De repente Andrea la miró y le dijo con un tono fuerte delante de todas sus amigas:
‘Sofi, ¡no me digas que Santiago todavía te hace suspirar de esa manera!’.
Sofía quedó paralizada; no sabía ni qué decir. Bloqueó el celular, lo puso en la mesa y tímidamente le dijo a Andrea que estaban pasando por un momento especial después de superar una crisis fuerte. Una de las integrantes del grupo agregó que todos los matrimonios pasaban por momentos desafiantes. Andrea quiso profundizar:
‘Sofi, no me habías contado, ¿pasó algo en particular?’.
‘Historia larga, pero después de tener a Nico, pasé por un bajón fuerte y estabilizarnos costó mucho, pero bueno, ahora estamos bien y menos mal porque para mi el divorcio nunca será una opción’.
El comentario de Sofía dio para una conversación larga. Algunas de las mujeres que estaban allí tenían hijos; había divorciadas, casadas, solteras, y como era de esperarse, se generó una discusión alrededor del matrimonio, de las peleas, de las dificultades, terapias, hijos, en fin. Sofía, sin embargo, estaba ausente. No tenía muy claro lo que quería y no tenía muchas ganas de intervenir activamente en la animada charla. De vez en cuando metía la cucharada con dos palabras para no pasar por antipática, pero en realidad, no veía la hora de irse. Finalmente, el tiempo pasó, se acabó el encuentro, se despidieron y Sofía se fue volando para su casa.
Cuando llegó se dio cuenta que Margarita le había mandado un mensaje con el horario y el lugar de la misa de Hugo. Pensó que no iba a ser un domingo muy agradable. Le generaba un poco de angustia ver a la esposa, sin embargo, encontraba adecuado el hecho de salir lo más pronto posible de eso. Santiago ya estaba durmiendo, así que se acostó y quedó profunda.
Al día siguiente se levantaron todos. Sofía le contó a Santiago lo que decía el mensaje de su jefa y él le dijo que Ana María le había mandado un mensaje con los datos y que obviamente Martín también estaba enterado. Mientras desayunaban, Sofía le contó a Santiago lo que había pasado la noche anterior y le mandó el cruce de mensajes con Antonio.
‘¿No te parece que se te está yendo la mano Sofía? Y mucho más después de saber que ese tipo está saliendo con tu amiga. No sé, a veces te miro y te desconozco. No entiendo qué fue lo que pasó o lo que nos pasó, porque al fin y al cabo yo también estoy involucrado en esto. No me está gustando’.
‘Yo no sé cómo explicarte la adrenalina que esto me causa. Pero mira la ironía. Al mismo tiempo siento mucha tranquilidad porque sé que te lo voy a contar. Si, fui provocadora, pero te repito, no tengo intenciones de verme con él. Le digo esas cosas, le sigo el juego porque me encanta lo que sucede dentro de mí, pero nada más. A nadie le estamos haciendo daño’.
‘Ponte a pensar que tu amiga Andrea se enterara de que tú estás teniendo esas conversaciones con él, ¿crees que reaccionaría bien? ¿no crees que se pondría furiosa contigo y hasta te dejaría de hablar? O sea, no es fácil entender tu postura, Sofía’.
‘Otra vez la misma cosa, pero ¿por qué se va a enterar? No va a saber nada. Santiago no quiero amargarme la vida con esto. Tu definitivamente no me entiendes. Ya hoy va a ser un día difícil, no quiero empeorarlo discutiendo contigo. Voy a llamar a mi mamá para que venga a quedarse con Nicolás mientras vamos a esa bendita misa’.
Sofía se fue y el resto del día transcurrió en silencio. Apenas le dirigió la palabra a Santiago para cosas puntuales y nada más. La mamá de Sofía llegó, ella la recibió y se fueron para la cocina a tomarse un café mientras llegaba la hora de salir. La mamá se quedó mirándola y le dijo:
‘Te noto rara, Sofía. No sé… distante. ¿Estás bien?’.
‘No lo sé, ma. Hay días en los que me siento… culpable. Y otros en los que me siento viva. ¿Eso tiene sentido?’.
‘Depende. ¿Culpable de qué?’.
‘De no desear a Santiago. De hablar con otros hombres por internet. De buscar en otros lo que me falta en casa. Y lo más loco es que no quiero dejarlo. Estoy tratando de salvar lo que queda… pero puede que lo esté arruinando más’.
‘Eso es fuerte, Sofía… pero no te juzgo. Solo me duele verte así. ¿Qué te falta en casa?’
‘Deseo, mamá. Desde que fui mamá, algo en mí se apagó. No sé si es el cansancio, las expectativas, o el hecho de que todo gira en torno a Nico. Me convertí en madre y dejé de ser mujer. Al menos así lo siento’.
‘¿Y esos hombres con los que hablas… qué te dan?’.
‘Me miran con otros ojos. Me hacen sentir deseada. Me recuerdan que todavía soy joven. Que todavía existo…A veces creo que busco algo que nunca tuve. ¿Sabes? Tal vez es por papá. Por su ausencia. Por eso siempre me han atraído los hombres mayores. Me hacen sentir segura… pero también me han limitado. No viví muchas cosas, no exploré. Siempre fui – “la seria”, “la que se casó joven”, “la responsable” –‘.
‘A veces uno hace lo que puede con lo que tiene, con los instrumentos que cree que conoce. Pero eso no significa que esté bien. Ni que esté mal. Solo… estás buscando tu lugar otra vez, ¿no?’.
‘Sí. No quiero ser mala. Solo quiero entenderme. Encontrarme. Salir de esta cápsula en la que he estado por años. No quiero perder a mi esposo, pero tampoco quiero seguir perdiéndome a mí’.
‘Solo prométeme algo… Que te vas a cuidar. Que vas a ser honesta contigo. Y que no te vas a conformar con una vida en la que no te reconozcas’.
‘¡Ay mamita! Lo prometo. Aunque no tenga claro en este momento nada’.
Santiago entró a la cocina y le preguntó a Sofía que si ya estaba lista porque tenían que ir a recoger a Martín. Sofía le dijo que si, cogió su blazer, se despidió de la mamá, de Nicolás y salieron. Llegaron todos a la misa. Cuando estaban a punto de entrar a la iglesia, sintió un brazo que la tomaba por detrás. Era Margarita. Se saludaron y le dijo:
‘Qué bueno que vinieron todos. Imagínate que hablé con la señora que hace el aseo en la oficina, la que va los sábados por las mañanas. Ya te cuento lo que me dijo que encontró’.
¿Qué sería lo que encontró la señora del aseo y dónde?