Sofía volvió a bloquear su celular y fue ella quien repentinamente dijo que lo sentía mucho, pero que se tenía que ir porque iba para su casa a retomar su trabajo. Los demás apoyaron la decisión porque todos debían regresar a sus actividades. Andrea animadamente expresó su alegría porque había sido un café muy productivo. Le dijo a Ana María que había sido un placer conocerla, reiteró sus condolencias, pero se puso a su disposición en caso de que quisiera salir un día a comer o a tomar onces. Ana María le agradeció el gesto tomándola del brazo. Le dijo que era consciente de que tenía una hija y que debía reponerse y dentro de su lista de opciones estaba salir y conocer gente. Antonio pagó la cuenta, aunque todas querían aportar, pero él como buen caballero se ofreció sin dudar a invitarlas a todas.

Mientras salían del lugar Ana María y Andrea se adelantaron para darse los teléfonos y Antonio aprovechó para decirle a Sofía que todavía no podía creer lo que acababa de pasar.

‘Eres mucho más hermosa en persona. Me encantas. Qué encuentro tan loco’.

Sofía girándose y con el rostro inclinado hacia el piso le dijo en voz baja:

‘No creo que sea el momento para hablar de esto. No quería venir, pero no tuve escapatoria’.

‘Te ves divina así toda nerviosa. No te preocupes que no está pasando nada’.

En ese momento se encontraron todos en la puerta de entrada de la cafetería. Se despidieron y cuando Antonio se acercó a Sofía para darle un beso en la mejilla, no pudo evitar cerrar los ojos por un par de segundos cuando sintió su mejilla pegada a la de ella, sus labios que quedaron estampados en su piel y su mano que le apretó el antebrazo con firmeza mientras la besaba. Ana María le pidió el teléfono a Antonio para acordar la cita de las fotos y Andrea con su desparpajo cerró el encuentro con unas palabras:

‘Bueno, pero la salida a comer queda pendiente Sofía. Esto fue un cafecito rapidito. – girándose hacia Antonio continuó -, es que yo le había dicho a Andrea que saliéramos a comer con su esposo y contigo y ella como siempre haciéndose de rogar; pero tenemos que cuadrarlo. Ana María, también estás incluida en el plan’.

‘Me parece una delicia – dijo Ana María con una sonrisa -; es más, yo ya le había dicho a Santiago que quería invitarlo a él y a Sofía a comer a mi casa. Si quieren, organizo algo. Yo feliz de tenerlos a todos’.

‘¡Maravillosa idea Ana María! ¡Aprobada!’ – dijo Andrea con entusiasmo -.

Antonio solo sonreía y le lanzaba miradas a Sofía de complicidad mientras ella no sabía ni qué decir.

‘¡No se diga más! Ya tengo los contactos de todos, así que les mando un mensaje en estos días para que vengan a comer a mi casa. La verdad, me anima mucho esto. Gracias a todos’.

Después de las palabras de Ana María, Sofía sentía que no era capaz de rechazar ninguna invitación y aunque no estuviera convencida de estar sentada en esa mesa, no tuvo otra alternativa que aceptar con su silencio y una sonrisa. Después de haber concertado todos los planes, todos se separaron. Andrea se fue Antonio y Sofía y Ana María tomaron caminos distintos para continuar con sus destinos.

Sofía le mandó un mensaje de voz a Santiago mientras iba caminando al parqueadero:

‘Bueno, acabé de despedirme de esta gente. No pude sentirme más fuera de lugar, pero menos mal que fue solo un café, donde hubiera sido un almuerzo, salen viajes, fiestas y quién sabe qué más cosas. Entonces, no solo Antonio va a ir a tomar las fotos del hábitat de Martín, si no que Ana María nos va a invitar a todos, incluidos Antonio y Andrea, a comer a su casa. Estarás contento porque siempre te mostraste abierto a esa posibilidad’.

Santiago le contestó con un tono relajado y divertido:

‘jajaja…mejor dicho, piden un roscón y terminamos todos en Cartagena. Bueno, me quedé pensando, y creo que es mejor que yo conozca a ese tipo. Me parece perfecto que vaya a tomar las fotos porque yo voy a estar ahí y la comida donde Ana María era algo de lo que no íbamos a poder escapar, y menos ahora. Pero ¿cómo se portó el tipo contigo? ¿Estuvo decente o trató de tocarte o algo?’.

‘Se portó normal. Obvio que me miraba con cierta complicidad; alcanzó a decirme que era más hermosa en persona, y que le encantaba, pero no intentó tocarme, ni pasarse, ni nada por el estilo’.

‘¿Y te gustó que te dijera esas cosas? ¿Te gustó él?’.

‘Pues si soy sincera, sí. Es más, en este momento me gustaría saber que estás en la casa para llegar a devorarte’.

‘Qué vaina! Yo no estoy en la casa y entro a una reunión. El que ya está ahí es Martín. Acuérdate que hoy me demoro’.

Sofía guardó el celular, se montó a su carro y se fue para la casa. En el camino iba pensando en Antonio. Se había dado cuenta de que le había encantado; la había seducido esa tranquilidad, la seguridad con la que hablaba, con la que ejecutaba cada movimiento. No lo vio ni meloso, ni afectuoso con Andrea. Pensó que tal vez no había querido incomodarla, o que sencillamente era un hombre que sabía comportarse. A pesar de estar en medio de esa situación, la cual no lo eximía de ser un hombre coqueto, no era ramplón, ni mucho menos buscaba llamar la atención o hacerse el duro o el casanova. Era muy diferente a Hugo. Por un instante, se dejó transportar y se imaginó una escena íntima con él. Entre líneas adivinaba que sería el tipo de amante que guía, pero que busca hacer sentir bien a su pareja, que no se preocupa por verse bien, ni por ganarse el premio al mejor performance, si no, que su empeño se concentraba en lograr que la mujer sea la protagonista. Se imaginó esas manos acariciando cada centímetro de su cuerpo y esos ojos hablándole con cada gesto, con cada suspiro, con cada gemido. Sofía soltó un suspiro que llegó hasta el cielo. Tomó aire, volvió en sí, sacudió su cabeza y ya se encontraba al frente de su casa. No tuvo otra alternativa que entrar y cumplir con su rutina de trabajo.

Cuando abrió la puerta con un tono de voz dulce dijo: ‘¡Hola Martín, llegué!’. El le contestó que estaba en la cocina, así que ella se fue a saludarlo. Él le dijo que se iba a tomar un café que si quería le servía uno. Sofía le dijo que no, que mejor tomaría agua y se sentó por un instante para saludarlo bien y hablar un poco con su hijastro.

‘Cómo vas? ¿Llegaste hace rato?’.

‘Hace como media hora. Estaba en el estudio de mi papá haciendo unas cosas en el computador’.

‘Bien. Imagínate que estaba tomándome un café con Ana María, la mamá de Juliana, con Andrea, mi amiga de la Universidad y su novio, que es un fotógrafo. No sé si Juliana ya te contó, pero Ana María le va a construir el hábitat’.

‘Si me contó. Está super feliz. No hace si no mandarme mensajes preguntándome cosas, mejor dicho, está muy emocionada’.

‘Pues me alegra. Al menos eso les ayuda con el duelo. El caso es que Ana María le pidió al novio de Andrea, que se llama Antonio, que si podía tomarle unas fotos al tuyo para que ellas tengan ese material como base. Y bueno, ya que es un fotógrafo profesional te queda un trabajo lindo de tu espacio. ¿Qué te parece?’.

‘¡Uff! ¡Espectacular! Siempre he querido tener unas fotos así. ¡Me parece super! Mi papá esta noche va a ir a mi casa a buscar los papeles de la gente que nos hizo eso, los planos y no sé qué más cosas. Lo que pasa es que yo creo que esa gente ya no vive acá en Bogotá, pero le dije a Juliana que seguro encontramos a alguien que se lo haga’.

‘Bien, me alegra que te guste la idea. Por otro lado, imagínate que en mi oficina encontraron unas cosas que Hugo dejó en el baño de la oficina antes de que le diera el infarto’.

Martín abrió los ojos con algo de sorpresa. Sofía le contó lo que habían encontrado.

‘Tú que vas a esa casa con frecuencia, ¿viste a Hugo tomar alcohol?’.

‘Pues nunca me fijé, pero de ese cucho nada me parece raro. Era tan dark que cualquier cosa se puede esperar. ¿Y qué hicieron con la USB y el papel del brownie de la pobre Manuela?’

‘El papel del brownie a la caneca y la USB la tiene Ana María. Acá entre nos, mi jefa y yo tratamos de ver lo que tenía esa memoria, pero estaba con password, entonces ni idea. Ya descubrirá Ana María los secretos del finado’.

‘jajajaja el finado??? ¿De dónde sacas esas palabras? Ese hombre escondía muchas cosas, será mejor que en esa USB haya solo cosas de trabajo. Menos mal que botaron el papel de brownie, así se van eliminando las pruebas de la escena del crimen y Manuela sale del grupo de sospechosos’.

¡Ay, Martín!, deja de hablar bobadas. Estás viendo muchas series. En estos días vamos a ir a comer a la casa de Ana María. No sé si vas a estar incluido en el plan. A este punto, me gustaría, así no me siento como mosco en leche en medio de ese combo tan raro’.

‘Bueno, yo quisiera conocer al fotógrafo. Tengo muchas preguntas para él y muchas condiciones para que pueda tomar las fotos. Ahora me voy a seguir estudiando’.

Sofía subió a su estudio con la intención de trabajar, pero su mente no lograba apartarse de la conversación con Martín, de la mirada de Antonio, de la sonrisa de Andrea y, sobre todo, de las palabras de Ana María. Se sentó frente al computador, pero no lo encendió.
Su celular vibró.
Un mensaje.
Lo abrió.
“Ya abrí la USB. Tenemos que hablar.”
Era de Ana María.

¿Qué hay en esa USB?