Paula pegó un brinco, se volteó a mirar y era una mujer mas o menos de su edad, bonita, muy bien arreglada. El hombre que la acompañaba se quedó a dos pasos de ella, tal vez esperando la reacción de la pareja que estaban tratando de abordar. La mujer se le acercó a Paula como para darle un beso y cuando ya se encontraba muy cerca, le soltó la mano, le dijo que la disculpara y se fue prácticamente para el bar. Apenas llegó pidió otro trago y se lo tomó como si fuera agua. A los pocos minutos llegó Hugo.

Hugo: ¿Qué te pasó?

Paula: No, no sé, Hugo. Me rayé. Es que no puedo dejar de pensar en que no sé quién es esa mujer, y eso me da un poco de ansiedad.

Hugo: Pero se ve gente bien. La vieja estaba bonita, bien arreglada, me pareció muy gentil. Cuando te fuiste se sintió muy avergonzada, me dijo que no quería incomodar. Le expliqué que era la primera vez que teníamos una experiencia de éstas y me dijo que entendía, que para ella también fue así al principio y que ésta era la tercera vez que venían a estas fiestas. Si quieres podemos volver a intentar.

Paula: No, Hugo. No me siento bien. Me dio hasta maluquera. Prefiero que nos vayamos.

Hugo: Ok. No te preocupes, tampoco es que tiene que pasar hoy por obligación. Cálmate, si quieres nos tomamos otra cosa en el bar del hotel así cambiamos de ambiente, se bajan los ánimos y después nos vamos para la casa. ¿Te parece?

Paula: Si, si. Me parece perfecto.

La pareja abandona la suite. Hugo sale bastante aburrido, pero entiende que para Paula no fue una cosa fácil de experimentar y si quiere que las cosas lleguen a buen fin, debe ser compresivo y paciente. Toman el ascensor y bajan al bar del hotel, se sientan allí. Esta vez Paula pide algo sin alcohol y Hugo ordena otro trago.

Paula: De todos modos, te digo que el plan no me pareció tan sórdido como en ese sitio del fin de semana pasado. Es que allá era muy paila, Hugo. Muy pesado, la energía se sentía. Yo sé que no nos demoramos, pero aún en la sala de afuera donde no pasaba nada extraordinario me sentí como en una whiskería. No me puedes decir que no.

Hugo: Obvio. Qué diferencia tan grande. Hay que recomendarle a tu mamá este sitio. Está de mejor nivel jajaja.

Paula: jajajaja ya me da hasta risa de verdad. ¿Viste que había gente como de la edad de ella? Fue lo primero que vi, pero estaban como en el fondo, al lado de la terraza. Definitivamente, como tu dices, esto puede ser más común de lo que uno se imagina, solo que nadie cuenta.

Hugo: Claro que no cuenta, pero efectivamente hay muchas personas que buscan este tipo de experiencias; es que si te pones a pensar, esa mujer que se te acercó estaba bonita y en buena onda, me pareció.

Paula: Si, absolutamente. Creo que en medio de todo también fue eso lo que me rayó. Me sentí tan rara.

Hugo: Además piensa que si se fijo en ti es porque le gustaste. Ese otro tabú que hay. ¿Quién dijo que una mujer no se puede sentir atraída por otra? Y eso no quiere decir que sea lesbiana, simplemente es la curiosidad de tener una experiencia de ese tipo y no tiene nada de malo. Y puede que termine ahí, que sea una cosa de una sola vez y ya, pero no te quedaste con las ganas de saber cómo sería tener sexo con una mujer.

Paula: Entiendo todo eso, no juzgo a quien ha tenido ese tipo de experiencias, me parece de verdad hasta normal, pero tengo metido en mi cabeza que el hecho de que sea una desconocida me da mucha ansiedad. No puedo dejar de pensar en lo que ha hecho esa persona, en los lugares donde ha estado, con cuánta gente ha tenido sexo, qué tipo de enfermedades o infecciones puede tener. Es que yo sé que suena exagerado, Hugo, pero es cierto. Uno no tiene ni idea lo que pueda pasar por el hecho de dejarse llevar.

Hugo: Pero Paula, para eso sirven los condones.

Paula: Si, pero el condón lo usas tú. Yo entraría en una intimidad absoluta con una perfecta desconocida y eso me produce taquicardia. No puedo evitarlo. Oye, voy a ir al baño, ya vengo.

Paula se levanta de la mesa y se va en busca de los baños y Hugo se queda solo en la mesa tomándose su trago acordándose de lo que acaban de vivir en esa suite. El por su lado, quedó fascinado y si en sus manos estuviera, se devolvería y trataría de insistir. Cuando escapa de sus pensamientos del tercer tipo, se gira y ve a Paula que viene caminando mucho más relajada hacia la mesa. Se sienta y cuando están a punto de retomar la conversación, ven a su hijo Santiago que está entrando en el hotel. Los dos quedan de una sola pieza. Lo primero que piensan obviamente es que va para la suite, sin embargo, cuando se dan cuenta está acompañado de un amigo. Hugo sin titubear lo llama con un tono fuerte pero determinado y Santiago se da cuenta que sus papás están en el bar del lujoso hotel y se dirige hacia ellos con su amigo que lo sigue a paso lento detrás de él.

Santiago: ¿Mamá? ¿Papá? ¿Ustedes qué hacen acá?

Hugo: ¿Pues no ves? Tomándonos un trago en este bar que nos recomendaron. ¿Y tú?

Santiago: Vinimos al bar que queda en la terraza.

Paula tímidamente se inclina y le estira la mano al amigo de Santiago y se presenta como la mamá de Santiago. El amigo le responde educadamente y Santiago les dice:

Santiago: Ah si, les presento a Camilo, es un amigo de la universidad.

Se presentan todos, la escena se torna incómoda en medio de unos pocos segundos de silencio, hasta que Camilo rompe el hielo.

Camilo: ¿Quieren subir con nosotros al bar de la terraza? Es muuuuuucho mejor que éste…jajaja

Santiago le abre los ojos y Hugo responde.

Hugo: jajaja Claro, me imagino que debe ser mucho mejor, por lo menos más animado. No, gracias, Camilo. Diviértanse, nosotros ya estábamos por irnos.

Se despiden todos y efectivamente Santiago y su amigo Camilo se dirigen hacia los ascensores y las miradas de Hugo y Paula los siguen hasta que las puertas se cierran.

Hugo: ¡jajaja lo que faltaba, pues! El fin de semana pasado tu mamá y éste, ¿Santiago?

Paula: Bueno, pero no es lo mismo. Acá van para un bar normal, o eso espero. ¿Por qué no subimos a ver cómo es?

Hugo: Paula, ¿pero quieres hacerle pasar un oso a tu hijo? ¿No viste como miró a su amigo cuando nos dijo que si queríamos ir con ellos? No creo que Santiago se sienta muy feliz de irse de fiesta con sus papás y en esos bares de estos chicos de ahora solo ponen reguetón y esa música espantosa. Ni de riesgos que yo voy a un sitio de esos.

Paula: ¿Ah, pero porque en cambio te pareció muy sofisticada la música del roto del sábado pasado? Es que ni eso, no, qué cosa fea, de verdad.

Hugo: Bueno, superemos ese sitio y volvamos a nuestra conversación inicial, o mejor a nuestro plan inicial. Ya sé y ya entendí que para ti es muy difícil tener una experiencia de este tipo con una desconocida. ¿Si fuera alguien conocido de pronto te sentirías más tranquila?

Paula: ¡jajaja con lo que sales! Pues digamos que teniendo en cuenta mi lógica seguramente sí. Si fuera una persona que yo conozco, que sé más o menos de su vida, de sus hábitos, de pronto me daría un poco más de confianza, pero por Dios, ¡Hugo! ¿Quién podría medirse a una cosa semejante? Yo por lo menos no puedo ni siquiera pensar en nadie. No se me ocurre nadie. Pero nadie es nadie.

Hugo: Bueno, a mi si se me ocurre una persona. Paula, ¿qué tal si le decimos a tu mamá?