En voz baja Camila le dijo a Valeria: ‘Si Pablo pregunta de qué estábamos hablando, decimos que de los niños y ya’. Valeria la miró un poco incrédula, pero asintió. Cada vez la sorprendían más las dinámicas en ese grupo; era como había dicho Alvaro, todos tienen su guardado. Pablo entró a la piscina, no hizo ninguna pregunta y simplemente empezó a hablar de la finca, contaba que ellos estaban buscando una casa en tierra caliente, que a él siempre le había gustado el plan de la segunda casa, reconocía que demandaba mucho trabajo y el mantenimiento costaba, sin embargo, era algo que desde que tenía memoria quería hacer. Valeria lo miraba con atención y le escuchaba la historia, pero de vez en cuando miraba hacia el fondo para ver si Alvaro regresaba y nada. Pensaba que si solo se había ido por algo de tomar por qué se demoraba tanto. En ese momento de la nada apareció Alberto y corriendo pegó un salto en la piscina. Cuando entró les dijo que los hermanitos, refiriéndose a Alvaro y a Juan José, estaban muy concentrados hablando en la sala de la casa así que decidió dejarlos solos. Como era de imaginarse, Alberto estaba muy prendido y en medio de su euforia empezó a llamar a Marcela que estaba en una de las asoleadoras junto a Roberto y a Cristina. Le decía insistentemente que entrara a la piscina, que viniera, que el agua estaba deliciosa. Marcela al principio lo ignoró, pero al final los tres se unieron y entraron.
Los temas saltaban de un lado a otro. Por un lado, hablaban de los niños, del colegio, de los padres de familia, de los profesores, de las reglas, y de ahí pasaban al club, a los servicios, a la gente, a los nuevos socios, a las circulares que recibían con las novedades, a los incidentes. Valeria solo los miraba a todos porque sin niños y sin membresía en el club era poco lo que tenía para decir. Hubo algo que le llamó la atención. Camila casi no hablaba; Pablo participaba activamente en las conversaciones y aunque hablaron de los niños, que era un tema en el que Camila, sin duda, tendría mucho qué decir, era poco o casi nada lo que compartía. Roberto y Marcela se miraban disimuladamente, sonreían, pero actuaban muy bien. Cristina se acercaba a Roberto de vez en cuando, le acariciaba el pelo, hacía uno que otro chiste, pero en efecto, no eran muy afectivos entre ellos. Cuando hablaron del club, Cristina parecía incómoda porque uno de los comentarios que hizo Pablo fue que se había enterado de que había muchos socios que se estaban colgando con los pagos y que alguien le había contado que ya no sabían qué planes de financiación inventarse para ayudarle a la gente. ‘El problema de eso es que la gente cada vez se endeuda más, mk. Es evidente que todo ha subido y consumir cosas en el club cuesta, pero la gente sigue yendo todos los fines de semana, come, pasa el día allá, consume un montón de servicios y se les va creciendo la deuda’, decía Pablo con un tono crítico. Cristina miraba de reojo a Roberto y él para disimular sonreía y trataba de cambiar el tema. Para Valeria ya era todo muy evidente; sin hacer esfuerzos se estaba enterando de los secretos de esas parejas y ante sus ojos ya se encontraba en una situación en la que podía identificar qué pasaba al interior de ese grupo. Le faltaba Alberto; aparte de ser un borracho intenso y mamón, no había podido profundizar porque sentía que ahí había gato encerrado. Pasó un rato largo. Valeria salió de la piscina y en ese momento regresó Juan José; ella le preguntó por Alvaro y él le dijo que estaba adentro. Valeria se fue a buscarlo.
Lo encontró sentado ensimismado escuchando una música bastante particular. Cuando la vio sonrió y le hizo señas para que se sentara a su lado. Valeria aceptó; le preguntó que de dónde había sacado esa música. El le dijo que era un grupo noruego que se llamaba Wardruna. Valeria lo miró con ojos de asombro y quiso indagar la razón por la cual los conocía. El sonriendo le explicó: ‘Imagínate que hace un par de años hice un crucero por el norte de Europa, y uno de los sitios por donde pasaba el barco eran los fiordos, además de otros pueblitos pequeños de Noruega. Me llamaba la atención que cuando el barco zarpaba ponían esta música. Me puse a investigar, a buscar como loco porque me llamó mucho la atención, me encantó y por fin los encontré. Desde ese momento, es uno de mis grupos favoritos y cuando quiero relajarme y escuchar buena música los pongo. Esta canción se llama Lyfjaberg, que quiere decir algo así como montaña sanadora. Son increíbles, usan instrumentos tradicionales, las voces son espectaculares y bueno, te los presento, ¿te gusta?’. Valeria le dijo que si, que le parecía increíble y le pidió que le mandara el nombre de la agrupación por whatsapp porque nunca se iba a acordar; él le dijo que claro.
Valeria lo notaba pensativo y le preguntó si le pasaba algo. Alvaro la miró y le dijo: ‘Obviamente mi hermano me dijo que no te contara nada, pero no me aguanto. Yo estaba acá tranquilo sirviendo algo de tomar y llegó él con Alberto y empezaron a joder y a hablar estupideces. Terminamos sentados acá los tres y de un momento a otro resultamos hablando de mis papás, acordándonos de una situación difícil por la que pasamos en algún momento porque mi papá se metió con una vieja y para mi mamá fue horrible, y de paso, para nosotros también. Creímos que se iban a separar, pero al final no sé cómo mi mamá terminó perdonando a mi papá, superaron el momento y debo decir que tienen una muy buena relación. Viajan mucho, salen, hacen planes; es como si eso los hubiera unido a pesar de lo terrible que fue. Alberto se fue porque se aburrió del tema y cuando me quedé solo con mi hermano, decidió confesarme que estaba metido en una relación con otra mujer. Sin yo hacerle ninguna pregunta, me contó que se había enredado y que estaba embalado. Me dijo lo de siempre, o sea, lo que normalmente dicen los infieles: que nunca se imaginó que algo así le pudiera pasar, que no lo buscó, que no quería, que se sentía pésimo con Carla y con los niños, que no quería hacerle daño a nadie, que él no es nadie sin su familia, que donde Carla se entere lo mata, en fin, todas esas estupideces’. Valeria lo interrumpió para preguntarle que si era alguien del grupo y Alvaro le dijo que aparentemente no. ‘Cuando le dije que quién era la vieja – continuó Alvaro -, me dijo que era mejor no entrar en detalles, pero que dizque yo no la conocía. Mira, a estas alturas, no sé ni que pensar, no me parecería nada raro que, si fuera una de estas viejas, pero más allá de eso, no logro entenderlo. Para nosotros fue tenaz eso que pasamos con mis papás, ver el sufrimiento de mi mamá fue una cosa espantosa, yo quedé medio traumatizado porque ella cayó en una depresión profunda, tomaba pastillas, no, mejor dicho, ni te cuento porque fue muy heavy. Y aún así él toma la decisión de meterse en una aventura con una vieja, en serio no lo entiendo. Se lo dije, se lo repetí mil veces y hasta se puso a llorar, pero me dice que no sabe cómo salirse de ese rollo. Me da la impresión de que está como enamorado. No sé, Vale, creo que no quiero saber y hubiera preferido que no me contara nada’.
Valeria no sabía qué decir. Se quedó en silencio unos minutos y al fin tomó aire y le dijo: ‘Primero que todo, siento mucho lo que tuviste que vivir con tus papás; te entiendo porque esas experiencias lo marcan a uno y no es fácil salir de allí. De todos modos, es una historia que terminó bien. Al menos ellos pudieron rehacer su vida, reconstruir la relación y como dices tú, les dio una inyección para vivir de manera más intensa. Es cierto que no todos esos cuentos tienen un final feliz. No quiero salir en defensa de tu hermano, no está para nada bien lo que está haciendo, pero es que a veces desconocemos lo que pasa en lo profundo y uno desconoce por qué las personas toman ciertas decisiones. No sé si deba contarte esto para acabar de completar con tu asombro, pero te lo digo solo porque a lo mejor las cosas entre Juan José y Carla no están bien desde hace un tiempo’. Valeria cogió fuerzas y le contó lo que Carla le había confesado más temprano cuando fue a acompañarla al cuarto para que se acostara a dormir. Alvaro no podía cerrar la boca: ‘¿Qué? ¿Carla? ¡No lo puedo creer! ¿Pero oye, en qué miercolero estamos metidos tú y yo? ¿Qué es esto? O sea, ¿todos con todos? Bueno, probablemente tienes razón. Si los dos están mirando para otros lados es porque algo no funciona adentro, pero entonces háblenlo, díganlo, traten de hacer algo, resuelvan o sepárense, pero no se hagan ese daño y, sobre todo, no se lo hagan a los niños. No sé, Vale, cualquier cosa me imaginaba menos que en este paseo pasaran todas estas cosas’.
Valeria se sentía culpable porque también le estaba escondiendo a Alvaro la historia con Mateo; después de esa conversación y de descubrir que él era un hombre de buenos sentimientos, muy centrado y sensato, no se perdonaría si se enterara que paralelamente se estaba viendo con Mateo, y no solo eso, si no que hasta había contemplado la idea de volver con él, se había visualizado en Estados Unidos, en fin, no estaba muy lejos de lo que más de uno en ese grupo estaba escondiendo. Valeria se acercó a Alvaro y lo besó. Le dijo que no pensara más en eso; que era algo que estaba fuera de su control y que se trataba de dos adultos, entendía que era su hermano, pero que, a pesar de eso, era su vida. Alvaro le acarició la cara, le dijo que se alegraba mucho de que ella estuviera ahí con él y decidieron irse para su habitación porque los besos empezaron a subir la temperatura.
Entraron al cuarto, siguieron besándose, ya se iban a quitar la ropa, cuando escucharon una discusión. Una voz masculina diciendo: ‘¿Qué cree? ¿Que no me di cuenta de las miradas que le manda al hermanito de Juan José? ¿Es que cree que soy tarado o qué?’