Paula le abrió los ojos a Hugo. No podía creer que le hubiera preguntado algo semejante. Ella era una mujer abierta sexualmente, era tranquila, había vivido sin problemas ese aspecto con Hugo de una manera muy liberal, sin embargo, pensar en agregar una persona más en su intimidad le parecía un poco fuera de lugar. No se sentía muy cómoda. 

Paula: ¿Que qué? ¿Pero de dónde sacas eso? 

Hugo: Es que piénsalo, Paulita, no le pongas tanto misterio a eso. Es una experiencia que se basa única y exclusivamente en la parte sexual. De pronto nos hace sentir cosas diferentes, sensaciones que nunca hemos experimentado y eso seguro nos enciende de nuevo, ¿no te parece?

Paula: No, Hugo. Yo no me siento capaz. Es que nada más de pensar en esa persona, o sea, ¿a quién le dice uno eso? ¿A un desconocido? Bueno, y me imagino que tu estás hablando de invitar a una mujer, ¿no?

Hugo: ¡Ah, no! ¡Pues claro! ¿Yo qué hago con otro tipo? Es más fácil con una mujer y tú te sentirías más cómoda. 

Paula: ¡Pues así que uno diga qué comodidad…no! Es que lo único que se me viene a la mente es una desconocida, y eso me parece muy arriesgado también. ¿En dónde uno consigue alguien que se quiera meter con una pareja como nosotros? No sé, me parece muy raro todo eso. 

En ese momento llegó a la casa Santiago y Paula y Hugo tuvieron que suspender la candente conversación. Hugo le preguntó a su hijo cómo le había ido, él le respondió que normal, que bien. Así como contestan los hijos a sus papás. Santiago no brillaba por su elocuencia; era más bien inseguro y no se destacaba por sus grandes relatos. Paula queriendo sacarle más información, le preguntó por la amiga, le dijo que si era la misma con la que había hecho el último trabajo de la universidad; él le dijo que si y Paula con una sonrisa picarona le insinuó que si talvez había más que una amistad. Santiago la miró rayado, le dijo que no comenzara con esas ideas, que era una amiga y ya, que ellos tenían que entender que era normal tener amigas sin intereses románticos y que dejara la intensidad. Hugo se fue con su hijo para la sala y Paula se quedó en la cocina terminando de acomodar los platos que acababa de lavar. 

Cuando terminó se fue para su habitación, cogió su celular y se puso a revisar sus redes sociales. Por más extraña que le haya parecido la propuesta de su esposo, sintió mucha curiosidad y cuando se dio cuenta estaba indagando un poco en internet acerca de las experiencias swinger. Sin embargo, volvía a pensar que no se podía imaginar estar con una persona que no conoce, mucho menos un grupo de gente, le daba miedo el pasado y el estado de salud de la gente que se le mide a ese tipo de cosas sin conocer a una pareja con la que va a tener una relación íntima. Por otro lado, alguien conocido era impensable. Es cierto, Paula tenía algunas amigas que eran muy relajadas, de mente abierta, pero no como para invitarlas a tener sexo con ella y con su esposo. No, eso no le cabía en su cabeza. Y había otra cosa más que le daba vueltas de manera recurrente. Es cierto que Hugo siempre ha sido muy calentón, y también se sabe que casi todos los hombres tienen esa fantasía: el famoso trío, pero a pesar de todo, no se lo imaginaba en esas. Es decir, le cayó de sorpresa que le hiciera esa propuesta. Hugo tenía 10 años más que Paula, no era un muchachito, y que a estas alturas le diera por tener esas experiencias la dejaba medio desconcertada.

Paula pertenecía a un grupo en Facebook donde la gente lanza toda clase de preguntas, dudas, consultas y entre esas, recordó que alguna vez una mujer había hecho una pregunta acerca de los swingers. No se acordaba si estaba buscando gente para hacerlo, o si tenía dudas, como sea, fue a buscar y se encontró con un mar de opiniones que le enredaron mucho más la cabeza. Había muchas personas que hablaban de lo peligroso que era por el tema de la salud. “Uno no tiene ni idea con qué puede venir esa gente y a pesar de la protección, no es cierto que uno no termine contagiado de alguna enfermedad sexual como el herpes”. “Yo supe de una pareja que decidió hacerle la propuesta a una amiga en común, la pasaron muy bien, tanto que el esposo terminó enredado con la supuesta amiga”. “Creo que hay muchas otras formas de avivar el fuego en la pareja, es demasiado riesgoso ponerse en esos juegos, no se sabe jamás en qué pueda terminar”. “Yo creo que mientras todos estén de acuerdo y desde el principio estén claras las condiciones, puede ser una experiencia interesante, ¿por qué no?”. “Uff! Conozco un montón de gente que ha tenido ese tipo de encuentros, la pasan muy bien y siguen sus vidas mejor que antes en el aspecto sexual”.

Estos fueron algunos de los comentarios que Paula encontró en el post. Ella leía con toda la atención y parecía que estuviera de acuerdo con todos. No lograba ponerse de acuerdo con ella misma y saber si era algo que de verdad sería capaz de hacer. Se le alcanzaba a dibujar una sonrisa, medio se mordía los labios imaginándose en los brazos de algún hombre diferente, guapo, sexy con el que tuviera sensaciones nuevas y sentía que podría ser interesante, pero no estaba segura. Al final decidió cerrar sus redes, dejar de buscar tanto, apagar las luces y cerrar los ojos. Hugo todavía no había regresado a la habitación, pero Paula sentía que al menos en ese momento no quería seguir hablando con él del tema. Tenía una sensación rara. Le había molestado en cierto modo que su esposo le hiciera esa sugerencia, había sentido celos, aunque ni siquiera estaba claro qué tipo de mujer o mujeres podrían unirse al juego, pero el solo hecho de pensar en eso le hacía hervir la sangre. Pensaba que talvez Hugo de verdad estaba muy aburrido en el matrimonio y por eso quería buscar otras sensaciones. El hecho de aceptar algo así era como darle permiso para ser infiel y Paula sentía rabia nada más de pensar en algo así. Su intuición probablemente no le estaba fallando. Esas ideas que la rondaban desde hace días no eran infundadas. Su matrimonio no andaba tan bien, Hugo estaba buscando algo o talvez ya lo tenía y ella estaba inocente. Empezó a preguntarse si sería que ya estaba con alguien, si era que tenía alguna amante y ella no tenía la más mínima idea. Si ya su mente estaba inundada de dudas, esto encendió un motor que estaba apagado. Al fin logró quedarse dormida después de pelear con tanta idea suelta.

Al otro día se despertó, Hugo ya se estaba bañando y empezó la rutina de todos en la casa. Paula estaba trabajando desde la casa en ese período. Después de todo el alborote típico de la mañana, salieron todos los hijos para sus respectivos destinos. Hugo todavía estaba alistándose en su habitación y Paula ya estaba desayunando. Al rato llegó a la cocina, Paula le sirvió el desayuno y se desarrolló una conversación entre los dos:

Hugo: ¿Ya salieron todos? 

Paula: Si. Te dije del almuerzo del domingo, ¿no? Mi mamá me dijo que lleváramos el postre, que tú sabes cuál es que ella quiere.

Hugo: Ah si, claro, que bien. Lo voy a encargar y pasamos por él en el camino. Te noto medio incómoda o es mi impresión. ¿Quedaste mal con lo que hablamos anoche?

Paula: Pues no sé, creo que me cogió por sorpresa la propuesta. Es que si soy consciente de que podríamos vivir nuevas experiencias para avivar nuestra relación, pero no me imaginaba que me fueras a decir que involucráramos más personas. Me siento rara con eso.

Hugo: Pero ¿qué es lo que te hace sentir rara? ¿El hecho de que sea gente desconocida, verme con otra mujer o que tu tengas intimidad con una mujer o con otro hombre?

Paula: ¡Todo, Hugo, todo! Hablas como si me estuvieras haciendo una propuesta super normal. Yo puedo entender que esa es la fantasía de casi todos los hombres, que se mueren por hacer un trío, pero pues no es tan fácil tomar una decisión de esas y menos cuando es con el esposo. ¿O es que a ti te parecería muy divertido verme con otro hombre? 

Hugo: Te entiendo. Seguramente no me parecería divertido pero de pronto un poco excitante si. Creo que hasta me da curiosidad ver qué cosas te haría otro hombre, de pronto exploraría movimientos o caricias que yo ni conozco o no se me ocurren y eso, sin duda, podría reiniciar nuestra vida sexual. Es que mira, podríamos iniciar con algo así medio soft con una mujer y si nos sentimos bien, podríamos contemplar la idea de involucrar una pareja y tener una verdadera experiencia swinger.

Paula: De verdad me tienes boquiabierta. No sé qué pensar. ¿Es que no te da miedo pensar en lo que anda esa gente que se presta para esas experiencias? Para nosotros sería la primera vez, pero seguro hay personas que se la pasan en esas. Es que da pánico y asco imaginarme en dónde y quién ha tocado esos cuerpos, los sitios en los que han estado, ¡Ay no! ¡Me da escalofrío! Qué tal que por un arranque terminemos metidos quién sabe en qué lío, que nos peguen una enfermedad, que demos con gente loca, demente, que nos roben, que nos hagan algo…

Hugo: ¿Pero hasta dónde se fue tu mente, mujer? Este tipo de cosas son más normales de lo que uno se imagina. Te puedo asegurar que te sorprenderías de saber cuántas personas han tenido experiencias similares, incluso de tu grupo de amigos, de la gente cercana, es que no cuentan, pero cuando nadie los ve hacen y deshacen. Mira, te voy a proponer algo: hay un tipo de mi oficina que me contó que hay un bar swinger en la zona rosa; es muy discreto, pocas personas saben que existe. Nadie está obligado a hacer cosas que no quiera hacer. No hay que quitarse la ropa, ni nada. Podemos ir a mirar; creo que es una buena aproximación, así nos damos cuenta qué tal es la cosa. De pronto nos gusta, es que no sabemos. Vamos un rato, nos tomamos algo, vemos qué tal es el voltaje, nos vamos, reflexionamos, lo hablamos y vemos a ver qué. Podemos ir el sábado; le digo a mi amigo que me de la dirección exacta y nos vamos de noche loca. Dale, Paula, hace rato que no hacemos nada. ¿Qué dices? ¿Hago la reservación?