Valeria se atoró con el agua que se estaba tomando. Casi que no se puede recuperar. Entre risas y lágrimas se quedó mirando a Mateo y le dijo: ‘Mateo, ¿tú estás seguro de lo que me estás preguntando? No sé, me parece todo tan apresurado; no he podido terminar de digerir lo que ha pasado contigo en estos días. No te veía hace años y de repente siento que el mundo se paralizó. Cuando estoy contigo es como si los días no hubieran pasado. Estar en tu casa me pareció hasta creepy. Es que todo está igual, me senté en la misma silla en la que me senté por tanto tiempo. Tus papás actúan conmigo como si nada y nadie habla de tu divorcio. ¿No te parece que necesitas un tiempo para asimilar las cosas? ¿No te ha pasado por la mente que de pronto quieres recuperar tu relación con Ana María? Y otra cosa Mateo, ¿de cuándo a acá te afloró ese amor por mi de nuevo?’. Como si tuviera un discurso perfectamente bien pensado, Mateo le respondió: ‘Val, si te he dicho mil veces que no puedo o no quiero ser tu amigo es porque el sentimiento que tengo hacia ti es muy grande. Nunca te lo dije, pero yo casi me muero cuando me terminaste; para mí fue durísimo porque yo no veía mi vida con nadie diferente a ti. Si, luego conocí a Ana María y todo pasó muy rápido, además porque yo me iba fuera del país y la decisión de casarnos tuvo mucho qué ver con eso y con mi trabajo en la empresa. Era una cuestión de facilidad para que ella pudiera acompañarme y tener su estatus, mejor dicho, por temas burocráticos. No voy a decir que esa fue la única razón por la que me casé; yo la quise mucho, pero bueno, las cosas no funcionaron y se acabó. No te puedo decir que hace dos semanas, un mes, un año, o cinco afloró este sentimiento hacia ti. Es que nunca se fue. Y no, Val. Las cosas con Ana María se acabaron y no tengo intenciones de recuperar nada’.

Valeria suspiró y mientras descomponía la respuesta de Mateo para organizarla mejor en su cabeza, las palabras le escapaban. Quería decir muchas cosas, pero al mismo tiempo el silencio la hacía sentir cómoda. La realidad es que esa respuesta terminó de ponerle patas arriba su vida. Le impresionaba el hecho de que no le preguntara nada acerca de la persona con la que estaba saliendo. Eso podía ser una señal de la seguridad que él sentía, y era justo después de que ella había cedido tan rápidamente a sus invitaciones sexuales y familiares. Lo que no esperaba es que le hiciera una propuesta semejante. ¿Eso qué significaba? Que iba a tener que cancelar el viaje a la finca y decirle a Alvaro que mejor dejaran las cosas así después de ese polvo demencial que la había dejado caminando raro y con dolores ricos en todo el cuerpo. ¿Qué hacer? De pronto miró a su alrededor y le dieron ganas de salir corriendo.

Finalmente, con una voz grave y pausada dijo: ‘Mateo, me coges fuera de base y en este momento no puedo responderte nada. Estoy muy ansiosa con el tema de la entrevista y quisiera concentrarme en mi preparación porque yo quiero irme de esa empresa cuanto antes. Y ahora que lo pienso, ese es otro tema importante: ¿tú te vas a venir a vivir a Colombia? No creo. Entonces, ¿vamos a tener una relación a larga distancia? ¿me voy a ir para Estados Unidos? ¿a hacer qué? ¿a trabajar en dónde? Si ves, por estas cosas yo tengo que pensar’. Mateo la tomó de las manos, le dijo que entendía perfectamente todas sus inquietudes y el hecho de que quisiera tomarse unos días para reflexionar con calma. Sabía que no era fácil y le recordó que nadie mejor que él comprendía la importancia que tenía el trabajo para ella y que jamás influenciaría para que  tomara decisiones que la alejaran de sus objetivos y agregó: ‘Tienes razón Val, seguramente para mi no es una opción venirme para Colombia, sin embargo, sí me veo contigo en Estados Unidos y tengo los contactos y la gente que nos ayudarían para que tu consigas un buen trabajo allá. Estoy abierto a cambiarme de ciudad, eso es algo con lo que no tendría mayores problemas, siempre y cuando tú te sientas cómoda y segura’.

Se pasó la pausa del almuerzo y Valeria solo podía imaginar que de verdad la vida le estaba poniendo una prueba muy grande. Esa conversación con Mateo la había dejado enfrascada en un berenjenal de dudas e inquietudes. Le dijo a Mateo que debía regresar a la oficina, él se paró de inmediato, pagó la cuenta, le pasó el brazo por el hombro y le dijo que la acompañaría hasta la entrada del edificio. Se fueron caminando juntos. Durante el trayecto él le recordaba a Valeria todas las veces que recorrieron ese barrio para ir al supermercado, o al parque, o a la casa de su amigo Andrés, o las ocasiones en que ella iba con su suegra a la peluquería que quedaba en el callejón más cercano a su casa y los incontables encuentros con sus amigos que pactaban citas en cualquier de los bares ubicados en el parque que estaba a dos o tres calles del edificio donde vivía Mateo. Valeria sonreía, se contaban anécdotas como la vez que ella salió muy prendida de uno de esos sitios y tratando de entrar a la casa e su exnovio sin hacer ruido, botó todo lo que encontró hasta que los papás se levantaron, los regañaron y a Valeria le cogió tal ataque de risa que terminó botada en el corredor de la casa mientras Mateo trataba de levantarla para ir a dormir. Mil historias llegaron y los dos se reían a carcajadas de las aventuras que vivieron juntos.

Por fin llegaron al edificio donde trabajaba Valeria. Mateo se paró al frente de ella, le acarició el pelo, le dijo que estaba muy contento de verla, de compartir de nuevo algunas cosas, que se sentía feliz y con la esperanza de saber que éste era el momento que el destino les había reservado para encontrarse de nuevo y para siempre. Valeria lo miró, le dijo que no se adelantara, que todavía había muchas cosas por analizar y que era una decisión muy importante porque cambiaría la vida de los dos radicalmente. Mateo le dijo que lo sabía y que no tenía miedo, todo lo contrario, estaba dispuesto a vivirlo todo junto a ella. Antes de despedirse, le dijo que el viernes saldría a comer con su familia a festejar el cumpleaños de su mamá y que le encantaría que ella fuera. ‘Es más – le dijo Mateo con cierto énfasis – fue ella misma quien me pidió que te invitara’. Valeria se puso un poco nerviosa. Ese día era complicado. Tenía la entrevista y al día siguiente se iría de viaje con Alvaro y el parche de amigos. Se quedó mirándolo y le dijo: ‘Mate, el fin de semana me voy de viaje con mi mamá y mi hermana, si voy a la comida, pero no puedo demorarme’.

Mateo le manifestó su emoción por haber aceptado ir a la comida; le dijo que su mamá se iba a poner dichosa, aprovechó para mandarle saludos a su exsuegra y a su excuñada y agregó: ‘Espero verlas pronto; rico que se vayan de paseo’. Valeria sonrió, le dijo que ya tenía que regresar a la oficina y que estarían en contacto. Mateo le dijo que pensara las cosas en positivo, que no se cargara el pasado encima porque consideraba que los dos habían madurado y la forma en la que afrontarían una relación en ese momento no tenía nada qué ver con los niños que eran cuando estuvieron juntos. ‘Ponte a pensar que nuestra única preocupación en ese momento era pasar las materias en la universidad y escoger el sitio donde íbamos a ir de rumba el fin de semana. El tiempo ha pasado, las responsabilidades han llegado y las prioridades son otras, así que piensa que a lo mejor éste es el mejor momento para estar juntos’. Valeria le dijo que lo iba a pensar, se volteó y se fue rumbo a su oficina.  

Tomó el ascensor y todo daba vueltas en su cabeza. Pensaba que Mateo se veía tan serio diciéndole todas esas cosas, tenía la impresión que era otro, que había crecido, estaba más maduro; probablemente todo lo que había vivido lo impulsó a dar cambios reales en su vida. Por fin llegó al piso donde queda su oficina, entra y apenas la ve la recepcionista y le dice: ‘Valeria, menos mal que llegaste, ya te iba a mandar un mensaje. El Dr. Nicolás me dijo que apenas llegaras te dijera que fueras urgente a su oficina; estaba todo acelerado’.