Manuel había encontrado los dólares que yo dizque había escondido en mi closet. No entendía por qué estaba esculcando mis cosas. De nuevo él haciendo cosas raras entonces le pregunté: ¿Y a ti qué te importa si yo tengo o no cómo justificar esos dólares? Primero, no tengo ni idea por qué estabas en mi closet. Es que se te perdió algo? ¿Qué fuiste a buscar ahí? Y segundo, ese eres tú. En lugar de pensar que a lo mejor me está yendo bien con mi empresa, que estoy ganando dinero, me cuestionas, te pones sospechoso e irónico.” Se quedó mirándome y con su tonito de siempre me dijo: “¿Sabes qué? Te he sentido muy agresiva conmigo últimamente. No sé qué te pasa, pero creo que no estamos muy bien. He tenido unas semanas muy fuertes en el trabajo; tengo un problema grande con un empleado que ahora puso una denuncia en el Ministerio de Trabajo y escaló el tema con Recursos Humanos, Presidencia y hasta el gato. He estado estresado y llego a la casa y siento que tú me miras con desprecio, estás como prevenida todo el tiempo. Entré a tu closet porque ahí había encontrado la vez pasada uno de mis sacos; no encontraba el negro y me dio por echar un ojo en tus cosas para ver si estaba ahí y efectivamente lo encontré. Cuando estaba mirando, alcancé a ver el sobre y noté que un billete se salía. Tenemos una empleada nueva, pensé que lo mejor era controlar y vi esos dólares. Claro que me hago dos preguntas Diana. Ese es mi tema, las finanzas, los impuestos, el derecho tributario, las declaraciones de rentas, todos esas cosas; no te hice un interrogatorio. Yo puedo entender que ahora que tienes clientes internacionales prefieran hacerte pagos en dólares, pero hay que tener cuidado con eso, sobre todo cuando son sumas importantes. Es solo eso.”

Ese pedazo de cucaracho tenía la virtud de hacerme sentir como un zapato. Fue capaz de hacerme repensar las cosas y si uno va a mirar, en medio de todo, tenía razón. Es lógico que se haga dos preguntas, es obvio que se preocupe porque como él mismo dice, es su tema, en eso trabaja, en fin. Lo miré menos rayado y le dije que yo también estaba muy estresada, que tenía mucha ansiedad con el hecho de que me fuera bien con mi agencia, que tenía muchas expectativas y que estaba haciendo lo imposible para que todo funcionara. No sé por qué sentí una mirada suya algo compasiva. Me dijo que lo estaba logrando, que me estaba yendo bien, y que seguro me iba a ir mejor, así que me tranquilizara. También mencionó que había estado mirando unas opciones para irnos unos días con los niños para alguna parte que porque hace rato no hacíamos nada y que podíamos aprovechar la semana de receso. Le dije que me parecía buena idea, entonces me preguntó que si me quería ocupar de eso, que talvez preguntarles a los niños si tenían alguna preferencia y que organizara. Pensé que era buena idea, obviamente por ellos, no por estar con él. Qué tal!

El caso es que como hacía mucho tiempo no pasaba, nos pusimos a hablar de varias cosas y terminó contándome lo que había pasado con el tal empleado. Lo noté muy preocupado. Me contó que era un analista con el que había tenido un encontrón y que ahora le había puesto denuncia hasta en la DEA. Le insistí en que me contara lo que había pasado. Me dijo que era un desagradecido y que ahora él le había salido a deber. El empleado tenía un cargo en la sección de presupuesto o algo así y Manuel necesitaba reforzar el área de análisis, en teoría era un ascenso, pero el tipo resultó haciendo mucho más de lo que estaba haciendo antes por un aumento irrisorio del sueldo, sumado a que estaba saliendo tarde y nada le venía recompensado. Para completar, no había recibido la formación necesaria para asumir las nuevas funciones y su jefe inmediato le exigía con un trato bastante displicente. Lo que a mi no me cuadraba era por qué Manuel estaba involucrado en ese lío y sobre todo, por qué estaba tan interesado en el tema. Ahí empecé a indagar más para poder llegar al meollo y Manuel sin darse cuenta me soltó por los lados algunos detalles.

Me dijo: “Es que el tipo terminó en mi oficina porque yo fui el que dio la orden de pasarlo para ese cargo. Estaba enterado de lo que estaba haciendo y me pareció que podría ser una oportunidad para él; es un tipo que le gusta trabajar, al menos eso parecía. Cuando fue a mi oficina a hacerme el reclamo le dije que yo pensaba que le había hecho un favor por pasarlo donde está ahora y se puso furioso. Me salió con un discurso ahí de proletario orgulloso, que a él nadie le estaba haciendo favores, que él estaba cumpliendo con sus funciones, y un montón de maricadas. En ese momento me dijo que eso no se iba a quedar así y yo le dije que ok. Pero el tipo si se fue al Ministerio de Trabajo, a Recursos Humanos y hasta la Presidencia, y tu sabes cómo es Guillermo con esos temas. Me dijo que solucionara eso rapidito, que no quería tener problemas y ahora estoy mirando a ver qué hago”.

En realidad, le vi la cara de preocupación, pero no terminaba de entender. A mi me faltaba un pedazo de esa historia. El caso es que le dije lo de siempre: que seguro eso se resolvía sin problema, que no se estresara por eso, en fin, cualquier pendejada. Me fui para el baño y me acordé que María Clara tenía un primo en el Ministerio de Trabajo en un cargo importante. Le mandé un mensaje, me dijo que ya le hablaba a su primo y a los cinco minutos me escribió y me dijo que le mandara el nombre del tipo y que, si tenía un documento, mejor. Manuel se había bajado para la sala y le mandé el mensaje por el celular y me responde: “El nombre del tipo es Carlos Arturo Becerra y el documento es tal”. Le mandé el dato a María Clara y me quedé aterrada. ¿Becerra? ¿Como el tal William? Le escribí a Marcela inmediatamente y le pregunté si ese tipo tenía un hermano o algo y me dijo que no tenía ni idea, pero que podía averiguar al otro día con la empleada que salió con él, que cuando supiera algo me contaba.

Yo ya sospechaba de todo y no entendía nada. Lo que era cierto para mí en ese momento es que Manuel andaba en algo raro. Pensé de todo. No sé por qué me dio por pensar que estaba haciendo negocios raros a través de la empresa. Uno que va a saber, vendiendo información o algo así. El caso es que me acosté, él se demoró un montón en subir, yo me quedé dormida y cuando abrí los ojos ya había amanecido. Empecé la rutina de todos los fucking days, hice varias cosas, me preparé para la reunión con Brasil y se llegó la hora. Llegué al sitio, esta vez me hicieron pasar inmediatamente a una sala de reuniones, entré y el tipo estaba solo. Me pareció normal. De hecho, me dijo el Gerente Comercial había tenido que ir a otra reunión. Empezó a hacerme varias preguntas las cuales contesté con todo el conocimiento y me hizo una exposición de la situación en la que él se encontraba en el mercado colombiano en ese momento, cuál era su target, a quién le quería llegar primero y en cuánto tiempo. Este iba en picada. Me pareció muy interesante y retador. Sin titubeos me preguntó si estaba realmente preparada para desarrollar una estrategia efectiva para lo que él necesitaba. Me dijo: “Yo quiero sentirme tranquilo y saber que usted cuenta con los recursos físicos y humanos para sacar adelante mi proyecto y darme resultados contundentes”. Yo pasé saliva porque en realidad era muy ambicioso, iba a tener que buscar un equipo de trabajo, pero le dije que sí, que claro. Me dijo que necesitaba esa propuesta el jueves. Yo abrí los ojos y le dije que era muy poco tiempo y me dijo que tenía afán, que si no alcanzaba entonces que dejáramos así. Obviamente le dije que bueno, que iba a correr y se la presentaba. Me dijo que lo apreciaba mucho, que lo que pasaba era que para él era importante estar cuando hiciera la presentación y resolver dudas en el momento porque no tenía tiempo para perder. Ahí ya me estaban temblando las piernas.

Empecé a recoger mis cosas, le dije que gracias por el tiempo y por la oportunidad. Que me iba porque tenía mucho trabajo por hacer, me dio la mano, me agradeció y me dijo que nos veíamos el jueves, que la hora y el lugar me lo confirmaba al día siguiente. Le dije que ok y salí de esa oficina sudando y con angustia existencial. Inmediatamente empecé a buscar en mi celular a una persona con la que yo había trabajado en mi oficina y había renunciado para trabajar freelance. Una mujer super pila que era la precisa para que me ayudara a desarrollar esa propuesta. Me contestó, le conté el rollo a la velocidad de la luz y se le midió de una y como que me volvió el alma al cuerpo. Le dije que si tenía tiempo para vernos ese mismo día, me dijo que si, nos pusimos una cita y salí como alma que lleva al diablo para el supermercado a comprar algunas cosas que me hacían falta. Estaba con mi carrito, mi cuerpo y mis manos en esas estanterías agarrando productos y con mi mente a mil pensando en todo lo que iba a incluir en esa propuesta. Cuando me di cuenta estaba haciendo la fila en la caja y de pronto me entra un mensaje.

“Hola Diana, ¿te molesto?”