Valeria entró inmediatamente para socorrerla y le preguntó que si estaba bien. Camila apenas la vio trató de incorporarse con urgencia, le dijo que no era nada, era que se había resbalado porque el piso estaba mojado y ella estaba descalza, pero que todo estaba bien, se paró, y se afanó a decirle a Valeria que no se preocupara. En ese momento salió Pablo del baño, las miró y preguntó con un tono serio que qué pasaba. Valeria le dijo a Pablo: ‘¿Pues que Camila se cayó, tu no oíste ese golpe tan duro? Yo iba para mi cuarto y lo sentí, vine a ver si necesitaba ayuda, pensé que estaba sola’. Pablo le dijo que no había escuchado nada y le preguntó a Camila que si estaba bien, ella contestó que sí, miró a Valeria y le dijo: ‘Vale, mil gracias por tu preocupación, menos mal no pasó nada. Vamos a almorzar que se va a enfriar’. Valeria salió del cuarto, entró al baño de su habitación y cuando iba saliendo se encontró a Alvaro de frente. Valeria le contó lo que había pasado y agregó: ‘Me pareció tan raro todo. Camila se apuró cuando me vio y se paró como pudo, se ve que le dolía algo, pero me dijo que no pasaba nada, que era que estaba descalza, pero cuando entré ella tenía las sandalias puestas y después me di cuenta de reojo que se las quitó apenas vio a Pablo. Qué cosa tan rara. De todos modos, el golpe que sentí fue fuerte’. Alvaro se quedó mirando a Valeria y le dijo: ‘Es que un minuto antes de que Lucía nos dijera que nos sentáramos en la mesa, Pablo cogió a Camila de la mano y se la llevó como rápido. Pensé que había pasado algo con los niños o no sé y Camila me advirtió que, si Pablo me preguntaba, le dijera que habíamos hablado de la casa o algo así. Yo ni le paré bolas porque estaba mirando la carne y esas cosas’.
Valeria le recordó que era la segunda vez que Camila les hacía esa advertencia acerca de los temas de conversación en caso de que Pablo preguntara. Pensó: ‘¿Será que es un controlador? ¡No puede ser! ¿Será que le pegó un totazo a Camila? ¿Será que eran ellos los que estaban discutiendo la otra vez cuando le reclamaba por la charla con Alvaro? ¿Pablo es un celoso y pegón?’ Todas estas preguntas se las hizo mentalmente camino a la mesa, pero alcanzó a decirle lo que pensaba a Alvaro. El la miró y le dijo: ‘Valeria, estamos metidos en una jungla. Ahora hablamos después del almuerzo, por ahora disimulemos’. Se sentaron y se unieron al grupo. Ya estaban completos. Empezó la comilona; todo se veía delicioso. Pasaban platos con carne, chorizos, morcillas, mazorcas, papas, guacamole, patacones, chimichurri, salsas de unas y de otras, arepas, y muchas otras cosas más. Todos estaban hambrientos y al inicio solo hubo tiempo para degustar las delicias que habían preparado Lucía y su esposo. Valeria los miraba disimuladamente mientras comían y lo que veía eran bestias que se devoraban esa comida. Como si necesitaran alimentarse con el fin de recargarse para seguir cometiendo toda suerte de fechorías. Hasta las siluetas parecían distorsionadas frente a sus ojos; en un instante, la imagen que tenía de esa gente amable y simpática se había transformado en seres temibles en los que ya no confiaba. Sintió miedo; parecía vulnerable en medio de esa jauría de locos. Alvaro estaba concentrado en su carne y en su almuerzo, pero la miraba de vez en cuando, le preguntaba si todo andaba bien, si quería algo más, le acariciaba el pelo y le confirmaba con cada gesto que él estaba ahí con ella.
Eso era lo único que la hacía recobrar la paz; tenerlo junto a ella le daba tranquilidad. Ya avanzado el combite, empezaron con los temas de conversación. Como era usual terminaron hablando de trabajo, de profesiones, de oportunidades, del éxito de fulano porque lo habían ascendido, del mengano que se había comprado un carro último modelo, la fulana que se había ganado tantos millones en equis negocio y así. Alberto hace una reflexión: ‘Pero es que miren, esa gente siempre ha estado metida en el círculo que es; están bien rodeados, tienen un montón de contactos, la capacidad de moverse en las altas esferas es evidente. Yo si creo que uno mismo es el que decide pertenecer a la élite y así hay que moverse para progresar, si no, se queda viendo un chispero’. Juan José le responde: ‘Es que es exactamente eso; hay gente que se autosabotea, que es insegura y no va al ritmo de lo que hoy exige el mercado en todos los aspectos’. Carla le pregunta a Valeria: ‘¿Tú que piensas Vale? ¿Vas al ritmo tan absurdo de este mundo? Te lo pregunto porque tu estás empezando tu carrera y a veces creo que es muy demandante; le toca a uno ser muy pilo, tener muchos contactos, frecuentar ciertos lugares, en fin, hay que hacer muchas cosas, a veces pensar en eso me estresa, ¿a ti no?’. Valeria sentía en las actitudes de Carla que buscaba meterla en dificultad. Tomó un respiro y le respondió: ‘Pues mira Carla, yo trabajo desde que estaba en la universidad. Fui criada por mujeres y mi mamá nos ha inculcado a mi hermana y a mí el valor del trabajo y la independencia. Le doy mucha importancia a la parte profesional porque crecí con ese chip instalado, y estoy tan concentrada en lograr mis objetivos, en crecer, que en realidad no tengo tiempo para pensar en esas presiones de las que hablas. No sé si es una cosa inconsciente de la que tal vez debería ocuparme sobre todo por mi salud mental, pero para ser sincera, no había pensado en esa lista que acabas de mencionar’.
Roberto continuó con el discurso: ‘Yo si creo que es importante pensar en esas cosas Valeria, la vida pasa rápido y para lograr esos objetivos hay que ayudarse con esa lista que menciona Carla. Todos sabemos que el contexto y la gente de la que nos rodeamos, los sitios que frecuentamos sí hacen la diferencia. Además, te preparan para que cuando estés en una sala de reuniones con CEOs y con gente de altísimo nivel estés a la altura’. Alvaro se quedó mirando a Roberto con un gesto de escepticismo y le dijo: ‘¿Sabes que no puedo estar más en desacuerdo contigo Roberto? No hay una cosa más fake que esas salas llenas de gente super importante como dices tú. Siempre nos hacen pensar que esos super cargos los tienen personas muy especiales, inteligentes y sofisticadas y no siempre es tan cierto. A esa gente le dieron la confianza para sentir de algún modo que pertenecen a ese estatus, pero si tu te sientas a hablar con cada una de esas personas te puedes llevar sorpresas porque también encuentras gente que no está bien preparada, que no sabe de lo que habla, para no ir muy lejos, hemos visto que el mundo está lleno de payasos que gobiernan países, entonces difiero totalmente de tu teoría. Es más, te digo algo, a nivel personal, no me interesa pertenecer a esa élite de la que hablan. No me descrestan los cargos, los ascensos o los millones. Me descresta la gente con valores; me deslumbra la gente que, aunque no tenga ni un peso, es honesta, leal, respetuosa, auténtica; la gente que respeta su familia. De nada sirve un CEO que se gana cien millones de pesos al mes si maltrata a su mujer o le es infiel o tiene perversiones de todo tipo o vive de la apariencia. Bueno, ese es el modo en el que yo veo el tan anhelado éxito’.
Alberto intervino: ‘Alvarin, muy bonito tu discurso, pero la vida real es otra, querido. Este mundo está lleno de abejas y de gente que hace las cosas y de los que las ven hacer. Pero, sobre todo, está llena de seres humanos y acá ninguno está libre de pecado. La moral no se puede calificar con valores como ‘es más feo lo que tu haces’, porque así no funciona. Valeria por ejemplo dice que ella no se ha puesto a pensar en la lista que menciona Carla, sin embargo, le mintió a su jefe para ir a presentar una entrevista en otra empresa, y como si fuera poco, va a tener que buscar algún certificado falso para justificar su mentira. ¿Te das cuenta? Así es como funciona la vida. Y si mal no recuerdo, Pablo le dijo que conoce a un médico que le puede ayudar y si fuera por eso, yo también conozco muchos médicos; acuérdense que trabajo en un laboratorio farmacéutico, ¡hello! Por eso es que los discursos moralistas a veces se caen al piso porque al final todos estamos untados de alguna cosita’. Alvaro miró a Alberto con desprecio y le contestó: ‘No, Alberto, te equivocas, no todos estamos al mismo nivel. Es probable que todos hayamos mentido, pero no es cierto que todos seamos unos asesinos, violadores, terroristas, maltratadores o depredadores. Y eso, querido, no está al mismo nivel de una mentira al jefe’.
Juan José le mandó una mirada de rayo a Alvaro y cambió el tema para alivianar el ambiente. Se paró de la silla y dijo con un tono jocoso que como todos ya habían terminado iba a preparar los mejores cocteles del mundo y que todos, sin excepción, tenían que tomar. Valeria se sentía tan orgullosa de lo que había dicho Alvaro con tal determinación. Pensaba que ahí les había mandado a todos sus flechazos y le parecía perfecto que hubiera sido así, aunque de alguna manera, sentía miedo. Alvaro la miró y le dijo que lo acompañara a la habitación. Cuando se pusieron de pie Juan José les dijo que no se encerraran en ese cuarto y que se quedaran con ellos para empezar la fiesta del segundo día. Alvaro lo miró y con un gesto le hizo entender que ya regresaban. Entraron a la habitación y Valeria se quedó mirándolo y le dijo que había estado fantástico todo lo que había dicho; que nunca se hubiera imaginado que les cantara la tabla. Alvaro la miró y le dijo: ‘Vale, tenemos que hacer algo. Alberto es un hp; ese tipo no puede salirse con la suya porque eso es lo que siempre pasa con esta gentuza. El se cree intocable. Si tú estás segura de lo que viste, tenemos que ayudar a ese niño como sea. Pero tienes que estar super convencida porque esto va a hacer explotar una bomba. Hay mucha gente involucrada. lo que más me preocupa es Lucía y su familia. Uno no sabe cómo pueda reaccionar un padre furioso, no sé; tenemos que asesorarnos bien y buscar la forma de hacer las cosas lo mejor posible’. Valeria lo miró, le dijo que estaba de acuerdo y que contara con ella; que haría lo que fuera por salvar a ese niño.