Paula se inclinó para ayudar a su papá, verificó que tuviera pulso y en pocos minutos volvió en sí. Elsa se quedó paralizada observando la escena. Cuando Paula se cercioró de que Fernando había recobrado el sentido y estaba un poco mejor, llamó por teléfono a los médicos domiciliarios. Mientras llegaban lo ayudó a levantarse, lo acompañó hasta la cama y le pidió que se recostara.
Fernando: Mijita, no te preocupes por mí, ya estoy bien. Creo que me alteré mucho.
Elsa: ¿Ve Paula? Eso es lo que usted logra. Indisponer a toda la familia con sus problemitas.
Paula: Mamá, váyase de acá por favor. Yo espero a los médicos con mi papá.
Elsa se fue para su casa disparando cualquier cantidad de improperios y Paula se quedó junto a su papá. Al rato llegaron los médicos, lo examinaron y le dijeron que parecía que había tenido una baja de tensión. Le recomendaron que se hiciera algunos chequeos, pero en ese momento Fernando ya tenía fuerzas y había recuperado el color. Los médicos se fueron dejando al paciente y a la hija mucho más tranquilos.
Paula: Papi, perdóname. Yo no quiero preocuparte más con lo que me pasa a mí. Tú ya tienes demasiado viviendo acá con esta señora.
Fernando: Paula, deja de estar culpándote de todo lo que pasa. No le creas a tu mamá. Si hay alguien responsable acá del caos en esta familia son ella y tu esposo. Tú no tienes nada qué ver. Tú acá eres una víctima. Mijita, hazme caso y busca ayuda profesional para que esto no se vaya a agrandar. Tú sabes que en lo que yo pueda te voy a respaldar. No le tengas miedo a Elsa. Esos dos son solo perros bravos; yo sé que tú tienes cómo salir de esto bien librada.
Paula: (llorando) Gracias papi, de verdad a veces siento que no vale la pena ni seguir viviendo. No sé por qué me están pasando estas cosas tan horribles. Descubrir que uno está rodeado de gente tan mala es muy miedoso, pero, sobre todo, desesperanzador.
Fernando le da un abrazo a su hija, Paula se despide y sale de la casa. Cuando está caminando hacia el carro, se encuentra con su tía Constanza al frente de la casa.
Constanza: Quiubo Paula, ¿cómo está mijita? Tanto tiempo sin vernos. ¿Estaba visitando a su mamá?
Paula: Hola tía. No, estaba donde mi papá.
Constanza: Ah, bueno. Yo vengo a visitar a su mami. Mija, ¿por qué tiene esos ojos todos llorosos? ¿Le pasa algo? Camine entra donde su mami, y se toma una agüita o algo.
Paula: No, tía. Yo no quiero saber nada de mi mamá.
Constanza: ¡Ay! ¿Por qué dice eso? ¿Están peleando?
Paula: Tía, usted sabe muy bien lo que está pasando acá. Yo no me voy a seguir haciendo la boba y tapándole las cochinadas a ella. Mi mamá y Hugo tienen un romance y todo parece indicar que yo soy la culpable. No hay derecho a tanto descaro. ¿Pero sabe qué? Ya me cansé. No es justo que me quieran echar toda la mierda encima cuando yo soy la que estoy destruída gracias a esta traición.
Constanza: Mijita, cálmese. Yo la entiendo, pero trate de tranquilizarse. Mire, más sabe el diablo por viejo que por diablo. No agrande las cosas. No empiece a ventilar ese tema por todos lados que la que sale perdiendo es usted y los niños. Hágame caso. Por más doloroso que sea, trate de guardar la compostura, espere a que se le baje esa rabia y tome decisiones cuando se le haya bajado la temperatura. Si después decide separarse de ese hombre, hágalo, pero deje que pase el tiempo para que organice las cosas bien.
Paula: ¿Qué? ¿Pero es que esta familia perdió la razón? ¿Soy yo la que me tengo que quedar callada y taparles las aberraciones a esos enfermos? No puedo creer lo que estoy escuchando. Bueno, y si usted me está dando esos consejos, ¿por qué llama a otros miembros de la familia a contar el chisme? O sea, todos tapando la porquería, pero mientras tanto yo soy la señalada, la culpable, la responsable. ¡Qué va! ¡Váyanse al diablo!
Paula se va corriendo, se monta en su carro y llama a su prima Margarita para preguntarle si se pueden encontrar. Margarita le dice que está en su oficina, que la espera en el café que queda en la esquina del edificio. Paula se va a la velocidad de la luz a contarle todo a su prima para ver si encuentra alguna salida a su situación. La oficina de Margarita queda en una zona universitaria, justo al lado de la institución donde estudian sus hijos. Parqueó su carro, se bajó y Margarita la estaba esperando afuera del café. Llegó Paula, se saludaron y de pronto su prima abre los ojos, la tomó del brazo y le dice:
Margarita: Paula, mire a Santiago. ¿Quién es esa señora con la que está?