Sofía se fue corriendo para su oficina, abrió el computador y buscó lo que Santiago le había dicho. Quedó perpleja. No podía entender y necesitaba una explicación. Uno de los artículos que encontró decía: ‘El Chemsex es una práctica de grupo que se originó en el Reino Unido y consiste en tener relaciones sexuales de larga duración entre hombres agregando el consumo de sustancias químicas como la metanfetamina, mefedrona y el GHB (ácido gamma hidroxibutirato). En algunas ocasiones se usa la cocaína y el alcohol. Esta práctica que cada vez coge más fuerza en varios países resulta atractiva para los hombres que quieren tener experiencias arriesgadas con otros hombres convirtiendo los encuentros en orgías que pueden durar dos y tres días. El uso de estas drogas genera una sensación de relajación profunda, como si el cuerpo soltara el peso del día de golpe. Al relajar los músculos, especialmente los del suelo pélvico, hacen que el sexo anal sea menos doloroso y más fluido. Aumentan de forma notable la excitación y el deseo, como si cada caricia encendiera algo más. Y aunque el orgasmo se hace esperar, el cuerpo se mantiene alerta, despierto, deseando más, a veces durante horas… incluso días’.

Sofía no podía creer lo que estaba leyendo. Volvió a llamar a Santiago con la mano temblorosa. Él le contestó:

‘Sofi, acabo de llegar donde Martín. Ahora no puedo hablar, me imagino que quedaste tan aterrada como yo. Solo te puedo decir que en ese archivo hay unos videos en donde aparece Hugo con otros hombres’.

‘!No! ¡Santiago! ¡Por Dios! ¿Qué me estás diciendo? ¿Pero qué es esta locura? Prácticamente ese tipo estaba vivo de milagro si se metía todas esas cosas y hacía todo eso’.

Santiago la interrumpió, le dijo que acababan de llegar Martín y Antonio y que ya iba a entrar a la casa. ‘Apenas termine acá paso por la casa’ – le dijo Santiago -.

Sofía quedó transparente. ¿Cómo era posible que un tipo como ese tuviera unos comportamientos tan extremos? ¿Y encima de todo bisexual? No sabía qué pensar, además porque era la primera vez en su vida que escuchaba hablar de esa práctica y no sabía ni por dónde comenzar. En medio de la confusión se le pasaban muchas ideas por la cabeza. Pensaba si Ana María estaría al tanto de eso o al menos tendría sospechas. Era imposible que una mujer no presintiera algo por más cauteloso que fuera. Es más, creía que ella sabía todo y que simplemente había decidido callar porque era más importante su estatus, su imagen, su familia perfecta y no podría vivir con una verdad de esas. Sofía estaba aturdida con esa noticia. Le costaba mucho creer que había un video de él. El desespero era tan grande que hasta pensó irse para donde Martín a recoger esa USB. Le mandó un mensaje a Santiago diciéndole que ya iba para allá y él le dijo que tuviera un poco de paciencia, que todo estaba avanzando rápidamente y que no creía que se iba a demorar tanto allí.

El tiempo no pudo pasar más despacio. Sofía era incapaz de hablar de ese tema con alguien. No quería hablar ni con la mamá, mucho menos con Andrea o Margarita. Debía esperar y así lo hizo mientras su mente maquinaba todo tipo de imágenes y conjeturas. Era tal su desconocimiento y su inocencia que ni siquiera había pensado en lo más grave. Pasaron dos horas y media hasta que regresó Santiago. Ella creía que había hecho una zanja en el piso de todo lo que había caminado para un lado y para el otro. El niño estaba mejor y había dormido mucho por las medicinas, pero ella no tuvo un segundo de paz.

Apenas entró Santiago, Sofía le dijo que sacara esa USB y la pusiera en el computador. Los dos se sentaron en el estudio de él y abrieron el archivo. Había varios videos, fotos y una lista con nombres y teléfonos. Santiago le advirtió a Sofía que lo que iba a ver era muy pesado; ella lo miró y con algo de rabia y afán le dio abrir al primer video. Se llevó las manos a la cabeza, se tapaba la boca, los ojos, volvía a mirar, se corría como queriendo esquivar la realidad, pero era demasiado gráfico lo que allí sucedía. Se trataba de una orgía con varios hombres en donde daban libertad absoluta a lo que seguramente implicaba sus más hondos y oscuros deseos. En medio del estupor que estaba creando en los dos ver esas imágenes, Santiago le dijo a Sofía:

‘!Qué tipo tan loco y asqueroso! ¿Viste que están consumiendo drogas? Ahora no me parece nada raro que le haya dado un infarto’.

‘Pero ese día él estaba bien, Santiago. Puede que consumiera esas drogas, pero lo haría cuando tenía esos encuentros, porque yo te puedo asegurar que las veces que lo vi, que tuve contacto con él, que, entre otras, siempre fue en un ambiente de trabajo, estaba perfecto. Pulcro, con los ojos perfectos, la expresión normal, no sé. Me parece muy raro’.

‘Tú qué vas a saber de esas cosas, ¡Sofía! ¡Y yo, menos! Nosotros no andamos metidos en esos ambientes, no somos unos adictos, y, en consecuencia, no sabemos hasta qué punto las personas pueden disimular. Lo otro es que esas sustancias quedan en la sangre por algunos días, y ese día encontraron una botella de trago, ¿no? Bueno, de pronto hizo un corto circuito’.

‘No, Santiago. La botella no era de él. Era de un tipo de la oficina me contó Margarita. Lo pillaron. No fue Hugo’.

‘Bueno, eso es lo de menos. El tema es que una persona con esas conductas tan extremas sabe que está jugando con fuego’.

‘Santiago, llamemos a uno de esos hombres que hay en esa lista’.

‘Qué? Pero ¿estás loca? ¿Y para qué?’.

‘No sé. Quiero entender ese tipo hasta dónde llegó’.

‘Pero a nosotros qué nos importa!’.

‘Santiago, tu te acostaste con la esposa de él. ¿Ya se te olvidó?’.

Santiago se puso pálido y se cogió la cabeza. Se paró de la silla y no sabía qué decir. Repentinamente entendió que en efecto no era una cosa banal saber algo más al respecto. Sofía le planteó dos alternativas: ‘O hablas con Ana María y le preguntas directamente con el riesgo de que niegue todo como siempre, o llamamos a uno de esos tipos para ver si podemos saber algo’.

Los dos se quedaron en silencio por un momento. Cada uno pensando e imaginando mil opciones. De un momento a otro y volviendo a la realidad, Sofía le preguntó a Santiago cómo les había ido con lo de las fotos con Martín. El le contó que todo bien. Que Isabel había estado querida, y Martín, a pesar de su rigidez y exigencia con su hábitat, había estado disponible y amable. Antonio les había dejado ver algunas de las fotos y Martín estaba realmente impresionado. Santiago le contó algunos detalles:

‘De todos modos Martín es muy meticuloso. Tu sabes que él tiene esas ranas y unas lagartijas y bueno, otras especies ahí. Pues no dejó que Antonio les tomara fotos de cerca. Le daba indicaciones como si se tratara de un depósito custodiado por el FBI. De verdad que me deja aterrado. Ese niño no hubiera podido estudiar otra cosa, si no eso. No te conté que estaban Juliana y Manuela también. Isabel nos ofreció café, agua, unos bizcochos y no sé qué más pendejadas. Manuela sacó sus brownies, mejor dicho, de todo. En realidad, yo tenía la cabeza en otro lado. Quedé tan aterrado con ese archivo de ese tipo, que no puse mucha atención al shooting. Lo que sí puedo decir es que Antonio se portó decentemente. Estuvo gentil. El y yo no nos cruzamos muchas palabras. La que estuvo más pendiente fue Isabel. Bueno, lo importante es que todo salió bien. nos dijo que las fotos estarían listas esta misma tarde. Así que se cierra ese tema también’.

Sofía le dijo que se alegraba, sin embargo, ella estaba tan aterrada con lo que habían encontrado en esa memoria que no tenía cabeza para nada más. Santiago le dijo que ya no iba a regresar a la oficina; estaba muy nervioso. Decidió darse una ducha para ver si podía relajarse y pensar con calma. Antes de entrar al baño le alcanzó a decir que tal vez era mejor hablar con Ana María. Sofía se quedó callada y lo dejó tranquilo mientras se bañaba. En ese momento le entró una llamada de Martín. Le contó a grandes rasgos lo que había pasado con las fotos; parecía emocionado y con ganas de ver los resultados. Le contó a Sofía que le había dicho que esa misma tarde compartiría las fotos con él y que había quedado de avisarle porque tenía una fiesta esa noche y quería dejar ese trabajo listo ese mismo día. Sofía le dijo que estaba realmente contenta por esas fotos porque sabía que era algo muy significativo para él. Martín le preguntó por Santiago; ella le dijo que se estaba bañando, se despidieron y colgaron la llamada.

Sofía estaba en la cama de ellos acostada con el niño, cuando de pronto y con un tono ansioso Santiago gritó desde el baño:

‘Sofi, ¡por favor ven a ver lo que tengo acá rápido! ¡No! ¡Dios mío!

¿Qué le pasó a Santiago?