi cabeza, pero al menos estoy haciendo un tratamiento, pero ¿ellos? Ellos andan por ahí sueltos en las calles sin tratamientos y sin nada, haciéndose los super queridos, los decentes, los simpáticos y ¡bam! Resulta que son la reencarnación de Jeffrey Dahmer.

Daniel: ¡Pfff! Menos mal que al menos conservas tu particular sentido del humor. Esto es mucho enredo. ¿Tu has hablado con Catalina? ¿Ya le contaste todo, incluído mis deslices?

Mariana: ¡A ver! Primero, no he hablado con Catalina, pero ella ya debe saber todo lo de Andrés porque se lo conté a Angela esta mañana, entonces espero que se lo haya dicho para que entienda la calidad de gañán que es Santamaría. Y segundo, yo no tengo por qué decirle a Catalina nada de ti. Yo creo que ella debe saber que tú no eres ninguna representación de Cristo sobre la tierra. Las mujeres siempre sabemos o al menos lo intuímos; otra cosa es que decidimos no decir nada por múltiples motivos. Mira la esposa de Andrés, seguro le esculca el celular y le pilló mis conversaciones con él y ella debe ser de las que hace parecer que tiene la familia ideal. Es que no me extrañaría que él no sepa que ella sabe. Así que allá tu cómo vas a manejar esto con Catalina. Lo único que te puedo decir es que ella y yo y quién sabe cuántas mujeres hemos sido víctimas de ese triple hp papacito, porque pues es un papacito, hay que aceptarlo. Pero es un demonio. Daniel, en serio, piénsalo. De pronto ustedes si están a tiempo de salvar su matrimonio. ¡Shhh! Que viene alguien, puede ser mi mamá.

Escuchan unos pasos en el corredor. Entran a la habitación Angela y Catalina.