Catalina empieza a dondolear en esa silla apenas escucha ese nombre y la atraviesa entera un corrientazo que inexplicablemente la impulsa a decir: ‘Dígale que siga, gracias.’ En ese segundo se dio cuenta que Andrés provocaba en ella las emociones más intensas que jamás había experimentado. Entraba en una burbuja cada vez que ese hombre aparecía en su universo y lograba sumergirse ahí de tal manera que hasta había olvidado parar la canción que le acordaba todo de él: Azúcar Morena de Carla Morrison.

Catalina se pone de pie y se asoma a la puerta y ve a Andrés acercarse por el corredor que llega hasta su oficina. El la ve y a los dos se les cierran los ojos al mismo tiempo.

Andrés: Hola. Perdona por venir así. No sabía a dónde ir.

Catalina le hace una seña con la mano indicándole el sofá de su oficina y cierra la puerta detrás de ella. Andrés se sienta y se coge la cabeza con sus codos apoyados en las rodillas.

Catalina: Andrés, ya te dije que no quiero hablar contigo. No sé por qué insistes tanto. ¿Qué es lo que quieres de mi?

Andrés rompe en llanto. Catalina no entiende nada.

Catalina: ¡Andrés, por Dios! ¿Qué tienes? ¿Qué te pasó?

Andrés no decía nada y solo se agarraba la cabeza. Entre sollozos alcanza a pronunciar una que otra palabra.

Andrés: Perdón. Creo que es la primera vez que lloro así delante de alguien en toda mi vida. Qué pena contigo. Me siento ridículo.

Catalina: ¿Ridículo porque muestras tus emociones? Mira, no sé que te pasa, pero toda la vida vi a mi abuelo diciéndole a mis primos cuando lloraban que parecían niñas, que fueran machitos. No sé por qué siempre me afectó tanto eso. Talvez porque muchas veces los vi escondiéndose cuando se golpeaban y sentían dolor. Me compadezco mucho con ustedes los hombres por tener que estar escondiendo sus emociones porque les han metido en la cabeza que llorar es ‘de niñas’. Y viven con una cantidad de telarañas en la cabeza acumulando dolores y todo ¿para qué? Para vaciar esas penas en donde no deben, para buscar escapes donde solo hay más confusión. Si viniste hasta acá fue por algo. Háblame, dime qué te pasó.

Andrés: Vengo de ver a Mariana y ¡Wow! No me esperaba tantas emociones y tantas noticias, tantos golpes en un mismo momento. Evidentemente no era yo quien hablaba con ella. Era mi esposa.

Catalina: ¿Qué? No, no, no. Eso no puede ser. No, me niego a creer eso.

Andrés: Si. Yo también. Creo que por eso estoy tan destruido. Llevo no sé cuánto tiempo tratando de desarmar esa teoría y entre más lo intento, más encajan todas las piezas. Es solo que no puedo creer, es que me cuesta pensar que mi esposa, la persona que duerme a mi lado, la mamá de mis hijos, alguien que yo creía que era tranquila, dedicada a su familia, a sus cosas, haya sido capaz de hacer algo así. ¿Actuar con esa sangre fría? ¿Al punto de compartir fotos mías con una mujer? ¿Enamorarla? ¿Mandarle los mensajes de voz que yo le mandaba a ella para mantener la mentira? ¿Apropiarse de mi privacidad y botarla por ahí sin compasión? ¿Sin pensar en las consecuencias? ¿Pero qué persona es? Es que no, no puedo digerir esto.

Catalina: Andrés, yo creo que eso no es cierto. Además ella fue hasta la Clínica a decirle a Mariana que se alejara de ti. No tiene sentido que haya hecho eso si era ella la que estaba detrás de todo.

Andrés: Si tiene sentido y te voy a decir por qué. El día que yo me encontré contigo y con Angela a la hora del almuerzo, obviamente se lo conté a Laura. Le dije que me había dicho que quería hacer algunos cambios en el restaurante, me dijo con toda tranquilidad que si, que de pronto hablaba con Angela, pero que ella sentía que estaba muy ocupada para comprometerse con una cosa más. Hasta ahí todo normal, pero cuando le dije que Angela me había dicho que Mariana estaba acá y que se había separado, se puso muy nerviosa. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y empezó a preguntarme con insistencia un montón de cosas: que dónde se estaba quedando, que si yo había acordado algo con Angela, que si me había dado el teléfono, en fin. Me pareció raro, pero no le di tanta importancia. Pensé que como ella había conocido a Mariana, sencillamente le había dado curiosidad o yo que sé. ¿Sabes por qué fue a decirle eso a Mariana? Porque se sintió amenazada. Al saber que Mariana estaba acá y que de pronto Angela nos iba a llamar, pensó que se iba a descubrir todo. Iba a ser muy riesgoso para ella encontrarnos todos porque ella sabía hasta dónde había llegado con Mariana. Entonces, claro, necesitaba como fuera hablar con ella y callarla o alejarla. De hecho, me dijo que iba a ir a almorzar con Angela para hablar de la cotización y yo le dije que pensaba que no quería comprometerse con más cosas, pero estaba desesperada por hablar con Mariana y no sé si fue que Angela le contó o qué, pero pudo llegar hasta la Clínica.

Catalina: Tu esposa le dijo a Angela que no podía asumir más compromisos pero que quería decírselo en persona y lo de Mariana lo supo porque la escuchó mientras le daba los datos de la habitación a Mauricio por teléfono.

Andrés: No, no, no. De verdad es como si me estuvieran hablando de una persona que no conozco.

Catalina: Pero tú debes saber por qué ella hizo todo eso, Andrés. ¿Qué fue lo que la motivó a comportarse de esa manera? ¿Por qué? ¿O de verdad no tienes ni idea?

Andrés: Oye, espera un momento. Acabo de caer en cuenta de la canción que estabas escuchando cuando entré. Estaba tan mal que ya ni me acuerdo cómo entré, a qué hora me senté, pero ahora me llegó esa canción. Fue la que me hiciste escuchar cuando estuvimos juntos. Desde ese día creo que la he escuchado todo el tiempo.

Catalina: ¿Pero te parece normal ese cambio de tema?

Andrés: Catalina, es que no he podido dejar de pensar en ti. Te tengo atravesada. Entiendo que estamos hablando de algo horrible, pero verte acá en frente mío me hizo sentir mejor. Pensé que no te iba a volver a ver jamás y eso me estaba matando.

Catalina: No, yo no tengo ganas de hablar de eso, de verdad. Todavía estoy en shock con toda esta información. Ahora estoy muerta de la angustia pensando que tu esposa sabe de mi y que me va a buscar o me va a hacer algo. Perdona que te diga esto, ¿pero a ti no te preocupa ella? Nunca había oído una cosa tan escabrosa. No es para nada normal. No estamos hablando de la esposa que se da cuenta de la infidelidad del marido y llama a la amante y le hace el reclamo, o le escribe al esposo de la amante, o se le aparece en la oficina, no sé. Creo que hemos sabido siempre de muchas cosas que llega a hacer una esposa traicionada, ¿pero esto? Parece sacado de una historia de terror. Osea, yo jamás hubiera creído que alguien pudiera llegar a semejantes extremos.

Andrés: Si, yo sé. Es horrible. Se me cayó el mundo encima. Tenemos tiquetes para irnos la otra semana con los niños a los parques. No, es que no. No puedo con esto. No sé ni qué hacer. No sé si confrontarla, no sé cómo abordar el tema con ella. ¡No, hp! ¡Qué locura esta mierda! Me gustaría desaparecerme.

Catalina: Pero claro que la tienes que confrontar. ¿O es que todavía piensas que puede ser otra persona? ¿Tienes dudas?

Andrés: Mira, a este punto no sé qué creer ni qué pensar. Es tan horrible imaginarme que ella haya sido capaz de hacer algo así que a ratos me llegan como unas luces de sospecha y creo que Laura también haya podido ser una víctima. Yo sé que es raro, pero no sé si me puedas entender. Es como que te niegas a pensar mal porque al fin y al cabo llevas años al lado de una persona que crees conocer perfectamente. Y si, los seres humanos pasamos por momentos, a lo mejor estamos en una constante transformación, pero no es como que te acuestas a dormir con la bella y un día te despiertas con la bestia al lado. Ahora pensaba que yo también he sido jodido. A mi me gustan mis espacios, viajo solo, a veces estando con ella quiero estar aislado. Ella me conoció así y aparentemente lo aceptó. Puede ser que no fue así, que siempre lo resintió, que se le convirtió en una carga de dinamita y un día estalló. Mira, de verdad no sé. Y por eso y por mil cosas más no sé ni siquiera si quiero saber. Si estoy preparado para tener esa conversación con ella. No soporto pensar que le hizo ese daño tan grande a Mariana, pero también pienso en las heridas que probablemente tiene ella para llegar a hacer algo así. Tengo un enredo en mi cabeza gigante.

Una llamada interrumpe la conversación. Catalina contesta.

Recepcionista: Doctora Catalina, su esposo la busca.