Por fin en medio de las luces y sombras que se formaban alrededor de la entrada del estudio se reveló la imagen de Andrea. Con un gesto de asombro los miró a los dos, los saludó titubeante. No entendía qué estaba haciendo Sofía ahí, pero tampoco se animaba a preguntarle directamente el por qué de su presencia. Fueron segundos de un silencio incómodo hasta que fue la misma Sofía en expresarse.
‘Andre, hola, menos mal que llegaste. Iba para mi oficina, pero no fui capaz de entrar, me dio por asomarme acá y entré hace dos minutos. Me acabo de enterar de algo horrible y no sabía para dónde ir o qué hacer. Santiago me puso los cachos con Ana María’.
Antonio y Andrea quedaron en shock. Los dos miraban a Sofía sin decir una sola palabra esperando a que fuera ella misma la que continuara con el relato y así lo hizo.
‘Si, así quedé yo, o peor. Esta mañana él mismo me lo confirmó. Anoche recibí unas fotos de ellos dos en un restaurante. Pero si quieren que les diga algo, yo estoy casi segura de que fue ella misma la que me mandó esas fotos. Esa mujer es peligrosa. Es que me genera una desconfianza infinita. Le dije a Santiago que no quiero volver a saber nada de ella. Mañana tú vas a tomar esas fotos en la casa de Martín – dijo mirando a Antonio -, y espero que no se vaya a aparecer en esa casa. Santiago la bloqueó delante de mí, pero no tengo vida con esa vieja tratando de acercarse a mi vida. Es que juro que soy capaz de renunciar. Ella es ‘muy amiga de mi jefa; por eso no quería ir a la oficina; no sé cómo mirar a Margarita, no sé si debería decirle. Lo único que sé que quiero hacer es buscar una persona que abra un archivo que dejó Hugo en una USB. Yo tengo que saber qué hay ahí. Andre, tu me dijiste que conoces a alguien que sabe hacer esas cosas. ¿me puedes dar el contacto?’.
Andrea se acercó a Sofía, le pidió que se sentara en una silla, le trajo un poco de agua y le dijo con un tono amable:
‘Dios, mi Sofi, la verdad lo siento mucho. Es que yo sabía que esa vieja se traía algo entre manos. Nunca me dio confianza. ¡Maldita morronga desgraciada! Claro que te puedo dar el contacto de la persona, pero no me queda claro porqué ella querría hacerte ese daño. O sea, ¿mandarte ella misma esas fotos? ¿Por qué? Eso sí que es de una mente enferma’.
Sofía con su rostro lleno de lágrimas, la miró y le contó toda la historia de Hugo. Andrea no podía creer lo que estaba escuchando. Siempre había visto a Sofía con otros ojos. Era su amiga ‘buena’. La esposa, mamá, hija y profesional sin tacha. No la veía en ese plan. Escribiéndose con hombres. Aunque estaba aterrada, trató por todos los medios de ocultar su desconcierto y hasta donde pudo escondió el juicio que lo acompañaba. Sofía continuó explicando:
‘Yo sé que es difícil de entender, pero lo que nadie se pregunta es por los caminos tan pedregosos por los que yo estaba atravesando. La soledad, la tristeza, la impotencia, el aburrimiento, el odio con la vida misma, con la gente, con la sociedad entera que se dedica a señalar únicamente, pero nadie te pregunta si necesitas algo. Me equivoqué, cometí un error, sí. Me dejé llevar por un impulso alimentado por el ego probablemente, por la falta de autoestima y confundí las cosas, pero jamás me acosté con ese hombre, ni tampoco estuvo entre mis planes. No iba a hacerlo. Es más, antes de que le diera ese puto infarto, le había pedido que me dejara en paz y parecía que él no había terminado de aceptar esa negativa. Ese mismo día usó un tono amenazante conmigo, me quería intimidar. Ignoro sus planes, por eso es que quiero saber qué hay en ese archivo. La USB tenía una password. Margarita y yo no pudimos ver qué había adentro y Ana María me llamó a decirme que había encontrado unas cosas relacionadas a temas financieros, o no sé qué cosa, y que había otro file con una password y que ella no había podido acceder. Pero ¿qué tal que me haya mentido y de pronto haya encontrado alguna evidencia de mis conversaciones con Hugo y por eso la venganza?’.
Antonio, que hasta ese momento había permanecido callado, por fin rompió el silencio:
‘Sofía, creo que estás perdiendo un poco la perspectiva. No quiero defender a Ana María, ni más faltaba, pero me parece que pensar que haya planeado una venganza es too much. Esto no es una novela mexicana. Además, si ya había encontrado información sensible ¿por qué deshacerse así de fácil de la USB y no tratar de abrir ese archivo, si es que el ‘galán malvado’ de la novela, alias Hugo, tenía una vida secreta?’.
‘No sé Antonio. Esa USB yo se la robé prácticamente a Juliana. Ellas no saben que yo la tengo. La vi encima del escritorio de Santiago y la cogí abusivamente. ¡Tal vez Ana María se ocupó con sus planes con Santiago y dejó pendiente abrir ese otro archivo o qué voy a saber! ¡Dios mío! ¡Qué diablos voy a saber! Es que todavía me parece increíble estar hablando de estas cosas con ustedes. ¡Me acabo de enterar de una infidelidad de mi esposo, siento que me estoy rompiendo por dentro y estoy desesperada!
Andrea trató de calmar a su amiga.
‘Sofi, primero, trata de respirar. Entiendo perfectamente tu dolor, tu desilusión, tu rabia. Es normal que te sientas así. Menos mal que viniste. Afortunadamente me dio por darle una sorpresa a Antonio, y para eso estamos acá, para escucharte. Ahora, yo en tu lugar, le pediría el día a Margarita. Llámala, dile que se te presentó un inconveniente y no vayas a trabajar hoy. En ese estado es imposible concentrarse, y aunque, yo creo que sí le deberías decir lo de Ana María y Santiago, al menos te tomas el día para pensar con un poco más de calma las cosas. Si quieres, vamos juntas a almorzar, o a dar una vuelta. Yo tengo libres hoy y mañana porque tengo que hacer algunas vueltas pendejas para hacer, pero me puedes acompañar y así te entretienes’.
Sofía miró en silencio a su amiga. Pensaba que sabía solo una parte de la historia; que a ella también la había engañado y se sentía el peor ser de la tierra. No era capaz de pasar más tiempo con ella porque sabía que iba a terminar contándole todo y no soportaba un dolor más.
‘Creo que tienes razón, Andre – dijo Sofía bajando la mirada -; voy a llamar a Margarita para decirle que no puedo ir a la oficina. Necesito pensar, pero quiero irme para mi casa. Te agradezco tu ofrecimiento, pero quiero descansar y tratar de poner las ideas en orden. Evidentemente Santiago y yo cometimos errores, y ahora tendremos que asumir las consecuencias; nos guste o no’.
Andrea se quedó mirando a Antonio y le dijo: ‘¿Y tú crees que debes tomar esas fotos mañana?’.
‘Andre, ya me comprometí con eso. Lo siento mucho con Sofía, pero si te pones a pensar, Ana María ha sido gentil con los dos, y no creo que sea muy profesional cancelar un servicio un día antes’.
¡Ni más faltaba! – exclamó Sofía alterada – Antonio no tiene nada qué ver con esto que me está pasando a mí y no es ni en mi casa, ni con mi hijo el asunto. Es cierto que fue Ana María la que lo contrató, pero Martín está emocionado con esas fotos y yo no tengo por qué interferir en lo acordado. Simplemente le pedí a Santiago que esperaba que esa vieja no vaya más a esa casa, o no por lo menos mañana porque, aunque él me dijo que no tenía que estar, sé que quiere acompañar a su hijo y sé que para Martín es importante que su papá esté. Si después Isabel, la ex de Santiago, se quiere volver la mejor amiga de Ana María, me importa un pepino, pero yo a esa mujer la quiero a kilómetros de mi vida. Andre, dame el teléfono de ese tipo para lo de la USB. Quiero averiguar ya ese tema’.
Andrea buscó los datos de la persona en el celular y se los pasó a Sofía, quien se levantó de la silla, se despidió afanada de la pareja de noviecitos agradeciéndoles por el tiempo y la paciencia, cogió su abrigo y salió del estudio. Se subió al carro y llamó a Margarita para decirle que se sentía muy mal, que iba en camino para donde su mamá a descansar un rato y a pedirle el favor de ocuparse del niño mientras ella se reponía. Le inventó algunos síntomas que podrían indicar la presencia de un virus o algo por el estilo. Margarita le dijo que no se preocupara, que se tomara su tiempo y que le avisara cómo seguía. Antes de colgar le dijo:
‘Perdóname si te digo esto, sé que no te sientes bien, pero es que me cayó como un balde de agua fría. Imagínate que la señora de aseo volvió a encontrar otra botellita de esas de alcohol en el baño. Con tanta cosa se me había olvidado contarte. Pues nos tocó revisar las cámaras. Adivina de quién son. De Roberto, el de contabilidad. Y nosotras echándole la culpa al pobre Hugo. No querida, ahora estoy yo acá con este rollo con la de Recursos Humanos viendo qué manejo le vamos a dar a esta situación. Bueno, no te quito más tiempo. Espero que te recuperes pronto. Me cuentas’.
Margarita colgó la llamada y Sofía quedó aterrada. – ¿Roberto el de contabilidad es un borrachín? ¿Entonces no fue el alcohol el que terminó alterando a Hugo para que le diera ese infarto? – se preguntaba sola sentada en ese carro. Botó un suspiro, esculcó su cartera y encontró la USB, que la había guardado allí antes de salir de su casa. Llamó al contacto que le había dado Andrea. El hombre le dijo que claro, que podía hacerlo. Sofía sin dudar, le dijo que le llevaba ya mismo y a donde él le dijera la memoria. Acordaron el sitio y Sofía prendió el carro y salió impaciente y algo atormentada a encontrarse con la persona.
Llegó mucho más rápido de lo que pensó. Se encontró con el muchacho quien estaba en su oficina trabajando y había bajado a la puerta del edificio para recibirle la USB a Sofía. Le dijo que no podía darle un tiempo exacto, pero que iba a tratar de desencriptar lo más pronto posible el archivo y apenas tuviera noticias la llamaría. Sofía le agradeció, le pidió mucha discreción y le recomendó prontitud con la tarea. Se despidieron, Sofía se subió al carro y recibió un mensaje. Era de Antonio:
‘Me hubiera comido enteras esas lágrimas para trasladar tu dolor a mi interior con tal de no verte tan triste. Me partió el alma verte así. Daría lo que fuera por acompañarte, por convencerte de que no has hecho nada malo, que no eres esa persona que crees. Te llevaría a dar esa vuelta por el universo y lo llenaría de libélulas para que iluminen el alma linda que tienes y que yo he podido ver. Te mereces cosas bonitas, risas, flores y bellas historias para contar. No olvides nunca eso. Eres una mujer maravillosa. No tienes por qué ponerlo en duda. Somos muchos los que nos damos cuenta de ello, pero eres tú la que te debes convencer. Gracias por venir. Te mando un beso’.
Sofía rompió en llanto y le mandó ese mensaje a Santiago y agregó: ‘Porque yo sí cumplo con mis pactos te mando esto’.
Santiago le contestó: ‘¿Pasó algo entre ustedes dos? No he tenido vida en esta reunión’. Sofía no le contestó nada. Llegó a su casa con los ojos hinchados de llorar. No sabía qué hacer, qué pensar, qué camino tomar. Cuando entró Martín estaba por salir. Le preguntó que si estaba bien. Ella le dijo que si, que solo estaba un poco indispuesta y que se iba a tomar el día. Martín con una expresión de preocupación le dijo que si necesitaba algo. Sofía le dio un abrazo y le dijo que no, que se fuera tranquilo y que después hablaban.
Sofía se fue para su habitación, se acostó en la cama y no paraba de llorar. No sabía a qué hora su vida se había convertido en un caos. Se culpaba, se perdonaba, se torturaba, se preguntaba una y mil cosas, se recriminaba, se reconciliaba, se entendía y después volvía a quebrarse. Eran muchos sentimientos con los que estaba lidiando en ese momento y no hallaba paz. De tanto sollozar se quedó dormida. Cuando se despertó, ya iba siendo hora de ir a recoger al niño. Se asustó de ver que se había quedado privada por tanto tiempo. Había recibido mensajes de su mamá, de Andrea, de Santiago. Todos los miró por encima. Estaba decidiendo si pedirle el favor a su mamá de ir a recoger a Nicolás cuando le entró una notificación de un mensaje:
‘Hola Sofía, soy Andrés. Ya abrí el archivo. Te recomiendo venir por la USB. Es mejor que no te mande nada de lo que encontré a través de alguna aplicación. Me cuentas’.
¡Dios! ¿Qué encontró ese muchachito en esa USB?