Si! Era Brasil. Le contesté inmediatamente; a punto de presentarle una propuesta tan importante con la que iba a poder ganar mucha plata, estaba dispuesta a contestarle mensajes a la hora que fuera. Le dije que no me molestaba, que si necesitaba algo. Me dijo que si; que acababa de llegar al hotel y que le gustaría discutir un tema para que lo tuviera en cuenta, que era algo que había surgido después de la última reunión que había tenido, que si me podía llamar. Yo toda encartada haciendo fila para pagar el mercado le pregunté que en qué hotel estaba y en realidad, estaba muy cerca a mi casa. Le dije: “Si quiere puedo pasar por el hotel en 15 minutos y me cuenta con calma”. Me agradeció con mucho entusiasmo y me dijo que me esperaba en el lobby en una de las salas que estaban a mano izquierda después de cruzar la puerta principal. Pagué ese mercado, lo embutí en el baúl del carro, le mandé un mensaje a Paola, la persona con la que me iba a ver para trabajar en la propuesta diciéndole que nos veíamos al día siguiente y me fui embalada para ese hotel. Medio me miré en el espejo, me acomodé lo que tenía puesto y entré a ese hotel.
Efectivamente me estaba esperando en la tal sala. Se había ‘refrescado’; sin corbata, vestido un poco más sport se veía ese hombre delicioso. Yo llegué toda afanada. Me saludó super querido, me dijo que por favor disculpara su intensidad pero que él era un adicto al workaholic, que todavía estaba a tiempo de retirarme porque en realidad seguirle el ritmo era de verdad una cosa que pocos aguantaban y que por eso pagaba bien. Le dije que no había problema, que me encantaban los retos y que estaba lista. Empieza este hombre a contarme todo lo que había sucedido en esa reunión y las ideas que se le vinieron a la cabeza. Me pareció increíble la visión y la proyección de ese hombre. Mientras hablaba pensaba que por eso tenía esa empresa y por eso había llegado hasta ahí. Se le notaba el deseo de crecer, de expandirse, de desarrollar nuevos productos; parecía una máquina. Escribía todo, hacía diagramas, dibujaba, tomaba notas. Yo estaba fascinada de escucharlo. De un momento a otro me dijo: “Diana, perdóname, no te he dicho si quieres tomar algo, es más, yo tengo como hambre, si tienes tiempo y quieres, te invito a comer acá en el hotel así terminamos de hablar”. Yo no dudé en decirle que si. Me parecía tan profesional, tan pilo, tan inteligente. Lo que más me gustaba es que mientras él hacía todos esos diagramas me daba las pautas para yo poder presentarle la propuesta. Básicamente me estaba haciendo el borrador de lo que debía pasarle. Por dentro pensaba: “Esto es mío”. Aclaro, el contrato.
Nos fuimos para el restaurante. Nos sentamos y él pidió un whiskey y yo fui pidiendo mi gin tonic. Yo sé, un poco fuera de tono, debí pedir agua, pero estaba tan emocionada y como él ordenó un trago fuerte, pues no me quise quedar atrás. Seguimos hablando de trabajo, pedimos la comida, nos llegaron los tragos. El siguió con su speech y yo beba genoveva, ya habíamos pedido otros tragos y hable que hable. De pronto llegó el Gerente Comercial, nos saludó, me miró y me dijo: “¡Ah! Veo que ya te tiene marchando!”. Nos reimos y se fue diciendo que mejor escapaba antes de que lo pusiera a trabajar también. Se acabó la comida y cuando me paré de esa mesa me di cuenta que yo estaba ‘happy’ y dije: “Uy! Peligrosa esta mierda!”. De pronto este hombre se voltea y me manda una mirada para lo que no estaba preparada, me cogió del brazo como para hacerme seguir primero que él y siento este corrientazo que me sube desde la cucaracha hasta la vena de la frente. Quedé en shock.
No fueron necesarias las palabras. No me pregunten a qué hora, cómo, en qué momento, pero cuando me di cuenta yo estaba en la cama con Brasil. Ese hombre me pegó una zarandeada hasta brava, el despeluque mío no era normal y con esa media borrachera, peor. Me cogia, me soltaba, me besaba, me volteaba, me volvía a voltear, me subía, me bajaba y me daba órdenes. Ponte acá, ven aquí, coge acá, o sea, yo creo que así debe ser un casting para una película con Rocco Sigifredi. ¡Ah! ¿No saben quién es él? ¡Ayayayayay! De verdad a mi ese hombre me encantó. Por momentos me acordaba de Juliana diciéndome que me comiera a alguno para que soltara toda la rabia que tenía y en otros pensaba en el salmón que se estaba descongelando en el baúl del carro. Pero cuando volvía a esa cama y me encontraba rodeada de los brazos de ese hombre me provocaba morirme de la dicha. Fuera de eso se le salían entre los gemidos palabras en portugués! Ay! No! No me puedo acordar porque me da de todo. Además era tierno, me acariciaba, me miraba con una dulzura; una cosa loca ese tipo. Yo estaba feliz.
Pero como dice Hector, ‘todo tiene su final’ y yo tenía que volver a mi casa. Me paré de esa cama, recogí mis trapitos, me fui para el bano, me vestí, medio me arreglé ese pelo con los dedos. Esta vez obviamente no me quité mis anillos y salí. El estaba en la cama todavía en bola con el celular en la mano. Apenas me vio que salí soltó el celular, me dijo con una sonrisita toda hermosa: “¿Te vas ya?” Le dije que si, que era tarde y que tenía que trabajar. Se sale ese hombre de esa cama con ese piringuinono bailando pa’lla y pa’ca y se viene corriendo, me abraza, me coge a besos, muerto de risa. Yo no sabía ni qué hacer, pero me encantaba, parecía un nino chiquito. Me dijo que había pasado un rato delicioso, me agradeció, me dijo que le parecía una mujer divina, que no quería que me fuera, en fin. ¡Ojo! Todo esto en bola. A mi me provocaba saltar de nuevo a esa cama. Le dije que en serio me tenía que ir.
Me miró, me dijo que bueno, que me dejaba en paz, que esperaba que esa propuesta fuera de otro mundo para que siguiéramos trabajando juntos, yo me acerqué a darle un beso de despedida, me dio un besotote y cuando ya iba a salir, me dijo: “!Espera! Vi que se fue a coger un maletín que estaba en un sofá, sacó como un brochure, me lo entregó; lo tomé en mis manos, me puse a verlo, me di cuenta que era de su empresa y de pronto me entrega un sobre de manila cerrado. Lo recibí, pero no entendía nada. Cuando lo tuve en mi mano me di cuenta que era dinero y yo me ahuevé. El no me dijo nada. Simplemente me lo entregó, me dio otro beso y me dijo: “Nos vemos el jueves, si tienes dudas me llamas y si las tengo yo, te llamo, que te vaya bien”.
Ya sé. Se estarán preguntando que por qué no dije nada. No sé. Yo me di la vuelta y salí con mi cartera, el brochure y ese sobre sin entender lo que estaba pasando. Cuando iba caminando por el corredor, tuve el impulso de devolverme a preguntarle algo, pero es que ni sabía qué preguntar. Pensaba: de pronto me está haciendo un adelanto por la propuesta. Eso era absurdo. Pero entonces ¿por qué me dio esa plata igual que lo hizo el senor Chile?Como que me temblaba todo. Me subí al carro, abrí el sobre y habían 10.000 dólares. Quedé loca. Por más que me esforzaba no encontraba la razón por la cual Brasil me había dado esa plata. Como estaría de confundida que en mi mente se cruzaban ideas como ésta: de pronto en medio de mi prendida hablamos de eso y yo no me acordaba? Pero es que de dónde sacó esa cifra? Me estaba dando susto. Lo único que podía unir una cosa con la otra era Vanessa. Cogí ese teléfono y la llamé sin pensar ni siquiera lo que le iba a decir.
Me contestó super tranquila, la saludé, me preguntó que si todo estaba bien. Le dije que si, que había tenido la cita con el brasilero; me dijo que claro, que estaba pendiente de eso, que cómo había salido todo, le dije que bien, que tenía que pasarle una propuesta, que todavía no se había concretado nada, pero que la llamaba porque quería saber un poco cómo funcionaba la comunicación entre ella y las empresas. Me dijo que ella usaba una apliación que había mandado a disenar exclusivamente para su agencia programada para que a través de algunos parámetros inicialmente arrojara unos matches, dependiendo de las lineas de negocios, de los productos, experiencia, etc., y con ese resultado el resto del estudio se hacía de manera personal. Es decir, ella se encargaba de mandar la información de los empresarios colombianos dependiendo de lo que podían estar buscando los extranjeros. Le pregunté que si yo aparecía en alguna búsqueda que ellos hacían y me dijo que absolutamente no. Que la información era absolutamente confidencial, que por eso ella me enviaba el perfil del empresario y era yo la que decidía si era de mi interés o no, que cuando yo aceptaba, ella mandaba mi perfil y se coordinaba la reunión. Le pregunté que cuáles eran los problemas que se podían presentar, me dijo que los incumplimientos de las citas porque de ahí en adelante, obviamente ella no era responsable de lo que se pactaba entre las empresas.
Ella no pedía ninguna comisión de los negocios que se dieran entre los interesados así que eso la mantenía fuera de las relaciones contractuales entre los empresarios. Me dijo que si había pasado algo raro, le dije que no, que todo estaba bien, solo que tenía curiosidad. Le pregunté que si era posible que entre ellos se comunicaran y me dijo que a través de ella no, pero que si le había pasado que algunos extranjeros habían llegado a ella por referidos, lo cual quería decir que había un conocimiento previo. Le dije que si ella ya había trabajado con el senor Chile y con Brasil antes. Me dijo que con Chile si, varias veces y que con Brasil era la segunda vez. Me explicó que ella también organiza rondas de negocios, eventos B2B, ferias, etc., entonces que la contactan para varios servicios. Obviamente no podía preguntarle que si dentro de esos servicios estaba acostarse con mujeres, pero esto me parecía muy raro.
Vanessa insistió diciéndome que si todo estaba bien. Me dijo que a ella le había ido muy bien con los dos, que no había tenido problemas, pero que si había ocurrido algo, que por favor le dijera porque si algo era importante para ella el perfil de sus clientes porque ese era el éxito de su agencia. La sentí tan profesional, tan seria y tan preocupada con mi interrogatorio que era impensable decirle que era que los dos me habían dado 10.000 dólares por acostarse conmigo. Le dije que todo estaba bien, que simplemente tenía esas dudas y que quería profundizar porque aparentemente las cosas iban por buen camino. Me dijo que se alegraba mucho, que de eso se trataba, y que por favor no dudara en llamarla para aclarar cualquier duda o para reportar cualquier irregularidad. Me despedí, le agradecí y me quedé como un zombie viendo ese sobre. Me entra un mensaje. “Hola Diana, soy el senor Chile. Tienes tiempo manana para que firmemos el contrato? Llego a Bogotá a las 10:00 a.m. Cuéntame a qué hora estás disponible. Saludos.”