La segunda casa parecía el lugar donde vivían los cuidanderos de la finca. En ese momento estaba la señora con su hijo. Ella era una mujer relativamente joven, tenía un tono de voz fuerte y Valeria escuchaba cuando le decía al niño, que podría tener unos 13 anos aproximadamente: ‘Ya va a empezar usted con la bobada! Cada vez que viene don Alberto es la misma historia que no quiere ir a saludar; acuérdese de todo lo que los patrones le dan siempre, los regalos que le han dado y sobre todo don Alberto que es tan especial. ¡No me haga quedar mal con ellos que lo cojo a chancleta! ¡Siempre el mismo problema! ¡Vaya a ver a saludar que le trajo una caja llena de cosas! ¡No sea malagradecido!’. A Valeria le llamó mucho la atención ver esa escena. El niño parecía realmente incómodo y su expresión era de total disgusto. La mamá lo halaba del brazo y el niño se resistía sin pronunciar palabra. Valeria estaba detrás de uno de los árboles y ellos no se habían percatado de su presencia. Sintió pasos, se giró y era Alvaro que venía a encontrarla, ella decidió alejarse de allí y le dijo a su pareja de fin de semana que mejor se fueran para la piscina. Alvaro le dijo que por qué, que si había visto algo raro. Ella le dijo que después le contaría.
Se unieron al grupo. Todos estaban ya en el mood de la rumba. Alberto les preguntó que si les había gustado la habitación, que si estaba todo bien; Valeria y Alvaro respondieron que si y agradecieron la hospitalidad. Valeria le preguntó a Alberto que hace cuánto tenían la finca y él respondió que hace muchísimos años; que la finca había sido una herencia de su padre y que con el tiempo le hizo algunas reformas, pero que él había pasado su infancia corriendo entre esos jardines cuando todavía no había prácticamente nada. Marcela agregó que le mejor herencia había sido Lucía, la señora que cuidaba la finca. ‘Ella nació acá según he entendido y sus papás fueron los cuidanderos de la finca; y ella afortunadamente siguió la tradición porque yo no sé qué haríamos sin ella y sin Pedrito, su esposo. Nos mantienen esta casa perfecta, la cuidan como si fuera de ellos y no tenemos que preocuparnos de nada’, contaba Marcela con mucho entusiasmo. Valeria aprovechó para preguntar cuántos hijos tenían y Marcela le dijo que dos; el niño que es super tímido y la niña que es una loquita lo más de hermosa.
La conversación se interrumpió cuando llegaron Lucía y su hijo Alexander. Ella con una voz alegre y espontánea dijo: ‘Don Alberto, acá le traje al Alex porque quería saludarlo; era que estaba por allá jugando con un vecinito’. Dándole unas palmadas en la espalda empujó al niño para que se acercara a saludar a Alberto; el niño miraba el pavimento y seguía haciendo algo de resistencia. Alberto se paró, le dio la mano y le dijo que cómo estaba de grande, que le daba mucho gusto verlo, que sabía que se estaba portando muy bien con los papás y que le había traído unos regalitos que estaban en el carro. ‘Hay una caja para ti y una para tu hermanita, ve por ellas y después me dices si te gustaron las cositas’, le dijo Alberto sonriendo. Lucía mirando al niño, le agradeció, se disculpó por la poca efusividad de Alex, y le recordó que él se ponía siempre muy feliz cuando ellos venían y que disfrutaba mucho los regalos. Se retiraron de allí y Marcela le dijo al grupo que el niño era muy tímido, que siempre había sido así. Valeria no entendía por qué, pero la actitud de Alex le parecía muy extraña.
Juan José cambió la conversación para hablar de las pruebas de Valeria en TMU. Ella le explicó qué tipo de cuestionarios desarrolló, el tiempo, etc. El le preguntó que quién se las había hecho, ella obviamente le dijo que había sido Ana María. El le dijo que si sabía quién era, no en persona, pero que ya la había investigado. ‘Es una vieja como pila, pero llevaba un montón de años viviendo por fuera y entró ahí super palanqueada, parece que está muy bien relacionada. Nadie la conoce acá, pero llegó con un master hecho en no sé cuál universidad de Estados Unidos y ultra recomendada, así que entró facilito. No tendrá nada qué ver con esas pruebas; esperemos que tus resultados vayan de acuerdo con el perfil que están buscando y si es así, los otros filtros los pasas seguro’, le dijo Juan José sonriendo. Valeria le dijo que, a ese punto, aceptaría con gusto cualquier resultado. Les dijo que estaba preocupada por lo de la incapacidad que debía llevar a su empresa, sumado a que iba a tener que quedarse una semana mínimo en su casa hasta que supuestamente se le quitara el covid.
Pablo, el esposo de Camila, intervino en ese momento y le dijo a Valeria que una prima suya tenía un cargo administrativo muy alto en la EPS de ella y que, si quería, le ayudaba con ese tema para que no tuviera problemas. Alvaro lo miró de reojo y Valeria le agradeció. Le dijo que si podía hacer algo, ella en realidad lo apreciaría porque por ponerse en esa situación no quería empeorar las cosas. No midió las consecuencias cuando se inventó lo del Covid y ahora se estaba enfrentando a un escenario en el que no quería estar. Alvaro le preguntó que si quería un poco más de limonada, Valeria le dijo que si y le dijo que lo acompañaba hasta la cocina. Se fueron los dos y Alvaro no se aguantó y le dijo: ‘¿Sabes qué? Me parece muy feo el ofrecimiento de Pablo; yo sé que lo hace con buena intención, pero ¿no te parece que es demasiado? ¿Recurrir a una persona de un cargo alto de una EPS para que te hagan un documento falso? No sé, Vale, me parece exagerado. Perdóname, pero yo frente a estas cosas tengo una posición muy conservadora’. Valeria un poco sonrojada le dijo que lo entendía, sin embargo, no sabía cómo salirse de ese enredo en el que se había metido sola. Alvaro le dijo que pensaran con calma ese fin de semana para encontrar una salida un poco más honesta y le dio un abrazo. Le dijo que no se preocupara, que todo iba a salir bien.
Valeria aprovechó para decirle a Alvaro lo que había pasado en el jardín posterior entre Lucía y su hijo, y agregó que había quedado muy impresionada con la actitud del niño. ‘Es que se le notaba que no quería ir bajo ningún punto de vista, me pareció muy extraño’, le dijo Valeria con un tono de preocupación. Alvaro la miró y le respondió: ‘Yo también vi la incomodidad del niño cuando Lucía lo llevó a saludar a Alberto; es que a mi ese tipo no me termina de convencer. No me preguntes qué es, pero no me da confianza, no sé, como si escondiera algo. También puede ser que haya visto muchos thrillers últimamente o de pronto los libros que leo…jajaja’. Los dos se rieron, pero en el fondo había algo allí que no los convencía. Valeria de pronto le dijo: ‘¿Qué tal que sea hijo de Alberto? Alvaro la miró con sospecha, los dos se quedaron en silencio y luego soltaron una carcajada. Entre risas, Alvaro le dijo: ‘Si yo estoy leyendo muchos thrillers, ¿tú qué estás viendo?’. Valeria le dijo: ‘Yo no necesito ver nada, mi mente solita me lleva a lugares absolutamente increíbles. Bueno, dejemos tanta especulación y vamos otra vez allá que deben estar inventando cosas’.
La pareja regresó a la piscina y cada minuto de ausencia parecían horas con respecto a la cantidad de alcohol que giraba en esas mesas y la velocidad a la que esta gente ingería toda clase de cocteles. Valeria no quería tomar mucho porque tenía presente en los días precedentes había sufrido un desmayo y una descompensación, así que pensó que debía cuidarse y no exagerar. En su interior, sentía que había tenido unos días muy agitados, el nivel de estrés era alto, no solo por el tema del trabajo, si no también por la situación con Mateo y con Alvaro. Concluyó que el cuerpo le había pasado una factura; al mismo tiempo era consciente de que debía hacerse un control médico porque no era tan normal lo que le estaba pasando. Mientras estas ideas le daban vueltas en su cabeza, Alvaro se portaba como un príncipe con ella; estaba pendiente, le preguntaba si estaba bien, si estaba cómoda, si quería algo. Su galantería la expresaba con tanta clase que no parecía intenso y mucho menos invasivo. Ella se sentía feliz, segura, protegida, a gusto.
Y de pronto: ¡estalló la pepa! ¡El grupo de un momento a otro se enloqueció! Se pararon a bailar, empezaron a empujarse en la piscina, gritaban, saltaban, se reían. Valeria y Alvaro se miraban y no sabían muy bien cómo encajar en medio de ese relajo. Decidieron meterse voluntariamente a la piscina y desde allí como si fueran un par de antropólogos empezaron a analizar a la manada de humanos que se comportaban de modo peculiar. Juan José y Alberto se ausentaban por ratos de la terraza y cada vez que regresaban traían más cocteles. Valeria pensaba que, aunque estaban muy prendidos, con la cantidad de alcohol que ingerían era para que estuvieran en cuatro, sin embargo, seguían muy animados, hiperactivos, habladores y no paraban de tomar. Camila, Marcela, Carla y Cristina parecía que estaban muy acostumbradas porque se reían, hablaban de sus cosas y también tomaban, la que más empinaba el codo era Marcela, pero en general, todas estaban enfiestadas. Roberto y Pablo aparentemente eran los más tranquilos con respecto a los demás, sin embargo, estaban muy bien integrados en la recocha y la cantada.
Valeria le dijo a Alvaro que tenía que ir al baño y que regresaba enseguida. Se salió de la piscina, entró a la casa; decidió ir al baño de la habitación que les habían dado. Revisó su celular y encontró un mensaje de su mamá que decía que la llamara tan pronto como pudiera, que te le tenía que contar un chisme. Valeria inmediatamente la llamó. La mamá le preguntó que cómo estaba, que si ya estaba mejor y todas las preguntas que hacen las mamás a sus hijas cuando están de viaje; ella contestó pacientemente todo el interrogatorio y le dijo que le contara el chisme. La mamá le dice: ‘¡Adivina con quién me encontré en el supermercado!’.