Valeria le contestó inmediatamente a Lucía; ella muy asustada se disculpó por haberla llamado, pero estaba saliendo para el hospital de nuevo porque Alex había hablado con una enfermera y le había contado lo que pasaba con Alberto. El niño había decidido contar todo y, en consecuencia, se encontraba muy alterado y había pedido ver a su mamá. ‘Yo no sé qué hacer señorita – le dijo Lucía a Valeria -, ya voy camino al hospital, pero estoy muy nerviosa porque Carlos está furioso y me da miedo que vaya a hacerle algo a don Alberto y no sé qué se hace en estos casos’. Valeria le pidió a Lucía que se calmara porque no dejaba de llorar. Le dijo que no se preocupara que ellos ya iban para el hospital y que desde allá llamarían un abogado para saber qué hacer. Valeria le contó a Alvaro y estuvo de acuerdo con ella. Mientras iban en camino, decidió llamar a Juan José para contarle lo que estaba pasando y advertirle que tuviera cuidado con Carlos porque estaba muy alterado. Juan José no podía creer lo que le estaba contando y Alvaro le dijo que esperaba que fuera responsable con esa información para no agrandar el problema por ahora y que ni se le ocurriera decirle nada a Alberto porque Lucía y Carlos estaban muy angustiados con esa situación. Juan José le dijo que iba a estar pendiente de Carlos y que lo mantuviera informado.
Alvaro y Valeria llegaron al hospital. Lucía estaba con el niño. Después de un rato salió, les dijo que se tranquilizó y se quedó dormido. De nuevo les manifestó que ella no sabía qué hacer. El médico le había dicho a Lucía que debían interponer una denuncia urgentemente si querían que se hiciera justicia y que al día siguiente se tendrían que llevar a cabo algunos procedimientos para tratar al niño y el caso. Lucía empezó a llorar. ‘Es que yo no puedo creer que don Alberto haya hecho una cosa tan horrible; él siempre ha sido tan bueno, tan generoso, nos ha ayudado tanto. De verdad no sé si es que como él toma tanto de pronto fue que se le cruzaron los cables. A mi me da pena meterlo en un problema grande, pero Carlos está furioso, yo tengo mucho miedo’, les dijo Lucía en un mar de lágrimas. Alvaro le dijo a Lucía que ellos no ponían en duda el amor que sentía por su familia, en especial por sus hijos y que si quería ayudar a Alex tenía que creerle. ‘Lucía, desafortunadamente esto no es un tema de tragos. Alberto seguro ha hecho esto en varias ocasiones y por eso el niño ha tenido ese comportamiento con él. No ponga en duda lo que su hijo le está diciendo porque para él tuvo que ser muy difícil contar las cosas. Lo más seguro es que sienta culpa y si usted no hace nada para que Alberto pague, le va a aumentar ese peso a Alex y no es justo. El es una víctima, pero con terapia y un tratamiento adecuado va a poder superar el trauma y tener una vida feliz; yo sé que es difícil de aceptar, pero no se vaya a rendir sin haber empezado a hacer justicia por su hijo’, le dijo Alvaro con mucha convicción.
Pasaron mucho rato en ese hospital hablando con abogados, calmando a Lucía, explicándole los pasos a seguir y todo lo que se le venía encima gracias al abuso de Alberto. Finalmente salieron, la llevaron hasta la casa y ellos se fueron para un hotel. Al día siguiente se despertaron temprano, se alistaron, fueron a desayunar, hablaron con Lucia, quien les dijo que ya iba saliendo para el hospital con Carlos y que les avisaba qué iba pasando. Valeria y Alvaro tenían que tomar una decisión porque debían regresar ese día a Bogotá. Hicieron el check out en el hotel, llamaron a Lucía. Ella les contó que el niño estaba con la psicóloga, pero que estaba tranquila porque había visto a Alex mucho más tranquilo y que los médicos los estaban ayudando mucho. Carlos pasó al teléfono y habló con Valeria. Le dijo que ellos iban para Bogotá al día siguiente porque iban a ir directamente a la Fiscalía para poner la denuncia porque él no iba a permitir un atropello semejante y Alberto tenía que pagar. Le preguntó que, si ellos tenían algún abogado que los ayudara y Valeria le dijo que claro, que ellos ya habían hablado con uno y que seguro estará dispuesto a ayudarlos y que contaran con ella. De hecho, les ofreció su casa, pero Carlos le dijo que no era necesario porque iban para donde su hermana que vivía allá, pero que sí se pondría en contacto con ella para hablar con el abogado. Valeria le dijo que estaban haciendo lo correcto y que ellos estarían a su disposición para colaborarles en todo lo que necesitaran. Carlos le agradeció a Valeria y le dijo que se fueran tranquilos, que él no se iba a separar de su familia.
Como estaban las cosas, Valeria y Alvaro decidieron regresar a Bogotá. Durante el camino le dieron mil vueltas a ese tema, lo analizaban, por un lado, por el otro, se lamentaban, renegaban, maldecían a Alberto por haber cometido un delito semejante. A Alvaro le entró una llamada de Juan José. Contestó y la recibió en altavoz. Le preguntó por las novedades, que si sabía algo de Lucía y de Carlos, Alvaro le contó lo que sabía sin decirle que ellos iban para Bogotá al día siguiente, simplemente que estaban en el hospital. Juan José le dijo que Marcela y Alberto se habían despertado muy temprano y que se habían despedido de todos, que les habían dicho que iban para el pueblo. Ellos estaban terminando de recoger las cosas y se iban para Bogotá. Alberto les había dejado las indicaciones para cerrar la finca teniendo en cuenta que ni Carlos ni Lucía estaban. Alvaro le dijo que le parecía muy extraño porque cuando él había hablado con Carlos no había mencionado que ellos estuvieran en el hospital. Juan José le dijo a Alvaro que de pronto estaban desayunando y que irían más tarde. Juan José le hizo un comentario a su hermano un poco antipático: ‘Tremendo mierdero el que armó la señorita Valeria, mk!’. Alvaro le respondió: ‘El mierdero lo armó su amigo por ser un depredador y menos mal que se destapó esa olla podrida para que ese miserable no siga haciendo daño y bueno chao que estoy manejando. Nos hablamos en Bogotá’. Alvaro colgó la llamada y le pidió disculpas a Valeria en nombre de su hermano. Ella le dijo que no se preocupara, que no era culpa de él y que es lógico que la gente reaccione así, sobre todo si es su amigo del alma. Fue un viaje largo, de muchas reflexiones, de varios análisis, de especulaciones y de tráfico.
Alcanzaron a llegar a Bogotá de día. Alvaro fue a dejar a Valeria en la casa, se despidieron y quedaron de hablar más tarde para ver en qué iba la situación. Apenas entró a su apartamento, Valeria sintió una especie de alivio. Estar en su espacio, con sus cosas, cerca de su familia, de lo que conoce, le dio seguridad. Había sido un viaje tormentoso. Se recostó en el sofá y analizó paso a paso todo lo que había experimentado ese fin de semana. Haber descubierto tantos secretos de ese grupo de amigos que aparentemente se veían tan unidos, gentiles e inofensivos, la hicieron reflexionar. No es solo en las redes donde la gente se muestra como lo que no es; en los espacios de la vida real en donde se comparte con tantas personas también se esconden quién sabe qué cantidad de historias que se filtran con caras amables y sonrisas aparentemente inocentes; en las salas de casas mientras se bebe el té, en las fiestas del club, en los restaurantes de moda, en las peluquerías y así podría seguir la lista. Las redes simplemente son los medios en donde publican esa vida que no es. Valeria sintió un bajón y un vacío en el estómago. La invadió un miedo profundo. De un momento a otro no se reconoció; tuvo una sensación de soledad que le rozó cada poro de su cuerpo. Se puso de pie, se miró en el espejo y empezó a llorar. No sabía qué iba a hacer con su situación en el trabajo; la mortificaba ferozmente la amenaza de ser delatada. Sabía que Alberto estaba muerto de la ira con ella y que no tendría ningún problema en llamar a Nicolás para contarle que era una mentirosa. A ese punto, no sabía si quería continuar con el proceso en TMU porque Juan José estaba de por medio y teniendo en cuenta que había pasado a ser la villana, era muy probable que, así como la había ayudado para conseguir la entrevista, moviera sus fichas para sacarla de ahí. Pensaba cómo podría seguir adelante con Alvaro sabiendo que su hermano no la soportaba. Por un momento hasta creyó que Mateo, en medio de todo, había sido lo más cercano a su lugar seguro. Al menos la conocía, sabía qué clase de persona era y en su casa la adoraban. Estaba realmente confundida. Decidió recostarse en su cama. Cayó profunda.
Cuando abrió los ojos se dio cuenta que había dormido toda la noche. Había amanecido y se tendría que empezar a preparar para enfrentar lo que la esperaba. Lo único que tenía claro era que no podía ir a la oficina. Desayunó para pensar con calma los pasos a seguir. Recibió una llamada de la oficina de recursos humanos en donde le informaban que necesitaban el certificado médico con la prueba del covid para el debido trámite interno. Valeria respondió que en el curso del día estaría enviando los documentos. No sabía qué hacer. Llamó a su hermana porque una de sus amigas más cercanas era médica. Valeria llamó a la amiga y ésta le dijo que el certificado se lo podía hacer, pero que el problema era la prueba del Covid. Valeria le agradeció y le preguntó que si le podía mandar el certificado médico y que después pensaría en lo de la prueba. Tenía la cabeza hecha un nudo. Alvaro le mandó un mensaje para decirle que había hablado con Carlos y le había dicho que ni Marcela ni Alberto habían aparecido en el hospital, que el niño ya le habían dado de alta y ellos iban en camino para Bogotá. Valeria le dijo que ella estaba enredada con lo de sus papeles, pero que estaría muy pendiente de las noticias.
Se estaba acercando el medio día. Valeria recibió un correo electrónico de TMU.