Valeria quedó asombrada, saludó a Valeria y le dijo que la escuchaba. ‘Gracias Valeria, me da pena molestarte, pero entenderás que estamos pasando por una situación difícil en nuestra familia – le dijo Valeria con un tono delicado -. Alberto tuvo que atender unos compromisos de trabajo fuera del país; esto era algo que estaba planeado desde hace unos días obviamente. Las cosas con Lucía y Carlos están complicadas; ayer hablé con ellos, están recogiendo sus cosas para abandonar la finca y yo estoy acá hecha un ocho tratando de lidiar con todo lo que está pasando. Carlos no quiere escuchar razones, ni propuestas, ni nada. Mira Valeria, yo sé que esto es un tema delicado, pero detrás hay una historia. Alberto tuvo una infancia complicada; estudió en un colegio católico y tuvo una experiencia malsana con uno de los sacerdotes de la comunidad. Es algo que ha estado presente en su vida, y aunque trate de evitarlo, no ha podido. Se ha refugiado en una imagen de super poderoso, de extrovertido y hombre seguro para esconder todos sus traumas y miedos. Esta situación con Alex es complicada, pero nosotros estamos dispuestos a acompañar a Lucía y a Carlos en todos los tratamientos y terapias a los que el niño tenga que someterse. No queremos bajo ninguna circunstancia que desarrolle patologías o trastornos que sabemos que con el respectivo cuidado médico se pueden evitar. Si ellos siguen adelante con esa denuncia en la Fiscalía lo único que van a conseguir es que se queden sin nada: sin trabajo, sin ingresos, sin asistencia médica, sin casa. Por otro lado, las cosas no son como ellos creen. Alberto no ha llegado a extremos con el niño y nunca ha querido hacerle daño. El no es una mala persona. Yo sé que tú crees haber visto algo en la finca, pero Valeria, te pido de todo corazón que me ayudes a resolver esta situación de la mejor manera. De pronto si hablas con ellos, les dices que nosotros estamos dispuestos a ayudarles y a darles una especie de indemnización si retiran esa denuncia. Ellos tienen que pensar en el bienestar del niño y en su familia. Te hablo como una mamá, una esposa, una mujer que ha hecho de todo por este hogar y que está desesperada por resolver esto tan horrible que está pasando. Ponte en mis zapatos por favor. ¿Qué dices? ¿Me puedes dar una mano?’.

Valeria no podía creer lo que estaba escuchando; se encontraba en un estado de shock y le pidió a Marcela que la esperara por un par de minutos. Desactivó el micrófono y se cogió la cabeza. Al fin retomó la llamada y le dijo: ‘Mira Marcela, yo creo que te entiendo. No debe ser fácil para ti afrontar algo semejante, sin embargo, soy incapaz de decirle algo así a Lucía. Siento mucho que Alberto haya pasado por esa experiencia, pero su deber era curarse, hacer un tratamiento, hacer esa terapia que ahora va a tener que hacer Alex injustamente, para evitar que repitiera esas conductas. No quiero que suene a juicio, pero no entiendo cómo puedes defender algo así; entiendo que se trata de tu esposo, pero algo así es inadmisible. ¡Tú tienes un hijo Marcela, por Dios! ¿No te da miedo? ¿Cómo haces para dormir tranquila?’. Marcela la interrumpió abruptamente: ‘No, querida, tú no estás en posición de venir a darme cátedra. Traté de ser lo más sincera posible, pero no vengas a cuestionar mis decisiones o mi vida con mi familia porque no tienes ni idea de lo que significa ser una esposa o ser una madre. No sabes lo que una mujer es capaz de hacer para proteger a sus seres queridos. Yo no puedo permitir que todo lo que he construido se venga abajo de un momento a otro. Me he sacrificado y he hecho lo inimaginable por lo que tengo y no voy a dejar que Lucía, Carlos o tú, la buena samaritana, vengan a arrasar con ello. Quise hacer esto con buenas intenciones, buscando el bienestar para esa familia…’. ‘Para la tuya, querrás decir Marcela – le interrumpió Valeria -, con lo que tú no puedes lidiar es con el hecho de que Alberto vaya a dar a la cárcel por ser un abusador de menores y lo que te destruye es tener que ser la comidilla de tu círculo social y el tema de conversación en el club y en el colegio de los niños. Ojalá se sepa y con detalles porque si yo tuviera hijos no quisiera nunca en la vida estar cerca de un tipo como Alberto y, aunque no los tengo, tampoco me interesa la cercanía de alguien así. Yo no creo que vi, yo vi Marcela y eso es lo que voy a testificar y espero que esto se vaya hasta las últimas consecuencias y tu esposo pague por lo que hizo’.

Marcela botó un suspiro y le dijo a Valeria con un tono encolerizado: ‘No tienes ni idea con quién te estás metiendo, y no sabes el mal que les vas a hacer a ellos; ¿o es que tú los vas a contratar para que trabajen para ti? No creo. Los vas a dejar en la calle, sin trabajo, sin nada y para que lo vayas sabiendo desde ya, Alberto no va a ir a ninguna cárcel. Fue un placer conocerte Valeria, muchos éxitos en tu trabajo actual y en tu proceso de selección en la nueva empresa’. Marcela colgó la llamada sin permitirle a Valeria replicar o agregar algo más. Se sintió muy mal y quedó preocupada. Llamó inmediatamente a Alvaro para contarle lo que había sucedido y éste le dijo que no se dejara amedrentar. Era obvio que estaban asustados y Marcela estaba agotando todos los recursos para conseguir que Lucía y Carlos retiraran la denuncia. ‘No te afanes, esas actitudes son propias de esa gente que cree que lo tiene todo, sobre todo el poder para salir invictos de una situación como éstas y te digo algo Vale, yo como tú, espero que Alberto pague, que se haga justicia, pero no me sorprendería que no suceda nada; ya te lo había dicho y siento que puede ser así. Juan José me estuvo contando algo de la familia de Alberto y efectivamente pertenecen a un círculo influyente, están muy bien contactados y tu sabes que entre ellos se tapan las cochinadas con tal de mantener la falsa imagen de familia divinamente. Si quieres para que pienses en otra cosa, ¿por qué no vienes a mi oficina y almorzamos juntos? No quiero que te atormentes por eso. ¿Qué dices?’. Valeria aceptó. Le dijo que al medio día se veían al frente del edificio donde queda su oficina. Quedaron así.   

Valeria quedó muy intranquila. No podía dejar de pensar en el tono que usó Marcela, en todo lo que le dijo, en la propuesta tan indigna que quería hacerles a Lucía y a Carlos y se sentía impotente, pero sobre todo pequeña. Pensó que en realidad desconocía a lo que se estaba enfrentando y se veía como una alverja tirada en un rincón de la cocina cuando pensaba en el poder de esa familia y de todo ese grupo. No podía creer que hubiera terminado metida en semejante lío.

Terminó de pasar la mañana arreglando un poco su casa para ver si su mente se liberaba, pero había sido prácticamente imposible. Se alistó para su cita con Alvaro y salió de su casa para llegar a tiempo. Cuando iba en camino, empezó a sentirse mal; veía un poco borroso y sentía unas palpitaciones muy fuertes. Ya estaba muy cerca de la oficina, así que trató de resistir, pero cada vez estaba peor. Alcanzó a parquear el carro, como pudo se bajó y caminó hasta el lugar de la cita. Cuando vio a Alvaro los síntomas empeoraron. Su brazo izquierdo se adormeció y ahí ya se detuvo. Le hizo una seña a Alvaro y se desplomó en el piso. Alvaro corrió a socorrerla, llamó inmediatamente una ambulancia; Valeria recobró el sentido, pero ahora el hormigueo lo tenía en brazos y piernas. Corrieron al hospital más cercano. La entraron en la camilla con urgencia y Alvaro se quedó esperando en la sala. El tiempo pasaba y no le daban ninguna razón. Había preguntado en varias ocasiones por el estado de salud de Valeria y no le decían nada. El no tenía el contacto de la mamá ni de la hermana, así que no tenía otra opción que esperar. Finalmente salió el médico y cuando confirmó que Alvaro era el acompañante de Valeria, le dio el parte médico.