Valeria se arregló con urgencia, se despidió de su hermana y de su mamá y se fue volando para la oficina. De acuerdo con lo que le había indicado la responsable de recursos humanos, se fue directo para el despacho de su jefe, se anunció y la hizo pasar inmediatamente. Valeria saludó a Nicolás; le dijo que se sentara, le pidió dos minutos mientras terminaba de mandar un correo y cuando lo envió, se dio la vuelta y la miró a los ojos: ‘Valeria, me alegra saber que estás bien. Para no hacer muy larga esta reunión, voy a ser bastante concreto. Me informaron que el certificado que mandaste a la oficina de recursos humanos era falso y los resultados del test que hiciste ayer confirman que no has tenido covid recientemente, y, en consecuencia, eres negativa. Por un lado, es una buena noticia, pero por otro lado me cayó de sorpresa tu comportamiento. Me imagino que tuviste tus razones por las cuales decidiste mentir, sin embargo, ese hecho supone dos cosas: 1. Un fraude, en tanto pasaste a la empresa un documento falso y 2. Un acto bastante irresponsable haber faltado a una reunión tan importante. Me sorprende mucho después de que habías insistido tanto con el deseo que tenías de ascender, de seguir creciendo, etc., y cuando te doy la oportunidad resuelves mandar una presentación y hacer todo un montaje para evitarla. Me imagino que la motivación que tenías, y que no me interesa saber, fue mayúscula para tomar un riesgo tan alto. Acá no estoy yo para evaluar las razones o tus motivaciones, sino tus actos. Entenderás que después de algo semejante no puedo seguir trabajando contigo y me veo en la penosa obligación de pedirte que te vayas de la empresa. Lo siento mucho, espero que entiendas que esto es lo que sucede en la vida real cuando uno comete errores de ese calibre en una organización, que hay reglamentos, hay protocolos, pero sobre todo hay conductas que seguir. No tengo ninguna intención de llevar esto a instancias superiores; el tema del documento falso lo dejamos ahí, pero necesito que pases por la oficina de recursos humanos para formalizar tu salida y si tienes algunos objetos personales en tu escritorio, mi secretaria te va a acompañar para que los recojas. Te deseo cosas buenas y espero que en el futuro cuando tengas que poner algunos asuntos en una balanza, primen los valores, especialmente la lealtad. Es una verdadera lástima porque después de haber visto tu presentación, la promoción era para ti’.

Valeria sintió que una volqueta le había pasado por encima. Sus ojos se empezaron a humedecer, pero antes de quebrarse le dijo a su jefe: ‘Ahora me estoy dando cuenta del error tan grande que cometí y para mí es muy importante decirte que lo siento mucho. En especial por defraudar tu confianza. Me equivoqué y no me queda otra opción que aceptar con mucha vergüenza las consecuencias. Gracias por no trascender con el tema del documento y gracias por la oportunidad que me diste de trabajar en esta empresa. Este incidente se va a quedar grabado eternamente en mi y me entristece mucho salir de esta manera porque, aunque no suene sincero, no soy ese tipo de persona, no es mi estilo y no es así como hubiera querido terminar una experiencia laboral tan importante. De nuevo te pido disculpas y si, recojo un par de cosas en mi escritorio y me voy para recursos humanos’. Nicolás se puso de pie, le dio la mano a Valeria. En ese momento se dio cuenta que estaba temblorosa; le hizo una mirada compasiva y le dijo: ‘Esta vida es de subes y bajas Valeria; yo no te estoy juzgando por lo que hiciste. Que se te quede grabado que eres muy buena profesional, y no, espero que este incidente no se quede dando vueltas en tu cabeza. Lo que tiene que permanecer en ti es el aprendizaje, pero pasa la página y sigue adelante. Esto lo tenemos que hacer porque lamentablemente fue de recursos humanos que me llegó la información y me obliga a seguir un protocolo. Eres muy joven y uno a veces hace las cosas mal, eso es normal. Toma esto con calma, no te dejes desplomar, si necesitas una referencia cuenta conmigo. No te preocupes que tu vida no termina acá. Ánimo y tranquilízate’.

Valeria salió de esa oficina deshecha. Se sentía peor con las últimas palabras de Nicolás, pero trató de tomar aire, recomponerse porque pensó que no quería que le diera un ataque de pánico y protagonizar un show delante de todos. La secretaria de Nicolás la miró, le dijo que si necesitaba algo. Valeria le dijo que por favor la acompañara a su escritorio porque iba a recoger unas cosas. En el camino le contó la razón por la cual le había pedido ese favor y la mujer que tantas veces fue su cómplice, no caía de su asombro. Le dijo que no sabía nada, que evidentemente habían tenido la cosa muy escondida, que la jefe de recursos humanos había estado un par de veces en la oficina de Nicolás, pero no le había parecido extraño porque como estaban abriendo un cargo nuevo, creyó que venía a hablar de eso. Valeria recogió sus cosas y se despidió de su compañera. Se dieron un abrazo y siguió su camino hasta el área de recursos humanos. Cuando llegó, la anunciaron, la jefe la hizo seguir. Fue parca, pero muy profesional, le hizo firmar algunos papeles y le dijo que en los próximos días recibiría su indemnización. Agregó que esperaba que Nicolás seguro le había explicado que ellos no tomarían ninguna acción por el documento falso, sencillamente eso quedaba archivado y que le deseaba lo mejor. Valeria le agradeció, le dio la mano y salió de ahí. No tuvo ni el coraje, ni la fuerza para despedirse de nadie. Abandonó ese edificio destrozada. Entró a una cafetería que estaba cerca, se sentó en una mesa y las lágrimas le salían sin hacer ninguna clase de esfuerzo.

Era extraño, pero, aunque la tristeza y la vergüenza estaban presentes, era como si en el fondo sintiera una especie de alivio. Desde hace mucho rato venía quejándose de su trabajo, no estaba a gusto y, aunque nunca hubiera querido llegar a ese extremo, se sentía liviana. De pronto se vio con perspectiva despojándose de una de las capas que la cubría en ese momento de la vida. Sin embargo, la culpa la perseguía y no entendía en qué momento se había dejado llevar por la ambición para haber tomado una decisión tan equivocada. La atormentaba el hecho de que Nicolás le hubiera dicho que el cargo era para ella. ‘¿Pero qué necesidad? – se preguntó en su mente -, ¿Por qué me dejé llevar tan fácil y terminé hundida en esa disyuntiva tan marica?’. En ese momento le entró un mensaje de su amiga Pilar. La llamó y le contó las novedades. Pilar le dijo: ‘Ya me da miedo cada vez que voy a hablar con usted. No ha pasado ni un día y cada cosa que me cuenta es más impresionante que la otra. Valeria, lo único que le digo es que si, bueno, cometió un error, pero ahora no se vaya a azotar por eso eternamente. Como le dijo su jefe, pase esa página. Ahora si se puede venir para acá sin problemas; descanse, aléjese un poco de todo ese caos. Es un trabajo Valeria, se lo he dicho miles de veces. No vale la pena amargarse la existencia por eso. Usted y yo sabemos que va a conseguir otra cosa super fácil. Qué delicia que va a tener tiempo para pensar en usted, en lo importante, para poner en orden su cabeza. Con respecto a lo de mi primo, le cuento que mi mamá me llamó a contarme. Eso ya se supo en la familia. Pablo está metido en un lío grande. Obviamente mi tía no acepta nada y niega hasta la muerte; en fin, lo mismo de siempre: tapándole las canalladas al transgresor. Será mi primo y lo que quiera, pero que pague, que se le vaya hondo. ¡Malditos pegones! ¡Como los odio!’. Valeria le dijo a Pilar que se iba para la casa a contarle todo a la mamá y que después hablaban para que la ayudara a organizar el viaje.

Con los ojos hinchados Valeria llegó a su casa. Les contó lo sucedido a su mamá y a su hermana quienes la abrazaron, le dijeron que no se preocupara por nada, que iba a estar bien, que la amaban, las tenía a ellas y nada le iba a pasar. Seguro algo mejor iba a llegar. Valeria lloraba desconsolada. Trataba de asimilar todo lo que le decían, sin embargo, no encontraba paz. Sentía mucha culpa y aunque en el fondo entendía que era una experiencia más, la perseguían mil preguntas que ya no valía la pena responder y otras cuantas conjeturas que resultaban fuera de contexto. Llamó a su psiquiatra para pedirle una cita, sin embargo, la atendió por teléfono y estuvo hablando con ella un rato. Le recordó que ella misma le había dicho que había varios temas que estaban pendientes y que, así como éste no había salido como lo esperaba, los demás iban a tener su propio desenlace, pero que entendiera y aceptara el curso de cada episodio y lo tomara como un cierre o un inicio de un camino que se abría. Le sirvió mucho haber hablado con su psiquiatra, se liberó, se desahogó y lentamente empezó a ver las cosas con un poco más de luz. Se puso a ver sus redes sociales para tratar de pensar en otras cosas. Le llegó un mensaje a su correo electrónico. Se trataba de la empresa donde trabajaba Mateo, la misma donde había enviado su hoja de vida. Ya estaba por abrirla y le entró una llamada. ‘Hola Valeria, cómo estás, soy Juliana de TMU’.