Lo primero que pensé fue que el hecho de verme con el señor Chile no quería decir que estaba implícita la otra parte del contrato. O sea, íbamos a formalizar la propuesta que le había mandado así que era una cosa que se podía hacer en una oficina en un horario normal. Le respondí que iba a estar muy ocupada todo el día trabajando, pero que si me daba una hora y un lugar podía ir para la firma del contrato, que me dijera cuánto tiempo pensaba estar en Bogotá para ver si podíamos coordinar una reunión para empezar a desarrollar las actividades pactadas. Traté de ser super precisa para que entendiera que no era que iba a ir a coquetear ni mucho menos a fornicar. Me contestó diciendo que él iba a estar reunido con su equipo en una sala del hotel de 2:00 a 4:00 p.m., así que si quería pasar en ese intervalo de tiempo estaba perfecto porque aprovecharíamos que estaba con su staff, interrumpía un momento su reunión para firmar los papeles y quedar claros con la fecha de inicio del proyecto.

Me pareció perfecta esa respuesta. Quedé tranquila. Le dije que entonces pasaba a las 3:00 p.m. y salí de ese chicharrón. Llegué a mi casa consternada. Por un lado, había pasado un rato espectacular con Brasil, todavía me temblaba todo, me dolían las piernas, sentía su olor impregnado y me daba escalofrío, pero por otro lado ese tema de la plata no me cuadraba. Me metí de una a bañarme. Cuando salí de la ducha Manuel estaba en el cuarto, me miró con sorpresa y me dijo que por qué me había bañado. Le dije que había tenido un día super ocupado, que estaba estresada y muy cansada y que por eso había decidido relajarme en la ducha. Le pregunté que cómo iban las cosas en la oficina con este tipo y me dijo que no había pasado nada raro, que él había tenido reuniones todo el día y que no había tenido tiempo ni para pensar en eso. Me preguntó que si tenía noticias de mi contacto del Ministerio, le dije que no, que yo tampoco había tenido tiempo para nada.

Apenas pude, le escribí a Paola para programar nuestra cita. Quedamos de vernos a las 8:00 a.m. en mi casa para empezar a trabajar. Le mandé un mensaje a Marcela diciéndole que no iba a poder verme con ella al otro día porque estaba super colgada de tiempo. Me contestó preguntándome si me podía llamar porque tenía noticias. Le dije que la llamaba yo en diez minutos. Me puse la pijama, cogí mis papeles y me fui para el estudio y le marqué. Me dijo que había hablado con la vieja con la que había salido el famoso William y le había dicho que lo único que sabía era que él tenía un hijo que vivía con la mamá, que hasta donde sabía no tenía hermanos y que vivía solo. Le pregunté si sabía cuántos años tenía el hijo, me dijo que ella creía que 27 o algo así. Que alguna vez William le había contado esa historia; su novia del colegio había quedado embarazada y había tenido el niño y desde siempre había vivido con ella. Le pregunté que si le había dado el nombre y efectivamente era el mismo nombre del empleado de Manuel. Le dije a Marcela que eso estaba rarísimo. Que entonces era el hijo de este tipo. Le pregunté que si esta vieja que había salido con él sabía de William y Marcela me dijo que se lo había preguntado y que ella le había dicho que no tenía ni idea del paradero de él, que no tiene redes sociales ni nada, y que nunca más volvió a tener noticias del personaje. En esas entró Manuel al estudio, me tocó cambiar de tema y me dio pánico pensar que talvez me estaba escuchando. Entró como si nada, abrió un cajón como si estuviera buscando un papel, lo cogió y volvió a salir pero yo cambié de tema con Marcela y le dije que la llamaba después; me dijo que ok.

Me fui para el cuarto, Manuel no me dijo nada y yo me acosté a dormir. Tan pronto puse la cabeza en la almohada quedé privada. Al otro día me levanté super temprano, hice las mismas cosas de todas las mañanas, les hice el desayuno a los niños, llegó Paola y nos sentamos a trabajar. Se pasó el día a mil. Cuando me di cuenta ya era medio día, almorzamos en la casa y le dije que me acompañara a encontrarme con el señor Chile, así la cosa iba a ser mucho más rápida y no iba a haber espacio para preguntas incómodas, ni solicitudes de nudes, ni nada por el estilo. Además para mi era positivo que conocieran a Paola porque si las cosas seguían así, seguramente íbamos a trabajar juntas en todos esos proyectos. Ella era muy pila. Nos fuimos para la cita. Llegamos, me indicaron cuál era la sala, golpeé la puerta, me abrió una mujer super bonita, se presentó super profesional, nos invitó a seguir. Estaba el señor Chile, dos tipos más y esta mujer. Mi socio y amante se paró de esa silla, me saludó muy amable, le dio la mano a Paola y nos invitaron a sentarnos. Esta mujer que de verdad parecía una modelo, sacó de una carpeta todos los documentos del contrato, los revisamos, todo aparentemente estaba en orden y firmamos. Me dijo que iba a estar en Bogotá toda la semana, pero que iba a estar muy ocupado. Me dijo que si surgían dudas que podía comunicarme con él. Le agradecí, nos dimos el apretón de manos y Paola y yo salimos de esa sala super contentas. Mi primer contrato grande era una realidad. Yo como que no podía creerlo.

Paola me miraba con tanta admiración, me decía que ella nunca hubiera tenido dudas de que me iba a ir super bien, que tenía todo para ser exitosa. Yo no sabía de verdad había logrado ese contrato por mi profesionalidad o porque me había acostado con ese tipo. Pero bueno, no tenía tiempo para ponerme a pensar en eso. Seguimos trabajando super concentradas; habíamos adelantado un montón, pero faltaba una parte así que no podíamos parar. Me entró un mensaje, era Brasil que me preguntaba si tenía tiempo para hablar un momento por teléfono, le dije que si y me llamó inmediatamente. Me empezó a preguntar algunas cosas acerca de una empresa de la que habíamos hablado cuando estuvimos reunidos. Yo le respondí lo que sabía y cuando estaba llegando el momento de cerrar la conversación le dije: “Perdone si le hago esta pregunta, pero quisiera saber si usted conoce al ‘señor Chile’, el dueño de x, una empresa chilena”. Me respondió sin dudar que no, que obviamente sabía qué empresa era, pero que a él no lo conocía, me preguntó que por qué, le dije que era simple curiosidad, que acababa de firmar un contrato con él y que hubiera sido útil recibir alguna referencia de alguien que lo conociera. Me repitió que no, que lo sentía mucho, pero que me felicitaba por el contrato. Antes de colgar me dijo que me había pensado mucho y que no veía la hora de verme otra vez. No me aguanté las ganas y le pregunté por el dinero; le dije que por qué me había dado ese sobre con esa plata y me respondió con toda la naturalidad: “Diana, todo en esta vida tiene precio; tú y yo somos personas que trabajamos mucho y yo te dije que yo pago bien”. Le dije: “sí, pero es que yo no soy una escort; yo contraté la agencia de PR para hacer negocios con empresarios, pero no de ese tipo. Me dijo: “Yo sé que no eres una escort, pero los recibiste”. Le dije: “Pero, por qué me dio esa suma, ¿por qué 10.000?” Me respondió que porque era lo que tenía a la mano. Una última pregunta:”¿Es que Vanessa tiene algo que ver con esto?” Me dijo: “¿Quién es Vanessa?” Le dije: “Pues la dueña de la agencia de PR”. Me dijo que él no la conocía, que nunca había hablado con ella porque de eso se encargaba su gerente comercial.

Si antes estaba confundida, después de eso quedé peor, había algo que no me cuadraba. El caso es que Brasil tenía razón; yo había recibido el dinero y punto. Volví donde Paola, trabajamos hasta tarde, pero terminamos la propuesta. Quedé muy satisfecha con lo que habíamos hecho y solo esperaba que Brasil quedara impresionado.

Llegó el día siguiente; me levanté super ansiosa. Le mandé un mensaje a Brasil diciéndole que por favor me dijera la hora y el lugar donde tenía que ir para hacerle la presentación de la propuesta porque estaba lista. Como cosa extraña, no me contestó inmediatamente; yo miraba ese celular cada dos segundos y nada. No aparecía este señor. Casi dos horas después me contestó. Me dijo que había estado en una videoconferencia desde temprano y no había podido contestarme, que, si estaba bien para mí, me esperaba a las 11 a.m. en el hotel. Me dijo que viajaba esa noche y no tenía tiempo para moverse así que iba a pedir alguna sala para recibirme. Le dije que bueno, que nos veíamos más tarde.

Llamé a Paola, le avisé que a las 11 teníamos que estar en el hotel, me dijo que ok. Yo me fui a ver de nuevo la presentación, hice algunos cambios mínimos, más de forma que de contenido, hice varios ensayos, me preparé para las posibles preguntas, me arreglé y me fui para esa cita con todo el entusiasmo y pidiéndole a la divinidad que me ayudara a salir victoriosa de esa reunión. Llegamos Paola y yo al hotel, pregunté en la recepción, nos informaron que las salas estaban ocupadas, pero que habían preparado todo en la suite de Brasil. Yo medio me puse nerviosa, pero cuando vi a Paola tan tranquila, me calmé. Llegamos, nos abrió la puerta el Gerente Comercial, entramos, efectivamente todo estaba preparado para una reunión de trabajo. Nos demoramos dos horas. Nunca había estado bajo tanta presión como ese día. Brasil no dejó pasar un solo detalle, y ni se diga el Gerente ese. Nos bombardearon, nos preguntaron de todo, voltearon esa presentación al derecho y al revés. Me sentía en un examen. Hasta casos hipotéticos nos presentaron; mejor dicho, ni en la sustentación de una tesis sudé tanto como en ese encuentro. Lo cierto fue que por fin dijeron que ok, que no había más dudas, que si podíamos esperar un momento. Se retiraron, salieron a la terraza; como a los diez minutos regresaron y Brasil dijo: “Diana, muchas gracias, nos sentimos satisfechos con la propuesta y te quiero comunicar que queremos trabajar con ustedes”.

Paola me miró, sonrió muy efusivamente y yo no podía esconder mi felicidad. Les di las gracias, dije las clásicas frases de cajón y empezamos a recoger todo. Estos hombres super educados, muy gentiles nos explicaron cuáles eran los pasos a seguir. Brasil muy serio dice que él no tiene viajes planeados a Bogotá próximamente, así que el próximo encuentro seguramente iba a ser en Sao Paulo. Yo como que no entendí al principio. Pero de pronto explicó que ese viaje corría por cuenta de él, que obviamente íbamos a tener algunos encuentros virtuales para hacer seguimiento, pero que cuando llegáramos al final de la primera etapa él prefería un encuentro personal, así que me o nos esperaba en Brasil. Nosotras mudas poniendo atención a cada cosa que decía. Al fin salimos de ahí después de mil indicaciones, recomendaciones, acuerdos, etc.

No cabíamos de la dicha. Salimos casi saltando de ahí. Esa firma de esos dos contratos es el inicio de una cadena de sucesos que prácticamente revolucionaron mi vida en estos dos últimos años. Era muy importante contar cómo empezó todo, porque de ahí en adelante, esto fue una bola de nieve imparable que ahora tengo al frente de mi casa y no tengo ni idea cómo abrir la puerta, mucho menos cómo deshacerme de ella. Ese día Paola y yo nos separamos apenas pisamos la calle. Las dos teníamos cosas qué hacer. Yo ya iba en el carro cuando recibo un mensaje de Brasil que decía: “Diana, lo siento, pero se nos olvidó entregarte una información importante. “¿Puedes regresar al hotel?”.