Paula: Ni idea, debe ser una profesora, ¿no?
Margarita: Esa forma de mirarlo no es de una profesora, pero es mucho más grande que él.
Paula: No, no le ponga malicia a eso Margarita.
Margarita: Mire, mire, van para el parqueadero. Paula, camine y nos vamos detrás para ver qué hacen. Me parece muy raro.
Paula: ¡Cómo se le ocurre! Además, yo tengo mi carro en otro parqueadero, mientras vamos a sacarlo, ya se nos pierden.
Margarita: Mi carro está acá al frente. Camine, yo sé por qué le digo. Esta calle es de una sola vía y van a tener que pasar por acá. Nos queda perfecto.
Paula al final se deja convencer, se van para el carro de Margarita y esperan a que salgan del parqueadero. La mujer va manejando y tan pronto pasan por el lado de ellas, Margarita se va detrás de ellos.
Paula: De verdad me parece exagerado estar haciendo esto. ¿Se imagina que Santiago nos vea? ¡Ahí si quedo divina! Como casi no tengo problemas, entonces aumentemos uno más.
Margarita: Paula, yo he visto un par de veces a Santiago con esa vieja. Usted sabe que trabajando acá es muy fácil cruzarme con ellos. La segunda vez que lo vi, me le fui de frente, lo saludé y le vi una actitud rara. Me quedé esperando para ver si me la presentaba y ni siquiera fue capaz. Tuve que despedirme, pero fue una situación bastante extraña.
Paula: ¿De verdad? ¿Y por qué no me había contado?
Margarita: Pues por lo mismo, porque usted está llena de cosas y no quería aumentarle la lista de asuntos para pensar y empelicularse. Pero hoy estuvo de papaya esto y hay que saber en qué anda este muchachito. No es normal que se frecuente con esa señora. Puede tener perfectamente nuestra edad.
Paula: ¿Y usted no tiene que volver al trabajo?
Margarita: Pues claro, ahora llamo y digo que se me presentó algo, pero que vuelvo en un ratico. ¡Qué tal! ¡No puedo ausentarme de la oficina un momento, faltaba más!
Paula y Margarita continuaron la persecución. Mientras iban detrás lo que se veía era una escena normal de dos personas que están en un carro charlando. No hubo acercamientos sospechosos, ni nada que llamara la atención. De un momento a otro, la señora que va con Santiago toma una avenida conocida hacia el occidente.
Margarita: ¡Paula! ¡Van para los moteles de chapinero! ¡Se lo puedo jurar!
Paula: ¡Ay, no joda! ¡Casi me mata de un susto con ese grito y no, no creo! Usted si es malpensada o muy recorrida, mija. Como si toda la gente que se mete por esta calle fuera a motelear. No, tampoco.
El carro de la parejita hace una oreja y toma la avenida caracas hacia el sur, pone una direccional en una de las calles de los moteles y entran a uno de los edificios que tiene un gran corazón en la entrada. Margarita se parquea al frente. Las dos se miran en silencio con una expresión de sorpresa. Paula vuelve y observa el edificio como queriendo confirmar que se trata de un motel y cuando ve el gran corazón de neón, se coge la cara.
Paula: ¡No le puedo creer! ¿Pero esto qué es, oiga? ¿A qué hora este muchachito se metió con esa vieja? Y, sobre todo, ¿quién es ella? No, yo estoy llevada del putas con todo esto. ¿Pero esa vieja qué piensa de la vida? Es que le debe doblar la edad.
Margarita: Si ve, yo sabía que ahí había gato encerrado. Es que yo le vi la cara cuando lo saludé y esa mujer efectivamente es muy vieja para él. Paula, tiene que hablar con él; le tiene que sacar la información. No es justo que Santiago se meta en una relación así a estas alturas. El debería estar con las niñas de su edad saltando y brincando en las discotecas, no moteleando con una cucha. ¡No, qué locura es ésta!
Paula: No, no, no. Estoy sin palabras. Pero es que usted no se imagina la cantidad de veces que he tratado de hablar con él acerca de este tema, le he preguntado que si está saliendo con alguien, que si tiene una persona, y él siempre me niega. Debe ser que le da pena. Mejor dicho, dirá que si nos cuenta pondremos el grito en el cielo y por eso lo tiene escondido. El no me va a decir nada.
Margarita: ¿Pues sabe qué? Esperemos a que salgan, la seguimos a ella y la enfrentamos.
Paula: ¡Margarita, por Dios!
Margarita: ¡Por Dios qué Paula! Esa vieja qué piensa de la vida. Yo sé que yo estoy traumatizada con lo de mi hijo, y que de pronto exagero cuando considero que uno debe protegerlos, pero usted no puede cerrar los ojos frente a esta situación. Su hijo está repitiendo la conducta del papá, Paula. No es normal.
Paula: Pero Santiago no tiene ni idea de lo de Hugo y mi mamá.
Margarita: ¿Y usted qué va a saber?
Paula se quedó pensativa, volvió a cogerse la cara y con mucha determinación estuvo de acuerdo con Margarita y se quedaron esperando a que la pareja saliera del motel. Una hora después por fin salieron y el par de primas emprendieron la persecución. Después de un rato, la señora dejó a Santiago en una de las estaciones del Transmilenio y continuó su camino sola en el carro. Prosiguió por unos cuantos minutos hasta que llegó a un centro comercial, entró el carro al parqueadero y las dos detectives la siguieron muy atentas.
Después de caminar dentro del centro comercial, la mujer llegó a una zona de comidas y cuando se estaba acercando vino un niño corriendo y la abrazó. Paula y Margarita se quedaron aterradas pensando quién sería ese niño. Cuando alzaron la mirada detrás venía un hombre, se acercó a ella y la saludó con un beso en la boca. El par de primas concluyeron que era su esposo y su hijo. Esto dejó a Paula más que desconcertada.
La mujer, su esposo y el niño se dirigieron a una heladería, hicieron una fila, compraron helados y se sentaron en una mesa a compartir sonrientes, mientras Paula y Margarita no se perdían un solo detalle de la escena que estaba ocurriendo en frente de ellas. De un momento a otro la mujer se levantó de la mesa y se fue caminando sola, alejándose de la zona de restaurantes. Margarita cogió a Paula del brazo y prácticamente la obligó a perseguirla. La mujer iba para el baño y mientras iba caminando sacó su celular e hizo una llamada.
Mujer: Hola, mi amor lindo, ¿Cómo te acabó de ir? ¿Pasó rápido el Transmilenio?
Espera la respuesta y después continúa con la conversación.
Mujer: No, pues yo me acabo de encontrar con la niñera y con el niño acá en el centro comercial. Nos estamos comiendo un helado.
Margarita y Paula se miran de reojo y con la boca murmuran: ¿‘la niñera’?
La mujer se despide, cuelga la llamada y continúa caminando hacia el baño. Cuando va a entrar, Paula, le toca su hombro, la mujer se voltea.
Paula: ¿Si le pasó rápido el Transmilenio a Santiago o tuvo que esperar mucho?