Alvaro le dijo a Marcela que claro que sí. Marcela se sentó en la poltrona que estaba al frente de la cama donde la pareja estaba hablando y les dijo que no entendía por qué Lucía parecía tan alterada, que Alberto insistía en que el niño tenía un virus, pero según le alcanzó a explicar su empleada no se trataba de eso y les dijo que como ellos habían estado en el hospital les pidió el favor de que le explicaran todo lo que había pasado. Alvaro empezó a hablar, le contó lo que el médico había dicho confirmando que no era un virus y que el niño estaba bajo un estado de shock. Marcela seguía confundida, no podía entender por qué Alex estaba ansioso si llevaba una vida aparentemente muy tranquila. Mirando a Valeria preguntó: ‘¿De casualidad el médico habló de las posibles causas? Ustedes saben que ellos con los síntomas y con las preguntas que les hacen a los pacientes, se pueden dar una idea de lo que pasa. ¿No mencionó nada que nos pueda dar una pista?’. Alvaro inmediatamente respondió: ‘No. Simplemente dijo que mañana la psicóloga hablaría con el niño esperando que cuente qué es lo que le pasa; si es así, se procederá con la terapia adecuada o el tratamiento que deba seguir’. ‘¿Están seguros de que el médico no dijo nada más?’ insistió Marcela. Valeria se quedó mirándola y le dijo: ‘Parece que el niño ha sido abusado’. Marcela abrió los ojos y exclamó en un tono fuerte y determinado: ‘¿Que qué? ¿Pero de dónde sacan semejante cosa por Dios? 1Qué va a saber ese médico! Típico de esta gente por acá que no entiende nada y se inventan historias, así como así. Valeria la interrumpió y le dijo: ‘Es Alberto, yo lo vi con mis propios ojos. Me da mucha pena decirte esto, pero teniendo en cuenta la gravedad del asunto es mejor que tú estés enterada porque van a ser ustedes los que van a estar en el hospital mañana’.

A Marcela se le endurecieron todos los músculos de la cara y con una expresión bastante disgustada le dijo a Valeria: ‘¡Cómo te atreves a decir una cosa semejante! No te permito que en mi casa acuses a mi esposo de algo tan espantoso. Tu no nos conoces, no sabes nada de nosotros. No creas que porque hemos salido a comer un par de veces tienes el derecho de venir a calumniar a Alberto y acusarlo de algo tan grave. Nosotros hemos hecho de todo por esa familia, les hemos ayudado en todo lo que hemos podido y lo hacemos de corazón. Me da mucha pena, pero yo no puedo tener en mi casa una persona que se atreva a lanzar semejantes improperios de un miembro de mi familia. Les voy a pedir el favor de que se vayan inmediatamente. Lo siento mucho Alvaro, espero que te des cuenta a tiempo de la persona que tienes al lado. Alguien que es capaz de venir a una casa donde la han recibido con todo el cariño, donde la han atendido, le abrieron las puertas, para después ¿despotricar de esta manera? ¡Es que no lo puedo creer!’. En ese momento entró Alberto, preguntó qué estaba sucediendo. Marcela se volteó y lo miró encolerizada y fuera de sí y con un tono bastante particular le contó lo que acababa de decir Valeria. Era como si Marcela, de alguna manera le estuviera haciendo una especie de reclamo a Alberto y esperara una explicación, pero al mismo tiempo actuaba como si lo respaldara y le confirmó que les había pedido que se fueran de la casa.

Alberto con un tono muy tranquilo dijo: ‘Bueno, yo he tratado por todos los medios de explicarles a Valeria y a Alvarito qué es lo que pasa acá, pero parece que no han entendido nada, sobre todo tú, Valeria’. Mirando a Marcela continuó: ‘Cuando estaba recogiendo naranjas con Alex, no tengo ni idea qué fue lo que imaginó Valeria, se confundió evidentemente y desde ese momento ha sugerido o creído que ‘algo’ raro estaba pasando con Alex. Yo no tengo ni tiempo, ni ganas, mucho menos el deber de explicarle a una extraña las actividades que realizo en ‘mi’ finca o en ‘mi’ casa con ‘mi’ familia y con ‘mis’ empleados. Siento mucho que esto haya llegado a este punto, pero ni Marcela ni yo podemos permitir que tu afirmes algo tan, pero tan grave y delicado, sobre todo cuando no es cierto. Ya les había dicho que se desentendieran del asunto, que nosotros nos haríamos cargo como lo hemos hecho durante toda la vida, que mañana iremos a acompañar a Lucía al hospital y nos ocuparemos de todo lo que necesite ella y su familia, pero claramente fue imposible. Estoy de acuerdo con Marcela; les pido con mucha gentileza que se vayan. Creo que es lo mejor para todos’. Alberto y Marcela salieron de la habitación.

Alvaro le dijo a Valeria que él no quería decirle nada a Marcela porque sabía que eso se iba a salir de control. Valeria le respondió: ‘Pues que se salga, Alvaro. A mi me da mucha pena contigo porque tu hermano es el que pertenece a este grupo de amigos y llevas tu del bulto con esta situación. Finalmente, la que vio a Alberto fui yo, pero no me voy a quedar callada y que se arme. Me pareció muy sospechosa la actitud de Marcela. Es como si ella supiera, sospechara, como si ya hubiera pasado, no sé, me pareció muy extraño, pero es mejor decírselo; al menos así les queda claro que hay alguien que lo sabe y que no piensa quedarse callado. Estábamos pensando qué hacer para ayudar a Alex, pues ésta es la forma: hablando claro’. Alvaro se cogió la cabeza, soltó un suspiro y le dijo: ‘Pues nada, recojamos nuestras cosas y vámonos de acá. Igual, me tiene mamado esta tensión con esta gente’. Se levantaron a empacar la ropa cuando entró Juan José aparentemente confundido. Les preguntó que qué era lo que estaba pasando, que por qué Marcela estaba tan furiosa y Alberto iba detrás de ella. Alvaro le contó todo a Juan José y éste no sabía ni qué decir. Hubo un silencio mientras ellos terminaban de cerrar sus maletas y se alistaban para salir.

Juan José por fin habló: ‘Me da mucha pena contigo Valeria, pero arrastraste a mi hermano en una situación tremendamente incómoda. Alvaro, ¿usted se ha puesto a pensar que tal vez lo que vio ella no es cierto, que se confundió, no sé, y ahora sale detrás como un perrito con tres huevas? Mk, la que se tiene que ir es ella, no usted. Si quiere vaya llévela a un hotel, no sé, pero usted no tiene velas en este entierro. A veces el enamoramiento no lo deja ver a uno las cosas con claridad. No sea huevón’. Valeria miró a Juan José de reojo y guardó silencio. Alvaro cogió su maleta y le dijo: ‘Huevón yo? Huevón usted que decide voluntariamente hacer parte de un grupo de gente tan falsa, y lo peor es que cree que eso está bien, y que le sirve para su carrera, para sus negocios, y para cuanta banalidad se le cruza por su vida. ¿Pero usted es que se hace el marica o es que de verdad no ve lo que pasa acá? Roberto y Cristina deben hasta la madre, pero con tal de aparentar y seguir el ritmo de vida que les viene impuesto, hacen lo que sea por mantenerlo; Roberto y Marcela tienen una historia; Pablo es un maltratador, le pega sus muendas a Camila; Alberto es un depredador, un enfermo y usted tiene una moza. ¿Y me dice a mi huevón? ¿En serio? ¡No sea tan imbécil Juan José! No me subestime, y no me diga que es que salgo detrás de Valeria como si no tuviera carácter o personalidad. Es que no necesitaba que Marcela me echara de su casa, soy yo el que me quiero largar de este miercolero. ¿Pero qué ambiente es este Juan José? No me diga que se está desayunando con los secreticos de sus amigos porque no le creo. Lo que hacen todos es pretender que no pasa nada y seguir derecho como caballos. Yo no pertenezco a este lugar y usted lo sabe muy bien. Me voy contento porque Valeria le dijo a Marcela lo que vio; me alegra por ella que tenga el coraje de decir las cosas. Nos vemos’.

Alvaro salió de la habitación y Valeria salió detrás de él con sus cosas. Llegaron a la sala donde estaban todos menos Alberto y Marcela, se despidieron, les agradecieron y sin decir ni entender mucho, el grupo se despidió. Cuando estaban en el carro terminando de guardar todo, llegó Lucía por la parte de atrás y en voz baja le pidió a Valeria que le diera el número de su teléfono. Se cruzaron los datos y Valeria le dijo a Lucía que podía contar con ella para lo que necesitara, que no tuviera miedo porque en esto tenía todas las de ganar y que, si necesitaba un abogado, ella la ayudaría a conseguirlo para que estuviera bien asesorada. Alvaro le dijo que ellos no se iban para Bogotá, que iban a buscar un hotel y que estarían pendientes de ella en caso de necesitar lo que fuera, y que, al día siguiente en la mañana, si era necesario estaban disponibles para ir al hospital. Lucía les agradeció y se fue corriendo para su casa.

Por fin cerraron las puertas del baúl con sus maletas, se montaron al carro y salieron de la finca. Valeria le agradeció a Alvaro por el apoyo, por estar con ella y por ir a buscar un hotel. Ella no quería regresar a Bogotá sin saber qué pasaría al día siguiente y, sobre todo, para estar pendiente en caso de que Lucía la necesitara para testimoniar o para lo que fuera. Alvaro le contestó: ‘No me tienes que agradecer nada Vale. Es así como pienso. Cuando te dije que tal vez no le hubiera dicho a Marcela, fueron suficientes dos segundos para confirmar que en cambio fue la mejor decisión. Basta de estar tapándole las cochinadas a la gente. ¿Pero te das cuenta de que los seres despreciables resultan siendo las víctimas cuando uno los expone? Vamos a buscar un hotel. Estoy seguro de que estaremos más tranquilos’. Valeria estuvo de acuerdo. Iban en camino, cuando le entró una llamada a Valeria, era Lucía.