Y vuelve y se repite la escena. Quedé en ascuas. En realidad, me di golpes de pecho por no haberle advertido a Manuel que no me dijera nada hasta que regresara porque me dejaba sufriendo con esos mensajes en suspenso. Esta vez tuve una cierta entretención. Mateo vino a decirme que había estado buscando colegios, que había uno que le llamaba la atención porque tenía varios amigos ahí pero que no era mixto y que no quería excluir a Daniela en caso de que de verdad quisiera cambiarse, sin embargo, tenía otra lista que le iba a mostrar para ver si alguno le gustaba. No sé por qué, pero ver esa camaradería entre los dos me devolvía las fuerzas; se me aguaban los ojos de verlos unidos en la dificultad. Era consciente de que Mateo no había pagado como seguramente hubiera tenido que pagar, pero me da risa cuando a uno lo señalan desde afuera diciendo que por qué alegué con la rectora del colegio, que por qué tan cínica. ¡Por Dios! Es muy difícil de explicar y por más de que uno entienda que los hijos cometieron errores graves el instinto de protección es natural. Yo salté como una mamá cualquiera que busca el bienestar de sus hijos. Menos mal Manuel reaccionó de esa manera, entendió que Mateo necesitaba una lección, que a pesar de todo lo que hubiéramos podido hacer para impedir que lo sacaran del colegio, tomamos esa decisión, pero les juro que son muchos los papás que hacen eso que nosotros no quisimos hacer. Ahora, no estoy diciendo que somos un modelo de papás. Eso sí que sería cínico de mi parte, posar de mamá ejemplar y ni hablar de Manuel, pero estamos tratando de recomponer este mierdero que armamos.

Aproveché para preguntarle a Mateo por qué le había contestado de esa manera como tan cruda al Capi y me dijo: “Porque es la verdad, ma. Porque él hizo una pregunta y yo le respondí; entendí por qué dijo que la saqué fácil, pero decirlo en voz alta me ayuda a terminar de entender que la cagué y que por eso tuve que irme de mi colegio; eso me ha dado muy duro. Pero es cierto, yo no lo debí hacer y, sobre todo, no tenía necesidad de hacerlo, es que fui muy marica, ma. Ayer hablé con Reyes y me contó que los papás armaron un mierdero en el colegio. Que el papá de Reyes llegó furioso a la oficina de la rectora y que van a hacer de todo para que no lo saquen. Yo le dije a él que si no era más fácil que lo cambiaran y ya, él me dijo que lo único que quería era largarse de este mundo. Yo no sé por qué me dijo eso. Me contó que cuando llegaron a la casa, el papá le pegó a la mamá y la culpó de todo lo que había pasado con él y ella se queda callada, y después cuando uno está con ellos hacen como si nada, eso me parece muy pasado mamá. Reyes me dijo que estaba muy mal porque yo me había ido del colegio, que no le quedaban amigos, me dijo que por qué no te decía a ti o a mi papá que hablaran con el papá para ver si lo cambian también”.

Eso que me dijo Mateo me dejó helada. Le dije que iba a hablar con Manuel para ver si podía hablar con el papá de Reyes, pero que no podía prometerle nada. Esos temas eran muy delicados y meterse en las decisiones de otros papás es muy complicado. Es obvio que no comparto esas actitudes, me aterroriza pensar que ese hombre es un alcohólico y un maltratador, peor aún, que la esposa se aguante semejante situación. Se queda uno sin palabras, con una sensación de impotencia y con una desesperanza de ver que lo que nos rodea no es que sea mejor de lo que tenemos dentro de nuestra propia casa. Le pregunté a Mateo qué pensaba con respecto al comportamiento del papá de Reyes, específicamente el hecho de que maltratara a su esposa. Me dijo que le parecía horrible, que muchas veces lo había visto llorar y que talvez por eso era que le gustaban las pepas, porque así se desconectaba de todo y era el único momento en el que se reía mucho, se ponía amoroso y le gustaba la vida. En cambio, cuando estaba sobrio tenía muchos momentos en los que estaba muy triste, que varias veces cuando su papá estaba en la casa gritando, él se encerraba en su habitación, ponía música o jugaba con los videojuegos y lo llamaba para contarle que el papá estaba pegándole a su mamá. Lo más impresionante de eso es que todas las veces que nos encontramos a los papás de Reyes en el Club, estaban felices, sonrientes, tranquilos, es decir, nadie jamás podría imaginarse que una cosa así estuviera pasando. Me dio terror. Me pareció que el pobre niño estaba muy solo, además era hijo único; en realidad solo tenía a sus amigos, sobre todo a Mateo que era el más cercano.

¿Pero en qué clase de burbuja estaba viviendo yo? ¿Qué mundo era ese en el que había crecido que nos enseñaron a fingir, a hacer buena cara, a mostrar cosas irreales, a aparentar? ¿Cómo y cuándo eso se volvió tan normal que hasta entre amigos se oculta la realidad? Pensaba que yo a María Clara y a Juliana las quiero, son mis amigas de toda la vida, pero ni siquiera a ellas les he contado el mierdero en el que estoy y no lo haría. Cuando les dije que me quería separar de Manuel porque había descubierto su infidelidad, la respuesta fue que me quedara porque iba a perder todo lo que había construido con él durante años, pero no me preguntaron cómo me estaba afectando, qué sentía, qué quería realmente. No, el punto era quedarme ahí, aguantarme a la moza para no perder la fortuna. ¡Qué tristeza! Algo muy diferente a lo que me dijo Marcela; una realidad totalmente opuesta. Ella asumió su vida desde otra perspectiva, con otra mirada. No se trata de decir que es mejor que mis amigas, pero al menos siento más dignidad. Hoy las cosas han cambiado mucho. No he vuelto a pensar en divorciarme, pero es que la situación es otra. Mi familia se cayó un hueco. Todos nos equivocamos y acá estamos tratando de revivir. No quiere decir que sea fácil para mi imaginarme a Manuel acostándose con esa vieja, pero ¿será fácil para él imaginarme a mí con otros tipos y por plata?

Claro que no. Ni para Daniela es fácil saber que su hermano era un traficante de droga o para Mateo el hecho de entender que su hermana ha decidido dejar de comer. O esto nos daba un revolcón y ponía las cosas en otro orden, o terminábamos de hundirnos. Para mí, la segunda no era una opción. No me iba a rendir, iba a sacar a mi familia de ese hoyo y estaba absolutamente determinada. Por fin regresaron Manuel y el Capi. Tenían una cara que no sabía si era que habían descubierto algo, o no tenían noticias, o qué pasaba. Llegaron, se sentaron en la sala, Manuel me mira, se queda en silencio y el Capi me dice: “Este argentino es un tipo medio peligroso. Nos asegura que es Vanessa que es la que administra ‘el negocio’, yo todavía no estoy seguro. Para mí hay un gato encerrado que no hemos visto”.

¿Entonces sí es Vanessa? ¿O el argentino está mintiendo? ¿Será que van a descubrir la verdad?