Obviamente lo primero que pregunté fue si a Mateo le había pasado algo, si estaba bien físicamente. Me dijeron que si, pero que era un tema vinculado al reglamento y las políticas del colegio. Respondí que salía ya para allá. Le conté a Manuel y me dijo que se lo había imaginado; un tema tan delicado en el que estaba metido Mateo era imposible que no estallara por algún lado y al fin decidimos irnos juntos a enfrentar la situación. Mientras íbamos rumbo al colegio, llamé a Marcela y le expliqué la urgencia, le dije que Daniela estaba con nosotros, ella muy querida se ofreció a cancelarme la cita con la psicóloga. Tuve que cancelar la cita de Manuel; le había propuesto que no perdiera su cita y que yo me iba para el colegio pero él insistió en que esto teníamos que asumirlo juntos. Llegamos al colegio directo a la Rectoría; Mateo estaba sentado en la sala de espera. Apenas nos vio se paró, nos saludó, le dijimos que nos contara qué había pasado y nos dijo que no sabía nada, pero que se imaginaba que alguien lo había sapeado porque también habían llamado a Reyes, quien estaba en el baño y sus papás no habían llegado todavía.
Yo empecé a temblar y no sabía ni por qué. Manuel me cogió la mano, me dijo que me tranquilizara, que no iba a pasar nada malo y que lo que fuera seguramente lo íbamos a resolver. A mi me daba pánico pensar que iban a llevar a Mateo a la cárcel por tráfico de drogas, mejor dicho, me lo imaginé extraditado en una prisión de Estados Unidos. Salió la rectora del colegio, nos saludó muy querida, nos hizo pasar y le pidió a Mateo que esperara afuera un rato y que después lo hacía entrar. Yo le dije que no se moviera de ahí y que estuviera pendiente de Daniela. Entramos a la oficina, esta señora nos hizo sentar y empieza con su discurso: “Bueno, primero que todo, les agradezco que hayan venido apenas los llamamos; si no fuera un tema tan delicado no hubiéramos actuado de esta manera. Me alegra que estén los dos. Como me imagino que están ansiosos por saber qué pasó pues la situación es esta: nos llegó un rumor muy serio de unos jóvenes que han estado vendiendo drogas en el colegio y fuera de él. Esto nos llegó aproximadamente hace dos semanas, empezamos a hacer algunas averiguaciones y un seguimiento juicioso acerca de estas acusaciones. Nosotros no podemos tomar decisiones radicales basados en rumores porque si fuera así, estaríamos básicamente sin alumnos y sin personal. Sin embargo, en esta ocasión, la situación escaló. Uno de nuestros alumnos de 10º grado está hospitalizado; parece que consumió una pepa y se encuentra en un coma inducido porque tuvo varias complicaciones debido a que, según nos informaron, hizo un coctel de drogas y está mal. Yo solo espero que este niño se recupere, parece que tuvo una pequeña mejoría hoy y esperamos que continúe así. Lo cierto es que con base en el caso de este estudiante y con algunas de las averiguaciones que hemos hecho hasta este momento, eso si, con extrema discreción, los nombres que salen son: Alejandro Reyes y Mateo Restrepo. Yo me muero de la pena con ustedes, pero me veo en la penosa situación de preguntarles si ustedes están enterados de algo, tienen alguna idea de lo que están haciendo estos muchachos. Es la primera vez en todos los años que llevo como rectora que nos vemos en medio de una situación tan grave. Es inadmisible que en un colegio de esta categoría estemos teniendo estos problemas tan serios”.
Yo quedé muda. Manuel botó un suspiro y le respondió a rectora: “Entiendo tu preocupación, Elsa. Efectivamente es un tema muy delicado y claro que tienes por qué estar alarmada; como sabes bien, estas cosas repercuten de inmediato en el nombre del colegio. Al final, los alumnos vienen y van, pero la institución y la imagen es la que hay que preservar. Yo quiero ser muy sincero contigo y voy a hacer claro, sé que Diana también está en esa tónica así que te cuento: hace unos días tuvimos una conversación con Mateo, ya sabes, hablando de cosas normales de sus amigos, de sus reuniones, etc., y yo le pregunté directamente que cómo estaba el tema de las drogas porque, querida Elsa, estos temas hay que afrontarlos con los jóvenes. Me dijo que el consumo es alto, pero te digo algo, no hace falta preguntarle a los muchachos, no sé si viste, pero hace poco salió un artículo acerca del microtráfico en colegios públicos y privados del país. Esto se está saliendo de control. El caso es que Mateo nos contó que efectivamente hay muchos de sus compañeros y amigos que consumen pepas y otras cosas, pero de ahí a que él venda, no. No puedo imaginar cómo un hijo nuestro pueda estar involucrado en algo así; lo que sí debe hacer el colegio es trabajar fuerte en alguna campaña que hable sobre los peligros del consumo de drogas.”.
La rectora se quedó mirando a Manuel por unos segundos y nos dijo: “Yo siento mucho tener que decirles que lo de Mateo y Alejandro es cierto. Yo sé que como padres nunca queremos aceptar que los hijos de uno puedan estar atravesando por situaciones tan delicadas, pero lamentablemente encontramos una bolsa de pastillas en el locker de Alejandro y las personas contactadas nos aseguran que Mateo está involucrado también. Yo estoy totalmente de acuerdo contigo Manuel; esto recae directamente en el buen nombre del colegio y soy sincera, lo que menos nos interesa es hacer de esto un escándalo. Necesitamos manejar la situación con extrema discreción; no queremos que esto estalle, pero sí tenemos que tomar decisiones radicales y si ustedes y yo llegamos a un acuerdo sin mayores problemas, estoy segura de que encontraremos la mejor salida, sea para el colegio, sea para Mateo. Me da pena decirles esto, pero Mateo no puede seguir en el colegio”.
Yo pegué un grito que llegó hasta el cielo, le dije a esa señora que cómo se le ocurría decirnos una cosa así y menos en este momento, que Mateo no podía quedarse sin colegio, que le faltaba solo un año, mejor dicho, me regué cual vendedora ambulante mientras enlistaba todas las razones por las cuales mi hijo no podía quedarse sin colegio. Hasta le dije que era un abuso porque ellos no tenían pruebas, mejor dicho, yo sentí en ese instante que se me estaba cayendo el mundo. Manuel me dejó hablar, no me interrumpió, pero tampoco me apoyó. Se quedó en silencio y la rectora volvió a intervenir diciendo que no había necesidad de causar un revuelo, que si llegábamos a un acuerdo, nosotros podíamos retirar a Mateo del colegio sin necesidad de expulsarlo. Entendí perfectamente que ella lo que quería no hacer ruido con esa situación, no generar escándalos y si sacábamos a Mateo del colegio ‘voluntariamente’, todo moría ahí. Incluso nos dijo que no tendríamos ningún problema para que fuera aceptado en otra institución. Me daba algo de repulsión escuchar a la rectora con ese cinismo. Manuel de pronto le dijo que si podíamos retirarnos un momento para hablar y ella aceptó sin ningún problema. Salimos de esa oficina, estaba la mamá de Reyes con una cara de tragedia, nos saludó como pidiéndonos que le contáramos lo que había pasado. En esas salió la rectora, la hizo pasar y nos dijo que cuando estuviéramos listos, le golpeáramos la puerta.
Nos fuimos los cuatro a una sala que había al lado de la oficina, entramos, nos sentamos y Manuel le contó todo a Mateo. Obviamente puso el grito en el cielo, que él no se quería ir del colegio, que le habían cogido las pepas a Reyes y no a él, que era injusto, bueno, casi llora. Manuel con toda la tranquilidad le dijo: “Mati, lamentablemente todas las decisiones que tomamos en la vida tienen consecuencias; tú creíste que lo que estabas haciendo era divertido, que nunca te iban a coger, que la ibas a pasar sin problemas y no fue así. Voy a ser sincero contigo: yo podría pelearle a esta señora, insistir, contratar hasta el gato y hacerla llamar hasta de la Ministra de Educación, pero no lo voy a hacer. Yo no solo he fallado como hombre, como esposo, sino también como papá y no quiero seguir haciéndolo. Si te resuelvo este problema, tu vas a seguir por la vida creyendo que puedes hacer lo que se te dé la gana, pasar por encima de lo sea para lograr tus objetivos y vivir así no tiene sentido. No te voy a solucionar este rollo. Te vas a ir del colegio porque aunque nosotros no le aceptamos a la rectora que tú sí habías vendido esas pepas, tú, tu hermana, tu mamá y yo sabemos que es cierto, y esto debe tener una consecuencia. Sé lo importante que puede ser para ti terminar en el colegio donde has estado toda la vida, pero esto que te está pasando es apenas una muestra de lo que a veces nos llega cuando actuamos de manera equivocada. Eso sí, no pienses que te hemos juzgado; nosotros somos tus papás y Dani es tu hermana y te vamos a amar siempre, te vamos a rodear también en los momentos duros, pero parte de nuestra responsabilidad es dejar que aprendas y proporcionarte las herramientas para que tú soluciones las diferentes situaciones que se te van a presentar siempre, porque la vida es eso: una marea de emociones que hay que aprender a paladear. Quiero que sepas algo hijo, estas palabras son para mí también porque, como tú, me he equivocado, y no te imaginas cuánto; sin embargo, la buena noticia para los dos es que las nuevas oportunidades existen y que tenemos derecho a ellas. Lo importante es reconocer que actuamos mal y saber que desde ahora queremos hacer las cosas pensando en el impacto que cada cosa tiene en nosotros mismos y en nuestro entorno, que vamos a buscar nuevos caminos y vamos a estar bien”.
Todos llorábamos a mares. Nunca había visto a Manuel tan conmovido, tan lúcido con sus palabras. Entendí perfecto su discurso y no podía estar más de acuerdo con lo que le había dicho al niño. Me miró, me dijo que fuéramos a decirle a la rectora que íbamos a sacar a Mateo del colegio. Regresamos a la oficina de la rectora, ella salió, dejó a la mamá de Reyes, entramos a la salita y le dijimos lo que pensábamos hacer. Mati no dejaba de llorar, pero parecía que en el fondo había entendido la decisión. La rectora nos dijo que era la mejor decisión, que iba a alistar todos los documentos y a realizar los trámites necesarios para el retiro de Mateo. Nos agradeció, le dio un discurso a Mati típico de rectora, nos despedimos y nos fuimos los cuatro cogidos de la mano para nuestra casa. Tenía una mezcla de emociones, por un lado, me daba muy duro ver a Mateo tan triste, pero por otra parte vernos todos tomados de la mano unidos como nunca habíamos estado me reanimaba y me hacía pensar que esta pesadilla se iba a acabar. No podía estar más lejos de la realidad.