Sofía fue descargando sus cosas, soltó un suspiro y le respondió a Santiago: ‘Bien, largo, un poco aburrido, pero bien’. Se fue directamente a abrazar a su hijo, lo consintió y empezó la rutina para llevarlo a la cama. Santiago le dijo que le había dejado algo de comer en el horno y que si quería él podía llevar al niño a la cama. Sofía le respondió que no, que ella quería acostarlo y así lo hizo. Mientras se acomodó a su lado para leerle un cuento antes de dormir, no podía dejar de pensar en este hombre que la había provocado tantas emociones. Era tan extremo que había notado que sus partes íntimas estaban humedecidas y no terminaba de digerir tanta sensación. Hacía tanto tiempo que no le pasaba algo semejante que no sabía cómo procesar lo que le estaba ocurriendo. El niño finalmente se quedó dormido y ella se fue para su habitación.
No alcanzaron a pasar tres minutos cuando ella estaba prácticamente desnuda y en menos de nada le había arrancado la ropa a Santiago. El no entendía, pero estaba emocionado de ver lo que estaba pasando. No preguntó nada, no abrió la boca, simplemente se dejó llevar y después de meses, tuvieron un encuentro sexual, que, entre otras, no fue convencional. Sofía se sentía llena de energía y pensaba que era capaz de encarnar en ese momento cualquier personaje de una película porno. Se desinhibió enteramente y Santiago casi que la desconocía, pero era tal el nivel de excitación que no había tiempo para preguntas, él solo quería disfrutar y encontrarse con ese lado de su esposa que hasta ese momento no había descubierto. El momento de pasión pasó por toda clase de nuevas experiencias, de movimientos, de posiciones, de miradas. Sofía hasta le pidió a su esposo que le pegara unas buenas nalgadas y él obedecía. Estaba absolutamente fascinado con todo lo que estaba pasando. Por fin, después de revolcarse en esa cama como dos animales salvajes, la faena se concluyó con los orgasmos de ambos, fundido en un solo momento de clímax absoluto.
Los dos quedaron botados en esa cama respirando fuerte como si hubieran corrido una maratón, con los rostros ruborizados y la frente brillante del sudor que había provocado tanta pasión. Después de recuperar un poco el respiro, Santiago se volteó a mirar a Sofía.
‘!Wow! ¿Qué acaba de pasar? Nunca te había visto así’. Le dijo Santiago con sorpresa.
‘¿Pero te gustó?, respondió Sofía.
‘Pues claro que me gustó, es solo que parecías otra. Hace tanto que no pasaba nada entre los dos que pensaba que ya no me deseabas, que ya no querías estar conmigo’.
‘Sabes que desde que nació Nico, me he sentido mal. Nunca pensé que tener un hijo pudiera afectarme tanto; no estaba preparada para todos estos cambios, esta marea de emociones. Creo que al final las mujeres estamos obligadas a hablar de lo maravilloso que es ser mamás y no es tan así. Llegan muchas confrontaciones, muchas preguntas, y es como si en el momento de traer un ser a este mundo, se hiciera un duelo al mismo tiempo. Un duelo porque automáticamente dejamos de ser la prioridad; es como que tenemos que olvidarnos de nosotras, de nuestros objetivos, de lo que queremos, de lo que nos gusta. Ahora la prioridad es ese ser que nos da una felicidad infinita y nos muestra la tan nombrada capacidad de amar de verdad, pero el precio es alto, y nadie habla de eso,’
‘Perdóname Sofi. Creo que nunca pude asimilar muy bien todo lo que estabas sintiendo y tenía rabia. Creía que no había nada más importante para ti que tener un hijo y no entendía por qué después de lograrlo, de tener un bebé tan hermoso y sano, te sintieras tan mal y te hicieras tantas preguntas’.
‘Exacto. Eso es lo que pasa. Que no tenemos derecho a manifestar con honestidad nuestros sentimientos por más encontrados que estos sean, porque está absolutamente vetado por la sociedad. Está prohibido. Inmediatamente somos señaladas, juzgadas, condenadas, porque no hay razones que puedan justificar el cuestionamiento con respecto a la maternidad. No existe un espacio para decir que tal vez hubiéramos preferido no tener hijos, o que no sabemos si era eso lo que realmente queríamos. La velocidad con la que ahora pasan las cosas no nos da tregua para ni siquiera reflexionar acerca de lo que es importante. Este volumen de información, esta cantidad de fuentes falsas, millones de personas opinando y tirando odio como les sale de sus entrañas es absolutamente sofocante, y en medio de ese frenetismo no hay lugar para encontrar un refugio en donde poder expresar los miedos y las inseguridades, así como vienen. Traté muchas veces de hablarlo contigo, sin embargo, terminábamos peleando porque me daba cuenta de que no lograbas entenderme. La pasé mal, muy mal, Santiago’.
‘Lo sé, perdón. Creo que a los hombres nos hace falta mucha más empatía, pero es que no sabemos cómo. Al final nos cuesta mucho ponernos en el lugar del otro, sobre todo en el de ustedes. Sé que todo esto ha sido duro, pero esto que acaba de pasar me pone feliz porque sentí que nos volvimos a conectar. Cualquier cosa que haya pasado para que se te hubiera encendido esa chispa de nuevo, es más que bienvenida. Qué delicia este polvo, qué rico verte así de caliente y desinhibida. Uff! ¡Me tiembla todo! ¡Fue una completa delicia!’.
‘Si. Fue una delicia. ¿Estás seguro cuando dices que valió la pena cualquier cosa que haya pasado para ponerme así de loquita?’
‘Pues si, claro. Bueno, ¿y es que pasó algo específico? ¿Estás yendo a terapia? Me habías dicho que no querías hacer nada de eso’.
‘jajaja no, no estoy yendo a terapia, pero si pasó algo y creo que te lo tengo que contar’.
Santiago se incorporó en la cama, se sentó, tomó el vaso de agua que tenía en la mesa de noche, se tomó un sorbo largo, miró a Sofía y le dijo: ‘Bueno, cuéntame entonces’. Sofía sonrió con picardía, le dijo que iba a ir primero al baño, se levantó de la cama, se encerró y se paró de frente al espejo. Se miraba con atención y no sabía si en realidad debía contarle a su esposo lo que le había pasado. En el fondo, no había sido nada del otro mundo. ‘No es que me acosté con el tipo, ¿no?’, se repetía en su cabeza. Sin embargo, le llegaban otras frases que le decían que si se hubiera dado la oportunidad a lo mejor lo hubiera hecho. Ese hombre le despertó cosas increíbles y hubiera sido una delicia haberse dado la oportunidad de sentir otras manos en su cuerpo. De pronto apretó los ojos para volver en sí y dejar de lado esos pensamientos, se lavó la cara buscando aterrizar de nuevo en el presente y todavía con dudas, salió del baño con una sonrisa tímida en su rostro.
Santiago seguía en la misma posición. Sentado en la cama, tenía el celular en sus manos y tan pronto vio a Sofía, lo soltó y lo puso en la mesa de noche. ‘Bueno, habla’, le dijo con un tono un poco áspero. Ella se metió en la cama, lo miró a los ojos y le dijo: ‘Pero no hagas esa cara de tragedia que tampoco pasó nada del otro mundo. Simplemente hoy en el curso de formación, uno de los conferencistas me provocó unas sensaciones muy fuertes. Cuando lo vi en frente mío hablando, me llamó poderosamente la atención, me pareció tremendamente atractivo y en la medida en la que empezó su discurso, se me fue encendiendo cada parte del cuerpo. No entendía por qué, pero me excité, me dio calor, me sonrojé, me puse nerviosa. Cuando eventualmente me miraba sentía un punzón en el estómago, ese vacío que uno siente en el momento en el que hay ese acoplamiento con otro. Supe que a él le pasó lo mismo. Era imposible que no. A veces perdía el hilo de lo que estaba diciendo cuando sus ojos se cruzaban con los míos, y para retomar tenía que mirar para otro lado. Durante el break hablamos, yo seguía sintiendo esos corrientazos y mi temperatura aumentaba. Al final, él se tuvo que ir, pero intercambiamos tarjetas y cuando estaba regresando me llegó un mensaje de él diciendo que le había encantado conocerme, y me mandó un beso’.
¿Qué va a decirle Santiago? ¿Será el principio del fin del matrimonio de Sofía?