Sofía bloqueó el celular inmediatamente. Se dio cuenta de que Santiago estaba mirando de reojo, pero guardó silencio mientras llegaban a la casa. Entraron, su mamá estaba viendo televisión. Se saludaron; le dijo que el niño estaba dormidito en su habitación. Santiago saludó y con un tono cansado dijo que se iba a acostar, que estaba fulminado. Sofía le pidió a su mamá que fueran a la cocina porque ella se quería tomar algo caliente antes de ir a dormir. Sofía puso a calentar el agua, tomó el celular y abrió los archivos en silencio. La mamá le contaba cómo le había ido con el niño, que, si había hecho esto o lo otro, que habían jugado, etc. Sofía no estaba escuchando nada. De un momento se giró hacia donde estaba su mamá y le mostró las fotos que había recibido. Ella con un tono de sorpresa le dijo:

‘¿Quién es ella? ¿De dónde sacaste esas fotos?’

‘Me las acabaron de mandar. Ella es la mamá de una de las amigas de Martín de la Universidad. Es donde estábamos comiendo. Se llama Ana María’.

‘¿Y qué hace con Santiago? ¿Dónde fue eso?’.

‘No tengo ni la menor idea. Peor aún, no sé quién me las mandó y por qué. Lo único cierto es que Santiago me está mintiendo porque nunca supe que se vieron. Parece un restaurante, o un bar, no sé. El nunca me dijo que se vio con ella’.

‘Bueno, pero no se ve nada raro. Están solamente hablando’.

‘Si no fuera nada raro, me lo hubiera dicho. Me hubiera contado que se iba a ver con ella. El único día que creo que pudo pasar fue cuando dizque se iba a jugar futbol con sus amigos, llegó tarde y nunca jugó. Eso me lo aceptó, pero me dijo que se había quedado viendo el partido y hablando con uno de sus amigos. No sé, mami, no entiendo a qué hora pasó todo esto. No comprendo por qué Santiago me está mintiendo y siento dolor en el alma’.

‘No puedes sacar conclusiones, tienes que hablar con él. Si hasta este momento han sido transparentes y sinceros, debes confrontarlo y preguntarle qué está pasando antes de que las cosas se salgan de control’.

A Sofía se le aguaron los ojos. La mamá la abrazó, trató de tranquilizarla y decirle que era normal que los matrimonios atravesaran por momentos complejos, pero que eso no significaba que fuera el final, que ellos tenían un hogar bonito y que seguro iban a poder sobrepasar esa situación. Sofía terminó contándole a su mamá cómo había nacido todo eso por lo que estaban pasando. La mamá no terminaba de cerrar la boca. Por un lado, alcanzaba a entender la soledad que habría podido sentir Sofía; ya habían tenido una breve conversación al respecto. Ella también había pasado por algo similar, sin embargo, no lograba poner todas las piezas en orden. Con un tono suave y tranquilo le dijo:

‘Sofi, tienes que entender algo: todos pasamos por momentos difíciles, por crisis, es normal. Lo que no es tan usual es que involucremos a los demás en las conductas que creemos que nos van a ayudar a recuperar. Creo que lo más adecuado es que vayas a un especialista. Un psicólogo o un psiquiatra que te ayude a superar esta crisis. El problema es que tú sola creaste una solución que, por tu personalidad, y por la forma en la que tú ves el mundo, creíste que era la adecuada y la que te iba a salvar. En un primer momento tuvo buenos resultados, pero las cosas poco a poco han escalado. El problema es que no sabemos lo que puede explotar o desencadenar un mar de emociones en nosotros mismos, mucho menos en los demás. Tú no tienes idea de lo que Santiago en el fondo pudo o puede estar sintiendo por el hecho de que tú estés buscando algunas cosas en otros hombres, por más de que se lo digas, por más sincera que seas. Estas cosas son complicadas de asimilar, y mucho más para los hombres. El no ha estado tan convencido, y lo enredaste en un ambiente que tal vez no era el que él quería, porque entre otras, no lo estaba buscando. No te digo esto para juzgarte, si no, para que entiendas que las cosas a veces no son tan simples como parecen y menos en este mundo que está al revés y cada uno juega a ‘sálvense quien pueda’. Lamentablemente cada vez es más riesgoso confiar en los demás, y no porque todos sean malos, simplemente porque todos cargamos con cruces. Uno no sabe de dónde viene la gente, qué ha hecho, qué ha pasado en su vida, con qué se ha enfrentado, qué traumas lleva, que rabias acumula. Todo eso que no vemos es lo que debería hacernos reflexionar a fondo antes de tomar decisiones apresuradas, mucho más cuando está en juego una familia’.

Sofía lloraba inconsolable mientras escuchaba a su mamá.

‘Yo no quiero perder a mi familia’.

‘Bueno, estás a tiempo de recuperarla. Habla con Santiago, pídele perdón por haberlo involucrado en ese juego tan peligroso. Sé sincera con él, dile cómo te sientes y háblale desde el corazón’.

Sofía le dio un abrazo a la mamá y cuando estaba más calmada se fue para su habitación y la mamá se acostó en el cuarto de huéspedes. Santiago ya estaba durmiendo. Sofía se fue para el baño, se lavó la cara, trató de recuperar la fuerza y recibió un mensaje. Era Antonio.

‘Hola, estoy vivo. Qué noche tan loca y rara. Espero que estés bien’.

Sofía le contestó.

‘Me alegra saber que estás vivo. Yo no estoy bien. Me siento una mierda. Yo solamente quería experimentar algo de emoción en mi vida, y parece que las cosas se salieron de control’.

‘Pero ¿qué dices? No seas exagerada. No has hecho nada malo. ¿Por qué dices esas cosas? Nos hemos cruzado unos mensajes coqueteando, no creo que eso sea un crimen’.

‘No eres el primero con el que me cruzo mensajes. Lo hice con Hugo y ahora estoy metida en una situación bastante extraña por ese motivo’.

‘¿Hugo? ¿El esposo de Ana María? No sé en qué situación puedas estar metida, pero conmigo puedes contar. ¿Y qué si has hablado con más gente? No te des látigo por eso’.

‘Claro, para ti es fácil decirlo porque estás acostumbrado a hacerlo. Hace parte de tu estilo de vida, pero yo estoy casada, tengo un hijo pequeño, un hijastro, una familia’.

‘Te entiendo, y quiero que te quede claro que no estoy minimizando tu situación, simplemente te pido que no te ahogues en un mar de culpas porque eso no va a ser lo que te hará salir de ahí. Cuando buscamos cosas en otros lados es porque no estamos muy bien donde estamos y eso no tiene nada de malo. Nos pasa a todos’.

‘Si, pero no por eso podemos permitirnos arriesgar lo que tenemos sin haber seguido ciertos pasos que son importantes y, sobre todo, que muestran respeto por las personas que amas’.

‘Lo que quiero que entiendas es que esas actitudes también hacen parte de la humanidad. No somos perfectos, cometemos errores, pero eso no nos convierte en seres endemoniados’.

‘No sé, me siento muy mal. Fuera de todo, hoy me mandaron unas fotos de Ana María y Santiago en un restaurante. Nunca supe de ese encuentro. No sé qué pensar. Lo que faltaría, que mi esposo me estuviera siendo infiel con esa loca desquiciada’.

‘¿Qué? Pero ¡Dios mío! ¡Tu vida tiene más acción que cualquier serie de tv! Aunque no te estoy escuchando, te noto preocupada. mañana voy a estar en el estudio todo el día. ¿Quieres que nos veamos un rato? Así te desahogas con alguien que no te va a juzgar’.

‘¿Sabes que sí? Mañana tengo que ir a la oficina por la mañana’.

‘Perfecto. Te espero a las 10 en el estudio. Desayunamos juntos’.

‘Ok. Gracias y hasta mañana’.

Sofía se acostó a dormir un poco más liberada. Triste, pero al menos había exteriorizado lo que la tenía asfixiada desde hacía un tiempo. Al día siguiente se despertó y Santiago se estaba bañando. Pensó que iba a seguir el consejo de su mamá. Tenía que confrontar a su esposo, ese debía ser el primer paso para remediar lo que ella sin malas intenciones había ocasionado. Cuando Santiago salió de la ducha la saludó como si nada, parecía de buen humor. Le dijo que cómo tenía el día. Ella le contó que tenía que ir a la oficina por la mañana un rato. Él le dijo que Martín vendría a la casa y que él iba a tener un día bastante agitado en la oficina. Sofía no sabía cómo abordar el tema, pero se lanzó sin muchos rodeos.

‘Santi, ayer me llegó a esto a mi correo – le dijo mientras le ensenaba las fotos con Ana María -.

El abrió los ojos, se sentó en la cama y suspiró profundamente.

‘¿Quién te las mandó?’ – le preguntó Santiago con la voz temblorosa.

‘No lo sé. Solo me llegaron a mi correo. ¿Está pasando algo que no sé?’.

Santiago llevándose las manos a la cabeza, miró a Sofía y le dijo: ‘Tenemos que hablar’.

¿Qué tiene para decir Santiago?