Sofía se quedó de una sola pieza.
‘No sabía ni siquiera que Ana María iba a estar’.
‘Ayer llamó a mi mamá y le dijo que si quería ir para que viera el hábitat. Incluso le dijo que le iba a preguntar a mi papá si la podía recoger’.
‘Tan querida tu mamá. No tenía ni idea’.
‘Bueno, Sofi. Chao, me voy porque voy tarde’.
Martín salió corriendo de la casa y Sofía llamó a Santiago inmediatamente.
‘Hola, Martín me dijo que Ana María también va a ir esta noche a su casa. ¿Por qué no me habías dicho?’.
‘Porque se me pasó. No es importante. Isabel me llamó a decirme que habían hablado’.
‘¿Y de cuándo a acá tan querida Isabel invitando a su casa a desconocidos y encima programándote tu agenda? ¿Tu la vas a recoger?’.
‘¿Qué te pasa Sofía? ¿Por qué tienes ese tono? ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué le pones misterio a una cosa tan pendeja? Esa vieja está pasando por un momento complicado. Tú misma dijiste que a lo mejor ese proyecto les va a ayudar a ella y a Juliana a superar la muerte de Hugo y ¿ahora te pones con estas cosas? Vamos a ponernos claros: tú coqueteas con otros hombres, te encanta hacerlo, yo me lo tengo que aguantar y yo no puedo llevar a la mamá de una amiga de mi hijo, a la que NO le estoy coqueteando, ¿porque a ti no te gusta?’.
‘Es que no es eso. Lo que no me gusta es que me ocultes cosas’.
‘Yo no te estoy ocultando nada. Ni le paré bolas a eso. Ando muy ocupado. Tengo la cabeza en mil temas; seguramente te lo iba a decir más tarde. Es más, igual te ibas a enterar como sucedió porque Martín te lo contó. ¿Me crees tan pendejo como para ocultarte algo semejante? Si esa fuera la intención, le habría advertido a Martín que no te contara nada. Mejor dicho, me siento ridículo hablando de esto contigo. No hay nada qué discutir. Ya sabes que me demoro. Nos vemos más tarde’.
Santiago colgó la llamada y Sofía quedó desconcertada. Por un lado, creía que él tenía razón; que era algo insignificante, sin embargo, se dio cuenta de que no confiaba en ella. Había algo de Ana María que no le gustaba, pero tampoco tenía nada concreto para confirmar lo que su intuición le decía. Decidió dejar ese tema en pausa y preparó algo para almorzar rápidamente pues tenía mucho trabajo. El resto de la tarde se pasó en un abrir y cerrar de ojos. Fue a recoger al niño y cerca de las 6:00 p.m. Sofía recibió una llamada de Margarita. Terminaron de abordar los temas de trabajo que habían quedado pendientes en la mañana. Margarita era una excelente ejecutiva. Era una mujer determinada, organizada y extremadamente eficiente. Esas eran algunas de las virtudes que la tenían como Directora y con varias responsabilidades a su cargo. Tenía una memoria prodigiosa y era una gran líder. Escuchaba a su equipo, lo defendía, asumía sus responsabilidades y cuando tenía que halar las orejas lo hacía en privado de manera discreta. Era una persona muy respetada en la empresa; brillaba por la capacidad para resolver las situaciones y proponer alternativas y estrategias efectivas para mejorar la productividad.
A Sofía le encantaba trabajar con ella. Después de una que otra experiencia laboral en donde se había encontrado con malos jefes, haber conocido a Margarita era algo que apreciaba y agradecía constantemente. Iba sin rodeos, decía las cosas como era, pero de una forma muy asertiva. Era una mujer muy interesante. Después de haber hablado de los temas de trabajo, entre los cuales estaba el curso, acerca del cual había decidido aplazar indefinidamente hasta que no encontraran la persona idónea para hacerlo, antes de cortar la llamada le dijo a Sofía:
‘Bueno, y pasando a otros temas, hablé con Ana María. Me dijo que no había podido abrir la USB y que ella iba a dejar eso así y le dije que la entendía. ¿De qué sirve ponerse ya a esculcarle la vida a ese hombre? Yo estoy segura de que lo que había ahí eran cosas de trabajo que ya no le sirven a nadie. Me contó que la llamaron de la empresa donde trabajaba él y le van a mandar sus cosas a la casa. Me dijo que abrió la boca para decir que botaran todo. ¿Sabes que la noto un poco extraña? Como con rabia en vez de dolor, pero a ratos hasta contenta. No sé. Cómo será que ahora que lo pienso, ni me mencionó el tema de la botella de trago. Debe ser que prefiere no escarbar más para no descubrir cosas que tal vez le hagan más daño’.
‘Pues es que cada uno transita por los duelos de una manera que ni se imagina. Esas cosas, y sobre todo cuando son repentinas, te cogen fuera de lugar y al final no sabes ni cómo afrontarlas. Oye, ¿a Hugo le alcanzaron a hacer algún pago por el curso?’.
‘No. Menos mal. Habíamos hablado de un anticipo, pero al final él mismo fue quien me dijo que mejor lo hiciéramos la primera semana del curso, y el pobre ni alcanzó a dar la primera lección completa. Afortunadamente no hicimos ningún pago. Me contó Ana María que fueron a tomarse un café cuando salieron de acá con unos amigos tuyos y que los invitó a su casa a comer esta semana. No sabes cómo me alegra. Es que la veo como entusiasta. No parece que se acabara de morir el esposo. Mija, yo estaría botada en una cama, pero como dices tú, cada quien es un mundo aparte. Lo que creo es que ella sufrió tanto con él en vida, que a lo mejor lo que está sintiendo es un descanso. Como sea, me alegra que esté con gente, que se entretenga. Me contó que va a empezar a hacerle el hábitat a Juliana y que tu amigo es un fotógrafo que va a hacerle las fotos. Mejor dicho, me contó todo. Está contenta. Me alegra, ella es una mujer especial y merece ser feliz’.
Sofía no tuvo otra opción que estar de acuerdo con Margarita, y con algo de reserva, decirle que sí, que le había parecido muy querida y que se alegraba que se estuviera recuperando. Terminó la llamada, quedaron de hablar al día siguiente. Sofía se recostó un rato en el sofá de su estudio y se quedó pensando que tal vez estaba exagerando. Seguro como sentía algo de culpa por haber coqueteado con Hugo, estaba a la defensiva con Ana María y ella no era más que una mujer que había vivido engañada gran parte de ese matrimonio y había soportado por años a un hombre que no le había dado su lugar. Mientras estaba con el niño, pensaba en Santiago, en su matrimonio. En sus palabras esa tarde. Se cuestionaba si en efecto había tomado la mejor decisión al haberlo involucrado en ese juego, que, a sus ojos, no era tan peligroso como él a veces lo quería hacer parecer. De repente sintió que la diferencia de edad empezaba a notarse.
Es como si el hecho de ser mamá la hubiera confrontado con ella misma, con las decisiones que había tomado desde muy joven. El hecho de haberse dejado influenciar para tener un hogar ‘como se debe’, formar una familia, tener un trabajo, vivir en una ciudad que diera oportunidades para ser ‘exitosa’. En el afán de cumplir todas esas expectativas se olvidó de lo que realmente quería, de lo que tal vez le hubiera gustado experimentar. Salir con más gente, hacer paseos locos, tener un grupo de amigos para contarse una y otra vez las mismas anécdotas, y tantas otras cosas que se hacen cuando se empieza a vivir. Ella se concentró en salir de su ciudad pequeña, y cuando conoció a Santiago creyó que era el hombre perfecto para cumplir sus sueños. Lo amaba, sí, pero si hubiera podido vivir más lo hubiera hecho sin duda alguna. Ver a su amiga Andrea con Antonio le producía algo de envidia y pensaba que eso era algo que ella nunca iba a probar. Al mismo tiempo cuando miraba a su hijo, sus ojos le brillaban porque no podía explicar el amor que sentía por él, pero no quería tener más y a lo mejor si hubiera reflexionado mejor, no hubiera sido mamá. Se sentía mala por pensar tantas cosas, pero era lo que sentía y con la única que podía ser absolutamente sincera era con ella misma.
Después de haber acostado al niño y terminar de acomodar y recoger algunas cosas, miró el reloj. Eran las 9:00 p.m. y realizó que Santiago no había llegado todavía. Se alertó. En ese momento le entró un mensaje en el celular. Saltó inmediatamente pensando que era su esposo, pero no, era su amiga Andrea.
‘Sofi, tengo un extraño presentimiento. Cuando puedas me llamas’.
¿Presentimiento? ¿Qué habrá pasado?