El médico les informó que después de haberle hecho varios exámenes y análisis de sangre, no se revelaba ningún virus o bacteria, que además no tenía fiebre, sin embargo, el niño estaba bajo shock. Les hizo muchas preguntas; que, si había tenido alguna confrontación con alguien o problema, o un altercado con los papás. ‘La actitud y el comportamiento del niño indican que está muy ansioso; ha sido muy difícil hablar con él, no nos responde las preguntas que le hacemos. Lo examinamos minuciosamente y no tiene hematomas, ni dolores localizados, ni siquiera tiene inflamado el estómago. Esto nos lleva a pensar que el niño se encuentra muy estresado, pero él parece que tuviera miedo de decir lo que le pasa. Quisiera saber si ustedes tienen alguna información que sea útil para nosotros y entender que procedimiento seguir’, les dijo el médico.

Lucía se llevó las manos a la cabeza e inmediatamente le dijo al médico que él había tenido un día normal, que había estado en la casa, había cogido naranjas y después habían trabajado un rato en una casita que don Alberto les hizo a los niños en el fondo del jardín en la parte de abajo. Luego cuando llegó almorzó poquito, pero algo comió y se recostó. Después ya por la tarde empezó con el dolor de estómago y fue varias veces al baño hasta que en una de esas tambaleó y estaba muy pálido. Lucía no lograba entender qué podía haberle pasado al niño si no había ocurrido nada de particular y el día había transcurrido normalmente. Alvaro le preguntó al médico que él que recomendaba. El médico les explicó: ‘Lo que pasa es que ha seguido yendo al baño y nos da miedo que se deshidrate porque está muy débil; le vamos a controlar la diarrea. Lo que yo recomiendo es que lo dejen acá esta noche, así lo tenemos en observación y mañana temprano pasa la psicóloga a hablar con él porque está como muy asustado y ella seguramente tendrá las herramientas para obtener alguna información y entender por qué está tan angustiado’. Lucía le dijo al médico que por favor no lo dejaran, que ella no quería que el niño se quedara ahí y se puso a llorar. Valeria la abrazó, le dijo que no se preocupara, que ahí iba a estar mucho mejor que en la casa y al menos se iban a asegurar de tenerlo hidratado y controlado. Lucía le preguntó al médico si podía ir a verlo y él le dijo que claro. Llamó a la enfermera y le pidió que le indicara dónde estaba el niño.

Antes de que el médico se fuera, Alvaro le pidió que se quedara un momento y cuando Lucía entró a verlo se quedaron hablando con él. Le contaron lo que Valeria había visto y las sospechas tan fuertes que tenían de que el niño estaba siendo abusado. El médico se alertó y les dijo que lo sentía mucho, pero que cuando había examinado al niño, eso fue lo primero que se le pasó porque su comportamiento, su expresión corporal, la forma en la que mira, en la que habla, todo daba índices de que estaba atravesando por una situación de ese tipo. Valeria le explicó todo el contexto, le dijo que estaban hablando del patrón de Lucía, la familia para la que han trabajado toda su vida y que para ella eso no iba a ser fácil de aceptar, ni de entender. El médico les dijo que esos casos son más comunes de lo que la gente se imagina y sobre todo cuando se habla de una persona que tiene cierto poder se aprovechan de la vulnerabilidad de sus víctimas. Les sugirió que esperaran hasta el día siguiente para que lo viera la psicóloga y de interponer una denuncia, al niño le esperaban unos exámenes físicos para ver el estado en el que se encuentra y si hay señales de maltrato o si el abuso es evidente. Les dijo que era una situación compleja de aceptar porque someter a los niños a esa clase de procesos nunca es fácil, sin embargo, era mil veces mejor ponerle un pare a esa situación esperando que el abusador pague por su delito. Agregó que, en medio de todo, lo mejor era que lo hubieran llevado al hospital porque sin duda, ese tendría que ser el inicio del fin, teniendo en cuenta que ya es un precedente que el niño esté presentando un caso tan agudo de estrés y este en shock.

Lucía regresó llorando, les dijo que el niño no hablaba ni decía nada, que lo veía muy débil, estaba muy angustiada. El médico le dijo que no se preocupara, que todo iba a estar bien, que al día siguiente se iba a recuperar y que ahí en el hospital lo iban a cuidar muy bien. Los tres le agradecieron al doctor y se fueron resignados para la casa. En el carro Lucía se seguía haciendo preguntas, no entendía por qué el niño estaba así, volvía a reconstruir una y otra vez lo que había hecho durante el día y no encontraba las posibles razones del estado en el que se encontraba Alex. Alvaro y Valeria trataban de tranquilizarla diciéndole que lo mejor era que estaba bien cuidado y que al día siguiente ellos mismos la llevarían temprano al hospital para saber cómo seguía. Lucía les agradeció mucho la gentileza. Cuando llegaron a la casa, Carlos, el esposo de Lucía estaba esperándolos en la puerta. Lucía le contó todo. Carlos estaba muy angustiado y se fue con determinación hacia la piscina donde estaba el grupo reunido y enrumbado. Lo siguieron Lucía, Valeria y Alvaro.

Apenas vio a Alberto, Carlos le dijo que al niño lo habían dejado hospitalizado y en sus palabras le explicó lo que el médico había dicho. Alberto estaba bastante alicorado y con una actitud un poco sobradora le dijo a Carlos: ‘Hombre, no se preocupe que se va a poner bien. Es que está entrando en la etapa sabrosa y uno se pone cansón, no le pare bolas a eso, verá que mañana se va a mejorar. Los niños se enferman, les dan virus, gripas y huevonadas, eso es normal. Dejen de consentirlo tanto que lo van a volver una nenita, eso es lo que pasa con Alex, que le gusta llamar la atención’. Carlos se quedó mirándolo encolerizado y le pegó un empujón y lo mandó contra una silla que había al lado de la mesa donde horas antes habían almorzado. Todos se alteraron, cogieron a Carlos, Alberto de la fuerza con la que lo empujó Carlos se alcanzó a caer, pero se levantó inmediatamente. Nadie entendía nada; no sabían por qué Carlos había reaccionado de esa manera hasta que con la voz entrecortada le dijo a Alberto: ‘Yo vine a preguntarle si usted había notado algo raro en el niño hoy cuando pasó tiempo con él en la casita. Don Alberto, yo los aprecio mucho, pero es mi hijo y me preocupo por él, le pido el favor de que no me diga cómo tengo que criarlo y mucho menos me diga que por estar pendiente de él lo voy a convertir en una niñita porque eso no se lo permito. Me da mucha pena haberlo empujado, pero he estado preocupado por ese niño, no habla, no dice nada, le está yendo mal en el colegio y no entendemos qué es lo que le pasa y preocuparnos por él no es consentirlo, es una obligación y una responsabilidad’.

Todos se quedaron mudos. Nadie decía nada. Lucía lloraba, Alberto estaba mudo hasta que Marcela se acercó a Carlos y le dijo que se tranquilizara, que ella entendía perfecto que estuviera angustiado por su hijo y que estaba en todo su derecho, pero que entendiera que Alberto estaba medio tomado y que no sabía lo que decía, que no le prestara atención. Le recordó que con ellos podían contar para lo que necesitaran y al día siguiente irían al hospital para hacerse cargo de todo y acompañarlos en el tratamiento que le tuvieran que hacer al niño. Le encargó con gentileza que bajara los ánimos, que tratara de calmarse y que se fueran a descansar. Carlos la miró en silencio, se dio la vuelta y se fue caminando hasta la casa de ellos. Ahora las que estaban en shock eran las parejas del paseo. La fiesta se había acabado y empezaron las opiniones. Algunos decían que era el colmo de Carlos atreverse a tocar a Alberto y agredirlo, que era mejor tener muy en cuenta una cosa de esas porque no se podía permitir una falta de respeto semejante por parte de un empleado; otros decían que había que entenderlo, que estaba angustiado y que ese comentario lo hirió mucho, que pasaran por encima de ello y más bien los ayudaran a entender qué era lo que tenía el niño. Alberto insistía en que el niño lo que tenía era un virus o alguna cosa insignificante y que no entendía por qué Carlos se había atrevido a tanto. En medio de toda esta situación Alvaro y Valeria los miraban a todos en silencio. Marcela de pronto cayó en cuenta de que ellos habían estado en el hospital y les pidió que les dijeran qué era lo que había pasado y por qué Lucía estaba tan angustiada. Alvaro con tranquilidad, pero muy seriamente les dijo: ‘El niño no tiene ningún virus, está bajo shock y eso es lo que mañana temprano la psicóloga va a indagar porque quieren entender cómo es posible que un niño de esa edad está atravesando una crisis de ansiedad tan fuerte. El médico hizo varias preguntas, y la psicóloga hará una valoración de la situación. Es normal que Lucía esté tan angustiada porque no logra entender por qué el niño no responde, está tan débil y retraído’. Alberto se alteró y le respondió a Alvaro: ‘¿Psicóloga? ¡Pero por favor! ¿Qué le pasa a ese médico? ¿Por una diarrea lo van a mandar a la psicóloga? Qué maricada tan grande. mañana nos vamos temprano para ese hospital a sacar al pobre Alex de ahí y lo llevamos a donde lo atiendan como debe ser, es que estamos en un pueblito de mierda. ¡Si lo tenemos que llevar a Bogotá, pues nos lo llevamos!’.

Valeria no soportaba el cinismo de Alberto y disimuladamente se fue para la casa de Lucía y Carlos. Cuando llegó se encontró a Lucía saliendo, le dijo que iba a ver si se les ofrecía algo de comer. Valeria le preguntó por Carlos, ella le respondió que estaba más tranquilo y que estaba con la niña viendo televisión. Valeria le dijo que no se preocupara por la comida, que descansara, que ellos se preparaban algo y que había sobrado muchas cosas del almuerzo. Lucía le dijo que ella estaba muy avergonzada con la reacción de Carlos con Alberto y que tenía miedo de que de pronto los fueran a echar. Valeria le dijo que no se preocupara por eso, pero trató de indagar acerca de la razón por la cual Carlos estaba tan furioso. Lucía se quedó mirando a Valeria con los ojos aguados y le dijo en voz baja: ‘Señorita Valeria, es que si le contara’.